Santiago es el director ejecutivo de su propia empresa. Un ceo frío y calculador.
Alva es una joven que siempre ha tenido todo en la vida, el amor de sus padre, estatus y riquezas es a lo que Santiago considera hija de papi.
Que ocurrirá cuando las circunstancias los llevan a casarse por un contrato de dos años,por azares del destino se ven en un enredo de odio, amor, y obsesión. Dos personas totalmente distintas unidos por un mismo fin.
⚠️ esta novela no es para todo publico tiene escenas +18 explícitas, lenguaje inapropiado si no es de tu agrado solo pasa de largo.
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Regalo de bodas.
—Sube.
Me dice Santiago bajando la ventanilla de su auto.
—Nos vemos mañana.
Le digo a Patricio, que está abriendo la puerta de su auto para que yo suba.
—Ni siquiera tiene la caballerosidad de bajarse —susurra Patricio.
—Alva, no tengo tu tiempo.
Vuelve a hablar Santiago, ya molesto.
Reacciono despidiéndome con un beso en la mejilla de Patricio, y subo al carro con Santiago. Apenas cierro la puerta, él arranca provocando un fuerte ruido al acelerar, y me pongo el cinturón de seguridad.
Se para en un semáforo y su celular suena; lo contesta y pone en altavoz.
—La abuela está esperándolos.
—Ya vamos.
Dice colgando, y me acuerdo de mis padres. Marco su número, llevando el celular a la oreja.
Timbra y contestan rápido.
—¿Ya vienes? ¿Quieres que mande a alguien por ti?
—Me quedaré otro día.
—¿Por qué? ¿Ese imbécil te está amenazando o chantajeando?
—No, padre, claro que no.
Le digo, viendo de reojo a Santiago, que maneja serio y sin despegar la mirada de la carretera.
—¿Entonces qué es?
—Hay otra fiesta y debo asistir.
—Qué casualidad, cuando vea a Santiago y a su abuela, le diré sus cosas. Solo son pretextos para tenerte ahí, el muy imbécil no me responde el celular.
—Te marco más tarde, ¿vale?
—Está bien, cuídate, y creo que mejor sería que te vayas a la casa para estar más cómoda.
—Gracias, lo tomaré en cuenta.
Le digo cortando la llamada y meto mi celular al bolso otra vez.
Llegamos a la casa de la abuela, bajo del carro, espero a Santiago y entramos juntos.
—Llegó mi nieta y nieto.
Dice la abuela caminando hacia mí para abrazarme y luego a Santiago.
Llama a una empleada que nos da unas bebidas. Me lo tomo rápido porque me siento deshidratada.
—Cuñada, te prepararé un suero.
Dice Jacobo, a quien no había visto en la sala con lentes oscuros. Lo sigo a la cocina y lo veo revolviendo muchas cosas.
—Ten.
Me dice, y lo acepto solo porque igual se preparó uno para él.
Lo tomo y sabe horrible.
—Alva, en un rato arderá Troya. Yo te aconsejo que no estés aquí.
Me susurra acercándose a mí, y me cae bien, ya que nunca me ha mirado mal. Él sí me ve como la esposa de Santiago.
—¿Por qué?
—En un rato llegarán mis padres y sé que esto se pondrá de color hormiga.
—¿Y qué se supone que haga yo? ¿Solo me voy y ya?
—Puedes decir que te sientes mal, yo solo te lo anticipo.
—Jacobo, te habla la abuela.
Escucho a Santiago en la puerta de la cocina viéndonos mal a los dos.
Jacobo sale de la cocina y miro el vaso vacío, mientras siento su mirada sobre mí.
—¿Qué es lo que pretendes?
—No pretendo nada.
Le digo y me sujeta del brazo volteándome para que lo vea, y ese pequeño gesto me hace poner nerviosa.
—¿Ahora a qué juegas?
—Ah, nada.
Le digo, safándome, pero me vuelve a agarrar y me vuelvo a zafar, consiguiendo que me acorrale entre la barra de la cocina. Siento que el corazón va a salirse de mi pecho. Nunca había estado tan cerca de él, su rostro está a unos centímetros del mío.
