Capítulo 10

— ¿Es necesario hacer esto ahora? —Lydia veía con el ceño fruncido al personal policial que se presentaba frente a la puerta del cuarto donde descansaba su hijo. Aun lado estaba el médico, quien monitorea a su hijo.

—Señora —habló la mujer policía, tratando de ser diplomática en un tono condescendiente—, necesitamos el testimonio de su hijo, puede saber algo de lo que ocurrió.

Quería negarse pero a la vez también entendía que era algo de importancia. Miró al médico, buscando algún consejo.

—Estará bien, siempre y cuando no lo fuercen a recordar —respondió mirando tanto a Lydia como a los policías—. No tiene casi noción de lo sucedido y es poco probable que recuerde algo ahora.

Ambos policías se miraron antes de asentir.

—Trataremos de forzar nada.

—De acuerdo —aceptó con cierta resistencia —. Pero primero déjenme ir a hablar con él.

—Prefeririamos entrar con usted —dijo el personal masculino.

Lydia arrugó aún más el ceño ante el hombre y la mujer, quién suspiro por lo bajo. Apretó los dientes y haciendo un bufido por lo bajo entró al cuarto. Su rostro hizo un cambio del evidente fastidio a la suave dulzura de una madre cuando vio a su hijo.

Su hijo estaba cerca de la ventana que había en el cuarto. Lydia asumió que era para intentar ver su reflejo. No había espejos en el cuarto, había sido una medida recomendada por uno de los médicos que lo atendió y no había dudado en sacar todos los posibles espejos, incluido el del baño privado.

— ¿Cariño? —llamó con voz mansa.

Thiago se giró hacia ella. Estaba blanco como una hoja de papel, los labios se le habían cuarteado y se marcaban feas ojeras moradas bajo sus ojos. Su cabello rizado estaba en un rodete bajo y desaliñado que parecía nido de pájaros. Pero, todo eso quedó en segundo plano. Sus ojos estaban en la marca que se hallaba en el cuello.

Llevaba dos días desde que despertó, un día sin que fuera a dormir. Se veía agotado, como si realmente no hubiera dormido nada.

—Thiago, unos policías quieren hablar contigo —se acercó y lo agarró delicadamente de su brazo izquierdo. Aún cuando el muchacho le sacaba una cabeza y algo de altura, la mujer parecía tratar con un niño pequeño —. ¿Por qué estás descalzo? ¡Hace frío!

—Estoy bien —la voz del chico sonaba algo gastada, aún no estaba del todo recuperado de la herida en su cuello.

—Al menos, si no te vas a calzar, quédate en la cama —Su madre insistió y lo llevó hasta la cama, para que se quedara acostado. Thiago mira silencioso a los dos policías que estaban en el cuarto, quienes lo saludan.

—Hola Thiago —saludo la mujer policía con una sonrisa en los labios—. Somos parte del equipo de investigación de lo que pasó en el gimnasio.

—Queríamos hacerte unas preguntas.

Thiago asintió silencioso.

Las dos personas frente a él iban con sus uniformes puestos. Tenían un fuerte olor que no era agradable; una mezcla de sudor y probablemente uno de los dos necesitaba un baño urgente.

Arrugó la nariz cuando el olor se hizo más fuerte cuando se acercaron.

—No puede hablar mucho —Un médico se apresuró a entrar por la puerta del cuarto, había estado siguiendo al grupo.

—Está bien, iremos con preguntas básicas —aseguró la mujer —. Thiago, te haré preguntas de sí y no ¿De acuerdo? ¿Mara trabajaba en ese gimnasio?

Thiago asintió.

— ¿Sabes si Mara, tu amiga, te comentó de algo extraño? Algún tipo raro o de actitud sospechosa, alguna pareja —preguntó el hombre.

Thiago negó con la cabeza.

— ¿También ibas de forma regular al gimnasio?

Asintió.

— ¿No viste tampoco nada extraño o que te pareció raro? —agregó la mujer policía.

Negó.

— ¿Conocías a alguien de los que están en estas fotos? —el hombre sacó un teléfono y le mostró unas fotos —. Puedes pasarlas, las cámaras no tomaron muy buenas imágenes.

Eran borrosas y difusas, habían tratado de enfocarse en los tres individuos que se sospecharía que serían los implicados. Thiago miró atentamente cada foto pero terminó por negar con la cabeza. Más que prestar atención a las imágenes, se sentía incómodo por el fuerte hedor que provenía del policía.

Ahora sabía quién necesitaba un buen baño. Aún así, como acompañando el fuerte ahora, muy por debajo, estaba un olor dulzón. Un aroma con tintes dulzones. Igualmente, la mezcla era extraña y le producía una especie de rechazo.

—Muy bien —suspiró la mujer.

— ¿Conocías a alguien de los que estaban contigo en los vestidores, además de Mara? Sus fotos son las siguientes.

Thiago volvió a revisar el teléfono. Las imágenes eran de tres mujeres, compañeras de Mara, la propia Mara y tres extraños más. Apuntó a las tres mujeres.

—Siempre… gimnasio —dijo entrecortado para no forzar su voz.

