En un remoto pueblo donde la niebla nunca se disipa, se encuentran vestigios de un antiguo secreto que atormenta a sus habitantes. Cuando Clara, una joven periodista, llega en busca de respuestas sobre la misteriosa desaparición de su hermana, descubre que cada residente guarda un oscuro pasado.
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Capítulo 2: Voces en la Niebla
El aire en San Everardo era denso y frío, un recordatorio constante de que estaba lejos de casa. Clara se sentó en un banco de la plaza central, la luz de la farola titilando suavemente mientras la niebla se deslizaba entre las sombras. El pueblo parecía dormido, como si el tiempo se hubiera detenido, pero Clara sabía que había vida oculta bajo esa superficie tranquila.
Con la mente llena de preguntas, decidió que lo mejor sería comenzar su investigación con los más ancianos del pueblo. Había escuchado que conocían historias que se transmitían de generación en generación, secretos que, si se revelaban, podrían ofrecer una pista sobre el paradero de su hermana.
Tras unos minutos de reflexión, Clara se levantó y se dirigió hacia la única casa de ancianos que había visto en la plaza, un edificio de madera desgastada con un porche cubierto de hiedra. La puerta chirrió cuando la empujó, y un aire de antigüedad la envolvió al entrar.
El interior estaba lleno de retratos en blanco y negro de habitantes del pueblo. Una mujer mayor, con cabello blanco y arrugas profundas, la miró desde su silla junto a la ventana. Clara se acercó, sintiendo una mezcla de respeto y ansiedad.
—Hola, soy Clara. Estoy buscando información sobre mi hermana, que desapareció hace seis meses. Me dicen que tal vez ustedes tengan respuestas.
La anciana la observó en silencio, como si sopesara sus intenciones. Finalmente, asintió con lentitud.
—El nombre de tu hermana no es ajeno a mí —dijo con voz temblorosa—. Su luz se apagó en este lugar, como la de muchos otros.
Clara sintió un escalofrío recorrer su espalda. Se sentó frente a ella, con las manos entrelazadas, y la anciana continuó.
—San Everardo guarda secretos oscuros. Muchos de nosotros hemos visto cosas que no deberíamos. Cosas que están mejor olvidadas. Pero si insistes, puedo contarte lo que sé.
Clara asintió, su determinación renovada.
—Por favor, necesito saber.
La anciana cerró los ojos por un momento, como si estuviera evocando recuerdos lejanos.
—El bosque que rodea este pueblo tiene vida propia. No solo es un lugar de belleza, sino un hogar para los que han sido olvidados. En las noches de luna llena, se oyen susurros. Algunos dicen que son las almas de los perdidos que claman por ayuda. Otros afirman que es la sombra, acechando entre los árboles.
—¿La sombra? —preguntó Clara, sintiendo cómo el corazón le latía con fuerza.
—Sí. La sombra se alimenta del miedo, de los secretos que guardamos. Puede aparecer de muchas formas, pero siempre trae consigo la tristeza y la desesperación. Hace seis meses, alguien vio a tu hermana cerca del bosque. Se fue al caer la noche y nunca regresó.
Clara tragó saliva, el nudo en su garganta se hizo más apretado.
—¿La vieron? ¿La escucharon?
La anciana negó con la cabeza, su expresión grave.
—El bosque se tragó su rastro. Muchos intentaron buscarla, pero la niebla lo cubría todo. Lo único que quedó fue el eco de su risa, resonando en el aire.
Clara sintió un sudor frío recorrer su espalda. La idea de que su hermana pudiera haber estado tan cerca, y sin embargo tan lejos, la aterrorizaba.
—¿Cómo puedo encontrarla? —preguntó, su voz apenas un susurro.
La anciana le miró fijamente, y en sus ojos vio una mezcla de compasión y temor.
—No lo hagas, niña. Hay cosas que no pueden ser desenterradas. A veces, la muerte es mejor que lo que la sombra tiene reservado para quienes la buscan.
Clara se sintió atrapada entre la necesidad de encontrar a su hermana y la advertencia de la anciana. Con un gesto decidido, se levantó.
—Gracias por su ayuda. Necesito saber más.
La anciana pareció aceptar su decisión, aunque el temor en su mirada no desapareció.
—Si decides adentrarte en el bosque, ve con cuidado. Escucha las voces, pero no las sigas. La sombra te encontrará antes de que te des cuenta.
Clara salió de la casa con una mezcla de determinación y pánico. Las palabras de la anciana resonaban en su mente mientras se adentraba nuevamente en la niebla.
La plaza, antes tranquila, comenzó a llenarse de murmullos. Los pocos habitantes que quedaban la miraban, y ella sintió que la sombra de su búsqueda comenzaba a atraer miradas de desaprobación y temor.
Sin embargo, Clara sabía que no podía rendirse. Debía encontrar la verdad, incluso si eso significaba enfrentarse a la sombra que había reclamado a su hermana. Con el corazón latiendo con fuerza, se dirigió hacia la frontera del bosque, donde los árboles se alzaban como guardianes de un secreto que ella estaba decidida a descubrir.