Rosella Cárdenas es una joven que solo tiene un sueño en la vida, salir de la miserable pobreza en que vive.
Su plan es ir a la universidad y convertirse en alguien.
Pero, sus sueños se ven frustrados debido a su mala fama en el pueblo.
Cuando su padrastro se quiere aprovechar de ella, termina siendo expulsada de casa por su propia madre.
Lo que la lleva a terminar en la hacienda Sanroman y conocer a la señora Julieta, quien en secreto de su marido está muriendo en la última etapa de cáncer.
Julieta no quiere que su familia sufra con su enfermedad. En su desesperación por protegerlos, idea un plan tan insólito como desesperado: busca a una mujer que ocupe su lugar cuando ella ya no esté.
Y en Rosella encuentra lo que cree ser la respuesta. La contrata como niñera, pero en el fondo, esconde su verdadera intención: convertirla en la futura esposa de su marido, Gabriel Sanroman, cuando llegue su final.
¿Podrá Rosella aceptar casarse con el hombre de Julieta?
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Capítulo: No soy una puta
Rosella esperaba que el director la recibiera, por dentro estaba muy nerviosa, pero por fuera fingía seguridad.
Tenía diecinueve años cumplidos hace un mes, su mayor sueño siempre fue estudiar, pero en ese pueblo y con la pobreza encima, no había forma.
Sabía que era bonita, siempre lo supo, sus ojos celestes eran una rareza junto a su piel blanca como porcelana, su belleza era lo poco que tenía, pero para ella lo más importante siempre fue la inteligencia.
Tenía un sueño, estudiar y escapar de la pobreza, la asquerosa pobreza mental que ella detestaba cada día en la gente que conocía.
—Ya puede pasar.
Rosella asintió.
Llevaba un pantalón de vestir, el único que tenía y un abrigo oscuro que siempre la hizo lucir presentable.
Entró y encontró al director de la escuela
El hombre le sonrió, pero había un atisbo de lujuria, una que ella ya sabía reconocer, le asqueaba, pero no iba a negar que el capricho por su juventud y belleza podía abrirle puertas
—Querida Rosella, ¿A qué debo el honor de tu visita?
—Señor director, escuché que hay un programa de becas para la universidad Central, quisiera saber los requisitos para aplicar, el año pasado no podía ir, pero este he hecho todo lo posible por ahorrar.
—Lo siento, Rosella, es imposible para ti.
—¿Qué? —Rosella sintió miedo, todo lo que quería era salir de ese pueblo y escuchar eso la enloqueció de tristeza.
—Al menos que...
El hombre se acercó a ella, intentó lanzarse contra Rosella y tocarla, la chica soltó un grito al sentir que estrechaba su cintura.
—Quietecita, Rosella, ya eres legal, si quieres una beca te daré lo que quieras solo flojita y cooperando.
Rosella sintió náuseas, sintió terror.
Arañó el rostro del hombre y le dio un puntapié en la espinilla.
El hombre gritó y cayó al suelo dándose un golpe.
—¡Perra, lo pagarás!
Ella vio la grapadora en la mesa, pesada. No lo pensó. La tomó, la levantó y con fuerza la descargó contra la frente del hombre. El ruido del golpe lleno la oficina como un trueno. El director rodó, con la nariz quebrada y el orgullo hecho trizas.
—¡Perra! —gruñó él desde el suelo—. ¡Lo pagarás!
El hombre gritó y la chica corrió, salvándose de un destino fatal.
Al salir, la gente la miró con sorpresa.
Cuando el director salió dijo una versión distorsionada de la verdad.
—Rosellita Robles se me ofreció como una ramera, cuando la rechacé, porque la vi desde chamaquita y le tengo respeto, se me lanzó como una fiera. Muy mal camino ha tomado esa niña.
Todos le creyeron y como pueblo chico, infierno grande, el rumor no tardó en recorrer todo el lugar.
***
Rosella llegó a casa, estaba casi llorando.
Pero se contuvo al ver a Arnoldo su padrastro.
—¿Qué hiciste, maldita zorra?
Las palabras de ese hombre fueron como espinas en su piel.
—¿Qué?
—Todo el pueblo lo dice, ¡Eres una puta! Te le insinuaste al director del colegio por una beca —el hombre comenzó a reír.
—¡No es cierto! Ese viejo libidinoso miente.
—Si tanto quieres dinero, yo te lo doy, mocosa, pero debes ser dócil conmigo, siempre te he tenido unas ganas.
Arnoldo se lanzó contra ella, la empujó al sofá, intentó quitarle la ropa.
Rosella gritó, sentía terror y asco, por un instante pensó que moriría, hasta que al mirar a un lado vio aquel florero, sus manos lucharon y cuando lo quebró contra la madera tomó un trozo de vidrio y con eso hirió a ese nefasto hombre en la mejilla.
—¡Ahhh! —Arnoldo chilló como un cerdo y ella lo empujó
Corrió por sus pertenencias más importantes.
Escuchó la puerta, era su madre Abigail, llegando.
—¡Tu hija es una ramera! Me lastimó, intentó matarme.
Rosella salió de la habitación, se acercó a su madre.
Recibió una fuerte bofetada.
Rosella tocó su mejilla que ardía, las lágrimas cayeron antes de que pudiera evitarlo, la miró con tristeza.
—¿Entonces, todo lo que se dice de ti es cierto? Todos dicen que eres una... ¡Vete, Rosella! No quiero tener una hija que es una mujerzuela.
Rosella sintió las lágrimas quemándola, su madre pensaba lo peor de ella, no le sorprendía, pese a todo, su madre nunca la quiso, eso siempre lo pensó.
—¡Me voy! Pero no soy ninguna mujerzuela —apuntó al padrastro—. Él es un degenerado y tú, una cobarde que prefiere ser más mujer que madre, sigue así, algún día vendré por Tina, no dejaré que le hagan el mismo daño que a mí, tú no eres una madre Abigail, eres una mujer con miedo que perdió a su hija por un poco hombre.
Rosella salió de ahí escuchando a su madre llorar.
Salió aprisa, sin un lugar a donde ir, pero con algo que no podían robarle su orgullo.
La gente la miraba con rabia, como si fuese la peor mujer del pueblo.
Escuchaba decir a todos;
—¡Cuiden a sus maridos, la mujerzuela anda suelta!
—Se cree la gran cosa por ser bonita y joven, es solo una puta.
Rosella lloraba adolorida, y corrió hasta la playa, solo quería alejarse de todo.
Entonces escuchó unos gritos, tres hombres que venían contra ella.
—¡Es la zorra del pueblo! Démosle su merecido.
Rosella sintió terror, corrió por miedo.
Pero sintió las manos de esos hombres.
Golpes, patadas, intentaban tocarla.
Rosella sintió que moría, gritaba, fue cuando escuchó el ruido de un caballo y un disparo.
—¡Aléjense de ella o los mataré!
Los hombres horrorizados la soltaron y corrieron.
Rosella sintió unas manos que la cargaron, miró a ese hombre, nunca había visto a alguien tan atractivo, ese hombre era diferente a cualquiera que conoció.
—¿Morí? Estoy en el cielo y… ¿Eres un ángel?
Rosella besó los labios del hombre, sin pensar.
creo que quizo decir Arnoldo.!!!