El nuevo Capo de la Camorra ha quedado viudo y no tiene intención de hacerse cargo de su hija, ya que su mayor ambición es conquistar el territorio de La Cosa Nostra. Por eso contrata una niñera para desligarse de la pequeña que solo estorba en sus planes. Lo que él no sabe es que la dulzura de su nueva niñera tiene el poder de derretir hasta el corazón más frío, el de sus enemigos e incluso el suyo.
NovelToon tiene autorización de Yesenia Stefany Bello González para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Ver a un Capo furioso es una delicia
Sofía
–¡Mesera!
–Ya voy –digo mientras hago malabares para llegar a la mesa cinco con la enorme pizza, casi del tamaño de la mesa redonda.
–Su orden –digo cuando puedo por fin colocar la pizza con su base de madera sobre la mesa.
–Gracias –dicen al mismo tiempo cinco hombres, que creo vienen de ver un juego de béisbol, por la ropa que están usando.
Camino rápidamente donde la mujer que me llamó antes, quien está limpiando la boca de unos de los dos niños que la acompañan.
–Una pizza familiar de pepperoni y tres coca cola, por favor.
–¿Normales o de dieta?
–Una de dieta, y dos normales.
–Enseguida –digo y camino hacia la cocina–. Una pizza familiar de pepperoni, dos bebidas coca cola normales y una de dieta –repito la orden.
–Claro, cielo –me responde el cocinero y dueño de la pizzería en la que trabajo hace más de dos semanas.
Supongo que tuve suerte, es un lugar agradable para trabajar. Don Benito es amable y paga bien. Cuando el imbécil me despidió no quise volver donde mis tíos, sobre todo, porque la esposa de mi tío me dejó bien en claro que era una adulta y que tenía que valerme por mi misma de ahora en adelante.
Supongo que tiene razón. Por lo menos lo he hecho hasta ahora.
Me estoy quedando en uno de esos hoteles de carretera, que me cobra cincuenta dólares por día. La habitación es minúscula, y tengo que compartir el baño, pero por lo menos tengo ventanas y el lugar es limpio.
Mi pecho se aprieta cuando pienso en Mía. ¿Qué estará haciendo?, ¿le estarán dando la fórmula que le gusta?, ¿le habrán acariciado su barriguita hoy?, ¿le pondrán su canción favorita para dormir?
La extraño. Extraño como suspiraba cuando estaba en mis brazos, extraño su olor y su calorcito cuando se recostaba en mi pecho. Extraño sus sonrisas, pero sobre todo, extraño sus hermosos ojos.
Hermosos como los de su padre.
El único defecto de la pequeñita es tener como padre a ese energúmeno, pero no es su culpa. Creo fervientemente que si le hubiesen dado a elegir a su padre, Gabriele hubiese sido el último de la lista.
A pesar de que odio todo lo que el Capo representa, sigo soñando con él. Cada maldita noche. Es desquiciante.
Quizá sea hora de salir con alguien. Conseguirme un novio y calmar mis revolucionadas hormonas, que claramente no saben lo que me conviene.
–¡Listo! –grita don Benito con una enorme sonrisa y con su enorme estómago lleno de harina.
Le sonrío y tomo la orden. Por suerte esta es una pizza más fácil de llevar.
–¿Algo más? –pregunto mientras dejo las cosas sobre la mesa.
–Nada más. Muchas gracias –devuelve la mujer con una sonrisa.
Todo el mundo sonríe hoy.
Me giro y golpeo mi frente con un pecho duro.
–Sofía –saluda.
Levanto mi cara y me recibe la primera cara amargada del día.
–¿Cómo me encontraste?
–Tengo contactos.
–Imagino que sí. –Trato de esquivarlo, pero no me deja–. Por si no te das cuenta estoy trabajando –mascullo con mis manos en mis caderas.
–Ya no más. Vuelves conmigo.
–¿Perdón? –pregunto sin poder evitar reír.
–Lo que escuchaste.
–No estoy interesada –digo y trato de esquivarlo nuevamente–. Pero ya está bueno, déjame trabajar –exijo furiosa.
–No.
–En este lugar no tienes poder sobre mí.
Se inclina para hablar a mi oído. –Soy tu Capo.
