La Reencarnada Y Los Pegasos

La doncella, Lira, la ayudó a ajustar el vestido azul claro mientras Arya miraba por la ventana. Los jardines del templo-mansión eran hermosos, pero también había algo inquietante.. guardias en cada entrada, magos caminando en silencio, y un aire de vigilancia constante.

Arya no dijo nada, pero lo notó. Nadie que pasaba por el pasillo se atrevía a mirarla más de un segundo. Algunos inclinaban la cabeza con respeto excesivo. Otros parecían nerviosos, como si temieran molestarla.

Arya: Lira… ¿siempre es así?

Lira la miró sin entender.

Lira: ¿Así cómo, mi lady?

Arya volvió la vista hacia los guardias apostados cerca de la puerta del jardín.

Arya: Todos son amables conmigo… demasiado amables. Me sonríen, me cuidan, pero… también siento que no dejan que nadie se acerque. Como si estuviera prohibido.

Lira bajó la mirada de inmediato. Sus manos empezaron a jugar nerviosamente con el lazo del delantal.

Lira: Mi lady, ellos… solo cumplen órdenes.

Arya: ¿Órdenes de quién?

Lira: De los magos del templo… del Consejo de Mercia.

Arya: ¿Y por qué? No soy una criminal. Ni una reina. Solo soy… yo.

Lira: Porque… la cuidan como si fuera la santa del reino.

Arya: ¿la santa?

Lira: si.. Desde que era niña, los pegasos la eligieron. Ningún ser humano desde hace siglos había hablado con ellos… ni menos logrado que un pegaso se arrodillara ante alguien. Usted… lo hizo con apenas cinco años.

Arya parpadeó rápido, sin poder imaginarse tal escena.

Arya: Eso suena… importante.

Lira: Lo es. En Mercia, los pegasos son criaturas sagradas. Su bendición suele anunciar una era de prosperidad… o un gran cambio. Por eso los magos la protegieron. La adoptaron. Y por eso tampoco permiten que usted salga sola.

Arya: ¿Porque podría ocurrirme algo?

Lira: Porque… podrían querer usarla.. Las personas buenas la adorarían. Las personas malas… la querrían para sí. Y cualquiera que la tocara, se volvería parte del destino de Mercia. El Consejo teme que alguien pueda influir en usted… o dañarla.

Arya respiró hondo. Ese mundo era hermoso, mágico, pero ya comenzaba a mostrar sombras.

Arya: Lira… ¿alguna vez me han permitido salir sola?

Lira: Nunca, mi lady. Ni una sola vez.

Arya apretó los labios.. No quería vivir encerrada de nuevo.. No después de una vida entera en un hospital.. Pero antes de seguir, Lira sonrió tímidamente.

Lira: Aunque… Silverwind puede llevarla a donde quiera. Él no obedece órdenes de ningún mago.. Solo las suyas.

Arya sintió un latido de esperanza.

Lira la guió por un pasillo de piedra clara que descendía suavemente hacia los establos sagrados. A medida que avanzaban, Arya sintió el aire cambiar: era más cálido, más vivo, como si la magia misma respirara allí.

Cuando las enormes puertas de madera se abrieron, Arya se quedó sin palabras.

El establo no era un establo común.. Era casi un santuario.

Columnas blancas, velas flotando en el aire, cristales que emitían un brillo tenue, y un techo tan alto que parecía tocar el cielo. Y allí, en largas plataformas acolchadas, descansaban varios pegasos.. criaturas majestuosas, de alas suaves como nubes y cuerpos musculosos que parecían esculpidos por dioses.

Pero uno de ellos destacó inmediatamente.

Un pegaso blanco, tan grande como Arya de pie, se incorporó lentamente al verla. Sus ojos eran de un azul profundo, casi hipnotizante.. Llevaba una montura adornada con placas doradas, y finas joyas colgaban de las riendas como campanas suaves.

Lira sonrió.

Lira: Ahí está, milady. Silverwind… su compañero.

Arya dio un paso adelante, con el corazón acelerado.

