Una noche. Un secreto. Una obsesión que lo cambiará todo.
Stefania solo buscaba escapar.
Damián solo buscaba control.
Pero cuando sus mundos chocan en Atenas, el deseo los arrastra a una noche tan intensa que marca a fuego sus almas.
Ella huye antes de que él descubra quién es.
Él la busca sin saber cómo encontrarla.
Lo que ninguno imagina es que un lazo invisible ya los ata para siempre:
un hijo concebido entre la oscuridad y la pasión.
Cuando la verdad salga a la luz, deberán enfrentarse a sus familias, a sus demonios…
y a una obsesión que ni el tiempo ni la distancia han podido destruir.
La Obsesión del Jefe de la Mafia.
Un romance oscuro donde amar es peligroso…
pero pertenecer es inevitable.
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Familia
Stefy
Un olor dulce me despierta. Lucho contra las últimas telarañas atrapantes del sueño y abro mis ojos.
–Hey –me saluda Damián con una sonrisa tensa.
Me siento en la cama, sintiéndome incomoda también.
–No sabía que podía gustarte, así que traje un poco de todo –dice mientras deja una bandeja llena de comida entre ambos–. Iris preparó panqueques con crema de avellana y chocolate, y yo intenté hacer un batido de mango.
–No me gusta el mango –digo y veo como sus hombros caen.
–Lo siento.
–No lo sabías –digo y pruebo los panqueques con crema de avellana–. Está sabroso –agrego–. Pensé que tenías que trabajar. Salvatore me dijo que salías todos los días muy temprano y volvías solo unas horas para dormir.
Rasca su nuca. –Sí, lo hago, pero…–calla y me mira con la culpa reflejada en su mirada–. Tengo que cuidarte.
–No te necesito –declaro–. Puedes hacer tu vida como siempre.
–Stefy –susurra tomando mi mejilla, pero me alejo unos centímetros para que me suelte, aumentando el dolor que comienza a florecer en sus ojos.
–Quiero mi teléfono. Mi familia debe estar preocupada.
Maldice antes de asentir. –Lo olvidé, lo siento. Lo tendré esta tarde –agrega sonando cansado y estresado–. Estaba pensando que podríamos ir este fin de semana a mi cabaña, creo que te gustará.
–Quiero ir a mi casa este fin de semana.
–Esta es tu casa –masculla. Levanto mi ceja a modo de respuesta–. Hablaré con papá…
–No es solo tu padre y lo sabes.
–Hablaré con Salvatore.
Me rio sin humor. –Salvatore e Iris son las únicas personas que me hacen sentir bienvenida.
Coloca su mano en mi vientre. –Yo te quiero aquí.
Me muevo para alejarme de su contacto. Sé que son sus hijos y que tengo que permitirle que pueda tocarlos, pero se siente mal.
Baja su mirada, claramente triste y frustrado.
–Quisiera tener mi propia habitación –me atrevo a decir después de unos segundos.
Todo su cuerpo se tensa y su mirada arde sobre la mía. –No –espeta–. Eres mi esposa y dormirás a mi lado.
Miro mis manos sobre mi regazo y me obligo a decir lo que realmente pienso. No quiero sentirme aterrada como lo hice anoche. No quiero volver a sentirme así nunca más en mi vida.
–No podría dormir tranquila contigo a mi lado –declaro, porque es la verdad–. Mis hijos y yo necesitamos sentirnos seguros y poder descansar, y no lo haremos a tu lado.
El dolor en sus ojos se hace más palpable y su frustración también.
–Te dije que lo sentía.
–Lo hiciste.
–Pensé que estábamos bien.
Niego con mi cabeza y muevo la bandeja para levantarme y alejarme de mi esposo.
–No puedo confiar en ti, Damián –digo–. Me quedaré, porque no seré yo quien arruine la relación con tus hijos, pero lo que había entre nosotros se acabó.
Se levanta y se acerca a mi lado. El deseo de retroceder es muy fuerte, pero lucho contra el miedo.
Ninguna mujer Guzmán retrocede ante un hombre.
–Eres mi esposa –susurra con fervor.
–Por ahora –digo cruzándome de brazos–. Una vez que los bebés nazcan nos divorciaremos.
Coge mi mejilla. –Eso no pasará –masculla, pero se detiene cuando escuchamos un escándalo en el primer piso–. ¿Qué mierda? –pregunta antes de salir del dormitorio.
En cuánto estoy sola puedo respirar. Todo mi cuerpo de relaja, y es una sensación tan abrumadora, que pierdo la fuerza en mis piernas por unos segundos y tropiezo camino al vestidor.
Me coloco rápidamente un pantalón y un sweater cuando los gritos siguen llegando.
Al principio creo que es Damián peleando con su padre, pero luego escucho la voz familiar.
Corro lo más rápido que puedo por las escaleras y todo mi cuerpo comienza a temblar.
–¡Papi! –lo llamo y no puedo evitar romperme en un sollozo cuando veo a mi padre junto a mi tío Dante y mis primos apuntándoles a mi esposo y a su familia.
–Princesa –susurra tan aliviado, que toda la tensión alrededor de sus ojos se desvanece en cuánto se da cuenta que estoy bien.
Corro a sus brazos, y en cuánto estoy envuelta en su calor familiar, sé que todo estará bien.
Papá siempre me cuidará.
–¿Estás bien? –pregunta tomando mi rostro entre sus manos, examinándome por todos lados.
Le doy una sonrisa llorosa y asiento. –Ahora sí –digo y vuelvo a abrazarlo.
–¿Tu celular? –pregunta Nico tan furioso, que sé está esperando la excusa perfecta para poder dispararle a mi esposo.
Miro a Damián y luego a mi primo. –Lo perdí –miento, porque no necesito avivar el odio que veo en los ojos de los hombres de mi familia. Esos hombres que me han cuidado desde que soy un bebé.
–No mientas por mí –masculla Damián–. Yo se lo rompí.
Papá voltea a verlo y le lanza un golpe certero en la mandíbula.
Salvatore levanta su arma contra mi tío Dante, que está sosteniendo a mi suegro.
–Son mi familia –le suplico a Salvatore.
Sus ojos azules se clavan en los míos, y luego, lentamente, baja el arma.
Me acerco al lugar dónde papá está lanzando patadas contra mi esposo, que está en el suelo sin defenderse, solo dejando que ocurra.
–Nadie toca a mis hijas –sisea y le pone el arma contra su frente.
–¡Papi, no! –le pido y comienzo a tirar de sus brazos–. No me hizo nada, fue solo un malentendido.
Sus ojos grises, que ahora están dominados por una ira que nunca he visto antes, se clavan en los míos, esperando.
–Es el padre de mis hijos –susurro mientras sostengo su mano con más fuerza–. Por favor.
Papá golpea la sien de mi esposo con la cuneta del arma antes de levantarse y abrazarme.
–Llévame a casa –le pido y mi papá asiente.
Damián se levanta, dispuesto a detenerme, pero le suplico con la mirada que me deje ir. Necesito el amor de mi familia.
Quedamos suspendidos en el tiempo por largos segundos, y luego de lo que parece una eternidad, asiente.
Boto todo el aire que estaba reteniendo y le sonrío a mi padre.
Iré a casa.
A HUEVO!!!
vamos Stefy no seas egoísta y dale a Damian de tu comida y veras como se vuelve loco con su sabor...