Ariadna Callis, una joven de 16 años con una personalidad vibrante y un cuerpo que desafía los estereotipos, vive entre las constantes travesuras de sus hermanos mayores, Nikos y Theo, y el caos del último año de preparatoria. Aunque es fuerte y segura, Ariadna no está preparada para la entrada de Eryx Soterios, un joven de 18 años recién llegado al pueblo.
Eryx, reservado y enigmático, carga con un pasado oscuro que lo ha dejado lleno de resentimientos. Su aparente frialdad se convierte en un desafío para Ariadna, quien no teme a sus respuestas cortantes ni a su actitud distante. Sin embargo, cada encuentro entre ellos desata emociones contradictorias que ninguno puede ignorar.
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Capítulo 2: El choque de mundos
La semana transcurrió como un torbellino de emociones. Eryx Soterios se había convertido en el tema de conversación de todo el instituto. Las chicas especulaban sobre su vida personal, mientras los chicos parecían debatir si debía ser un enemigo o alguien a quien admirar. Ariadna, sin embargo, se mantuvo al margen. Había algo en la actitud de Eryx que le hacía pensar que odiaba la atención, y la última cosa que quería era unirse al circo.
El viernes por la mañana, mientras se dirigía a su clase de literatura, lo encontró sentado en las gradas exteriores. Era una escena que habría pasado desapercibida de no ser por la intensidad de su mirada, fija en un cuaderno que sostenía con firmeza. Ariadna dudó un momento, pero finalmente se acercó.
—¿No tienes clase? —preguntó, más para romper el hielo que por verdadera curiosidad.
Eryx levantó la vista lentamente, sus ojos encontrándose con los de ella. No parecía molesto, pero tampoco particularmente interesado.
—Tal vez.
—¿Eso significa que estás escapándote o que no te importa?
Una ligera sonrisa apareció en su rostro, casi imperceptible. —Ambas cosas.
Ariadna se sentó a una distancia prudente, pero lo suficientemente cerca como para notar los detalles: el trazo cuidadoso de sus manos en el cuaderno, el ceño ligeramente fruncido y la forma en que el sol iluminaba su cabello oscuro.
—¿Qué estás escribiendo? —preguntó, inclinándose un poco hacia él.
—No es importante.
—Si no fuera importante, no estarías tan concentrado. Vamos, cuéntame. Soy buena guardando secretos.
Eryx cerró el cuaderno de golpe y la miró directamente. —No es algo que compartiría con cualquiera.
Ariadna arqueó una ceja. —¿Entonces no confías en mí?
—No se trata de confianza. Se trata de que no creo en la curiosidad desinteresada.
La respuesta la tomó por sorpresa, pero en lugar de sentirse intimidada, se cruzó de brazos y lo miró con determinación.
—Bueno, entonces es tu pérdida. Me voy a clase.
Eryx no respondió, pero la siguió con la mirada mientras se alejaba.
Esa tarde, Theo apareció en su habitación sin tocar la puerta, como solía hacer.
—Ari, ¿quieres venir al café conmigo y Nikos?
—¿Por qué? Siempre dicen que soy una carga.
—Porque necesitamos ayuda con la comida. Nikos apuesta que no puedes comer más helado que él.
Ariadna rodó los ojos pero se levantó de la cama. Con sus hermanos, cualquier cosa podía pasar, y a veces las travesuras eran un buen escape de la rutina.
Cuando llegaron al café, lo primero que notó fue a Eryx, sentado en una esquina con un libro en las manos. Parecía completamente ajeno al ruido y las conversaciones que lo rodeaban.
—¿El misterioso chico también está aquí? —comentó Theo, siguiendo su mirada.
—Déjalo en paz, Theo.
Pero su hermano mayor nunca seguía las reglas. Antes de que Ariadna pudiera detenerlo, Theo se acercó a Eryx con una sonrisa descarada.
—¡Oye! Tú eres el chico nuevo, ¿no?
Eryx levantó la mirada lentamente, claramente molesto por la interrupción.
—¿Y tú eres?
—Theo, el hermano mayor de Ariadna. Ya sabes, la chica que se sentó contigo esta mañana.
Ariadna quiso desaparecer.
—Theo, por favor… —dijo, acercándose rápidamente para apartarlo.
—¿Es tu hermano? —preguntó Eryx, dirigiéndose a ella con una expresión neutral.
—Desafortunadamente, sí. Y ya me encargo de él. Perdón por esto.
Eryx observó la interacción entre ellos con cierto interés. Finalmente, cerró su libro y se levantó.
—No es un problema. Ya terminé aquí de todos modos. Nos vemos, Ariadna.
A medida que Eryx salía del café, Theo no perdió la oportunidad de molestarla.
—¿Qué fue eso? ¿Por qué estás roja?
—¡Cállate, Theo!
Nikos, que había estado observando desde la barra, se acercó con un batido en la mano.
—¿Qué pasa aquí?
—Nuestra hermanita tiene un admirador.
Ariadna bufó. —No tengo nada, y tú eres un fastidio.
Aunque se esforzó por parecer molesta, no podía ignorar la pequeña chispa de emoción que sentía al recordar cómo Eryx había dicho su nombre.
Esa noche, mientras intentaba concentrarse en su tarea de historia, su celular vibró con un mensaje inesperado.
Eryx: "¿Siempre permites que tus hermanos hagan el ridículo en público?"
Ariadna parpadeó, sorprendida de que tuviera su número. Después de unos segundos, respondió:
Ariadna: "¿Siempre haces comentarios sarcásticos a las personas que intentan ser amables contigo?"
La respuesta llegó casi de inmediato:
Eryx: "Supongo que tienes razón. Buenas noches, Ariadna."
Sonrió para sí misma. Quizás, solo quizás, Eryx no era tan impenetrable como quería aparentar.