Dalila Rosales sargento ejemplar del ejército, madre protectora y esposa de uno de los hombres más poderosos del país, su vida parecía dividida entre dos mundos imposibles de conciliar.
Julio Mars, CEO implacable, heredero de un imperio y temido por muchos, jamás imaginó que el amor verdadero llegaría en forma de una mujer que no se doblega ante el poder, ni siquiera ante el suyo. Juntos comparten un hijo extraordinario, Aron, cuyo corazón inocente se convierte en el ancla que los mantiene unidos cuando todo amenaza con destruirlos.
Una historia de amor y poder...
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CAPITULO 10
Julio regresó a la empresa después de recorrer la vieja mansión.
Subió directo al piso ejecutivo, ansioso por ver a su hijo. Al entrar al pequeño salón de descanso, se encontró con Isaías aún vigilando a su hijo Aron que seguía dormido.
Frunció el ceño "¿Todavía duerme?" preguntó con tono preocupado, su hijo no dormía por mucho tiempo en el día.
Isaías asintió "No se ha movido en todo este tiempo, señor"
Julio se acercó rápidamente, al inclinarse sobre el niño, el corazón le dio un vuelco: el rostro de Aron estaba rojo, pequeñas gotas de sudor perlaban su frente.
Lo tocó con la palma de la mano y confirmó lo que temía, ardía en fiebre "¡No… mi pequeño!" exclamó, alzándolo en brazos con urgencia.
En ese instante, Marcos apareció en la puerta, despreocupado como siempre, pero su expresión cambió al ver la escena "¿Qué pasa?"
Julio lo miró con desesperación contenida "¡Llama a Kevin! Dile que estamos yendo a su clínica, mi hijo está mal. ¡Ahora!"
Marcos no dudó ni un segundo. Sacó el teléfono, marcó de inmediato y avisó al doctor "Kevin, prepárate, vamos para allá, es Aron está muy enfermo"
Mientras tanto, Julio ya salía de la oficina con el niño arropado contra su pecho. Caminaba rápido, casi corriendo, con Isaías pisándole los talones, nervioso y con el rostro desencajado.
El auto avanzaba a toda velocidad por la avenida, las sirenas del claxon abriéndose paso entre el tráfico.
Julio iba en el asiento trasero con Aron en brazos, arropado con su chaqueta, el niño se removía débilmente, sus párpados pesados y su respiración caliente.
"Hijo, mírame" decía Julio con la voz entrecortada, acariciándole el rostro húmedo de sudor "Quédate conmigo, mi pequeño. Papá está aquí"
Aron apenas abrió los ojos un instante, murmurando algo incomprensible antes de volver a hundirse en el sopor de la fiebre.
"¡Vamos, Aron!" insistió Julio, con un pánico que rara vez dejaba ver "No me hagas esto…"
A su lado, Marcos intentaba mantener la calma, aunque sus manos se crispaban sobre las rodillas "Respira, hermano. Kevin ya está con los mejores especialistas, en minutos llegamos"
Isaías, en el asiento del copiloto, volteaba cada tanto con el rostro desencajado "Señor, hable con él. No deje que se duerma del todo, eso hacen en las películas"
Julio apretó más a su hijo contra el pecho, su corazón golpeando con fuerza "Aron, campeón… ¿recuerdas que dijimos que íbamos a jugar en la alberca otra vez?" susurraba, como si el recuerdo pudiera mantenerlo despierto "Me debes una revancha, ¿eh?"
El niño hizo un gesto leve, apenas un movimiento de los labios, y eso bastó para arrancar un hilo de esperanza del padre primerizo.
El camino parecía interminable, Julio besó la frente ardiente de Aron y cerró los ojos un segundo. Cada minuto era un suplicio "Resiste, hijo" susurró, con la voz rota "Resiste…"
El auto se detuvo bruscamente frente a la clínica privada. Aún antes de que las llantas terminaran de chirriar, la puerta principal ya estaba abierta de par en par.
Kevin, vestido con bata blanca, esperaba en la entrada junto a un pequeño equipo de enfermeras y especialistas "¡Rápido, tráiganlo!" ordenó el doctor con voz firme en cuanto vio a Julio bajar del auto.
El CEO Mars salió con su hijo en brazos, su rostro serio, que siempre imponía respeto, ahora mostraba una desesperación que conmovía.
"Kevin…" dijo entre jadeos, acercándose "Mi hijo… tiene fiebre alta"
Kevin se inclinó de inmediato, palpó la frente de Aron y miró sus ojos "Está ardiendo, pásenlo adentro, ya" ordenó al equipo médico.
Las enfermeras colocaron una camilla y extendieron los brazos, pero Julio dudó un instante en soltarlo. Aron se aferraba débilmente a su camisa.
