No todo puede ser color de rosa, ¿O si?
NovelToon tiene autorización de Nix Agriche para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Quiero el divorcio, Alexander.
Y mientras Victoria, Cédric y su pequeña Lily jugaban juntos plácidamente, nunca hubieran imaginado que, por la puerta principal, cruzaría aquél hombre con quién compartió su vida, el mismo que destruyó su matrimonio, aquél que ahora mismo debería estar en Italia revolcándose con su amante.
—¿Papi...? –dijo la niña, dejando de jugar con su tío y mirando a su padre, quien después de mucho tiempo, finalmente le sonreía cálidamente–, ¡PAPI! –gritó, corriendo a los brazos de Alexander, quién rápidamente la alzó y comenzó a llenar de tiernos besos su adorable carita–.
—Mi princesa, perdón, perdoname por favor... –suplicó, tratando de que no se note que él realmente quería llorar al tener nuevamente a su bebé en brazos–. Olvidé el baile y te dejé plantada, también olvidé tu cumpleaños, perdóname, princesa, papá es un tonto pero nunca más volverá a hacerte daño.
La niña, en su inocencia, decidió creer en su padre y asintió con gusto, lo abrazó con fuerza, acurrucandose en su pecho. Porque si, Cédric era un buen tío, pero nadie se comparaba realmente con su papá.
Alexander levantó la vista y se encontró con la mirada gélida de su esposa y su hermano, le dolió que ella lo mirara de ese modo, pero sabía que no podía culpar a nadie más que a si mismo. Bajó a la dulce Lily y le dió su bonito ramo de girasoles, ella aceptó gustosa mientras reía.
Él se acercó a Victoria, tendiendo el ramo de jazmines hacia ella. En el pasado, ella hubiera aceptado más que encantada, porque cualquier detalle de su esposo era algo hermoso para ella, pero ahora las cosas habían cambiado, su esposo había cambiado y, en consecuencia, también ella.
—Gracias, pero ya no me gustan los jazmines –musito, rechazando el obsequio, causando que Alexander la mirara con confusión, pues él bien sabía cuánto ella amaba ese tipo de flores–. Deberías dárselas a alguien que de verdad lo aprecie, como tu asistente Camila, ya que ambos son tan cercanos ahora, ¿No?
Alexander comenzó a sudar frío, su mirada pasaba de su esposa, a su hermano y viceversa. ¿Acaso Victoria ya sabía de su aventura? No, no podía ser cierto. Pero sus palabras, su rechazo, su frialdad... Todo indicaba que si, que Victoria sabía de su traición.
—De qué... ¿De qué hablas, querida? ¿Por qué querría darle flores a mí asistente? Mí esposa eres tú –él sonrió, pero ella no lo hizo. Victoria permanecía estoica y con los brazos cruzados, lo que hizo que Alexander entrará lentamente en pánico–.
—Cierto, ¿Por qué le darías flores a tu asistente? –sonrió–. Que tonta soy, olvidé que tú sólo le das lo mejor a ella, ¿No es así? Gucci, Prada, Armani... –Alexander dejó de respirar ante la enumeración de su esposa, ella estaba nombrando las marcas en las que él había gastado dinero para Camila–.
—Querida... ¿Q-que estás diciendo...?
—Llamaron de la tarjeta, Alexander. Dijeron que compraste muchísimos vestidos, zapatos, joyas y lencería. Pero a mí sólo me traes flores, unas flores baratas que compraste aquí mismo, a la vuelta de la casa, ¿O me equivoco? ¿De verdad crees que soy tan estúpida? ¿Creíste que yo iba a creerte cuando dijiste que tenías "trabajo" y por eso debiste irte con Camila a Italia?
Y fue en ese momento, en ese mismo instante en el que Alexander lo supo, se dió cuenta que su esposa sabía todo. Ella siempre había sabido de su amante, y ya se había cansado de fingir. Esa era la advertencia de su padre.
Él miró a Lily, quien estaba distraída con su obsequio, también miró a Cédric quien sonreía detrás de Victoria. Y, finalmente vió a su esposa, quien lo miraba con absoluto asco y desagrado.
—Cariño, lo sé, tengo mucho que explicar, pero no lo hagamos aquí, Lily podría...
—¿Lily podría escuchar que su padre tiene un amante y destruyó su propia familia? Sí, Lily tiene muy buen oído, la verdad.
—Victoria...
—Quiero el divorcio, Alexander.
Mientras tanto, en el aeropuerto, un hombre y una mujer se bajaban del mismo avión, eran Lucas y Camila, quienes habían decidido regresar antes, ya que Alexander había arruinado todo y, sin él, ahora debían pagar ellos por su estadía.
Camila estaba tan furiosa, que subió a un taxi y se fue directo a casa, sin dirigirle la palabra a Lucas. Él también estaba del mismo modo, pues Tania, su amante, había roto con él luego de haberlo visto con otra mujer en el bar.
Se subió a un taxi y comenzó a irse a casa, no le gustaba estar ahí, pero ya había pasado muchísimo tiempo desde que vió a su hijo y también a su esposa. Se encontraba extraño, pues tanto su esposa, como su hijo, solían molestarlo siempre que él iba de viaje, ya sea con mensajes o llamadas, pero desde hace un tiempo que no recibe nada de ellos.
Al llegar a su hogar, notó que las luces estaban encendidas e inconscientemente sonrió, quizás, en secreto, si extrañaba estar con su familia, pero eso era algo que él nunca admitiría.
Más su sonrisa desapareció al cruzar la puerta, pues en lugar de ser recibido por su esposa e hijo, vió como en la mesa había platos sucios, velas y un ramo de rosas. Era evidente que alguien había tenido una cena romántica allí, su hijo apenas tenía nueve años, por lo que era lógico que no era él.
Comenzó a subir las escaleras y su mente se volvía cada vez más loca, pues en cada escalón que subía, podía ver prendas de mujer y de hombre tiradas en el suelo.
Al llegar al segundo piso, todo su mundo se fue a la basura, podía escuchar cómo en su habitación, había una mujer gimiendo en voz alta, y los jadeos de un hombre. Él no podía creerlo, ¿Alguien se había metido a su casa? Sí, esa debía ser la razón, pues su esposa jamás le sería infiel, ¿Verdad? No, no lo haría, María lo amaba.
Pero al abrir la puerta, se quedó en shock, ahí estaba ella, su María. La mujer más elegante, dulce y devota del mundo, teniendo intimidad con el padre de su amante, el padre de Tania.
Pero no tuvo posibilidad de pensar en su querida amante, porque sus ojos estaban fijos en su esposa. Ella estaba cubierta de sudor, desnuda, su rostro estaba sonrojado y de sus bellos ojos color ámbar, salían lágrimas de placer absoluto.
Él jamás la había visto de así, jamás imaginó que ella pudiera gozar de ese modo. Y fue un golpe a su ego, porque él creía que ella era una mujer insulsa y aburrida en la cama. Más ahí estaba ella, disfrutando con un hombre entre sus piernas. Un hombre que no era él.
siempre se sale adelante 🫣🫢🤫👋🇵🇦
no te conviene siendo el mejor abogado con todo lo que tu zorra le mando a Victoria tiene las de ganar y tu que eras embarrado