Me sujeta de la mandíbula para que lo mire a la cara y cometo un grave error, pues quedo perdida en su mirada. Es algo mutuo, porque él baja la mirada a mis labios.
—La abuela les habla.
Dice Jacobo entrando, y Santiago se aleja de mí rápido.
Salimos y no puedo creer lo cerca que estuvimos. Tiene un rostro perfecto y sus ojos grises me hacen no querer dejar de mirarlo.
—Su habitación está lista, suban, cámbiense, ya que no tardan en llegar los invitados.
Nos dice la abuela, y subimos las escaleras. Santiago va adelante, lo sigo. Lo veo entrar a una habitación y no me queda de otra que entrar detrás de él.
Solo hay una cama, un ropero y un espejo de cuerpo completo. No hay sillón. ¿Cómo se supone que dormiremos? Creo que se da cuenta de lo que pienso, porque saca su ropa y camina al baño.
—Podemos dormir los dos en la cama, solo no tomes, porque si vomitas de nuevo, esta vez dormirás en el baño.
Me dice entrando al baño. Me paso las manos por el rostro, así que por eso me quité el vestido: vomité. Qué pena, hubiera sido mejor no saberlo.
Me siento en la cama y él sale solo con el pantalón puesto.
—Por cierto, duermes muy mal. Te faltó que te enseñaran modales a la hora de dormir.
—Puedo pedirle a la abuela que me dé otra habitación, así como en tu casa, donde cada quien tiene la suya.
Me mira enojado y se adentra al baño donde se asea.
Salgo de la regadera, pero no hay batas. ¿Cómo se supone que salga si ni ropa tengo? Busco la que me acabo de quitar y simplemente no me la puedo volver a poner. Entreabro la puerta y saco la cabeza buscando a Santiago.
—¿Me puedes prestar algo para taparme? Es que no hay batas.
Le digo, y él hace como que no soy con él con quien hablo.
—Santiago, por favor.
—Se supone que cuando alguien se mete a bañar es porque lleva ropa o ya vio que hay batas en el baño.
—Lo que sea, por favor. O date vuelta y saldré para taparme con la sábana.
Le digo y él niega poniéndose la corbata.
Me empiezo a desesperar y escucho cuando sale del cuarto. Aprovecho para salir del baño y me cubro con la sábana.
La puerta vuelve a abrirse y es una empleada.
—Su abuela le manda este vestido, una pijama y otras cosas.
Me dice dejando las cosas y una caja. Le doy las gracias y cuando sale me levanto a cerrar con seguro.
Saco la ropa interior y es de encaje, muy reveladora para mi gusto. No me queda más que ponérmela. Me pongo el vestido y la abuela conoce mis gustos, ya que me encanta. Dejo la otra bolsa sin abrir; en la noche sacaré la pijama.
Saco de la caja las zapatillas y frente al espejo me peino. En mi bolso traigo mi maquillaje; no soy de maquillarme mucho. Me veo frente al espejo y quedo satisfecha, me gusta.
La puerta se abre y entra Santiago. Noto que su corbata es del mismo color del vestido que traigo puesto. Sin decir nada, salimos juntos y llegamos a donde está la abuela platicando. Cuando nos ve bajar juntos, sus manos hacen que todos se callen.
—Mi nieto Santiago y mi nieta Alva, esta fiesta es para ellos.
Nos felicitan y veo acercarse a los padres de Santiago.
—Qué nuera tan hermosa tengo.
Dice su madre y Santiago la mira muy molesto.
—La esposa de Jacobo será tu única nuera.
—Alva igual lo es.
Me abraza y no sé qué hacer; esto es tan incómodo.
—No queremos amargarles la noche, que sigan disfrutando de su fiesta.
Dice su padre serio, y los dos caminan a la salida.
—Abuela, ¿por qué no nos dices cuál es tu regalo de bodas para nosotros?
Dice Santiago tomándose una copa rápido. La abuela mira a su hija, y ella se detiene en la puerta.
—Mis empresas y toda mi fortuna la administrará Santiago.
Me encantó el personaje de Jacobo jaja le daba alegría a la trama.. Excelente por favor siga con mas trabajos así.