Silverwind inclinó la cabeza con elegancia, como si realizara una reverencia digna de un rey. Sus alas se extendieron apenas, dejando caer destellos de luz en el suelo.

Era… hermoso.. Poderoso.. Y, sin duda, vivo de una manera que ella nunca había sentido antes.

Arya se acercó despacio..

Arya: Hola… ¿soy yo, verdad? ¿Me reconoces?

Silverwind soltó un leve relincho, suave y melodioso. Luego, con delicadeza, rozó su frente contra la de ella. El contacto la envolvió en un calor maravilloso..

Lira: Milady… ¡Silverwind nunca ha volado con nadie más! Solo con usted puede comunicarse así. Es… es como si compartieran un alma.

Arya levantó la mano y acarició la mandíbula del pegaso. Él cerró los ojos, confiado, como una criatura que había esperado demasiado para sentir su presencia otra vez.

Silverwind se arrodilló ante ella, doblando sus patas delanteras, ofreciéndose con respeto

Y sin embargo, allí, en ese mundo mágico, un ser sagrado había sentido su ausencia.

Arya pasó la mano por la crin suave de Silverwind. El pegaso inclinó la cabeza, casi como si le diera permiso para subir. No necesitaba palabras.. bastaba con su postura tranquila, su respiración acompasada y esa mirada azul que parecía comprenderlo todo.

Lira: Mi lady… ¿de verdad desea volar hoy? Acaba de recuperarse.

Arya sonrió con una emoción tan pura que parecía iluminarle el rostro.

Arya: He esperado toda una vida por algo así… aunque no lo supiera.

Silverwind se acercó todavía más, acomodándose para facilitarle el ascenso. Arya tomó las riendas suaves adornadas con cristales y colocó un pie sobre el estribo. El cuerpo del pegaso se movió con una paciencia casi humana, sujetándola, asegurándola, como si temiera hacerle daño.

Cuando ella finalmente estuvo sentada sobre la montura, Silverwind agitó ligeramente las alas. Era como si se preparara… no para volar, sino para asegurarse de que ella realmente quería hacerlo.

Arya acarició su cuello.

Arya: Estoy lista… llévame contigo.

Silverwind levantó las orejas, atento al tono. Luego, con un golpe suave de sus alas, se levantó del suelo.

El aire les envolvió de inmediato.

Primero fue un salto breve, elegante. Después, un impulso más fuerte. Y finalmente, un batir de alas tan poderoso que Arya sintió que su corazón se quedaba atrás mientras el cuerpo avanzaba hacia el cielo.

Lira gritó desde abajo:

Lira: ¡Tenga cuidado, mi lady!

Arya no la escuchó.

Todo se volvió luz, viento y libertad.

El templo, los jardines, los magos y sus miradas protectoras desaparecieron bajo ellos. El pegaso ascendió cada vez más alto, con movimientos precisos y fluidos. No temblaba, no dudaba. Era como si supiera exactamente cuánto podía soportar ella, cuánta fuerza usar, cuánta velocidad era segura.

Arya se aferró primero con fuerza… pero luego aflojó las manos.

Se enderezó.

Respiró.

Y abrió los brazos.

El viento la abrazó como una antigua amiga perdida.

No había máquinas respiratorias.

No había batas blancas.

No había dolor en los pulmones ni debilidad en las piernas.

Solo vida.

Vida real.

Vida suya.

Arya: ¡Silverwind… esto es… increíble!

El pegaso relinchó suave, como una risa alegre.

Subieron más, cruzaron entre nubes rosadas, y Arya sintió que su alma renacía de verdad. Silverwind volteó un poco la cabeza, asegurándose de que ella estuviera bien. Y Arya lo estuvo. Por primera vez, más que bien.

Arya apoyó una mano en su crin.

Arya: Gracias por traerme de vuelta al cielo.

Silverwind respondió con un movimiento de las alas que hizo que ambos se elevaran aún más, flotando en una danza silenciosa entre nubes y luz.

No necesitaban palabras.

Él la entendía.

Y ella… lo entendía a él.

Era el comienzo de algo sagrado..