Kevin lo miró a los ojos con firmeza "Julio, déjamelo. Yo me encargo"
Solo entonces, el CEO depositó con cuidado a su hijo en la camilla. Su mirada nunca se apartó del niño, siguiéndolo mientras lo conducían a toda prisa por los pasillos iluminados de la clínica.
"Vamos a estabilizarlo. Quédate tranquilo, está en buenas manos" dijo Kevin, antes de desaparecer tras las puertas de urgencias.
Julio quedó en el pasillo, con las manos aún temblando, la respiración agitada y el pecho ardiendo de miedo. Por primera vez en mucho tiempo, estaba completamente a merced de algo que no podía controlar.
Julio estaba sentado en la sala de espera, con los codos apoyados en las rodillas y las manos entrelazadas. Su mirada fija en el suelo, pero su mente estaba en otra parte: detrás de esas puertas donde atendían a Aron, cada segundo se sentía eterno.
Marcos, sentado a su lado, intentaba romper la tensión con su estilo habitual, aunque la situación no daba espacio para bromas.
"Tranquilo, hermano. Kevin es el mejor en lo que hace. Tu hijo está en buenas manos, de los mejores pediatras"
Julio no respondió, apenas respiraba profundamente, como si con cada inhalación intentara controlar la ansiedad que lo consumía.
Isaías, de pie cerca de la puerta, lo miraba con preocupación "Señor, sé que no sirve de mucho lo que diga, pero… Aron es fuerte"
Julio levantó la vista un segundo, lo suficiente para que Isaías entendiera lo agradecido que estaba por sus palabras, aunque no salieran de su boca.
El sonido de pasos rápidos resonó en el pasillo, Samuel apareció con expresión tensa, dejando atrás la formalidad que solía mostrar "Julio…" dijo, acercándose "Me enteré, vine en cuanto supe. ¿Cómo está el niño?"
El CEO se levantó, le dio la mano "No lo sé, Samuel, tiene fiebre alta. Está con Kevin ahora"
Samuel puso una mano firme en su hombro.
"Respira, viejo. Si alguien puede sacarlo adelante, es Kevin"
Julio cerró los ojos un momento, conteniendo la tormenta que lo desgarraba por dentro. Solo quedaba esperar… y la espera era un tormento.
Las puertas de la sala de urgencias se abrieron con un golpe seco. Kevin apareció con su bata blanca aún húmeda de sudor en la frente.
Julio se levantó de inmediato, el corazón en la garganta. Marcos, Isaías y Samuel lo siguieron con la mirada.
"1Kevin…" la voz de Julio salió áspera, casi quebrada "¿Cómo está mi hijo?"
El doctor respiró hondo antes de hablar "Tranquilo, Julio. Aron está estable ahora mismo, tenía fiebre alta por una infección viral, probablemente mal atendida desde anoche y el cansancio de estos días pudieron empeorar el cuadro"
"Le administramos antipiréticos y lo hidratamos por vía intravenosa. Pasará la noche aquí en observación, si responde bien, en 24 horas debería mejorar notablemente" continuo Kevin.
El aire volvió a los pulmones de Julio como un alivio inesperado, se pasó una mano por el rostro, intentando disimular la emoción que lo invadía.
"Gracias, Kevin…" murmuró, la voz más humana de lo que nadie allí había escuchado jamás.
Marcos sonrió, palmeando el hombro de su amigo "¿Lo ves? El pequeño es más fuerte de lo que piensas"
Isaías suspiró con alivio, mientras Samuel asentía con serenidad.
Kevin miró a Julio con firmeza "Puedes pasar a verlo, pero solo tú por ahora. Está dormido y necesita descansar lo mejor posible.
Julio no esperó un segundo más, cruzó las puertas con pasos apresurados, dispuesto a ver a su hijo, su pequeño guerrero. Ingresó a la habitación en silencio, pero su corazón se partió en mil pedazos al ver la imagen frente a él.
Aron, aquel niño hiperactivo, lleno de energía y travesuras, estaba ahora tendido en la cama, débil, con el rostro enrojecido por la fiebre. La quietud de ese cuerpo pequeño dolía más que cualquier berrinche o travesura.
Se acercó despacio, sintiendo un vacío en el estómago. Ese olor característico de su hijo, a leche tibia y dulzura infantil, había sido reemplazado por el frío e impersonal aroma del hospital.
Aron murmuraba entre susurros, atrapado entre el sueño y el delirio de la fiebre "Mamá… mamá…" sus labios llamaban en voz baja, con un tono que quebraba el alma.
Julio se inclinó de inmediato, acariciando con ternura el rostro ardiente y sudoroso de su hijo "Calma, mi bebé… aquí está papi" dijo con la voz temblorosa, apenas un susurro cargado de amor y dolor.
