Adrián, un joven creativo lleno de entusiasmo, comienza a trabajar en una agencia publicitaria donde conoce a Héctor, su exigente y distante director creativo. Lo que comienza como una relación profesional llena de tensiones se transforma en un vínculo inesperado cuando Adrián descubre la vulnerabilidad detrás de la fría fachada de Héctor. Juntos, enfrentarán prejuicios y sus propios miedos mientras intentan encontrar el amor en medio del caos .
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cap:16
Adrián llegó al lugar que Gabriel había sugerido, una cafetería discreta en las afueras de la ciudad. No tenía ganas de ver a nadie, mucho menos a Gabriel, pero el enojo y la necesidad de respuestas lo impulsaban a seguir.
Cuando entró, Gabriel ya estaba allí, sentado en una mesa en el rincón. Tenía la cabeza baja, y sus dedos tamborileaban nerviosos sobre la superficie de la mesa. Cuando vio a Adrián, se levantó de inmediato, pero Adrián levantó una mano, deteniéndolo en seco.
—No digas nada todavía —dijo Adrián, su tono cortante. Se sentó frente a Gabriel, cruzando los brazos con una mirada que podría perforar acero—. Habla. Y será mejor que no intentes mentirme.
Gabriel tragó saliva y asintió, visiblemente incómodo.
—Sé que estás enojado. Y sé que hice mal, pero hay cosas que no entiendes…
—¿Qué cosas? —interrumpió Adrián, con los ojos entrecerrados—. ¿Qué explicación podría justificar que un amigo me apuñalara por la espalda?
Gabriel bajó la mirada, incapaz de sostener la intensidad de los ojos de Adrián.
—No fue personal…
Adrián golpeó la mesa con la palma de la mano, interrumpiendo de nuevo.
—¡Claro que fue personal! Tú iniciaste los rumores sobre Clara y yo. Tú filtraste información a Recursos Humanos. Y todo para… ¿qué? ¿Destruirme?
Gabriel alzó la mirada, sus ojos brillando con una mezcla de arrepentimiento y desesperación.
—Fue por envidia, Adrián. Siempre sentí que tú eras el favorito, que todo te salía bien mientras yo tenía que luchar por cada oportunidad.
Adrián lo miró incrédulo.
—¿Envidia? ¿Por eso arruinaste mi carrera? ¿Por eso me traicionaste?
—¡No quería arruinarte! —gritó Gabriel, golpeando la mesa con ambos puños—. Solo quería que entendieras lo que es estar a la sombra de alguien todo el tiempo.
Adrián lo observó en silencio, su rabia contenida burbujeando justo debajo de la superficie.
—¿Sabes lo que más me duele, Gabriel? —dijo finalmente, su voz baja pero cargada de emoción—. No fue que me traicionaras. Fue que lo hicieras sin ni siquiera darme la oportunidad de saber cómo te sentías. ¿Acaso no éramos amigos?
Gabriel apretó los labios, su mirada cargada de arrepentimiento.
—Lo éramos… lo somos. Yo… no sé en qué estaba pensando.
Adrián se inclinó hacia adelante, sus ojos clavados en los de Gabriel.
—No, Gabriel. Ya no somos amigos. Perdiste ese derecho cuando decidiste destruirme.
Gabriel abrió la boca para responder, pero Adrián se levantó, interrumpiéndolo.
—No quiero oír más excusas. Te las puedes quedar.
Mientras se alejaba, Gabriel lo llamó con voz desesperada.
—¡Adrián, por favor!
Adrián se detuvo en la puerta, girándose solo lo suficiente para mirarlo una última vez.
—La próxima vez que sientas envidia, Gabriel, intenta hablar antes de destruir a alguien. Quizá entonces no te quedes completamente solo.
Y con eso, salió de la cafetería, dejando a Gabriel con la cabeza entre las manos.
Esa noche, de regreso en su apartamento, Adrián sintió una mezcla de alivio y vacío. Había enfrentado a Gabriel y cerrado esa puerta, pero el daño ya estaba hecho. Ahora, más que nunca, tenía claro que no podía confiar en nadie.
Sin embargo, mientras se preparaba para dormir, su teléfono vibró con un mensaje inesperado.
"Adrián, necesito verte. Es urgente. —Héctor."
Adrián miró el mensaje durante varios minutos, debatiéndose entre ignorarlo y responder. Finalmente, con un suspiro, escribió una respuesta breve.
"Dime dónde."
Sabía que estaba arriesgándose a más dolor, pero una parte de él necesitaba terminar lo que Héctor había comenzado.