Mariana es una joven que esconde una pasión por su mejor amigo desde que tiene 15 años. Murilo ha estado ocultando su enamoramiento por su mejor amiga desde que tenía 14 años. ¿Qué tienen en común? Están enamorados el uno del otro, pero ocultan este sentimiento, pues el miedo a perderse es mayor. Sin embargo, este miedo termina separándolos durante 8 años.
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Capítulo 15
Ellas van conversando el resto del camino. Al acercarse a la casa, Mariana se queda maravillada con la casa de su hermana en cuanto la ve.
Luiza: ¿Te ha gustado?
Mari: Wow, Luh. Fred y tú se han lucido con la elección de la casa.
Luiza: Vamos a entrar para que la conozcas mejor.
Maria Luiza toma de la mano a su hermana y juntas entran en la casa. Todo estaba en calma. Mari acompaña a su hermana y va conociendo toda la maravillosa casa de la pareja. Luiza deja para mostrar por último la cocina, pues sabía que su marido estaría allí.
Luiza: Poco a poco la irás conociendo mejor. Ahora vamos a la cocina, que estoy hambrienta.
Mari: Somos dos, hermanita, jaja.
Van a la cocina y se extrañan cuando no encuentran a Federico allí, la cocina era el único lugar dentro de la casa en el que no habían entrado todavía. Luiza coge el móvil y llama a su esposo para saber dónde está.
Llamada activa...
Fred: ¡Hola, mi amor!
Luiza: ¿Dónde estás?
Fred: En el área gourmet, pequeña.
Luiza: ¡De acuerdo!
Llamada finalizada...
Mari: ¿Y bien?
Luiza: En el área gourmet. Vamos...
Las dos van al área gourmet y se encuentran con Fred y Murilo haciendo masa de pizza. Luiza se acerca a su marido y lo abraza besándolo. Murilo ni siquiera esperó a que Mariana fuera a su encuentro, él mismo fue y la abrazó.
Mari: ¿Qué haces aquí?
Murilo: Ayudando a mi hermano a hacer pizza para vosotras, jaja.
Fred: Cuñadita...
Mari: ¡Federico!
Se acerca a su cuñado y lo abraza saludándolo.
Fred: ¡Qué sorpresa! No me lo creía cuando mi hermano me ha dicho que por fin habías vuelto.
Mari: Hasta yo estoy sin creerlo, cuñado, jaja. Pero por fin he vuelto.
Luiza: Para nuestra felicidad, ¿verdad, cuñado?
Murilo: Eso mismo, jaja.
Fred: Imagino que ya estás familiarizada con la casa, así que ponte cómoda.
Murilo: Las dos bellezas también tienen que ayudarnos. Ya hemos hecho la masa de las pizzas, ahora el relleno es cosa vuestra, Sanna.
Mari: ¿Pero por qué estáis aquí y no en la cocina?
Luiza: La única prioridad de mi querido marido en esta casa era hacer un horno de leña para pizzas y decidió hacerlo en el área gourmet.
Mari: Entiendo. Ahora la pregunta del millón, ¿ya está hecho el fuego? jaja.
Luiza: Buena pregunta, hermana. ¿O vosotros, los Rossi, también nos habéis dejado este trabajo a nosotras?
Fred: No, mi pequeña. Deja que esta parte la haga mi querido hermano, jajaja.
Murilo: ¿Yo?
Fred: ¡Claro! Yo he hecho la mayor parte de la masa, tú sólo nos has puesto perdidos de harina. Ahora deja de quejarte y ve a encender el fuego.
Murilo hace una mueca, pero va a encender el fuego en el horno. Mientras tanto, las chicas van preparando los rellenos y Fred va a buscar una botella de vino para que ellos vayan degustando.
Luiza: Cariño, después de poner el vino en las copas, ve abriendo las masas para que empecemos a montarlas.
Mari: ¿Cómo va el fuego, Lilo?
Murilo, que tenía la cara metida en el horno, se gira para responder, pero no entiende nada cuando todos empiezan a reírse de su cara.
Murilo: ¿De qué os reís?
Mari: Mírate tú mismo, jaja.
Murilo va hasta un espejo que había allí cerca y se asusta al ver el estado de su rostro, pero tampoco puede contener la carcajada.
Fred: Al menos el fuego ya está hecho, jaja.
Murilo: Que es lo principal.
Se quita la camiseta y corre a tirarse a la piscina. Mientras se limpia, los demás terminan de hacer las pizzas y las meten en el horno.
Luiza: Ahora sólo hay que esperar a que estas bellezas estén listas.
Murilo: ¿No queréis uniros a mí en esta hermosa piscina? El agua está templada.
Luiza: Yo paso.
Mari: Yo también.
Fred: Todavía estoy pensando si entrar o no.
Los tres van a las tumbonas y se acomodan en ellas. Luiza se queda con su marido, mientras que Mari se queda en una sola y Murilo se queda dentro de la piscina, pero cerca de ellos. Se quedan allí hasta que las pizzas están listas. Lilo se reúne con ellos en una mesa que había allí y juntos empiezan a comer las pizzas, también había zumo natural y vino.
