Tu Y Yo De Nuevo

Tres días después.

Más de Quince días llevaba Renata fuera del reino Este, solo tres en el reino Norte y ya era la favorita de los duques, aunque no lo demostraran frente a la señorita Bill, que hacía lo posible por ganar la aprobación del joven amo, realzando su belleza y su educación.

_Señorita Kenia, gracias por la invitación a tomar el té._

Hablo Rainer tomando asiento.

_Me alegra que aceptara joven amo._

Kenia sonreía feliz.

_Son galletas echas por mí._

Mintió Kenia, Rainer Probó y le parecieron normales, sin ningún sabor misterioso que buscar.

_Están muy buenas, señorita, solo no puedo comer muchas, iré a practicar un poco con la espada._

Kenia fingió una sonrisa, sabía que ya había comido muchas de las que hacía Renata, solo unos minutos tuvo con ella, para ir donde se encontraba Renata hablando con la duquesa.

_¿Puedo preguntarle algo, duquesa?_

Le hablo Renata.

_Claro, señorita Bonnie._

_¿El joven amo no estaba enamorado de mi hermana antes? Creo haber escuchado eso._

La duquesa se puso tensa, tomo de su té y decidió hablar.

_No lo sé, fue muy raro, pero hace aproximadamente un mes, llegó muy mal, no reaccionaba y cuando lo hizo, no recordaba nada, era otro, bromista, seguro de sí mismo y pidió tener una esposa con dos concubinas para asegurar nuestro linaje y hay algunas cosas que aún no recuerda._

Renata se quedó pensando, acaso era una reencarnación también o solo era por qué no recordaba algunas cosas.

_Me alegra saber que el joven duque tiene otros pensamientos, es muy importante apreciar la vida y dársela a quien se la merezca._

Logro decir Renata con un nudo en la garganta, esas palabras eran más de Fernanda, quien no logro ser feliz del todo en su época, no pudo tener el amor de sus padres y tampoco el amor de su novio, solo por vivir con personas ambiciosas, ambas damas seguían conversando muy amena, la duquesa no tenía dudas ya, de que Renata era sin dudas la mejor opción para su hijo y el ducano.

_Bellas damas, ¿qué les da tanta alegría?_

Las interrumpió Rainer.

_Ven hijo, siéntate a mi lado._

La duquesa le hablo muy contenta.

_La señorita Bonnie me cuenta que las galletas que te han gustado, son muy especiales para ella._

_Me alegra saber eso, solo espero no se las preparo a nadie más._

Le dijo Rainer serio.

_No se preocupe, joven amo, me encargaré de hacerla solo para usted, así este en mi reino, las mandaré seguido._

Renata habló con una sonrisa haciendo sonrojar a Rainer, le pareció escucharla muy coqueta, su conversación seguía muy amena, mientras que en el reino Este, se encontraba el conde ante el emperador y la emperatriz.

_Saludos al sol del imperio y su emperatriz._

Hablo el conde haciendo una reverencia.

_Saludos, conde, que le trae por aquí._

Pregunto el emperador sin muchas ganas.

_Quise venir a visitar al emperador y decirle lo contento que estoy al saber que han tratado bien a mi hija Raquel._

Les hablo muy amable.

_No tiene nada que agradecer, conde, lo hacemos con todas las señoritas que están interesadas en ser las princesas herederas y ayudar a nuestro reino._

Respondió el emperador, haciendo molestar al conde con su comentario, imagino que diría lo buena que era Raquel y ser la escogida para princesa heredera.

Después de unas cuantas palabras, el conde se retiró no muy contento de lo que su hija había obtenido en los días que no estuvo y su rabia fue peor, cuando veía una escena que podía dañar los planes.

_Joven amo, ¿Está sangrando?_

Hablo preocupada nyssa, viendo su mano sangrar, fue solo un pequeño rasguño el cual ella chupó sin pensar lo que hacía y el lugar donde estaban, el príncipe sentía arder su cara hasta no más, su corazón latía tan fuerte que no podía ni salir corriendo, sentía cosas que jamás había experimentado.

Nyssa se aseguró que ya no saliera sangre de la pequeña herida.

_¿Le duele, alteza?_

Pregunto viendo su cara.

_N-no, no me duele._

Respondió muy nervioso y aún rojo.

_Tenga cuidado, príncipe._

Nyssa sonrió dejando a Sadie más embobado, no tenía duda en lo que sentía por ella, el continuo su camino a pasos largos, necesitaba urgente hablar con el emperador y la emperatriz.

_Padre, madre._

Hablo el príncipe abriendo sin permiso los aposentos de sus padres, interrumpiendo un beso.

_Que falta de respeto es esa, mocoso._

Le dijo el emperador.

_Perdón padre, no sabía que estaban ocupados._

_No cariño, ven siéntate con nosotros, que te trae tan desesperado._

_Um, he no sé cómo explicar esto, pero._

Sadie camino de un lado a otro.

_Ya habla, hijo, nos tienes nerviosos._

Reclamo el emperador.

_Estoy enamorado de la señorita Rose, mi escolta personal._

Sadie hablo tan rápido que los emperadores quedaron sin decir nada de la impresión.

_Hijo, si hace un par de semana no te gustaba ninguna señorita, ¿por qué ahora sales con esto?_

El emperador habló estando de pie, sintiendo que su frente ya sudaba.

_El amor es así, su Majestad, llega cuando menos lo espera._

Recalcó la emperatriz.

_¿La señorita Rose lo sabe? ¿Corresponde a tu amor?_

Pregunto el emperador, Sadie quedo sin saber qué decir, no sabía qué pasaba por la mente de su escolta.

_Es complicado hijo, la señorita Rose es de otro reino y su padre la desheredo, los nobles no la aceptarán como la princesa heredera._

_Su majestad, investiguemos un poco el porqué su padre hizo eso, por ahora dejemos que nuestro hijo averigüe si su amor es correspondido._

Sadie agradeció a su madre con la mirada, hizo una pequeña inclinación a sus padres y salió.

_No me vea así, su majestad, la señorita Rose tiene todo lo que necesita un emperador y un Reino._

El emperador no le quedó de otra que aceptar lo que su amada decía aún más con el apasionado beso que le dio.

En el ducano Bonnie, Raquel lloraba por la cachetada que le proporciono su padre, su trabajo había sido el peor, no estaba ni cerca de ser la princesa heredera.

_Padre, es culpa de mi hermana._

Grito Raquel.

_Tu Hermana lleva semanas fuera del reino y ha logrado más cosas que tú, eres una inútil._

_Le juro, padre, que lograré ser la princesa heredera y la emperatriz de este reino._

Juró Raquel de rodillas con lágrimas en los ojos, de cualquier manera, debía matar a su hermana y todas las que se interpusieran en su camino.