Giiuseppa Lo Vasto fue una leyenda en el mundo del crimen: elegante, letal, y temida hasta por los más poderosos. Sabe de moda, de seducción y de poder. Gobernó su cartel con inteligencia y mano de hierro… pero, al final, todo ese imperio se sintió vacío. Cansada de tanta sangre y traición, decide poner fin a su vida con una sola bala, preguntándose en sus últimos segundos qué habría sido de ella si hubiera elegido otro camino.
Despierta en un nuevo cuerpo. El de Aurora Rossetti una millonaria joven de 21 años, insegura, manipulada por su supuesta mejor amiga, y destruida emocionalmente por una traición que la llevó al suicidio. Ahora Giiuseppa tiene una nueva vida, una nueva cara, y una nueva misión: reconstruir a Aurora desde las cenizas, cobrar venganza en nombre de la joven que no pudo defenderse... y vivir, por fin, con dignidad.
Pero su pasado oscuro, su astucia afilada y su instinto de supervivencia no desaparecen. Esta vez, renacerá para hacer las cosas bien.
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Perdieron la calma.
Aurora baja del brazo de su padre, quien no deja de abrazarla. Su orgullo por ella es tan grande, y Aurora lo siente en cada palabra. Lo ama igual que a su madre. Lo que más le gusta de volver a vivir es ellos. En su vida anterior, para su padre, era la persona que llevaría su negocio. Odió cuando nació niña, golpeó a su madre por eso. Nunca recibió el valor de una familia; todo era desprecio e indicaciones de cómo comportarse si quería sobrevivir.
Ahora tiene dos personas que la aman con locura y la apoyan en cada paso que da. No extraña el poder de ser la dama de hierro, tampoco los disparos y el miedo en los demás al verla; agradece que, al menos en esta oportunidad, no deba matar para sobrevivir, aunque ganas de asesinar a Sabrina no le faltan.
Llegan hasta donde está su madre, y esta la abraza sin restricciones, sin importar si las ven o no. Aurora se permite oler el perfume de su cabello y casi llora de emoción; su cuerpo se relaja de inmediato, a pesar de que en su pecho el orgullo no cabe.
—Nunca dudé de ti, mi niña hermosa —dice una vez la suelta y toma sus mejillas. Su madre también está emocionada; ha vuelto a tener esa conexión con su bebé, antes de que cambiase tanto.
—Tampoco yo, bebé. No sabes cuán orgulloso estoy de ti.
Aurora sonríe entre lágrimas, aquellas que no se permitía en su vida pasada para no mostrar debilidad.
Las fotos no se detienen. Bianca se une a ellos, luego Massimo con la modelo principal: Sabrina.
Aurora no la determina, pero puede percibir cómo le molesta el triunfo de Aurora.
Bianca tampoco soporta a Sabrina, así que, solo para molestarla, toma a Massimo de la mano para una foto con Aurora, cosa que hace que Sabrina, aparte de ignorada, se sienta indignada.
—Massimo, acompáñeme para una foto con la diseñadora estrella.
Él no pierde tiempo alguno porque, por alguna razón, no quiere alejarse de Aurora.
—Bianca, pero yo debí estar también. Soy la modelo oficial de Imperia.
Bianca niega con una de sus comisuras levantadas de manera sutil.
—No, hermosa, tú solo modelaste. Necesito fotos de los responsables de la magia.
Las palabras de Bianca hacen que la rabia recorra el cuerpo de Sabrina.
Massimo acompaña a Bianca y Aurora frunce el ceño, al no entender por qué una foto sola con él.
—Ven, Aurora, es para la revista.
Massimo no pierde oportunidad y la toma de la cintura, y ella se remueve un poco, tratando de alejarse.
—No creo que sea necesario ese agarre.
La mira y ladea una sonrisa que a la antigua Aurora hubiese desarmado, pero a ella le causa molestia.
—¿Antes no dejabas de querer acercarte y ahora me repeles? —Sonríe con disimulo para que nadie lo note.
—Antes no pensaba, al parecer.
Le dedica una sonrisa que borra la de él de inmediato.
