Giiuseppa Lo Vasto fue una leyenda en el mundo del crimen: elegante, letal, y temida hasta por los más poderosos. Sabe de moda, de seducción y de poder. Gobernó su cartel con inteligencia y mano de hierro… pero, al final, todo ese imperio se sintió vacío. Cansada de tanta sangre y traición, decide poner fin a su vida con una sola bala, preguntándose en sus últimos segundos qué habría sido de ella si hubiera elegido otro camino.
Despierta en un nuevo cuerpo. El de Aurora Rossetti una millonaria joven de 21 años, insegura, manipulada por su supuesta mejor amiga, y destruida emocionalmente por una traición que la llevó al suicidio. Ahora Giiuseppa tiene una nueva vida, una nueva cara, y una nueva misión: reconstruir a Aurora desde las cenizas, cobrar venganza en nombre de la joven que no pudo defenderse... y vivir, por fin, con dignidad.
Pero su pasado oscuro, su astucia afilada y su instinto de supervivencia no desaparecen. Esta vez, renacerá para hacer las cosas bien.
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Traición y renacimiento.
Desde los dieciocho años, Aurora Rossetti fue una sombra de lo que alguna vez pudo ser. Hija única de una familia poderosa en el mundo de la moda y la publicidad, era una joven brillante, estudiosa y de corazón sensible. Pero jamás supo ver la jaula en la que había sido encerrada. Desde el primer día de clases en la preparatoria, su mejor amiga, Sabrina Cortesi, se convirtió en su luz y su oscuridad.
Tenía carisma, belleza y una lengua afilada escondida detrás de una sonrisa dulce; era un ser cruel. Fue ella quien se acercó a Aurora con afecto aparente y consejos envueltos en veneno. La convención de que debía vestirse de forma "atrevida" para destacar, cuando en realidad la hacía ver vulgar, desentonada e incluso ridícula. Ropa chillona, demasiado ajustada, nada que representara la esencia noble de Aurora. La hacía ver como una caricatura de sí misma, algo que la aislaba poco a poco del resto.
Los pretendientes que alguna vez se habían interesado en Aurora fueron alejados uno a uno. Sabrina siempre encontraba la manera de hacer que parecieran inadecuados, o bien les hablaba mal de ella a sus espaldas. Poco a poco, su mundo social se redujo a una sola persona: Sabrina.
Aurora, cegada por lo que creía amistad, comenzó a dudar de sus propios padres. Sabrina le insinuaba que su madre solo la quería perfecta para lucirse, y que su padre no la valoraba como mujer sino como heredera. Siempre que podía, la incitaba a pelear con ellos, a sentirse incomprendida y sola.
Día a día su autoestima decaía más; se sentía vacía, lloraba en silencio a diario por la vida tan desdichada que le había tocado. Sabrina había movido sus piezas con inteligencia y maldad para dañarla solo porque ella tenía unos padres amorosos y una personalidad tan dulce que, de no ser por ella, sería amada por cualquiera.
Mientras tanto, Aurora se refugiaba en los estudios. Estudiaba administración de empresas, marketing y diseño de modas; jamás lo que él estudiara era poco para ella. Sacaba las mejores notas y, por pedido de Sabrina, incluso hacía sus trabajos por ella, ya que estudiaban administración de empresas juntas, aunque Sabrina solo pasaba gracias a Aurora. La pobre era tan ingenua que no podía ver la manipulación.
Cuando Aurora cumplió 21 años, su padre le anunció que era tiempo de integrarse a la empresa familiar: un emporio que unía moda y publicidad. Era su sueño hecho realidad porque le encantaba diseñar en secreto por miedo a que su amiga le dijera que ese estilo no era correcto; ella dudaba de sus propias capacidades. Allí, en uno de los salones principales, lo vio: Massimo Greco, el hijo del socio de su padre. Elegante, seguro, brillante, su perfume llenaba el lugar a donde llegaba. Él era el hombre que Aurora amaba en silencio desde hacía años.
Pero la historia no era un cuento de hadas. Sabrina ya había puesto sus garras sobre él. Le hablaba mal de Aurora, diciéndole que era una joven mimada que no quería crecer, egoísta, sin valores y necesitada de atención masculina, una hueca sin capacidades que entraría a esa empresa solo para dañarla. Que se acostaba con cualquiera para sentirse bien, que trataba mal a sus padres, que era incapaz de hacer algo sin ayuda. Massimo comenzó a mirarla con desprecio, a evitarla, mientras Sabrina se le pegaba como una sombra seductora con el pretexto de ser hija de otro de los socios minoritarios de la empresa.
A pesar de que Aurora era una mujer bonita, su ropa no la ayudaba. Era alta de cabello rubio, sus ojos eran de un gris azulado, únicos como su corazón, su silueta de modelo, pero que no se apreciaba bajo aquella ropa sin clase ni estilo. Combinaba camisetas anchas con shorts de lentejuelas y tacones; a veces usaba chaquetas con faldas muy cortas o vestidos que nada que ver con el legado de moda al que pertenecía. Su autoestima estaba tan maltratada que veía las señales y se atrevía a dudar de ella misma.
Aurora notó cómo su amiga se acercaba a Massimo, pero ella solo le decía que estaba tratando de ayudarla con él; hacía que usara vestidos sexys que en realidad eran vulgares y horrendos y se apareciera en antros donde él estaba solo para hacer que el desprecio que Massimo sentía por Aurora creciera.
