Capítulo 15

Había un llanto. No era fuerte y ensordecedor. Era más bien lastimero, suave y bajo. Como si estuviera asustada de que alguien la escuchara pero a la vez no pudiera contenerse.

—Ayúdame... Ayú...da—un gemido ahogado de dolor —... Ayuda.

Estaba contra el suelo, frío y helado. Los pies estaban helados y tenía la fuerte sensación de que tenía más frío del lado de que no estaba en el suelo.

Sin moverse de donde estaba acostado, se vio en una especie de cuarto oscuro. Apenas iluminado por una fría luz exterior que ingresaba por las rendijas de las tablas que hacían de pared. Había bultos alrededor y no podía identificar exactamente de qué. El cuerpo estaba adormecido, como si hubiera estado en la misma posición por mucho tiempo. Sintió sus rodillas contra su pecho y las manos detrás de su espalda. Temblando y mareado, trató de entender dónde estaba.

—Por... Favor...

— ¡Pero no te puedes quedar callada! —bramó la voz de un hombre.

El sonido de un golpe y el quejido de quién lo recibió fue lo peor. Sollozaba rogando que la dejará, entre murmullos y luego a gritos agudos.

Las súplicas rápidamente quedaron silenciadas luego de un grito.

— ¡No tenías que romperle el cuello! —chilló una mujer indignada —. ¡Yo también tengo hambre! ¿Sabes?

Thiago abrió los ojos de golpe. La respiración acelerada y la sensación de angustia le había dejado un nudo en la garganta. Se tocó la cara notando humedad en su rostro, había estado llorando mientras dormía. Se frotó la cara limpiándose en el proceso, respiró profundamente intentando calmarse. El miedo en aquella voz en su pesadilla, el pánico y la desesperación de un hecho fatídico lo dejó temblando.

El sueño lo atormentó como un eco en su cabeza. La voz se distorsiona y toma el timbre de una voz femenina que es muy similar a la de Mara. Ahogó un sollozo tapándose la cara con ambas manos y contuvo las lágrimas. Se repitió así mismo que solo era un sueño, que no era real hasta que pudo calmarse.

Estaba en su habitación en completa oscuridad, había tapado las ventanas con una colcha vieja para mayor seguridad. Después de, en algún sentido, aceptar su destino como un vampiro convertido, se había dirigido devuelta a su casa. Sintiéndose agotado había decidido dormir en su cuarto. La casa estaba a oscuras, una costumbre que hacía cada vez que se iban, por lo que la luz no fue un problema más allá de la corrida del coche, que le habían prestado para dejarlo en su hogar, y la puerta.

Estando frío y sudando, tragó con dificultad y se levantó de la cama. Buscó previamente el teléfono de su madre entre las almohadas, no lo encontró y supo que no estaba solo en la casa.

Fue a la sala, asomándose por las esquinas para verificar que no fuera pleno día. Se sentía estúpido, lo tenía que admitir, pero las imágenes de películas de vampiros lo hacían pensar una escena dolorosa en donde se convertiría en polvo tan pronto tocara el sol.

La sala estaba vacía, había un sonido de murmullos que venía de afuera pero supuso que serían vecinos. Aún un poco sensible por la pesadilla, sintió que la paz de la casa le daba un momento para estabilizarse.

— ¿Por qué pareces como si estuvieras llorando? —una voz preguntó a su espalda.

Pegó un salto y exclamó fuerte: — ¡La puta madre! —girando hacia la voz.

Era Ramsés. Lo miraba curioso, arqueando una ceja, por la actitud un tanto exagerada del chico. Estaba recargado contra la pared que dividía la sala de la cocina.

— ¿De dónde saliste? —preguntó tocando su pecho —. No, mejor ¿Cómo entraste?

—Tienes una ventana que da al patio abierta —Ramsés respondió tranquilo mientras curioseaba por la sala como si fuera su casa.

Thiago se quedó pensando hasta que se dió cuenta que probablemente su madre habría dejado la ventana del cuarto sin seguro. Se recordó que hablaría con ella sobre dejar ventanas abiertas cuando no hay nadie en casa.

— ¿Dónde estará? —susurró tratando de agudizar su oído pero no podía identificar la voz de su madre por ninguna lado cerca de la casa.

