Liliam es una chica campesina cuya vida cambiará cuando el Rey Evans se presente en la hacienda de su padre a cobrar una antigua deuda. A partir de allí empezará una historia de odio, romance y pasión entre ambos.
NovelToon tiene autorización de thailyng nazaret bernal rangel para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
EL PAÑO DE LÁGRIMAS
...EVANS:...
Me quedé observando como la Señorita Liliam salía corriendo mientras lloraba.
Me sentí culpable por golpearla, jamás había puesto mi mano en ninguna mujer y la verdad es que no me agradó hacerlo.
Había perdido el juicio pero me enojó su actitud que no reparé en mi acto y terminé abofeteando a la señorita. No toleré su comportamiento tan irrespetuoso y sus calumnias hacia Anabella, ella jamás me había mentido, casi le creí a la chica ya que había contado con el apoyo del general, otro hombre que me había sido sincero hasta ahora pero al parecer se había dejado engatusar por la señorita, habían estado riendo y abrazándose cuando llegué.
Noté que la señorita ya no le costaba usar las zapatillas y eso me dejó en claro que estaba fingiendo para salirse con la suya.
Tal vez inventó todo aquello de la humillación para zafarse de las lecciones y hacer lo que se le dé la gana, gracias a esa libertad exagerada estaba haciendo y deshaciendo en mi palacio y ya no lo toleraba. Me enojé tanto, por un momento pensé que había sido un error traerla a ella al palacio.
Anabella se pegó a mi pecho.
— Gracias, de no ser por tu comprensión y tu apoyo esa chica me hubiera puesto en tu contra, tuve miedo de que me hiciera algo cuando se descontroló — Dijo mientras me observaba aliviada.
— Si me llego a enterar que tú mentiste tendrás que irte — Dije mientras me apartaba bruscamente.
Se aterró y me tomó de la mano
— Te juro, yo no mentí... No vas a arrepentirte de apoyarme, estás del lado correcto, esa chica no quería aprender, yo estaba dispuesta pero ella empezó a burlarse y cuando cayó al suelo el general también se puso en mi contra, alegando que yo la había hecho caer.
No comprendía el comportamiento del general pero él tenía buenas razones ya que Anabella no le prestaba la mínima atención y de seguro quiso vengarse.
— No te preocupes, ya eso está arreglado.
— Gracias, valoro mucho que creas en mí — Dijo y besó mis labios.
— Debo volver a la reunión.
— Está bien.
Me alejé y salí del salón.
Crucé el pasillo cuando escuché un llanto por las escaleras.
Era la señorita Liliam, sentada en uno de los escalones, llorando. Cubriéndose los ojos con las manos.
Sentí el deseo de acercarme a consolarla pero me detuve en seco y me escondí detrás de una columna, obviamente yo era el menos indicado para hacer sentir mejor a la señorita pero no me retracte por eso.
Mi hermano apareció desde el otro pasillo y al ver a la señorita se apresuró a ella.
— Señorita Liliam — Dijo, la chica se tensó y rápidamente se levantó, haciendo ademán de subir las escaleras para escapar de la interrogación — Espera, no te vayas.
Eidan la siguió, tomándola del brazo y observando con preocupación.
— Majestad, no es buen momento — Dijo ella mientras evitaba la mirada de Eidan.
— ¿ Qué sucede ? — Preguntó él, haciendo caso omiso.
Siempre de metiche.
Ella bajó su mirada y siguió llorando, verla así me hizo sentir peor.
— Nada, no es nada — Eidan la tomó de la barbilla para que subiera la mirada y sentí un enojo que no comprendí.
— ¿ Por qué lloras ?
— No...
— Fue mi hermano¿ Verdad? Él te hizo llorar — Gruñó y me dió más enojo, pero tenía razón, él me conocía bastante, sabía que era un pesado que me enojaba con facilidad y que había pegado mi enojo con la señorita.
Liliam se zafó de su agarre y limpió sus lágrimas.
— Eso no importa... Por favor... Quiero estar sola.
Eidan no se resignaba y la detuvo de nuevo.
— Tienes la mejilla roja — Dijo con indignación — ¿ El imbécil se atrevió a golpearte ? Ya verá el infeliz... Puede ser mi hermano y el rey pero no voy a permitir que trate a su prometida de forma cruel y despiadada.
Está vez fue la señorita Liliam quién lo tomó del brazo.
