**"EL Eco Del Pasado"** es una novela de romance contemporáneo que sigue la historia de Dante y Emilia, dos almas marcadas por un oscuro pasado y un matrimonio forzado. A medida que enfrentan peligros, traiciones y fantasmas de su historia, descubren que el verdadero amor puede florecer incluso en los momentos más difíciles. Juntos, emprenden un viaje hacia la redención y la paz, buscando dejar atrás las sombras y construir una vida llena de esperanza y nuevos comienzos. Es una historia sobre la fuerza del amor para sanar, perdonar y renacer.
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Capítulo 1: El Velo del Deber
El viento soplaba suavemente a través de las ventanas abiertas, trayendo consigo el aroma de las rosas que florecían en los jardines de la mansión. Emilia se encontraba de pie frente al espejo, ajustando el delicado encaje del velo que pronto cubriría su rostro. Su mirada era una mezcla de resignación y ansiedad mientras contemplaba a la mujer que estaba a punto de convertirse en esposa de un hombre que apenas conocía.
"Es un buen partido", le había repetido su madre una y otra vez, como si esas palabras fueran suficientes para calmar la tormenta de emociones que rugía en su interior. Pero Emilia no podía ignorar el vacío en su corazón, un vacío que el razonamiento lógico no podía llenar. ¿Cómo era posible que su vida, tan cuidadosamente planeada por otros, estuviera a punto de cambiar de manera tan irreversible?
A lo lejos, se escuchaba el murmullo de los invitados que se reunían en la gran sala. Todos ellos expectantes, todos ellos ajenos a la lucha interna que se libraba dentro de ella. ¿Podría aprender a amar a un hombre al que no había elegido? ¿Podría él encontrar en ella algo más que la joven obediente que se le había prometido?
El sonido de pasos en el pasillo la sacó de sus pensamientos. La puerta se abrió con un suave chirrido, revelando la figura de su padre. En su rostro se reflejaba la misma expresión de orgullo y resignación que había visto en él tantas veces antes.
"Es hora, Emilia", dijo con voz grave.
Emilia tomó aire profundamente, tratando de apaciguar la agitación que sentía en su pecho. Sabía que, en pocos minutos, caminaría por el pasillo hacia un destino incierto, un destino que nunca había deseado pero que, de alguna manera, debía aceptar. Con un último vistazo al espejo, bajó el velo sobre su rostro y, con el corazón apesadumbrado, siguió a su padre hacia el altar.
La iglesia estaba decorada con abundantes arreglos florales, que inundaban el aire con una fragancia dulce y pesada. Los rayos de sol se filtraban a través de los vitrales, creando un mosaico de colores que danzaban en el suelo de mármol. Emilia avanzaba lentamente, sintiendo el peso de cada paso, como si cada uno de ellos la atara más a un futuro que no había elegido.
Al llegar al altar, levantó la mirada por primera vez hacia el hombre que la esperaba. Dante Moretti, el heredero de una fortuna casi tan imponente como su porte. Su rostro, cincelado y serio, no mostraba ni rastro de emoción. Era un hombre acostumbrado a ocultar sus sentimientos tras una máscara de indiferencia, un rasgo que Emilia había aprendido a temer y respetar en su breve y formal intercambio previo.
Dante la observó detenidamente, como si intentara descifrar el enigma que ella representaba. Sabía tan poco de su futura esposa como ella de él, pero el destino de sus familias se había entrelazado mucho antes de que ellos pudieran tener una palabra al respecto.
El sacerdote comenzó a hablar, sus palabras resonaban en la inmensa cúpula, pero para Emilia eran solo un murmullo distante, ahogado por los latidos de su corazón. Su mente vagaba, preguntándose si, detrás de esa fachada fría, existía un hombre capaz de sentimientos más profundos.
“¿Aceptas a Emilia como tu legítima esposa, para amarla y respetarla hasta que la muerte los separe?”, preguntó el sacerdote, dirigiendo su mirada a Dante.
Un silencio pesado llenó el espacio entre ellos antes de que Dante finalmente respondiera, “Acepto”. Su voz fue firme, inquebrantable, como si estuviera cumpliendo una obligación que había sido escrita en piedra mucho antes de que él tuviera la capacidad de decidir.
El turno de Emilia llegó demasiado pronto. Sintió la mirada de todos los presentes clavada en ella, esperando que pronunciara las palabras que sellarían su destino. Cerró los ojos por un breve instante, tratando de calmar el torbellino en su interior.
“Sí, acepto”, susurró, apenas audible, pero lo suficientemente fuerte para que sus palabras fueran escuchadas. Con esas dos palabras, su vida dio un giro irrevocable.
La ceremonia terminó y la pareja, ahora unida en matrimonio, se giró para enfrentar a la multitud que aplaudía con entusiasmo. Sin embargo, entre ellos, existía un abismo, un espacio vacío lleno de expectativas no cumplidas y deseos no confesados. Caminaban juntos, pero separados por el muro invisible que sus circunstancias habían levantado.
Al salir de la iglesia, el resplandor del sol les dio la bienvenida al nuevo capítulo de sus vidas. Las risas y felicitaciones de los invitados llenaron el aire, pero Emilia apenas las escuchaba. Solo sentía la mano de Dante sobre la suya, firme, pero distante.
“Espero que encuentres nuestra nueva vida... soportable”, dijo Dante en un tono que Emilia no pudo descifrar, mientras subían al carruaje que los llevaría a la recepción.
Emilia solo asintió, sin saber cómo responder. Mientras el carruaje comenzaba a moverse, observó el paisaje pasar, preguntándose si alguna vez este extraño matrimonio podría convertirse en algo más que un mero contrato. Y en lo profundo de su corazón, una pequeña chispa de esperanza comenzó a encenderse, aunque apenas se atrevía a reconocerla.