— ¿Sabes si Mara te habló de ellas? ¿Algún problema familiar? ¿Alguna pareja conflictiva?

Thiago negó con la cabeza.

—Thiago, ¿tuviste algún problema con alguien los últimos días? —fue el policía quien hizo la pregunta.

Este negó con la cabeza.

—Nos contaron que Mara te suele proteger mucho ¿Ustedes tenían algo?

—No, somos… familia —aseguró.

—Viven juntos ¿No?

—Sí.

—Disculpe ¿Qué tiene de importancia si viven o no juntos? —preguntó Lydia rápidamente, encarando al hombre.

—Solo estoy constatando datos.

—No necesita preguntar lo obvio cuando eso ya lo respondimos yo y el padrino de Mara en comisaría.

Thiago miró a su madre estar a la defensiva, mirando con sospecha a ambos policías.

Agradeció que hubiera hecho retroceder al hombre, no estaba llevando muy bien el olor. Suspiró por lo bajo y el olor agradable y caramelizado del perfume de su madre le llegó en suaves oleadas. Si bien, su madre tenía un leve aroma de sudor, no era tan desagradable como el del hombre.

—Si tiene dudas de si viven juntos o no, puedo presentar el contrato de alquiler.

—No es necesario —respondió rápidamente la mujer, tomando a su compañero del brazo —. Solo es una pregunta de protocolo. Igualmente ya nos retiramos —se giró hacia Thiago—. Muchas gracias, cualquier cosa, si vuelve a tu mente, reportarlo ¿Sí?

Ambos se retiran. El médico se quedó y revisó la herida, aunque en este punto no había mucho que revisar. El médico se retiró en compañía de Lydia, quien lo seguía buscando para saber si ya tenía el alta listo.

Thiago, tentativo, con la yema de su dedo, palpó la zona cuyo corte era irregular. Parecía cortado con una sierra.

No había tenido la oportunidad de tocar su propia herida bajo los ojos de halcón de su madre. Había aprovechado ese momento de privacidad que había conseguido.

Estaba esperando que su madre llegara por él con el alta para volver a casa de una vez. Tenían casi todo listo, solo les faltaba tener el afirmativo de poder volver a casa. Suspiró y miró, desde su posición, hacia la ventana. Era de noche, no tenía su teléfono en mano para saber la hora pero sabía que estaría pasada las siete.

La situación con respecto a Mara era muy complicada. Su madre se había mostrado rehusante a comentar nada sobre el caso, pero siendo la mujer tan ingenua y despistada como era, algún que otro comentario se le escapó en su ignorancia. Sabía que el padrino de Mara, Nicolás, estaba en espera de un llamado o contacto para un intercambio de dinero. Pero ya habían pasado varios días y no había señal. Estaban en la segunda semana después de lo sucedido, Thiago podía ver como la esperanza menguaba.

Había podido escuchar lo sucedido gracias a su vecino del cuarto al lado que gustaba poner el televisor demasiado alto y que su oído estaba demasiado sensible. Los medios afirmaban que los investigadores estaban con los nervios por los cielos. No podían hallar un solo rastro que identificara a los culpables. El asesinato que se había dado en el gimnasio había sido nombrada en los medios como: "La masacre de los lazos Rojos" siendo que las cuatro competidoras posean este color en sus cinturones.

Poético, sin duda.

Arrugó el entrecejo sintió la molestia en su sien nuevamente. Como si una aguja fuera presionada y una corriente de electricidad se filtró en todo su cráneo. Se llevó dos dedos al lado izquierdo y masajeó, buscando aliviar el malestar.

—La cena —la enfermera entró.

Thiago se acomodó en la cama para servirse. Un plato de papas y pollo hervidos, trató de no hacer una mueca. El olor resultaba molesto.

—Ten, tienes que beber esto —dijo después de dejarle la bandeja con comida.

Entre sus manos había un vaso pequeño, Thiago lo tomó y vio un líquido rojo espeso. Frunciendo el ceño miró hacía la médica.

— ¿Qué es esto?

—Una bebida energética —respondió con una sonrisa.

—Parece sangre —dice en un susurro.

Lo olió. El aroma era agradable, no podía explicar a qué olía pero era agradable, muy embriagante. Entonces se animó a darle un trago; era espeso, quedándose pecado en cada parte de su boca. Le recordó al caramelo líquido en textura. El sabor era diferente, agradable pero no podía entender qué tipo de sabor era.

Otra cosa que empezó a notar, además de su oído fino, era que los olores eran más fuertes. A veces había un fuerte olor a mierda en el aire o a químicos, otras los olores eran fragantes. El aroma de su madre era algo agradable aunque a veces se tornaba extraño. Los internos del hospital: enfermeros, médicos y demás tenían tantos olores encima que resultaban desagradables. Esta enfermera también tenía esos olores mezclados.

Lo terminó en dos tragos. La enfermera tomó rápidamente el vaso y se retiró.

Thiago se quedó relamiéndose los labios. Miró entonces el plato de comida, el olor… no era muy apetitoso. Suspiró y empezó a comer, queriendo terminar rápidamente su plato.

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