La dinastía Dickens ha estado viviendo con una maldición de procrear un solo heredero, pero no de cualquier persona. El final del hilo rojo de cada heredero de esta familia está conectada a alguien especial, que es destinada por los cielos, no importan los años que pasen, las situaciones en las que están, estás parejas se encontraran sin importar como. ¿Christopher será la clave para acabar con esta maldición que han tenido por casi 200 años? O ¿Sera el final de esta familia y su descendencia?
El hilo rojo conecta a todos aquellos que están destinados a estar juntos sin importar las circunstancias.
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El reencuentro
Después de la fiesta, todo volvió a la aparente normalidad. Sin embargo, para mi familia y para mí, nada lo era. Mi abuela y mis padres, después de aquel día, comenzaron a buscar a los niños con una desesperación silenciosa. Contrataron a tres detectives privados para que trabajaran juntos; querían encontrarlos cuanto antes. No estaban dispuestos a dejar cabos sueltos.
Después del conflicto que tuve con el señor Gómez sobre la reducción de salarios, decidí cortar toda relación comercial con él. El aeropuerto dependía en gran parte del combustible que él suministraba, y su ausencia nos dejaba en una situación delicada.
Fue entonces que Jackson me recomendó una nueva empresa, StellarTech, con la que había firmado recientemente. Acepté reunirme con ellos para conocer sus propuestas y evaluar una posible colaboración.
Una mañana, Jackson, el Sr. Benjamin, su asistente Josh y yo teníamos programada una reunión en la sala de juntas de mi empresa.
Entré como siempre con el ceño fruncido, el paso firme. Estaba preparado para una negociación intensa, nada más. Otra más entre tantas.
Pero al entrar en la sala… todo cambió.
Ahí estaba ella.
La chica de hace casi seis años. La que había intentado borrar sin éxito de mis pensamientos. El aire pareció evaporarse de mis pulmones y por primera vez en mucho tiempo, mi corazón cometió el error de latir más rápido.
Ella también me vio, su rostro se congeló por un segundo, se quedó sin palabras, pero recuperó la compostura, fingía serenidad, pero sus ojos... sus ojos decían otra cosa.
"Christopher" interrumpió Jackson, ignorando (o fingiendo ignorar) la tensión que flotaba en el ambiente.
"Te presento al CEO de StellarTech, el señor Benjamin Strauss"
Un hombre de unos cincuenta años se levantó con una sonrisa carismática que, claramente, había sido su mejor arma durante décadas.
"Es un honor, señor Dickens. He oído hablar mucho de usted" dijo mientras extendía la mano.
"Espero que podamos construir una relación duradera... y rentable."
Le estreché la mano con firmeza, sin desviar la mirada, no porque me interesara, sino porque aún no podía permitirme mirarla de nuevo.
Benjamin soltó una pequeña risa mientras añadía con confianza:
"StellarTech no solo se especializa en eficiencia energética y suministro de combustible de calidad, sino también en construir puentes... especialmente cuando otros los han quemado"
No pude evitar alzar una ceja. Su labia era de manual, pero funcionaba con muchos.
"Y bueno" continuó él con un gesto elegante de su mano, "ninguna empresa está completa sin su columna vertebral. Permítame presentarle a mi secretaria ejecutiva… Quetzally Flores."
Ella estaba destras de él con cabello recogido, la postura erguida, el rostro impasible. Una profesional en toda la extensión de la palabra, pero yo conocía el caos que había debajo de esa calma y por cómo desvió la mirada apenas un segundo, supe que también me recordaba.
"Señor Dickens, sera un gusto trabajar con su empresa" dijo, con voz firme y educada
"Un gusto, Srta Flores" respondí simplemente.
La reunión apenas comenzaba… y ya se sentía como una guerra sin declarar. Sin embargo, no pude evitar que mi mirada se fijara en ella. Cada minuto de la presentación del Sr. Benjamin se volvía eterno. La tensión era tan espesa que podía cortarse con un cuchillo. Jackson y Benjamin lo notaron; no era difícil.
"Gracias por la presentación, firmaré el acuerdo" dije con voz fría, sin apartar mis ojos de Quetzally, que trataba de mantener la mirada al frente, sin éxito.
Al terminar, mientras todos se levantaban, me volví hacia el Sr. Benjamin.
"Necesito revisar más detalles de este acuerdo. Quiero hablar con su secretaria. ¿Podría quedarse?"
"Por supuesto, presidente Dickens" dijo mi nuevo socio Benjamin, sonriendo con cinismo al susurrarle algo a ella antes de salir.
La sala quedó en silencio. Solo quedábamos ella y yo. Me senté, y con un gesto le indiqué que hiciera lo mismo. Sus movimientos eran tensos, su respiración contenida.
"¿En qué puedo ayudarlo, presidente?" dijo intentando sonar firme, aunque su voz traicionaba la mezcla de nervios y curiosidad.
"Así que te llamas Quetzally" dije, saboreando cada sílaba en mis labios, como si probar su nombre fuera una forma de traerla de vuelta. No era fácil de pronunciar... y sin embargo, lo había repetido en mi mente más veces de las que me gustaría admitir.
"Muy bien, Srta Quetzally. Dime, ¿por qué desapareciste? Y no hablo del cuarto del hotel. Te busqué... te buscamos" añadí con un tono más grave.
"¿Qué?" sus ojos se abrieron con incredulidad.