Cuando la familia de Saya es tomada como rehén por los soldados del despiadado Alfa Kadir, el destino parece sellado. Sin embargo, en medio del caos, aparece Savir, el Alfa supremo de la manada Luna Dagda, un lobo temido en todas las regiones por su fuerza implacable y su corazón helado desde la muerte de su compañera.
Como pago por su vida, el padre de Saya promete entregarle a su hija mayor en matrimonio... sin imaginar que esa hija ya ha sido prometida a otro.
La deuda debe saldarse, y la única opción es Saya.
Obligada a ocupar el lugar de su hermana, Saya es entregada al Alfa como una novia de reemplazo, condenada a compartir lecho y manada con un lobo al que teme... y que no tiene intención alguna de amar.
Savir ha jurado lealtad eterna a su compañera fallecida. Para él, Saya no es más que una sombra, una sustituta.
Pero hay un secreto que el destino no tardará en revelar: la sangre de Saya lleva la marca. Ella es su verdadera pareja destinada.
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Capítulo: Luna destinada
Savir alzó la vista, logró esquivar el golpe del hombre, pero este siguió intentando golpearlo.
—¿Es todo lo que tienes? —exclamó Savir, él rio.
Yulak quiso ir contra él, pero Savir le dio un fuerte golpe en el estómago, que lo hizo caer.
Yulak se transformó en lobo y corrió lejos de ahí, asustado como un cachorro herido.
Savir sonrió satisfecho.
—Nos hemos buscado un buen lío con el rey Alfa Kadir —dijo Byron
—¡¿Y a mí que me importa el rey Alfa Kadir?! Mejor que se aleje o iré por él, te aseguro que, a pesar de los años, él sigue temiendo de mí —dijo sonriente.
Byron asintió, pero pensó que, de todos modos, la manada Luna Dagda era menor en número que todo el gran ejército del rey Alfa de Kadir, aunque después de todo, Savir logró vencer al rey y su gran ejército, casi solo.
Saya alzó la vista, observó a ese hombre, ella nunca lo vio antes, pero escuchó sobre la tribu Luna Dagda, en su manada se escuchaban cosas horribles sobre ellos.
Su padre lanzó un quejido de dolor.
El hombre se acercó y Saya tembló de miedo, sus miradas volvieron a cruzarse, sintió la fuerza de esos ojos, bajó la vista al instante. Entonces, ella también sintió ese olor, era a menta, a árboles de pino, a hierba fresca.
“Él es…” se negó a decirlo, porque era imposible, ¡Imposible!
Savir observó la herida por la flecha, un hombre se acercó ala herida, le sacó la flecha que tenía onagra, mientras el viejo gritaba, Anika lloraba abrazada a su hermana, el padre se calló al notar el miedo en sus hijas.
Le colocaron hojas de ciprés sobre la herida, y trataron de cubrir su pierna para detener el sangrado, decidieron cargarlo entre varios hombres, y llevarlo con las curanderas de la aldea.
—Será más difícil llevarlo a la manada—dijo Savir hablando como si las hijas del padre no estuviesen ahí.
Anika miró a Saya.
—¿A dónde llevan a mi padre? —exclamó Saya cuando lo levantaron
Savir la miró de reojo.
—Lo llevaremos a la manada Luna Dagda.
—¿Por qué? ¿Por qué no lo llevan a nuestra manada, con el curandero, o con el sacerdote?
Los ojos de Savir se fijaron en la chica.
—¡Lo llevaremos a donde yo diga, niña! Mírate, estás viva, y es por mí, por el Alfa de Luna Dagda; ahora ustedes me pertenecen, su padre debe ser salvado, pues me debe sus vidas, debe pagar por ellas.
Anika se abrazó a Saya con fuerzas, Saya estaba a punto de ir por el hombre, pero Anika la detuvo.
—No hagas locuras, por favor, piensa, tienen a papá, pueden matarlo, y luego vendrán por nosotros, al menos no nos han lastimado, por favor.
Saya miró alrededor, miró los cuerpos de los hombres acabados, supo que Anika tenía razón, siguieron al hombre.
***
Al llegar a la manada, observaron las vastas tierras, era un lugar realmente acogedor, Saya y Anika iban detrás de su padre, él estaba débil, verlas sanas lo reconfortaba.
Hembras y machos corrieron a ellos, algunas mujeres tomaron la cacería del día para redistribuirla a fin de mes.
—Llamen a la curandera —sentenció Savir.