— No... No, por favor no le diga nada — Dijo con miedo y me sentí extraño, la señorita Liliam sentía miedo hacia mí, por lo que hice, es la primera vez que la veía así — Ya es suficiente con todos los problemas que tuve, por favor, no se preocupe.
Eidan suspiró pesadamente.
— Está bien pero si lo veo no me voy a quedar callado, a las damas no se les toca — Gruñó pero se acercó más y tocó las mejillas de Liliam, el infeliz de estaba aprovechando de su fragilidad momentánea — No llores más... Él no se lo merece, mi hermano no tiene corazón, tiene un trozo de piedra pero no es excusa para hacer lo que hizo.
Maldito, se le iba soltar la lengua. Me sentía como el malo de la historia.
— Quiero ir a mi habitación, necesito estar sola — Dijo ella mientras se apartaba.
Eidan no la dejó ir y quise ir allá a arrancarle las manos pero recordé que yo no era quien para hacerlo. No tenía motivos.
— Eso te hace mal, encerrarse aumenta la tristeza — Eidan la tomó de las manos — Estoy de salida, voy a la ciudad... ¿ Quieres ir conmigo?
Le dije que no se acercara a Liliam y ya estaba tentando al peligro, no confiaba en él y su amabilidad.
La señorita se quedó en silencio un momento.
— No creo que al Rey Evans le guste — Dijo y me quedé desconcertado, lo decía como si en verdad fuera mi prometida pero seguramente era porque tenía miedo de mí, miedo de que volviera a repetir lo sucedido en el salón.
No me gustaba nada esto, tal vez yo era como mi padre biológico, un abusivo. Era un idiota, logré que la señorita tuviera miedo y odio, no estaba contento con eso, yo no planeaba ser un tirano.
— Oh, vamos... No es tu dueño, eres libre de ir a cualquier parte del mundo, además, iras conmigo, yo no te haré nada... Y si mi hermano intenta de nuevo hacerte daño le daré un puñetazo que recordará toda su vida y que lo dejara torcido, tanto que las mujeres no lo volverán a mirar como el hombre más hermoso y deseado de Adalania — Eidan hizo un gesto, enseñando su puño.
Atrévete desgraciado, veremos quien deja torcido a quien.
La señorita soltó una risa que me dejó atónito. Era la primera vez que la oía reír, su risa era hermosa y su sonrisa más, me sentí furioso de que fuera mi hermano el que la hizo reír.
— Así me gusta, verte feliz — Eidan sonrió y frotó su mejilla como si tuviera el derecho a tocarla, yo era quién podía hacerlo, únicamente yo.
— Está bien, acepto ir a la ciudad pero solo será como una bienvenida, ya que no conozco la ciudad.
Eidan sonrió complacido.
— Me parece perfecto.
La Señorita Liliam bajó las escaleras pero se detuvo en seco.
— Espera, voy por mis zapatillas — Dijo pero se quedó quieta — Ah, las dejé en el salón, no puedo regresar... Mejor busco otras en la habitación.
— Estaré esperando aquí.
Eidan observó como la Señorita Liliam subía las escaleras emocionada y con apuro. Suspiró de una manera que me dejó en claro que su intención no era amistosa sino para cortejar.
Primero el General Itans y ahora mi hermano, pero qué poca vergüenza tenía la señorita, fingía ser una chica correcta y decente, sufrida por su falta de belleza y que no levantaba ni el polvo pero en un día había dejado a dos hombres embobados.
Salí de mi escondite y caminé como si apenas estuviera cruzando por ahí de casualidad. Mi hermano se tensó al verme pero se mantuvo quieto y callado cuando pasé frente a él. Me detuve, esperando el golpe que había dicho que me daría pero noté que solamente estaba alardeando.
— ¿ Qué sucede hermano? — Gruñí mientras lo evaluaba de forma intimidante.
— No sucede nada — Se encogió de hombros.
— ¿ Vas a salir otra vez ? — Pregunté y evitó mi mirada.
— Sí — Sólo sé limitó a decir eso.
— ¿ Solo ?
— Sí — Me evaluó solo por un segundo, el muy infeliz se atrevió a mentirme.
Me marché a la reunión sin interrogar más. Estaba tan enojado y más cuando imaginé a mi hermano cortejando a la señorita en la ciudad y ambos riéndose a carcajadas.
Esa niña es un diamante en bruto, pobre de la duquesa cuando ella aprenda a manejarse por si sola.