Como si lo supiera, Aron se tranquilizó al instante, sus pequeñas manos, temblorosas, buscaban algo en el aire, un refugio.
Julio ofreció su mano y, en cuanto el niño la encontró, la estrechó con fuerza, abrazándola como si no quisiera soltarla jamás.
Julio sintió que el corazón se le apretaba en el pecho. La mano diminuta de su hijo rodeando la suya lo hizo comprender que nada en el mundo, absolutamente nada, tenía más valor que ese instante.
Se inclinó, besó su frente ardiente y permaneció ahí, en silencio, dejando que el pequeño lo sintiera cerca.
El silencio de la habitación se rompió con el suave chirrido de la puerta. Kevin entró despacio, con la bata aún puesta y una carpeta en la mano.
"Julio" dijo en voz baja, para no sobresaltar al niño "¿Cómo va?"
El CEO levantó la mirada, sus ojos enrojecidos por la tensión "Sigue caliente… pero se calmó cuando le hablé. Está aferrado a mi mano"
Kevin se acercó, revisó la vía que mantenía hidratado al pequeño y colocó el estetoscopio sobre su pecho. Tras unos segundos, asintió con serenidad "La fiebre está empezando a bajar" explicó "Pero no podemos confiarnos todavía, responde bien al tratamiento, aunque estará débil al menos un par de días"
Julio respiró hondo, como si esas palabras le quitaran un peso de encima "¿Qué debo hacer?"
Kevin lo miró directamente, con el tono firme de un médico pero la calidez de un amigo "No te muevas de su lado, Aron necesita tranquilidad y sentirte cerca. Cada par de horas revisaremos su temperatura y si notas que delira más o que su respiración se acelera, me llamas de inmediato"
Julio asintió sin dudar "Lo haré"
Kevin colocó una mano en su hombro "Y otra cosa… tú también necesitas mantener la calma. No le sirve de nada un padre agotado o perdido en la culpa. Aron está luchando y necesita que lo veas como un guerrero, no como un enfermo"
Julio apretó la pequeña mano de su hijo y, sin apartar los ojos de él, murmuró "No te preocupes, Kevin. No pienso moverme de aquí"
Kevin sonrió apenas, satisfecho con esa determinación, y salió de la habitación en silencio, dejando a padre e hijo envueltos en un lazo más fuerte que cualquier enfermedad.
Afuera de la habitación, el ambiente comenzaba a calmarse. Marcos, Isaías y Samuel escucharon directamente de Kevin las buenas noticias, Aron estaba respondiendo al tratamiento, la fiebre bajaba poco a poco y pasaría la noche en observación.
Los tres amigos se despidieron y abandonaron la clínica, dejando tras de sí un pasillo en penumbras y en silencio.
Dentro de la habitación, Julio permanecía sentado junto a la cama, la mano de Aron atrapada en la suya.
La habitación estaba en penumbras, iluminada solo por la luz tenue de las máquinas que controlaban el estado de Aron.
Julio, sentado junto a la cama, acariciaba la pequeña mano de su hijo cuando un pitido sutil rompió el silencio.
Se llevó la mano al bolsillo y sacó el reloj inteligente que había guardado más temprano.
Con curiosidad lo encendió… y entonces lo vio: un mensaje entrante "Hola, mi cielo, ¿cómo estás? Mamá te extraña mucho"
Junto al texto, apareció una foto de Dalila. Su sonrisa era radiante, casi perfecta, de esas que podrían adornar una portada de revista, sus ojos, vivos y profundos, parecían mirarlo directamente a él a través de la pantalla, hipnotizándolo.
Observó con atención el fondo de la foto, no había rastro de aquel hombre de mirada insistente que había visto en otras imágenes.
"¿Estarán en el mismo lugar?" se preguntó, intentando acallar la punzada de celos que empezaba a abrirse paso en su interior.
La sensación de inseguridad lo golpeó fuerte, pero se obligó a contenerse. Cerró el reloj con brusquedad y lo devolvió al bolsillo.
Sin embargo, por más que lo apagara, la imagen seguía ahí, clavada en su mente, la sonrisa de Dalila, sus ojos que parecían reír, lo perseguían como un fantasma dulce y doloroso al mismo tiempo.
Julio se inclinó sobre Aron, besó su frente aún tibia y cerró los ojos, pero incluso en la oscuridad de sus párpados, la imagen de su esposa no lo abandonaba.
Rocío de tu noche loca con Samuel hubo consecuencia porque así estarían que no se cuidaron y hasta se te olvidó la pastilla de emergencia no te preocupes hoy verás al padre de la criatura como reaccionarán los dos cuando se vean 🤔🤔🤔🤔❓❓❓
Se acordarán de lo que hicieron 🤔🤔🤔❓❓❓