Cada día, sus fracasos y los desplantes de él la deprimían más. Los murmullos de sus compañeros de universidad y el sentimiento de estar sola, odiada por sus padres e incomprendida por todos, la hundían aún más.
El tiempo pasaba y ella seguía viendo los susurros, las risas compartidas entre Sabrina y Massimo. Pero no se atrevía a creerlo hasta que, una tarde luego de ella ser rechazada por él en la inauguración de un antro lujoso delante de varios amigos de él y de otras personas que allí se encontraban, los vio besándose. Su mundo se derrumbó, el alma se le rompió y la vida perdió sentido.
Llegó a su mansión llorando; sus padres estaban de viaje, el lugar se sentía vacío como su alma. Observó su imagen en el espejo y lo que partió era un desecho, una estúpida.
—¿Por qué? —le preguntó a la nada, entre lágrimas.
Pero Sabrina, que había seguido a Aurora solo para hacer creer a Massimo Greco que ella era la amiga que sufría al ver el sufrimiento de Aurora, respondió, como si hubiera estado esperando ese momento durante años.
—¿Por qué? Porque siempre fuiste patética, Aurora. ¡Porque todo te lo dieron sin merecerlo, dinero, amor, inteligencia, la atención de todos! Gritó llena de envidia y odio.
—Porque te vi sola como la idiota que eres, por eso te usé. Todos creen que eres una basura, y no están equivocados. ¿Quién va a creer en ti ahora? Nadie. Y Massimo... Massimo me ama. Vamos a casarnos pronto y tú solo eres una rechazada social.
Aurora no gritó. No lloró. Solo se quedó en silencio, atrapando cada palabra que caló hondo en su mente débil; todo le daba vuelta en su mente. Ella tenía razón, no era nada más que basura.
—Ten, este es el mejor regalo sincero que te puedo hacer; acaba con tu maldita vida de mierda —dijo dejándole un frasco de pastillas para que se quitara la vida y luego fue a llorarle a Massimo, diciendo que Aurora amenazó con matarse si él no le prestaba atención.
Esa noche, sola y destruida en su habitación, escribió una carta. Ni a sus padres, ni a Alessandro. A ella misma. "Nunca fui suficiente. Nunca fui bonita. Nunca fui fuerte. Si en otra vida pudiera volver... querría ser alguien diferente. Alguien que no se dejara destruir".
Tomó el frasco de pastillas y, luego de echarlas en su mano, se las tragó con un vaso de agua. No pasó mucho tiempo cuando cayó inconsciente; el alma abandonó su cuerpo y, por culpa de una manipuladora, una mente débil pereció.
La oscuridad la recibió. Pero ese no era el final; a la joven la encontró una sirvienta cuando fue a llevarle comida. Se asustó al verla fría y llamó a una ambulancia. Sus padres estaban desechos cuando recibieron la llamada; estaba muerta. La sirvienta la sintió fría y sin pulso; no había dudas.
Pero una vez en la clínica, algo sucedió: ya le habían hecho lavado estomacal, la habían reanimado y terminaron dictando la hora de deceso y de su pulso regresó. La máquina dejó el pitufo largo y agudo por uno al compás de su corazón en el cuerpo de aquella joven ingenua. Giuseppa Lo Vasto había renacido. Los médicos, asombrados, no podían creer lo que acababa de suceder. Un verdadero milagro, pensaron.
Los doctores dieron la noticia a sus padres aunque aún no despertaba y así pasó por días hasta que los ojos de Giussepa recorrieron todo el lugar: habitaciones blancas, una cosa extraña en el techo desprendiendo una luz como el sol y sonidos que jamás escuchó, un olor a lavanda recorrió su olfato y ella no entendía dónde estaba. Para ella se acababa de disparar y quitar la vida; ahora estaba en un extraño lugar, todo era nuevo para ella.
Los doctores se acercaron con preguntas que no entendía.
—¿Cómo se siente, señorita Rinaldi? Fijo un doctor con cautela y eso solo hizo un clip en su cabeza que desató una cantidad de recuerdos ajenos, haciéndola confundir más y a la vez darle la información que necesita.
—Dónde estoy. Balbuceó con dificultad.
—Está en la clínica, señorita, ¿se siente bien?
—¿En qué año estamos? La pregunta desconcertó al hombre de bata blanca.
—Si pregunta cuántos días estuvo en coma, solo fueron siete; hoy es 20 de junio de 2024. La joven quedó boquiabierta, pero era astuta y uno de sus talentos era ocultar lo que pensaba y sentía. Asintió con sonrisa falsa y su cabeza lo entendió todo.
No entendía por qué, pero una fuerza desconocida le había otorgado otra oportunidad. Tal vez Dios, o el destino, le habían dado una segunda vida, y esta vez, no la desaprovecharía.
Ella tenía una mente implacable, era una estratega letal, una mujer con siglos de rabia y sabiduría. Al ver el sufrimiento de la joven que habitaba su nueva piel atravesada por sus recuerdos, supo que esa vez viviría diferente. No con violencia, sino con astucia. No con sangre, sino con estilo. Y, por primera vez en dos vidas, encontraría su final feliz porque desde ahora era Aurora Rossetti y todo lo que no disfrutó lo disfrutaría en esta nueva oportunidad.
Aurora Rinaldi.
Sabrina Cortesi.
Hablando de otro tema, pienso que Aurora no debería contarle a los papás quien es ella en realidad, para que causarles ese dolor? tal vez a Luca, ya que él no conoció a la verdadera Aurora y no sufriría esa perdida. 🧐🤔🇨🇴
hay que hacerlos sufrir a todos