Mari: Quién diría que Maria Luiza y Federico se casarían algún día, jaja.
Murilo: Extraño, ¿verdad? Jaja.
Mari: ¡Mucho! Cuando me fui, mi hermana odiaba a Fred, jaja.
Luiza: Era pesado y me hacía la vida imposible.
Fred: Tú tampoco te quedabas atrás, pequeña, jaja. Oh, la niña de la lengua afilada.
Murilo: Me da la sensación de que en aquella época ya estabais enamorados.
Luiza: Te puedo asegurar que no. Yo odiaba a Fred.
Mari: ¿Y tú, Fred?
Fred: Yo no la odiaba, sólo me gustaba molestarla. Empecé a sentir algo por ella cuando tenía 17 años, pero por la gran diferencia de edad, tuve que esperar un año para poder declararme.
Murilo: Es decir, sólo espero a que sea mayor de edad, jaja.
Luiza: Él fue un atrevido, porque yo estaba saliendo con un chico en ese momento.
Mari: Me acuerdo, me dijiste que estabas saliendo con un chico y unos días después, me dijiste que estabas saliendo con Fred.
Murilo: Pero, ¿en esa época también te gustaba él?
Luiza: Sentía algo, pero tampoco quise seguir adelante...
Mari: Como si eso fuera posible.
Luiza: Pues sí, ¿verdad, hermanita? Nunca imaginé que Federico me mirara con otros ojos, si me entiendes. También estaba la diferencia de edad, son 8 años de diferencia. Pero, cuando se declaró, sentí que tenía que darle una oportunidad, al fin y al cabo, yo también estaba enamorada.
Fred: Creo que mi mayor miedo era que vuestros padres no lo aceptaran por mi edad y la suya, pero estaba equivocado. Lo aceptaron muy bien. Claro, después de escuchar varias amenazas de mi suegro, jaja.
Mari: El señor Otávio Sanna y sus amenazas, jaja.
Fred: Pero, sabemos que en el fondo, sólo quiere la felicidad de sus hijas. Cualquier padre haría eso. Un verdadero padre nunca quiere ver sufrir a su hija.
Siguen conversando durante un largo rato, hasta que los hermanos Rossi deciden meterse en la piscina. Mari y Luiza se sientan en el borde y se quedan observándolos. Murilo se acerca a ellas y, en un movimiento rápido, empuja a su mejor amiga al interior de la piscina.
Mari: ¡Hijo de p...! No voy a terminar la frase, porque Cintia no se merece que la insulten.
Murilo: Lo siento, pensé que querías entrar, jaja.
Mari: Idiota.
Murilo: Yo también te quiero, jaja.
Fred: Amor, entra tú también.
Luiza: No creo que sea buena idea.
Fred: No pasa nada, yo te sujeto.
Luiza, aunque sabe nadar, tiene un trauma infantil que le hace tener miedo a mucha agua. Cuando sólo tenía 8 años, estaba jugando cerca de la piscina con Mariana y Murilo cuando resbaló y se golpeó la cabeza, cayendo a continuación a la piscina ya inconsciente. Quien la sacó inconsciente de la piscina fue Mariana con tan sólo 12 años, fue ella quien sacó a su hermana mientras Murilo corría a avisar a algún adulto. Desde entonces, le da pánico, pero en los últimos años, Federico la ha ido animando a perder ese miedo y ahora ya puede entrar en la piscina, en el lago o en el mar, pero alguien tiene que estar sujetándola de la mano como mínimo.
Mariana: No va a pasar nada, hermana.
Luiza: Vale, pero...
Fred: No te voy a soltar, mi amor.
Se acerca a donde está ella y, con cuidado, ayuda a su esposa a entrar en la piscina. Luiza deja escapar un suspiro y se agarra fuerte a su marido.
Luiza: No me sueltes, por favor.
Fred: ¿Quieres ir a un sitio menos profundo para poder pisar?
Luiza: Sí...
Con la confirmación de su esposa, la sujeta con firmeza para que Luiza se sienta segura y camina hasta un lugar de la piscina que es menos profundo.
Mariana y Murilo se miran orgullosos de la evolución de Luiza. Aunque no fue culpa de ninguno de los dos, durante mucho tiempo, se sintieron culpables por el accidente. Mari se da cuenta de que cerca del cuero cabelludo de su amigo, todavía está sucio, así que extiende la mano y empieza a limpiarlo. Murilo aprovecha y la atrae hacia sí.
Murilo: ¿Qué pasa?
Mari: Estabas un poco sucio.
Murilo: ¿Ya lo has limpiado?
Mari: Sí, señor.
Murilo sonríe de lado y acaricia su rostro. Mari suspira y lo abraza, apoyando la cabeza en la curva de su cuello, Murilo aprovecha y hace lo mismo. Ninguno de los dos dice nada, sólo se quedan abrazados, acariciándose mutuamente y, a veces, besándose el cuello o el hombro.