Luego, siguieron el camino hasta llegar a un enorme castillo de piedra y hierro, las chicas miraron atónitas, alguna vez visitaron el castillo de rey Alfa Kadir, y el palacio del rey Alfa Hang, bueno, ese castillo era hermoso, tanto como los otros.
Las chicas siguieron a su padre, a quien llevaron a una habitación con una cama, lo recostaron boca abajo, ya que su herida estaba en la pantorrilla derecha, en el músculo gemelo.
La curandera no tardó en llegar, comenzó a revisar al paciente.
Savir salió de la habitación.
—Mantengan vigilada la habitación, ninguno de los tres puede irse sin mi consentimiento, y llévenles comida —ordenó.
La curandera aplicó ungüentos, y curó la fiebre que comenzaba.
—¿Estará bien? —preguntó Saya
La mujer miró a la chica.
—Lo estará, es un hombre fuerte, no se angustie.
Saya se sintió mejor, observaron la comida que les trajeron, Anika no dudó en comer, Saya no tenía hambre.
***
Savir fue a sus aposentos, cuando abrió la puerta, una joven mujer saltó a sus brazos, rodeando su cintura a horcajadas, besando sus labios con pasión y ardor.
Era Kendra, su concubina principal, sus besos eran ardientes, sus lenguas danzaron húmedas en ese beso pasional.
—¿Estás agotado de tanto cazar, mi jefe?
Él la puso sobre la cama, sonrió malicioso.
—En realidad, no pude cazar, no tuve tiempo, tuve un problema.
Savir recordó el olor de esa loba, y sintió una urgencia, un deseo de su lobo Rix, pero no iba a escucharlo, había cosas prohibidas para él y tener una mate, era parte de eso.
—¿Qué ha pasado, mi Alfa? —dijo la hembra, quitándose el vestido, descubriéndose los pechos para él.
—Enemigos a los que maté.
La chica sonrió.
—Nadie puede con mi indomable Alfa —dijo la mujer, se recostó en la cama.
Él se acercó a ella, su boca capturó uno de sus botones rosados, su lengua lo acarició, ella jadeó cuando llamaron a la puerta.
—¡Maldición! —espetó Savir.
Caminó a la puerta, y la cerró al salir, viendo a su criada temerosa de su expresión molesta.
—Lo siento, Alfa.
—¿Qué quieres?
—El consejo de ancianos ha pedido verlo, dicen que es urgente.
Savir asintió, nunca faltaría a una reunión con ellos.
Bajó la escalera de piedra, deambuló hasta ahí.
Kendra salió de la habitación, estaba de mal humor porque el gran jefe la dejó sola, maldijo por lo bajo.
Pronto se encontró a una sirvienta, quien tomó su mano, era su sirvienta personal.
—¿Qué te pasa, Lotti?
—El Alfa ha traído Hembras, Kendra.
La mujer se puso pálida, su mano se volvió un puño.
—¡¿Dónde?! —exclamó la mujer desesperada.
***
Cuando Savir llegó a la carpa del consejo, los ancianos que la constituían estaban ahí.
Eran ocho ancianos, incluidos su padre y madrastra.
Savir tomó asiento, tenía duda de porque estaban ahí.
—¿Cuál es el tema por tratar, querido consejo?
—Alfa Savir, hemos observado tu arduo trabajo para dirigir a la manada Luna Dagda, como siempre, estamos orgullosos de ti, nos hemos reunido pensando en ti, nuestra Diosa Luna nos ha enviado un mensaje en el sueño de nuestra querida Lady Lynn, quien lo expresó; “es hora de que nuestro gran Alfa tenga a su compañera destinada, es hora de que nuestro jefe tenga a su Luna”
Savir no esperaba esas palabras, negó con rapidez, moviendo su cabeza de un lado a otro.
—Yo ya tengo una pareja, Maeve, no pueden olvidarlo —dijo con fuerza
Los ancianos se miraron entre sí, era la primera vez que Savir veía decepción en ellos.
—Maeve, ha muerto, Alfa, es hora de continuar, debe casarse, debe dar un heredero tan fuerte como el Alfa Savir —dijo la anciana Lynn.
—Nunca me casaré de nuevo, nunca encontraré a una mujer como Maeve.
Lynn se levantó.
—En mi sueño te veías feliz con otra mujer, decías amarla como a la Luna y al sol, te unirás a una compañera de nuevo, no será Maeve; será tu Luna destinada, Alfa.