Entre El Hielo Y El Fuego

ELLA

Voy a hablar con Asha. Necesito la ayuda de mi amiga... Hay mucha confusión, mucha avaricia alrededor. Siento que necesito respirar un poco de la ligereza que solo ella tiene.

Quiero contarle sobre la decisión que tomé. No creo que sea justo ver a Lilly seguir por un camino sin retorno. Desde el principio, la forma en que fue criada la llevó hasta aquí. No la estoy eximiendo de culpa, claro que no, pero está sufriendo por las elecciones que hizo y lo que más me incomoda es no ver ningún apoyo viniendo de su propia madre. Incluso diciendo que la ama, parece que solo existe amor si hay herencia, dinero...

Tan pronto como llego a la casa de Asha, ella ya me está esperando. Y como siempre, me recibe con una sonrisa divertida y alegre, esa mirada que acoge sin necesidad de palabras. Ella me jala hacia adentro y me abraza fuerte, como si supiera exactamente lo que estoy sintiendo.

Asha: Ven, siéntate aquí conmigo. Tienes el rostro pesado... habla, ¿qué está pasando?

Suspiro profundamente, me siento a su lado y dejo que el peso salga, poco a poco.

Tú: Es sobre Lilly. Tomé una decisión, Asha. Y necesitaba hablar contigo antes de seguir adelante. No aguanto más ver todo esto sucediendo, esta disputa por poder, esta avaricia... y ella hundiéndose.

Asha: ¿Y qué decidiste... Mi fueguito inocente?

Tú: No puedo fingir que todo está bien. Nuestra madre solo se mueve si hay herencia involucrada. Dice que ama, pero es un amor con precio.

Y Lilly... ella está perdida. Sí, ella tomó sus propias decisiones, pero fue criada sin afecto verdadero, solo con dinero y exigencia. Ahora paga por esas elecciones, pero eso no significa que tiene que padecer. Todo el mundo puede arrepentirse.

Asha: Amiga, te entiendo... aunque no esté de acuerdo. Tú tampoco tuviste el amor ni de padre, ni de madre, y mira quién eres: esta mujer linda, luchadora, dulce... y sin ninguna ambición egoísta, incluso viniendo de aquella casa.

Ella: No voy a mentir... a veces agradezco que mi madre me haya dejado de lado. Porque ver a Lilly en este estado y nadie extendiendo la mano es cruel demás.

Asha: Tú siempre viste más allá de las apariencias… Pero también eres muy inocente. Solo ten cuidado para que no te lastimen. Esas personas son peligrosas.

Ella: Lo sé. No soy tonta a ese punto. Pero quiero que ella sepa que tiene a alguien por ella. Ella está muy mal, Asha... muy mismo. El embarazo es arriesgado, y su cuerpo no está aguantando.

Asha: Espera... déjame buscar un vino. Necesitamos relajarnos. Es mucha información para una conversación sola.

Ella: Tu loquita... vine para acá justamente para poner la cabeza en su lugar. Voy a tomar una decisión arriesgada: voy a cuidar de Lilly.

Asha: Y si eso te está consumiendo de ese modo, es porque tu corazón todavía está en el lugar correcto. A veces, uno necesita ser la única voz de lucidez… incluso cuando nadie quiere oír.

Tú: Necesitaba oír eso. Gracias por ser mi puerto seguro, mi diversión, mi alegría… mi hermana, mi familia.

Asha: Siempre estaré aquí. Ahora respira… y vamos a trazar ese plan juntas. Mientras bebemos, claro. Porque, por lo que entendí, esta entrada no tiene vuelta atrás.

Y así nos quedamos allá, bebiendo y riendo de las historias locas de Asha, si es que se puede llamar de "relacionamientos". Cada día es un nuevo drama, un nuevo nombre, una nueva confusión. Y entre una carcajada y otra, el peso que yo cargaba parecía más leve. Terminé durmiéndome allí mismo, en el sofá de ella.

Me despierto con el sonido del celular. Un mensaje, de la propia Lilly.

Lilly: “Estoy en el hospital.”

Mi corazón se aprieta en la misma hora. La risa da lugar al silencio. Me levanto, tomo mis cosas y voy directo para el hospital.

Llego al piso indicado. Pasillos blancos, fríos, el olor a desinfectante y la agitación contenida de médicos y enfermeros. Me detengo delante de la puerta del cuarto. Respiro profundo, intentando mantener la calma.

Abro la puerta, al entrar me aproximo con cuidado, llamando.

Ella: Hola, Lilly...

Lilly gira el rostro despacio, sorprendida. Los ojos demoran en enfocar. Ella intenta erguir la cabeza, pero la flaqueza no permite.

Lilly: ¿Qué estás haciendo aquí?

Ella: Vine a cuidar de ti. Vine a ser aquello que nadie fue.

La veo dejar escapar una risa flaca, casi amarga.

Lilly: ¿Por qué ahora? ¿Por qué quieres parecer buena conmigo? Es demasiado tarde.

Ella: No vine a parecer nada. Solo vine a decir que no estás sola. Y que el arrepentimiento… no necesita ser el fin... Puede ser el comienzo. Estás luchando por tres vidas, Lilly... incluso la tuya.

La veo desviar la mirada. Los ojos se humedecen. El orgullo que siempre fue su armadura da lugar al dolor verdadero. Ella no responde, pero tampoco repele.

Ella: Estoy aquí y no me voy a ir.

La puerta se abre discretamente. Un médico entra, sosteniendo una planilla y con el semblante serio, pero gentil.

Médico: Disculpen interrumpir… ¿puedo?

Lilly: Claro, doctor. Puede hablar.

Él se aproxima a la cama, confiere los signos vitales en el monitor, hace anotaciones con el ceño levemente fruncido.

Médico: Lilly, sus exámenes de hoy confirmaron lo que ya estábamos monitoreando. La presión continúa inestable, los riñones comienzan a dar señales de sobrecarga, y los bebés continúan muy pequeños. Necesitamos atención redoblada.