Cambian de pose y coloca la mano en medio de su espalda, y la pega más a él. La foto sale con ambos mirándose fijamente, aunque ella levanta su barbilla.
—Si no quieres irte a casa con un dolor, no te pases de listo.
Se suelta de su agarre un poco brusco y sigue hacia los camerinos, solo que se desvía saliendo al jardín.
La rabia es tanta que extraña poder arreglar todo a balazos, aunque luego suspira y trata de calmarse.
—Idiota, imbécil, bendito tarado —murmura con cada paso que da.
—Espero y no te refieras a mí.
Voltea para ver quién habla, y allí está él: Luca Grimaldi.
—¿Tanto te molestó perder que te saliste del evento? —Alza una de sus cejas mientras sonríe con diversión.
—Para nada. Ya te había dicho que, si era Imperia la ganadora, estaría más que feliz.
Se acerca unos pasos a ella, su porte elegante y su mirada entornada, como lobo a punto de cazar.
—Solo salí a llamar a alguien que me consiguiera tu número y hasta qué te gusta comer.
Su seriedad no admite juegos, y ella se estremece al ver su interés.
—Que no me diste tu tarjeta.
Él sonríe de lado.
—Siendo sincero, no me vas a llamar. Espalda recta, mirada desafiante, suspiro pesado cuando te molesta… Eh... No, no me ibas a llamar.
La sonrisa de Aurora se ensancha.
—O sea, soy toda una prepotente para ti —cruza sus brazos, aún sonriente.
—Yo diría exclusiva. Y aún más cuando acabo de ver que el CEO de Imperia no es tu prometido.
Ella frunce el ceño, sin poder entender.
—¿Qué tiene que ver eso?
—Todo. Es el CEO de tu empresa, es, digamos que, poderoso, y sería ideal para ustedes. Y aun así, no lo eres. Eso dice mucho.
Ella abre sus ojos con exageración.
—¿Y según tú, qué dice eso?
—Que eres inteligente y no te gustan los idiotas.
Aquello hace reír a Aurora.
—Por eso me interesa conocerte más, a ver si logro traer a la diseñadora de Imperia a mi empresa.
La risa aumenta, y ahora niega.
—¿Qué tiene Lunaria como para que yo deje mi empresa por la tuya?
—Su dueño.
Cada palabra la hace reír más, y no de mala manera; la hace sentirse cómoda y sin ese afán de demostrar poder.
Mueve su cara hacia el evento, y al observar a su padre, se dirige a él nuevamente.
—Creo que es hora de irme. Fue un placer para ti haber hablado conmigo. Adiós.
Ahora es él quien suelta una risa ronca y la toma del brazo, acercándola a su pecho. El corazón de ella palpita y su respiración se corta un momento.
—¿Puedes darme tu número telefónico, por favor, o aceptar una cena?
Mientras habla, intercala su mirada de sus labios a sus ojos.
—¿Qué parte de “soy la competencia” aún no asimilas?
Moja sus labios, mirando los de él.
—Esto no es la mafia, ni es la antigüedad. Que seamos competencia no quiere decir que mi madre no pueda diseñar tu vestido de novia.
Por primera vez en sus dos vidas, queda como colegiala, llena de nervios y sin palabras.
—Eh… Yo... Dame tu teléfono —dice como puede, y él solo sonríe triunfante y la suelta para sacar su teléfono.
—Ten... Espero que esa cena no demore.
Ella sonríe con ironía, recobrando la compostura, y guarda el número para luego entregarle su celular.
—Eso dependerá de si tus llamadas no me aburren.
Se aleja, mientras él solo se queda allí oliendo el perfume que dejó en su celular y en sus manos cuando la agarró.
Mientras ella se dirige al salón, siente algo que jamás ha sentido: ese sujeto la inquieta, y no sabe si es algo bueno.
Hablando de otro tema, pienso que Aurora no debería contarle a los papás quien es ella en realidad, para que causarles ese dolor? tal vez a Luca, ya que él no conoció a la verdadera Aurora y no sufriría esa perdida. 🧐🤔🇨🇴
hay que hacerlos sufrir a todos