— Mami, estás viva. — Sus ojos verdes igual a los míos me hacen sobre saltarme, imposible. No puede ser, esté niño es...
— Byron. — Podría reconocer esa voz en cualquier lugar. La tengo gravaba en mi memoria cómo si fuera mi maldita canción favorita.
— Papi, encontré a mamá. — Estaba a unos metros del hombre que ame por más de una década, el hombre de 1.87, cabello negro, ojos grises azulados, hombros anchos, labios sexis y rostro apuesto. El era la definición de perfección.
¿Alguna vez le han regalado flores a un hombre? Yo si. Es el que está frente a mí en éste momento.
Lo recuerdo de niño, ¿cómo no me dí cuenta antes? Quizás por qué has estado luchando por olvidar todo de el. Así que no notaste que el pequeño aquí es su viva imagen. Contestó mi voz interior.
— Aléjate de mi. — Ordene a al mocoso. Mi voz antes normal se volvió fría.
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Gracias por tus servicios
... Luke.
No se que me está pasando. No dejo de pensar en Lidia, en lo que pasó anoche. La besé, nunca me llamo la atención besarla y sin embargo lo hice. Sabía tan bien, y la mordida que me dió me exito, tuve que ir a un bar después para calmar mi necesidad de sentirla. Pedí ciertas características en la chica, tenía que ser de cabello negro, ojos verdes y algo muy importante, quería que estuviera vestida completamente de negro, mientras estaba con ella no podía dejar de pensar en Lidia, ¿por qué estaba pensando en Lidia y no en Layla?
Me sentí cómo un ser humano despreciable. Eso no fue suficiente para detenerme, le di tan duro a la chica que terminó con las piernas temblorosas.
— Mierda eres bueno. — Su respiración estaba agitada mientras yo estaba perfecto. — Ojalá puedas venir otro día. — Me levanté, puse mi ropa en su lugar y le avente unos billetes.
— No me gustó lo suficiente para repetir. Gracias por tus servicios. — Me aleje con la mente llena de dudas.
... En la tarde Byron insistió en ir al departamento de Lidia, yo también quería verla, desde que supe que no quiso matar a mi bebé algo cambio en mi, yo nunca la odie, si me caía mal, me fastidiaba su actitud pero no la odiaba, no le deseaba mal y tampoco me gustaba verla sufrir, fue después del incidente con Layla que quise destruirla, quise que experimentara el dolor de mi mujer.
Si ella se entera de lo que hice me odiara todavía más. Aunque creó que ya su odio está en un punto tan alto que es imposible crecer.
— Papi, Papi, ¡Papá! — El grito de mi hijo me devolvió al presente.
— ¿Qué pasa?
— Ya llegamos. Apúrate, quiero ver a mi mami.
— Está bien. Vamos. — Bajamos del auto, fuimos a su puerta y tocamos varias veces, Byron se desespero y empezó a gritar. Al no recibir respuesta la llamó. Ella se tardó más de dos minutos hasta que finalmente respondió.
— Hola.
— Mami, ¿dónde estás?
— ¿Dónde estás tú?
— Vine a verte. Hoy es domingo, dormiré contigo, ¿lo olvidaste?
— No. — Su voz estaba llena de mentira. La conozco bien, no es buena mintiendo. — Salí a comprar ingredientes para hacer galletas. Estaré en casa muy pronto.
— Te espero. — El semblante de Byron volvió a felicidad. — Mami me hará galletas. — Dijo emocionado, cómo si nunca antes las hubiera comido.
Estuvimos esperando alrededor de una hora, Lidia no llego sola. Había un imbécil a su lado, fue entonces que mi hámster trabajo más rápido, estuvo con el, durmió con el. No fui el único que tuvo acción anoche. ¿Y por qué me importaba lo que hacía? Es libre de follar con quién quiera.
— ¿Qué hace el contigo? — Byron se quejo en mi lugar.
— Se quedara con nosotros. Quiere aprender a cocinar.
— No quiero estar con el.
— Byron por favor. — Ella se inclinó. — Joseph es mi pareja. Lo amo mucho y me encantaría que ustedes se llevarán bien. — Algo en mi se rompió. ¿Qué demonios me pasa? Siempre he sabido que ya no me ama, que posiblemente se había enamorado de alguien más, entonces, ¿por qué duele escuchar que ama mucho a otro hombre? Lo entendería si fuera Layla quien lo dice, pero es Lidia.
— El no me gusta para ti. Yo quiero que papá y tú estén juntos. — La idea de mi hijo me agradó.
— Ya hablamos de eso.
— Quiero una hermanita.
— No te preocupes campeón. Yo con gusto te doy una. — Joseph se rió, lo que hizo reír a Lidia, se veía encantadora con esa sonrisa. Parecía la chica de hace cuatro años. La que siempre estaba sonriente aunque la tratabamos cómo basura.
— Dale una oportunidad, si Joseph fuera malo no me hubiera fijado en el.
— ¿Te trata bien?
— Si pequeño. Joseph me trata muy bien. — Mi hijo es igual que yo, no da oportunidades fácilmente. Le costará trabajo aceptar a ese idiota. Y de mi cuenta corre que nunca lo quiera.
— Despídete de tu papá.
— Adiós papi.
— Adiós campeón. Cuídate mucho. — Abrace a mi pequeño. — Y no dejes a tu mamá sola con ese tipo. — Susurré en su oído.
— Okay. — Susurro también, luego me dió una mirada de lealtad y complicidad. Mi hijo será perfecto para mantener a Joseph alejado de Lidia.