Tuareg: El Hombre Azul Del Desierto

Amenokai pasaba el día prácticamente inmerso en el complejo mundo informático. Una hermosa señorita que le mandó su tesorero desde Níger le enseñaba suspirando a cada tanto por ese bombón rubio.

La tribu estaba un poco asombrada de como su jefe aún no había llevado a la espectacular mujer a su carpa pero ahora tenían celulares y aparatito les robaba mucho tiempo.

Pasaban hablando por teléfono con amigos, allegados e incluso enemigos. Y hablaban a los gritos porque creían que según la distancia en camello de dónde estaba su interlocutor el tono de vos debía ser más fuerte.

El jefe Bereber había terminado de imprimir 8943 nombres de Annie Donovan en su impresora para investigar uno por uno cuando sucedió el percance.

Varios guerreros nubios de una tribu aguerrida irrumpieron en su pacífica tribu Bereber.

Con caballos briosos tiraban a matar y los bereberes ni el vigía jodiendo con los aparatitos, no los vieron venir. Amenokai dejo su importante tarea y con una mirada un poco ausente se subió a su caballo y arremetió contra ellos.

Si bien los guerreros nubios lograron quemar dos carpas con sus flechas de fuego Amenokai solito mató a tres de ellos y los demás huyeron. Sus súbditos lo aclamaban pero su jefe se fue a la carpa a seguir con su importante tarea.

Tenía un brazo sangrando por una flecha que rozó su piel, pero no dijo ni pío cuando un curandero Bereber lo atendía mientras el seguía revisando una lista de nombres.

Hombres y mujeres de la tribu analizaban quien debía culparse por esos tres difuntos para que su amado jefe no vaya preso cuando la policía llegue.

Cuando llegó el equipo de uniformados su jefe salió a enfrentarlos.

_ Quien mató a los tres nigerianos ?

_ Fui yo.! Dijo la voz potente y clara de Amenokai.

_ Señor Jefe. Queremos darle las gracias. Esos asesinos quemaron, violaron y asesinaron a todo una tribu antes de llegar aquí. Gracias por su valor y el valor de su pueblo. - dijo uno que parecía el capitán del grupo.

_ Si su primo estaba junto a usted no quedaría ni uno vivo, jefe. - le dijo su secretario de reemplazo.

El solo recuerdo de Gazella hizo que Amenokai,fuera a su carpa, a soñar con ella. Allí estaba ese gigante rubio recordando su mano en el pecho de su amada y su boca en su cuello.

Su nuevo secretario de motus propio le mandó a la belleza de ébano para que lo acompañara.

Un hombre totalmente distinto fue el que permitió que la morena besara y chupara sus partes nobles mientras gritaba:Gazella Gazella apretando la alfombra del maestro en su nariz.

Y luego no quiso seguir con la parte que más le gustaba a la morena. Simplemente, le empujó de la carpa y se volvió a tirar en el lecho.

Allí se volvió a prender del almohadón donde se había dormido su ratón del desierto y empezó a cabalgar enloquecido sobre el pobre cojín.

Y fue en ese estado que recibió la llamada de Tamaz. Corrió a atender preocupado que a su amaba algún loco asesino hubiera querido matarla.

_ Está ocupado Señor, quizás Tuna está a su lado. -

_ No quiero mujeres! - dijo para asombro de Tamaz- dime qué pasa con Gazella. ¿Alguien quiso matarla?

_No jefe. La señorita Gazella está bien cuidada por sus padrinos. Ahora el joven Marcello le enseña a caminar con zapatos altos.

_ Marcello? Quién es? La mira? Le toca? No será un asesino disfrazado- decía su jefe enloquecido.

_ No jefe. Es un instructor de modelos. Pierda cuidado que esta bien vigilada. Mire jefe, hice lo que usted me dijo. Le hablé todo el camino de sus pretendientes. Pero ella dijo que a usted no le ladraba ni los perros y que tenía un novio rubio.

_ Soy yo. -

_Mm. Dijo que era otro rubio. Ni el maestro ni usted. -

_Otro ? Quién? -

_ Eso no se pero debe ser medio estúpido. Puede creer que la señorita Gazella aún es virgen? -

_Que!!! - gritó Amenokai. Su grito escuchó toda la tribu.

Fue en ese momento que Amenokai supo que estaba perdido.

No porque reía y lloraba al mismo tiempo, ni porque besaba y luego insultaba a la alfombra.

Supo que estaba perdido porque desde que tenía catorce años y se anotaba en las filas para iniciar a las niñas bereberes de catorce ningún mísero padre jamás de los jamaces quiso elegirlo.

_ Matarás a mí muchacha! - decían y lo sacaban de la fila.

Así fue que el gran jefe Bereber nunca tuvo una virgen en sus manos. Por esa causa agradecía por momentos que el viejo Maestro no la hubiera poseído y luego lo insultaba por no haberle buscado a los catorce años un muchachito que haga esa tarea.

Había que buscar de inmediato alguien que inicie a Gazella antes que esté con el. Y parece que él era el encargado otra vez de esa búsqueda.

Llamó a su secretario y pidió que traiga a todos los chicos de catorce años de la tribu.

Los chicos puteando en el dialecto Bereber dejaron sus celulares y se fueron a la gran tienda del jefe.

Cuál sería su sorpresa cuando el jefe los hizo desnudarse y miraba críticamente sus armaduras.

Mientras todos asombrados esperaban el veredicto Amenokai se imaginaba a Gazella en los brazos de cada uno gimiendo feliz.

Esto era una verdadera tortura.

Así que terminó echándole a todos de la carpa. Este suceso extraño llegó a oídos de Tamaz. El nuevo secretario de reemplazo lo llamó para decirle que el jefe estaba raro.

Que mando desnudar a todos los adolescentes de la tribu. Que además de eso su amante decía que no la había tocado, que solo le permitió algunas caricias y que clamaba por un Dios desconocido entre los bereberes mientras apretaba entre sus labios la alfombra del Maestro muerto.

Ante semejantes alarmantes noticias Tamaz pidió a la madrina de su jefe que haga preparar los remedios con una dosis mayor. Que su valiente jefe Amenokai sin dudas alguna había perdido su virilidad.