Un repentino divorcio deja a Genoveva con el corazón destrozado y con la responsabilidad de la crianza de sus ocho hijos, que tienen entre 2 y 9 años de edad.
La vida la pondrá de rodillas, pero ella hará hasta lo imposible, para sacar a sus hijos adelante. Aunque no se sienta del todo orgullosa de sus acciones.
¿Podrá seguir adelante con su vida? ¿Volverá a creer en el amor?
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CAPÍTULO 3
Genoveva seguía dándole la espalda. Pero se imaginaba claramente lo que su marido estaba haciendo, lo sintió caminar hasta la mesa, escuchó su portafolio abrirse, también el sonido de unos documentos caer en la mesa y ese inconfundible sonido del botón de su bolígrafo, siendo presionado para mostrar la punta
Ella decidió ignorarlo y sin voltearse caminó rápidamente hasta su habitación y cerró la puerta
— MALDITA SEA GENOVEVA, REGRESA AQUÍ – le gritó Santiago desde abajo, pero al no obtener respuesta. Subió rápidamente con los documentos en sus manos
Él no quiso golpear la puerta, porque ocho niños llorando eran lo menos que necesitaba en este momento. Por eso, tomó su llave y abrió la puerta
Santiago se sorprendió al ver a Genoveva, desnudándose. Él no podía negar que esas curvas le encantaban, entonces decidió dejar los papeles en la mesa y caminar hasta ella.
Genoveva lo estaba ignorando. Pero al sentir las manos de su marido, acariciar su espalda la hizo vibrar y su piel se erizó. Los cinco meses que tenía sin sexo le jugaron en contra, además pensó que esta era una oportunidad para salvar su matrimonio.
Santiago le mostró una sonrisa perversa y una mirada de lujuria, él comenzó a desnudarse y se acercó, besó sus labios, su cuello y siguió hasta llegar a sus caídos, pero grandes senos, él se deleitó con ellos, los succionaba, los mordía, los apretaba levemente con sus manos, mientras entraba y salía de ella una y otra vez. Sus embestidas eran fuertes y certeras, arrancando gemidos de los labios de su esposa.
Genoveva tenía su corazón destrozado, ella estaba consciente de que él se estaba despidiendo de ella y lo demostraba con su actitud.
Santiago, aunque la besaba, cerraba los ojos. No la miraba a la cara, pero a ella no le importó. Si lo del divorcio era un hecho, ella pasará mucho tiempo sin sexo, así que usar a su esposo esta última vez, para calmar sus ganas acumuladas no estaban mal, aunque la verdad, la desgarre por dentro.
Tuvieron sexo de muchas maneras. Santiago nunca la había sentido tan insaciable, ella estaba totalmente receptiva a todo lo que él quiso experimentar
Pero Genoveva cometió un error, mientras que Santi gruñía y se liberaba en su interior, ella le susurró al oido
— te amo Santi — ella lo dijo desde el fondo de su corazón, pero parecía que lo había ofendido
Él se levantó, comenzó a vestirse y no dudó en desilusionarla
— No te confundas Genoveva, que hayas sido un buen polvo, no quiere decir que esto cambie mi decisión de divorciarme
Genoveva solo mostró una sonrisa amarga que no llegó a sus ojos.
— Un polvo que duró diez años, Santiago sé un hombre y solo dime la verdad, creo que merezco eso — le dijo ella levantándose de la cama y poniéndose la bata de baño
— está bien, yo no quería lastimarte, pero tú nunca entiendes nada por las buenas, Camila regresó y quiero estar con ella
— ¿Camila?, ¿Quién es Camila?, ¿una ex?, maldito ¿tú me hiciste ponerle a mi hija, el nombre de tu ex? — le preguntó ella, parándose frente a él
— También es mi hija y Camila es el amor de mi vida, ella regresó y quiere que lo intentemos juntos, pasamos estos dos meses juntos y a su lado me siento pleno y feliz, ella es una mujer bella, refinada y elegante.
Cada palabra de Santiago, apuñalaba el corazón de Genoveva, ella sentía que comenzaba a faltarle el aire
— ella es, lo que yo era antes de conocerte, pero ¿quieres tener una amante?, adelante no voy a oponerme. Pero no voy a divorciarme. Si quieres vete con ella
— No, entiéndelo Genoveva. Quiero pasar el resto de mi vida con ella. Camila está embarazada y mi hijo no será un bastardo
— Ah, ¿y los míos sí?, te recuerdo que tenemos ocho hijos, ocho pequeños que necesitan a su padre y que todos y cada uno de ellos, fueron producto de tu gran deseo de tener una familia numerosa, no es justo que ahora mis pequeños crezcan sin ti,
—Genoveva, mis hijos jamás serán unos bastardos, nacieron en un matrimonio, ellos son mis hijos legítimos. Es de ti de quien me quiero separar, no de ellos, por Dios ten dignidad y firma el maldito papel — le dijo Santiago, con una mirada de desprecio, ofreciéndole el lapicero
Genoveva en ese momento entendió que lo había perdido y mordió sus labios para evitar que sus lágrimas salieran. Estaba rota por dentro, deseaba poder decirle en su cara. Que la estaba destruyendo. Que estaba acabando con ella, pero ¿qué diferencia haría?, él amaba a otra persona y ella solo había sido su sustituta. Llegó la dueña de su corazón y Santiago la desechaba a ella, como si fuese un mueble viejo. Pero Genoveva recordó algo, Oh por Dios, pero qué idiota era, ¿Cómo iba a olvidarlo?
Ella tomó el lapicero y soltó una sonora carcajada desde el fondo de su corazón
— ja, ja, ja. ja, ja, ja. ¿Porqué no tengo dignidad? ¿Por querer retenerte a mi lado?, pero ¿tú si tienes?, tú que estás dejando tu hogar, por una mujer que te abandonó en el altar hace once años, ja, ja, ja, qué tonta soy ¿Cómo pude olvidarlo?, cuando fui yo quien te rescató del abismo, fui yo quien te armó pedazo a pedazo, cuando ella te abandonó, pero ahora como la tipa se cansó de follar por el mundo y regresó a buscar al idiota del cual se burló, hace muchos años, yo debo simplemente apartarme. Ok
— No hables así de ella, tú no sabes todo lo que ella ha pasado,
—No y no me interesa saberlo — le expresó Genoveva, conteniendo la tormenta que tenía en su interior
Santiago tenía su mirada fija en ella, al parecer sus palabras lo habían herido. Pero ya nada lo detendría, pero lo que más lo enojaba era que el semblante de Genoveva había cambiado, ella tenía una sonrisa perversa en su rostro y de vez en cuando lo miraba con lástima, como se mira a un cerdo que va al matadero
— Espero que no te arrepientas, Santiago. Porque en el momento en que cruces esa puerta. Estás muerto para mí. — le dijo Genoveva mientras firmaba el divorcio, ella no leyó nada, ya nada le interesaba
— Vendré a visitar a mis hijos. No te preocupes, porque a ellos no les faltara nada — le dijo él tratando de verla a la cara. Pero ella le dio la espalda
Santiago ya no tenía mucho que recoger. Se había estado preparando para este momento, antes del viaje y se había ido llevando poco a poco sus cosas. Por lo que, solo abrió la puerta, le dio un último vistazo a la espalda de su esposa y se marchó
Genoveva cuando escuchó la puerta cerrarse se sentó en el mueble, llevó ambas manos a su rostro y soltó el llanto que había retenido.
Santiago, por su parte, llegó al auto y lo encendió, pero se sentía extraño, sentía un vacío en su corazón, ¿de verdad, se había divorciado de Genoveva?