Una Blanca Nieves Trasvistiéndose en la Guerra
En el sombrío y misterioso reino de Eldoria, una joven llamada Lucía lucha por sobrevivir en las calles sucias y oscuras. Con su cabello negro como la noche, piel pálida como la nieve y ojos grises como un lobo, Lucía ha aprendido a valerse por sí misma desde que sus padres la abandonaron antes de morir.
El día de su decimoquinto cumpleaños, el reino se ve sacudido por una guerra entre los siete príncipes sucesores del trono, cada uno con una personalidad única y distintiva. Los príncipes, conocidos como Grím, Jovial, Sabio, Tímido, Bromista, Soñador e Hipocondríaco, luchan por reclamar su derecho a gobernar Eldoria.
Ante la noticia de que todos los hombres deben alistarse para la guerra, Lucía ve una oportunidad para cambiar su destino. Decidida a escapar de la miseria, se corta el cabello y se disfraza de hombre, adoptando el nombre de Lucio. Con una blusa café y un pantalón viejo amarillo, se presenta en el campamento de reclutamiento
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capitulo 12
Capítulo 12: La Revelación
El enfrentamiento con los mercenarios de La Sombra fue brutal. Lucía, liderando a su equipo con valentía, se enfrentó a los enemigos con una determinación feroz. En medio de la batalla, una flecha la alcanzó en el hombro, pero ella no se detuvo. Siguió luchando, derribando a los mercenarios uno tras otro.
Finalmente, lograron capturar a cinco de los mercenarios, pero el costo fue alto. Lucía, debilitada por la herida, comenzó a tambalearse. Sus compañeros la rodearon, preocupados.
—¡Lucía! —gritó Mateo, tratando de sostenerla.
Lucía intentó mantenerse en pie, pero el dolor era demasiado. Sin querer, se desmayó. El Capitán Roderick, al ver la escena, gritó desesperadamente:
—¡Traigan un médico! ¡Tenemos un hombre herido aquí! ¡Un hombre que dio su vida para salvar muchas vidas!
El médico llegó rápidamente y comenzó a examinar a Lucía. Después de unos momentos, se volvió hacia el capitán y dijo:
—Ella está bien. La herida no es mortal.
El capitán, sorprendido, frunció el ceño.
—Creo que se ha confundido, doctor. Es un él, es un chico.
El médico negó con la cabeza y explicó claramente:
—No, Capitán. Es una mujer.
Roderick, incrédulo, entró en la tienda para confirmar lo que el médico había dicho. Al ver a Lucía, se dio cuenta de que el médico tenía razón. Salió de la tienda enfurecido, su mente llena de preguntas.
Uno de los soldados, que resultó ser un espía, escuchó la conversación y rápidamente llevó la información a la reina. La reina, al enterarse de que Lucía era una mujer, sintió un temor profundo. Recordó las antiguas profecías sobre una niña perdida que podría cambiar el destino del reino.
—No podemos permitir que viva —dijo la reina, su voz llena de miedo—. Envía más asesinos. Deben matarla antes de que sea demasiado tarde.
Mientras tanto, en el campamento, Lucía comenzó a recuperarse bajo el cuidado del médico. Sus compañeros, ajenos a la nueva amenaza, se mantenían cerca, preocupados por su líder.
Mateo, sentado junto a ella, tomó su mano y dijo:
—Vamos a salir de esta, Lucía. No estás sola.
Lucía, aún débil, sonrió levemente.
—Gracias, Mateo. Sé que podemos enfrentar cualquier cosa juntos.
El Capitán Roderick, aunque aún sorprendido por la revelación, sabía que debían prepararse para lo que venía. La batalla no había terminado, y ahora, con la nueva amenaza de los mercenarios, el peligro era aún mayor.
—Debemos estar listos —dijo Roderick a sus soldados—. No sabemos cuándo atacarán de nuevo, pero debemos proteger a Lucía a toda costa.
Esa misma noche, mientras el campamento dormía, los asesinos enviados por la reina se infiltraron en silencio. Con movimientos precisos y letales, se acercaron a la tienda donde Lucía descansaba. De repente, un grito rompió la quietud de la noche.
—¡Alerta! ¡Nos atacan!
Los soldados se levantaron rápidamente, pero los asesinos ya estaban dentro del campamento. Lucía, aún débil, se levantó con dificultad, tomando su arco. Mateo y los demás corrieron a su lado, listos para defenderla.
El enfrentamiento fue feroz y caótico. Lucía, a pesar de su herida, disparó flechas con precisión, derribando a varios asesinos. Mateo y los demás lucharon con valentía, pero la sorpresa del ataque los había dejado en desventaja.
Finalmente, lograron repeler a los asesinos, pero no sin sufrir bajas. Lucía, agotada y herida, cayó al suelo. El Capitán Roderick, al verla, gritó desesperadamente:
—¡Traigan un médico! ¡Rápido!
El médico llegó y comenzó a tratar a Lucía. Después de unos momentos, se volvió hacia el capitán y dijo:
—Ella estará bien. La herida no es mortal.
Roderick, aliviado, asintió.
—Gracias, doctor.
Mientras Lucía descansaba, sus amigos se reunieron a su alrededor, aún sorprendidos por la revelación.
—No puedo creer que Lucio sea una chica —dijo Hugo, rascándose la cabeza.
—Con razón, la otra vez en el lago se veía raro y actuaba extraño —añadió Mateo, recordando el incidente.
Lío, que siempre había sido observador, asintió.
—Sí, ahora todo tiene sentido.
El Capitán Roderick volvió a la tienda y, con una mirada seria, se dirigió a Lucía.
—Necesito saber la verdad, Lucía. ¿Por qué te hiciste pasar por un chico?
Lucía, aún débil, suspiró y decidió contarle todo, excepto lo relacionado con el Árbol Madre.
—Capitán, lo hice para poder unirme al ejército y proteger a nuestro pueblo. Sabía que no me aceptarían si supieran que soy una mujer.
Roderick asintió, comprendiendo la situación.
—Entiendo. Has demostrado ser una guerrera valiente y capaz. Pero ahora debemos estar más unidos que nunca. La reina no se detendrá hasta verte muerta.
Uno de los asesinos capturados, al ver que no tenía escapatoria, decidió hablar.
—Fue la reina quien nos envió —confesó—. Ella teme que Lucía sea la niña perdida de la profecía.
El equipo, aunque exhausto, sabía que habían superado una prueba más. Pero también sabían que la amenaza no había terminado. La reina no se detendría hasta ver a Lucía muerta.