Un repentino divorcio deja a Genoveva con el corazón destrozado y con la responsabilidad de la crianza de sus ocho hijos, que tienen entre 2 y 9 años de edad.
La vida la pondrá de rodillas, pero ella hará hasta lo imposible, para sacar a sus hijos adelante. Aunque no se sienta del todo orgullosa de sus acciones.
¿Podrá seguir adelante con su vida? ¿Volverá a creer en el amor?
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CAPÍTULO 5
Santiago, en el fondo de su corazón, sentía un deseo de regresar adentro, de tomar a su esposa, de hacerle el amor, romper el maldito documento que los separaba y decirle que todo era parte de una maldita broma. Hacerla, calentar su cena y confesarle lo hermosa, sexy y provocativa que se veía con ese viejo vestido, pero ya la había roto y ya le había confesado su infidelidad.
Genoveva era leal, complaciente y lo amaba con locura, pero era una mujer orgullosa y rencorosa. Santiago sabia que ella jamás lo perdonaría, menos habiendo un hijo de por medio. Además, él amaba a Camila o por lo menos en ese momento él trataba de convencerse de eso. Por eso finalmente soltó el llanto que tenía retenido y se permitió llorar como un niño por otra hora más, hasta que desahogó el nudo que tenía comprimido en su pecho
Porque él debía aceptar que Genoveva jamás lo perdonaría y que no tenía sentido hacer infelices a las dos mujeres. Entonces cuando su llanto cesó, fue cuando Santiago por fin encendió su auto y se marchó
Genoveva desde la ventana vio su auto salir y sentía como si en la cajuela se llevará su corazón y su felicidad como mujer. Porque ella era feliz con sus ocho pequeños y eso jamás cambiaria, aunque estaba destrozada.
Ella había notado que Santiago permanecía dentro de su auto y en el fondo de su corazón albergaba la esperanza de que él regresara.
Aunque ella entendió que ella no había perdido a su marido al firmar el divorcio. Ella perdió a Santiago el día, en que él intimó con la otra mujer y que sembró su semilla en ella
Genoveva continuó llorando por horas y su llanto cesó, cuando comenzó a oír diversos golpecitos en la puerta. Era evidente que sus peques habían despertado. En este momento le agradecía a Dios que le haya enviado ocho maravillosas razones para vivir y salir adelante.
Genoveva limpió sus lágrimas y peinó su cabello con los dedos, mientras caminaba hacia la puerta.
—MAMI, MAMI
Se escuchó una vocecita del otro lado. Fácilmente ella podía reconocer la voz de su pequeña Camila, que era la más consentida de todas. Era más que evidente que el nombre de su hija era hermoso y no la afectaba para nada, el motivo por el cual, lo había escogido su ex. Su pequeña era su rayito de luz y eso jamás cambiaria
— VOYYY, mis tremendines —dijo Genoveva con un melodioso grito,
Genoveva no pudo evitar sonreír al ver a los siete niños parados uno al lado de otros, mientras que Sebastián venía detrás de ellos con algunas sandalias de algunos de sus hermanos. Genoveva sonrió al verlo comportarse como un hermano mayor y cuidar de sus hermanos, incluso de los que tienen su misma edad.
—¡Oh, Por Dios! Tengo una manifestación de duendes en mi puerta — les dijo Genoveva risueña y los pequeños corrieron hacia ella. Genoveva se agachó frente a ellos y comenzó a besar sus frentes como saludo de “buenos días”
—Tenemos hambre mami —dijo Máximo apartando a sus hermanos para recibir el afecto de su madre.
Genoveva vio la hora y se sintió avergonzada, ya eran más de las nueve de la mañana y ella no había preparado nada
—Ok, ok mis niños. Hoy tendremos un desayuno especial. Hoy comeremos “cereal con leche”. —Le dijo Genoveva y sus pequeños comenzaron a bailar de emoción.
Genoveva por lo general no les daba un desayuno tan básico, pero debía improvisar, ya los compensaría con un delicioso almuerzo
—Mami ¿Por qué no fuimos a la escuela? —le preguntó Santiago Jr.
Genoveva le sonrió, en realidad ese pequeño era un mini clon de su padre, por eso ella decidió llamarlo igual que él
—Lo siento mi amor, pero no me sentía bien, me dolía mucho la cabeza y me quedé dormida. Después de desayunar le aviso a su maestra, para que no registre su falta y me envíe las actividades del día
Genoveva caminó hacia la cocina, mientras que Máximo y Santiago ayudaban a sus hermanitos a sentarse en su lugar. Genoveva les sirvió el desayuno y después de una hora sonó el timbre.
Genoveva sabía que se trataba de la niñera que siempre llegaba a esta hora, para no interrumpir el desayuno de la familia.
Porque para Santiago, desayunar con su familia era un acto íntimo y era muy egoísta en ese aspecto. No le gustaba tener a nadie extraño alrededor de ellos. Qué irónico ¿no?
Genoveva habló con la niñera para que llegara todos los días a primera hora. Le explicó a la chica que estaba en trámites de divorcio y que necesitaba su total discreción y apoyo con los pequeños
Genoveva pasaba el día en su rutina diaria. Nada había cambiado, solo el hecho de que tenía más espacio en su guardarropa. Ya no tenía ropa fina y elegante que llevar a la tintorería, ni ninguna otra de las tareas que conlleva tener un esposo exigente que atender,
Pero cada noche después de dormir a sus pequeños, Genoveva se encerraba en su habitación y lloraba hasta quedarse dormida. Ella extrañaba a su esposo, extrañaba sus mensajes eróticos dónde le pedía que lo esperara sin ropa o cuando la invitaba a cenar afuera para visitar algún hotel y amarse sin límites. Ella no podía evitar sentir su ausencia. Su corazón latía muy despacio, estaba agonizante, pero sus ocho preciosos hijos la motivaban a levantarse día a día y a seguir adelante
De su padre, los niños sabían lo básico. Su padre estaba en un largo viaje y los llamaba todas las tardes por videollamadas, aunque Genoveva tenía ganas de matarlo. Un mes había pasado desde el día que firmó el divorcio y Santiago no había aparecido a saber de sus hijos personalmente. Solo le envió un mensaje diciéndole que usara la extensión de su tarjeta para cubrir todos los gastos de sus pequeños. Por lo menos, Genoveva sentía tranquilidad al respecto. Sus hijos seguirían conservando su nivel de vida