–¿No te avisaron? Renuncié a la Camorra, ahora soy una ciudadana normal.
Sus labios se elevan en un amago de sonrisa.
–Nadie deja la Camorra, a no ser que sea en una bolsa de plástico.
Niego con mi cabeza. –Lo que te faltaba, amenazarme de muerte.
–No te amenacé.
–Claro que lo hiciste.
–¿Por qué me tienes que llevar la contraria en todo?
–Porque eres un idiota y alguien tiene que hacértelo notar.
Intento por tercera vez caminar fuera de su alcance, pero vuelve a cortarme el paso.
¿Pero quién mierda se cree que es?
–Fuera de aquí –digo fuerte, llamando la atención de todos los comensales.
Los cinco chicos que pidieron la pizza gigante se levantan de su asiento.
–Creo que la dama no te quiere aquí.
–Me importa una mierda, me pertenece.
Las mujeres dan un alarido de sorpresa y luego comienzan a insultarlo. Disfruto ver como su rostro se torna más y más furioso.
–Estoy llamando a la policía –dice la mujer que está con los dos niños.
Gabriele me mira y yo sonrío con malicia.
Toma eso, idiota.
–¡Fuera de mi local! –exige don Benito, quien se acerca con la enorme cuchara de palo, con la que revuelve la salsa, como si fuera un arma y estuviera dispuesto a usarla.
–Esto no se quedará así –masculla.
Le muestro mi dedo corazón y todas las mujeres aplauden mientras el gran Capo de la Camorra sale del local enfurecido.
Sofía uno, Gabriele cero.
*****
Después de salir de la ducha busco mi crema favorita de vainilla y sándalo dulce y me la aplico mientras pienso en lo que pasó más temprano.
Fue muy divertido verlo tan enojado y sin poder actuar como está acostumbrado, matando a todos a su alrededor.
Me pongo uno de mis pijamas y comienzo a cepillar mi pelo, que siempre me da trabajo. Me hubiese gustado tener el cabello de mamá, castaño rojizo y liso, pero en cambio saqué el de papá, negro y con muchos rizos.
Busco la foto que siempre logra sacarme una sonrisa. Una foto en donde aparecen mis padres cuando mamá estaba embarazada de mí, ambos se ven felices y tan enamorados, que es una delicia contemplarlos.
Fue una lástima que su amor haya durado tan poco. Cuando era más pequeña me sentía culpable, como si hubiese ocasionado la muerte de mamá, pero mi papi me dijo que no era mi culpa, que esas cosas pasaban, y que las últimas palabras de mamá fueron cuida a nuestra hermosa pequeñita, y vaya que papá lo hizo.
Suspiro al sentirme sola. Me pasa algunas veces, incluso después de siete años. No tengo a nadie, a excepción de mis tíos, pero sé que para ellos fui una imposición, y nunca me mostraron afecto. Fue muy brusco el cambio de pasar de vivir con papá, quién me amaba y me lo demostraba cada segundo que compartíamos juntos, a vivir con mis tíos, que con suerte los veía para cenar, y siempre conversaban entre ellos, ignorándome por completo.
Un fuerte ruido me hace girar hacia la ventana, y aterrada trato de escapar cuando veo entrar a dos hombres con el rostro cubierto.
Mi miedo empeora al darme cuenta que no se trata de Gabriele. Estos hombres son muchos más bajos que él, y mucho más gruesos.
Uno de ellos me coge por la cintura cuando intento escapar por la otra ventana.
–¡Suéltame! –ordeno.
Comienzo a dar patadas al aire e intento arañar su rostro y lastimar sus ojos.
–¡Ya cállate! –ordena y cubre mi cabeza con una bolsa de tela.
Grito, pero luego siento un arma en la parte de atrás de mi cabeza, y me callo de inmediato.
No quiero morir aún, tengo muchas cosas que hacer con mi vida.
Soy llevada a la fuerza, por lo que me parece una eternidad, antes de ser lanzada con brusquedad sobre una superficie helada.
Luego escucho una puerta cerrándose a mi espalda.
Saco la bolsa sobre mi cabeza y descubro que estoy en la parte trasera de un auto.
–Creo que tenemos una conversación pendiente.
Me giro para ver a Gabriele sonriéndome con suficiencia.
Sin pensarlo me lanzo sobre él.