El Precio De La Lealtad

El sol apenas comenzaba a filtrarse por las cortinas cuando Valeria abrió los ojos. No había dormido bien. Durante toda la noche, su mente había estado atrapada en los mensajes que seguían llegando y que había leído en el teléfono de Esteban. Su intuición le decía que no eran simples coincidencias o malentendidos. Había algo más, algo que su esposo le estaba ocultando.

Se giró en la cama, pero Esteban ya no estaba. El lado donde él dormía aún conservaba algo de calor, lo que indicaba que no llevaba mucho tiempo levantado. Valeria se quedó mirando el techo por un momento antes de suspirar.

Decidió levantarse. Si seguía dando vueltas en la cama, su cabeza solo seguiría acumulando más preguntas sin respuestas. Se puso una bata de seda, bajó a la cocina y se preparó una taza de café. Mientras removía el líquido oscuro con la cuchara, su mirada se perdió en la nada.

No podía quedarse con la duda. Camila parecía saber algo, y si realmente era su amiga, no la dejaría con esta incertidumbre.

Tomó su teléfono y marcó el número de Camila. La llamada sonó varias veces antes de que su amiga contestara.

—Hola, Cami dijo Valeria, tratando de sonar relajada.

—¡Val! respondió su amiga, aunque su tono era extraño, como si no esperara la llamada. ¿Cómo estás?

Valeria dudó un segundo antes de responder.

—Bien… bueno, en realidad, no tanto admitió, soltando un suspiro. Anoche vi algo que me dejó preocupada. Creo que Esteban me está ocultando algo.

El silencio al otro lado de la línea se alargó de manera incómoda. Valeria casi pensó que la llamada se había cortado.

—Cami… ¿sigues ahí?

—Sí respondió de inmediato, pero su voz sonó tensa. ¿Por qué dices eso?

Valeria frunció el ceño. La reacción de su amiga no era la que esperaba.

—Porque he notado cambios en él… llega tarde, evita ciertas preguntas. Y anoche… vi un mensaje en su teléfono.

Camila inhaló bruscamente.

—¿Qué mensaje?

—Era de un número desconocido explicó Valeria. Decía algo sobre una decisión y que no tenían mucho tiempo.

El silencio volvió a instalarse en la conversación.

—Valeria… Camila dudó, como si eligiera sus palabras con sumo cuidado. Creo que estás dándole demasiadas vueltas. Quizá era algo del trabajo.

Valeria sintió un escalofrío. Camila siempre había sido directa, honesta, y sin miedo a decir lo que pensaba. Pero ahora, estaba actuando de una manera completamente distinta.

—Cami dijo con firmeza. Hace días me dijiste que Esteban me ocultaba algo, que no era la persona que yo creía. ¿Ahora me dices que no haga suposiciones? Te estás contradiciendo. ¿Sabes algo que yo no?

—¡No! respondió Camila demasiado rápido. Luego dejó escapar una risa nerviosa. Quiero decir, no sé nada que deba preocuparte. No me hagas caso por lo que te dije antes.

Pero Valeria no le creyó.

Camila estaba nerviosa. Tartamudeaba, su voz temblaba y evitaba darle una respuesta clara.

—Camila… susurró Valeria. Si hay algo que deba saber, dímelo ahora.

—Valeria, de verdad… Su amiga soltó un suspiro agitado. Solo te diré esto: no hagas suposiciones sin pruebas. No quiero que te lastimes.

—¿Por qué dices eso? insistió Valeria. Cami, dime la verdad.

Pero en lugar de responder, Camila colgó la llamada.

Valeria se quedó mirando su teléfono con el ceño fruncido.

Su mejor amiga estaba asustada.

El corazón de Valeria latía con fuerza. Camila estaba ocultando algo. ¿Pero qué? ¿Qué era tan grave como para hacerla reaccionar así?

No podía quedarse con los brazos cruzados. Tenía que averiguar la verdad.

Más tarde, mientras estaba en su oficina en casa, Valeria no podía concentrarse en el trabajo. Las palabras de Camila resonaban en su mente. Se pasó una mano por el cabello, frustrada.

Decidió que tenía que actuar. Si Camila no le diría nada, ella misma tendría que encontrar respuestas.

Tomó su teléfono y revisó la última ubicación que Esteban había compartido con ella en su aplicación de mapas. Para su sorpresa, la última dirección registrada no era su oficina, sino una zona residencial al otro lado de la ciudad.

El estómago se le encogió. ¿Qué hacía Esteban allí?

El sonido de la puerta principal la sacó de sus pensamientos. Esteban había llegado temprano.

Rápidamente cerró la aplicación y dejó el teléfono sobre la mesa antes de salir de su oficina con una expresión neutral.

—Hola, amor saludó Esteban al verla, dejando las llaves sobre la mesa del recibidor. Llegué antes de lo previsto.

—Eso veo respondió Valeria, observándolo con atención. ¿Cómo estuvo tu día?

—Agotador respondió él, quitándose la chaqueta y aflojando su corbata. Pero nada fuera de lo común.

Valeria sintió cómo su pecho se tensaba. Esteban mentía con tanta naturalidad que casi la hacía dudar de sus propias sospechas.

Decidió probar algo.

—¿Cómo te fue en la reunión?

Esteban se tensó levemente antes de responder.

—Bien. Fue un poco agotador.

Valeria cruzó los brazos.

—¿Dónde fue?

—¿Por qué tantas preguntas? preguntó él con una leve sonrisa, pero su mirada parecía incómoda.

—Solo tengo curiosidad respondió Valeria, encogiéndose de hombros.

Esteban la observó durante unos segundos, como si intentara medir qué tanto sabía.

—En el mismo lugar de siempre respondió al final.

Valeria sintió un nudo en el estómago. Mentía.

Ella había visto su ubicación en la aplicación, y no había estado en su oficina.

No estaba paranoica. Algo estaba pasando.

Se obligó a sonreír.

—Bueno, me alegra que todo haya salido bien —dijo con naturalidad.

Esteban asintió, pero antes de que pudiera responder, su teléfono vibró en su bolsillo.

Valeria vio cómo él sacaba el dispositivo y su rostro cambió sutilmente.

—Voy a atender esto dijo con rapidez, alejándose hacia su estudio.

Valeria se quedó en el pasillo, mirando la puerta cerrada del despacho de su esposo.

Esteban no era el mismo hombre de antes.

Camila estaba nerviosa, como si supiera algo que ella no.

Y ahora Esteban mentía descaradamente.

Todo dentro de Valeria le gritaba que se detuviera, que fingiera que nada estaba pasando. Pero no podía hacerlo.

Si algo estaba ocurriendo, tenía que descubrirlo.

Y lo haría, sin importar el precio.