Diana es una mujer de personalidad tranquila y muy trabajadora, pero es alguien solitaria, tiene muchas deficiencias. Hasta que tuvo un accidente.
Su esposo es el protagonista principal de su libro favorito, y ella ¡Es la villana que muere sola al final! Pero, espera ¡Este marido es tan lindo que quiere quedárselo!
¡Qué se pierda la protagonista principal, este esposo solo puede pertenecerle a ella!
No importa si todos la odian, el protagonista masculino nunca lo hará. Pero entre cambios tan inmensos ¿Qué tan fácil es saber sí su amor por él es sincero?
¡Es tan complicado!
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Esposa ¿Quieres?
Diana continuó con una expresión forzada en su rostro -Creí que al no gastar nada de lo que tú me dabas, no tendría nada que ver contigo, que al no visitar a los abuelos no tendría que verte y no me sentiría cercana a la familia Shang... pero no recuerdo otras cosas como nuestra boda, si alguna vez salimos, si no llevamos bien o mal, muchas cosas sobre no están claras en mi mente.
Los ojos de Diana cayeron sobre Diego, mirándolo con tranquilidad, ocultando debajo de sus ojos una emoción extraña que Diego no supo descifrar, pero que de cierto modo lo intrigaba.
-¿Sabes? Agradezco al cielo que las segundas oportunidades existan. Esta es nuestra segunda oportunidad para mejor nuestra relación.- Las comisuras de la boca de Diana se elevaron ligeramente, mostrando por primera vez, una sonrisa sincera y honesta.
Sus ojos eran cálidos y su expresión gentil, luciendo realmente como esposa amorosa y delicada.
Al verla, Diego entecerro los ojos, pues era la primera vez que veía ese tipo de sonrisa en el rostro de su esposa.
Al final, Diana terminó apartando la mirada de él y viendo el paisaje fuera de la ventana, el brillo en sus ojos desapareció y su sonrisa se borró, dejando un aura solitaria a su alrededor.
Los delgados labios de Diego se fruncieron, estos se abrieron un momento después -Di...
-Aquí están los postres, disculpen la tardanza.- Una voz respetuosa lo interrumpió, haciendo que su expresión se torticera ligeramente.
Diana se enderezó, mirando al camarero que habló, le hizo una señal para que dejara los platos sobre la mesa y con un agitamiento de mano, los despidió a todos de la habitación.
Solo quedaron Diego y Diana.
La chica ya no hablo, solo tomo su cuchara y comenzó a comer en silencio, de algún modo, su humor se había vuelto amargo.
Ella no había comido ni medio pastel cuando lo apartó, no había dulzura, no había disfrute, no había felicidad al comer dulce.
No sintió la satisfacción que deseaba ¿Entonces realmente era ella? La expresión de Diana se oscureció, y por alguna razón, se llenó de frustración y enojo.
Las ganas de llorar se precipitaron a sus ojos y su garganta se apretó ¡Estaba tan enojada! ¡Ni siquiera en este lugar podía saborear la dulzura de comer un jodido postre!
Y ahora, no podía evitar sentirse furiosa, la villana también era odiada por todos, no era querida, al final, incluso su tía, que tanto la amaba, le dio la espalda, el hombre con el que se casó terminó odiandola y ella... murió sola.
-Esposa ¿Quieres?- De repente, una voz tranquila pero ligeramente rígida la sacó de sus pensamientos, haciendo que levantara la cabeza.
Encontrándose con ese para de ojos negros tan profundos como abismos, los cuales parecían tener una calma inexplicable y gentil.
En ese momento, una sonrisa se formó en el rostro de Diana, sonriendo ante lo reacio que parecía su esposo al llamarla de esa manera -No tienes que llamarme así si no quieres, otros pensarán que te estoy obligando.- Dijo soltando una pequeña risa.
Esa sola risa fue como una brisa primaveral que ánimo toda la habitación.
De hecho, está era la primera vez que Diego estoy reír a Diana, nunca pensó que su risa fuese tan cautivadora.
-Puedo acostumbrarme.- Dijo Diego con indiferencia, empujando uno de sus postres favoritos hacia Diana, no esperaba que ella comiera de su postre, solo esperaba distraerla un poco.
-¿En serio?- Pregunto Diana con los ojos muy abiertos, sabía que el personaje de Diego no era de dar cosas a los demás y mucho menos que buscara como consolar a alguien.
Solo la protagonista femenina principal tuvo ese gran privilegio, pero aquí estaba Diego, dándole un trozo de su pastel favorito a su malhumorada esposa después de que está estuviese apunto de llorar.
Los ojos de Diana se iluminaron, de hecho, nunca pensó que Diego compartiría un postre con ella.
Diego dudo por unos segundos, pero al ver esos ojos marrones mirándolo con expectativas, solo pido morder la bala y asentir.
En el momento en que asintió, Diana tomó su cuchara y tomó un pequeño trozo del pastel, llevándolo inmediatamente a su boca. No había mucho sabor en ese pastel, pero extrañamente, se sentía ligeramente dulce, tanto en su paladar como en su corazón.
-Dulce...- Susurró la joven, disfrutando esa pequeña dulzura que logró saborear por primera vez en dos vidas.
Sabía que era simple, pero aún así fue suficiente para satisfacer su paladar amargo.
Diana tomó uno de sus pasteles y se lo acercó a Diego junto con su cuchara -¿Puedes alimentarme, por fis, cariño?- Preguntó con ojos de cachorro triste, juntando sus manos delante de su pecho en forma de súplica.
Incluso para el corazón frío de Diego aquella imagen fue demasiado adorable. Al verla así, solo pudo resignarse en silencio y hacer lo que ella pedía.
Tomó la cuchara de la joven y la alimentó, llevando un trozo del pastel a la boca de la joven.
Diana soltó un suspiro de satisfacción cuando se comió todo el postre, pero aún quedaban varios más sobre la mesa.
Ella eligió el que fuese más simple y cortó un trozo con un cubierto limpio, dirigiendolo a la boca de Diego en el acto -Di aa...- Dijo la joven con una mueca graciosa.
Viendo la cuchara con un trozo de pastel delante de él, Diego frunció el ceño, sin embargo, abrió la boca, un sabor amargo pero a la vez dulce explotó en su boca, sorprendiendolo ligeramente, pues el gusto que este dejaba en el paladar no era desagradable.
Y tal y como Diana, muy pronto se terminó el pastel que su esposa le estaba dando. Ambos se alimentaron mutuamente.
Cualquier que viera eso, pensaría que su relación es muy buena, sin saber que en realidad era la primera vez que los dos salían.
Diana comió postres hasta más no poder, no sabía cuántos años habían pasado desde que logró probar algo tan delicioso.
¡Y todo gracias a su esposo!