Intuyendo que la pregunta se refería a la mujer que había visto salir hacia unos instantes por la calle, Ramsés no dudó en darle una respuesta.

—Creo que estaba discutiendo con alguien afuera.

—No puedo escuchar nada —murmuró frunciendo el ceño.

—Es normal —le aseguró de espaldas, mirando curioso los retratos que había en los muebles de la sala—, se fueron caminando, parecía que la charla sería larga y tediosa.

Thiago pudo suponer con quién estaría hablando en ese momento. Sí, la charla sería absurdamente larga y tediosa, además de dramática.

Contuvo un suspiro de alivio. Y miró a su no invitado con el entrecejo fruncido.

— ¿Por qué estás aquí? —preguntó cruzando los brazos.

—No seas cruel conmigo, solo vengo a ser un buen maestro y traerte tu contrato —sacó del interior de su chaqueta un papel enrollado.

— ¿Contrato? —vió curioso el rollo y luego con desconfianza —. ¿No te basta con tenerme como empleado?

—Ey, te voy a tener en blanco. Y hasta es mejor que tu anterior trabajo —se giró apuntando con el rollo —. Esto no es solo un contrato normal, un más como un pacto entre un strigoi y su maestro.

Thiago quiso decir que cualquier cosa es mejor que trabajar en un centro de llamadas con clientes fastidiosos pero no lo hizo.

—Bien, ¿y de qué hace este contrato tan especial?

—Los pactos entre strigoi y su maestro suelen estar ligados al intercambio de sangre. Una medida justa para que el strigoi no se vea en desventajas ante un maestro —se le acercó entregando el contrato.

Dudando poco, terminó por agarrarlo y abrirlo. El papel era antiguo, Thiago se sintió tocando un papiro o algo similar. La letra era algo incomprensible por el tipo de caligrafía, bastante bonita si uno lo apreciaba sin leerlo. Con un poco de deducción pudo sacar lo que decía.

Tenía varias cláusulas en las que era el mayor beneficiario en comparación de Ramsés. Por ejemplo, en caso de que Ramsés se negara a darle sangre al menos una vez por semana, el contrato se rompía. Aunque la palabra no era "se rompe el contrato" pero dejaba en claro una penalización para quien lo rompiera primero. De todas formas leyó cuidadosamente hasta el final. Siendo un poco paranoico revisó el papel por detrás y en los costados.

—... ¿Me puedes explicar qué estás haciendo? —susurró Ramsés mientras veía a Thiago casi pegando sus ojos al papel.

—Confirmando que no hay letra pequeña —una vez conforme, vió hacia Ramsés —. No entiendo por qué necesitas sirvientes, sinceramente. Según esto, ni siquiera te beneficias teniendonos.

—Soy un vampiro antiguo, pequeño, tengo demasiadas cosas y no siempre quiero y puedo hacerme cargo de ello —respondió con simpleza —. Tener sirvientes también es una forma de evitar lo que pasó contigo.

— ¿Qué cosa? ¿Qué me matarán o que sea un strigoi?

Ramsés guardó silencio y lo vió fijo antes de responder: —La fuerza de un vampiro se relaciona un poco a nuestra cantidad de miembros en nuestra familia, contigo actualmente tengo cuatro a mi favor.

— ¿Cuatro? —murmuró confundido—. ¿No somos cinco, incluyéndome?

—No, son cuatro —afirmó. Apuntó hacia el papel entre las manos de Thiago y dijo:— Ahora, al firmar este contrato tendremos un acuerdo de lealtad mutua, yo protegeré tus intereses como tú los míos. Lo más importante de este acuerdo es jamás traicionarnos.

— ¿Es necesario hacer esto?

—Umm... En términos simples ¿Quieres aprovecharte de mi?

— ¡Ah, perdón, señor "Soy un ejemplo a seguir"! ¿Quién va por ahí jugando con la mente de otros?

—Muy pésima elección de palabras —Ramsés suspiró por lo bajo—. ¿Quieres firmar?

—No, pero tampoco tengo muchas opciones —admitió por lo bajo.

Buscó con la vista un bolígrafo, quedó frío cuando Ramsés sacó una navaja pequeña de un bolsillo de su pantalón.

— ¿Qué haces con eso?

—Los pactos deben ser firmados con sangre —abrió la navaja, sonriendo.

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