Capítulo 16

— ¿Es necesario que sea con sangre? —preguntó por tercera vez en menos de veinte minutos.

Ramsés estaba sentado junto a Thiago en la sala, el contrato reposaba en la mesa y ambos sentados uno frente al otro. La navaja reposaba a un lado del contrato.

—Este tipo de contratos no funcionan con solo escribir un nombre en él —aseguró Ramsés —. Es más, no tendría ningún efecto. El conjuro del contrato solo se activará cuando la sangre de ambas partes se vierta encima.

— ¡Quiero pedirte algo antes!

— ¿Qué sería? —Ramsés estaba curioso por lo que podría pedir.

—Tengo... Muchas preguntas... —murmuró y apuntó hacia el contrato —. En realidad, esto ahora me hace tener más preguntas que respuestas.

Thiago tenía demasiadas cosas para pensar y preguntar para realizar pero a la vez, sentía que no tenía tiempo para hacerlas o alguien a quién dirigirse. Tenía la certeza que Ramsés sería quien mejor podría darle las respuestas que necesitaba saber.

—Eso no es un problema —aseguró con una sonrisa leve. Encontraba divertido a Thiago que miraba con incertidumbre la navaja —. Dame tu mano derecha —le pidió extendiendo su mano izquierda con la palma hacia arriba, con la mano derecha agarró la navaja.

Con los ojos en la navaja, y retorciendo los labios en una especie de puchero, Thiago extendiendo su mano derecha con reticencia. La mano de Ramsés acunó la suya suavemente, el contacto era cálido y le pareció extraño. En su mente los vampiros debían ser fríos y tiesos como una pared. Sin embargo, él sabía que eso era una mentira. El haber tenido contacto previo con Ramsés lo dejaba en una situación extraña dónde su mente antes lo veía como un humano normal, y ahora decidía que era un vampiro y debía complir con los estereotipos de un vampiro de Hollywood.

Él mismo no se sentía especialmente diferente en muchas cosas; sentía el sabor a la comida, no era algo llamativo pero sí podía apreciarlo; sentía un golpe rítmico en su pecho. Si bien había ciertos cambios; los ruidos eran más fáciles de identificar desde la distancia, al igual que los olores. Se preguntó qué otros cambios había de los que no era consciente y cuáles seguían siendo relativamente humanos.

La suave caricia de un pulgar en el dorsal de su mano lo trajo a la realidad. La navaja se deslizó con rapidez contra la yema de sus dedos, dejando una franja rojiza a su paso. Girando rápidamente con su palma hacia abajo, dejó que algunas gotas cayeran. Ramsés lo soltó, cambio la navaja de mano y se apresuró en hacer el mismo corte y dejándolo caer sobre el contrato.

Thiago tuvo que apartar un poco la vista cuando el contrato empezó a brillar tan intenso que era imposible verlo. Como si fuera una onda expansiva, la luz del contrato se entendió hacia cada rincón de la casa y se apagó como si fuera una vela.

En el papiro, con la misma caligrafía, estaba el nombre completo de Thiago y abajo, un grupo de símbolos que se le hicieron extraños, parecían dibujos. Ramsés tomó el contrato y lo enrolló.

— ¡Muy bien! —exclamó sonriente —. ¿Qué dudas tienes?

—Ah... —susurró aún viendo aturdido.

—Veo que te has quedado sin dudas —se ríe.

— ¡No te burles! —Thiago lo miró furioso con la cara enrojecida —. ¿Acaso fue magia lo que hiciste hace un momento? —preguntó con cierta pena.

Se quedó un momento pensativo antes de dar una respuesta.

—Podría decirse magia —admitió con un balanceo de cabeza y luego agregó—. Es un arte fácilmente manejable para nuestra especie. Christian es el que mejor la maneja de entre todos. Wang suele explotar cosas cuando lo intenta, a Demir solo le falta práctica y a Aleksis no le gusta mucho que digamos.

— ¿Eso significa que yo también pudo hacer eso? —intentó esconder la emoción en su voz pero fue imposible y la sonrisa divertida de Ramsés se lo confirmaba.

—Necesitarás práctica pero sí, con el tiempo —aseguró.

— ¿Qué más puedes hacer además de lanzar luces brillantes?

— ¿Luces?

—Puedes...—pensó la pregunta antes de hacerla. Luego exclamó en un tono curioso: — ¿Puedes quemar cosas?

—A veces.

— ¿Levitar personas o cosas?

—Depende del peso.

— ¿Transportar cosas de un lugar a otro?

—Umm... Algo así, sí. Pero necesitas dos puntos de conexión.

— ¿Y el agua en vino? ¿También puedes hacer eso?

—Lo hice una vez, pero...

— ¡Puedes convertir el agua en vino! —parecía absurdamente feliz por eso para el desconcierto de Ramsés —. ¿Así como Jesús?

— ¿Quieres aprender a convertir el agua en vino?

— ¿Quién no querría aprender algo tan genial?

Una de las comillas de la boca de Ramsés se curvó hacia arriba. Estaba encontrando demasiado divertido a este chico.

El sonido de las llaves en la cerradura principal de la casa, los sobresaltó. Se miraron fijamente mientras escuchaban el tintinear de las llaves, sabiendo que era Lydia la que estaba por ingresar Thiago se levantó de su asiento.

— ¡Ve hacia mi cuarto y sal por la ventana! —se apresuró a decir mientras tomaba a Ramsés por el brazo y lo arrastraba por el pasillo con dirección al cuarto.

Cerró la puerta, dejando a Ramsés dentro y bajó por las escaleras. Su madre ingresaba a la sala, se veía cansada y su semblante era triste mientras se quitaba el abrigo que había usado para estar afuera.

— ¿Me trajiste algo? —fue lo primero que preguntó.

Lydia se giró hacia su hijo, parecía que había cortado un hilo de pensamiento tortuoso. Se veía con los ojos irritados y una extraña sonrisa.

— ¿No estás grande para andar pidiendo cosas?

—Claro que no —respondió mientras tomaba el abrigo de su madre y lo colgaba en un perchero— . Siempre dices que no importa que tan grande sea, siempre seré tu bebé.

—Y tu dices que ya estás grande y podés solo —contraatacó Lydia divertida.

—Cuando me conviene —agregó Thiago con una sonrisa.

—Solo salí a caminar un rato —dijo, sacó del bolsillo de su pantalón un teléfono y se lo pasó —. Ten, tu amigo mandó un mensaje.

Agarró el aparato dándole las gracias a su madre. Se quedó alrededor de ella viéndola televisión y haciendo algunos comentarios sobre su día en el supermercado. Cada tanto miraba por el rabillo del ojo hacia su cuarto, en espera de escuchar algún ruido pero no podía oír ningún movimiento, se preguntó si Ramsés aún estaría allí.

Después de un rato, se dió cuenta que Lydia no tenía interés de hablar mucho, parecía perdida en sus propios pensamientos. En parte tenía curiosidad por lo que había pasado mientras ella y Nicolás estuvieron fuera, pero supuso que de ser importante tarde o temprano lo sabría. Decidió darle un tiempo a solas.

Se fue directamente a su cuarto, abrió la puerta entrando rápido. Estaba vacío, la ventana había quedado abierta y el aire de afuera hacia mover las cortinas.

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