Capítulo 18

Cenó con su madre en un silencio ahogado por la televisión. En un ambiente donde el estado de ánimo de ambos no era muy bueno. Una vez terminó y lavó los platos, se retiró a su cuarto. Previamente le pidió prestada una notebook que su madre guardaba en el cuarto.

Aprovechó el tiempo en enviar emails a la universidad para cambiar algunos horarios. Había perdido también algunos días de clases y no estaba seguro que tanto afectaría su rendimiento. Quiso hacerlo en ese momento que tenía tiempo, estimo que la respuesta estaría en unos dos días como mucho.

Encontró rápidamente que la noche era tranquila y pacífica. Y aunque estaban entrando en días fríos de invierno, no sentía la misma molestia que antes. Esa noche había unos dieciséis grados, en otro momento hubiera estado envuelto con al menos una chaqueta, pero ahora solo con una camisa estaba bien. La ventana aún se mantenía abierta y un poco de aire frío entraba por ella.

Sintiendo el picor de la fría noche en la nariz, se asomó por la ventana y vislumbra la noche oscura, iluminada por los faroles del exterior y alguna luz de los pórticos.

Fue en ese instante de sosiego nocturno que pudo sentir un hedor. El aroma era penetrante, le recordó un poco a algunos olores que lo acosaban en el hospital, pero este era intenso y nauseabundo. No podía encontrar una semejanza pero era tan fuerte y desagradable que le era imposible ignorarlo.

Miró sobre su hombro, hacia el bolso que tenía en el cuarto. Buscó un par de prendas para andar por fuera, algo no tan llamativo como andar en camisa, junto a una bufanda gruesa alrededor de su cuello. Se asomó nuevamente por su ventana. El olor persistía y era incluso más intenso.

—Podría ignorarlo, podría ser la cañería —decía en murmullos. Se deslizó fuera de su cuarto, intentando escuchar que su madre siguiera en un sueño profundo y no se levantara por ninguna razón, confirmando que estaba dormida y ningún ruido la había perturbado, tomó su juego de llaves y se fue acercando a la salida —. Capaz, algún bicho muerto.

Ya estaba fuera de la casa. Con ambos pies en la calle, sintió su nariz picar con el penetrante aroma. Nadie podría decir que no intentó evitarlo. La curiosidad era un pecado muy recurrente.

El problema era que una voz, muy profunda en su cabeza, le alertaba con fuerza por el extraño olor que parecía provenía de entre las calles. No sabía decir si lo hacía para que no fuera o para que fuera.

—Estoy muy seguro que esto es muy mala idea —se dijo mientras caminaba por las calles de Santa Atanasia.

Pasó por la entrada de la casa de Mara y su padrino. No la quiso mirar, pero sus ojos pasaron por la ventana que daba al cuarto de Mara. Luces apagadas y las persianas cerradas.

El barrio de Las Flores de Campana era una zona tranquila en la ciudad, sus padres habían comprado un terreno y construido allí cuando apenas había gente en el lugar, conocido popularmente como Las Flores de Campana por un tipo de flora silvestre que crecía sola. El lugar no tenía movimiento nocturno llamativo, por lo que a Thiago no se le hacía muy extraño ver algunas personas reunidas en algún parque cercano.

El fuerte aroma lo guió por fuera del barrio, había caminado por largos kilómetros, deteniéndose para identificar por dónde provenía hasta llegar a lo que era un lugar poco concurrido por ser una zona industrial. No había mucho movimiento durante la noche y había un silencio tétrico.

Pronto el silencio se quebró.

En una calle oscura, donde la luz no se filtraba, había una enorme bodega de almacenamiento o una especie de fábrica en un estado pésimo y en evidente abandono. El olor provenía de ahí. Los ojos de Thiago brillaron en reconocimiento.

— ¿También estás aquí por ese olor? —una voz juvenil vino por su espalda.

Demir y Ramsés estaban allí. Había sido el más pequeño quien le hablaba.

—Pensé que te habías ido —dijo Thiago a Ramsés.

—Estábamos dando una vuelta —respondió acercándose.

— ¿Qué es ese olor tan asqueroso? —preguntó Thiago y miró hacía la bodega.

—Huele muy fuerte a cadáveres y sangre—murmura Demir. Se dirigió Ramsés—. ¿Crees que sea un necrófago?

—Probablemente.

—Umm… —Thiago se aclaró la garganta, buscando llamar la atención —. ¿Qué es un necrófago?

—Demie, ve y llevatelo contigo —ignorando a Thiago, Ramsés habló con Demir mientras lo apuntaba.

— ¡No me digas Demie! —exclamó enojado. Se cruzó de brazos —. ¿Por qué me lo tengo que llevar? ¡Dijiste que me ibas a enseñar!

—¿Hola? ¿Alguien me puede no ignorar, por favor?

—Necesitas práctica y él también, se llevaran bien entre ustedes. Además, tener algo de trabajo en equipo te hará bien.

— ¡Pero yo no quiero trabajar en equipo!

—Oh, eso es genial, pero no te estoy preguntando —se burló Ramsés con una sonrisa de lado—. Te dejaré al niño de la familia en tus manos, trata de hacer un buen trabajo.

De su chaqueta sacó una piedra y se la lanzó a Thiago, quien la atrapó en el aire. Era pequeña y negra, con un círculo tallado y una variedad de signos extraños en su interior. Se le hizo bonita y la guardó en el bolsillo de su pantalón.

—Úsala cuando creas que estés en problemas, se me olvidó dartela antes.

Demir bufó mientras Ramsés desaparecía en un parpadeó. Confundido, Thiago se giró hacia Demir.

— ¡Es un despreciable hijo de puta! —bramó a la nada enfurecido —. ¡Vamos hacer esto rápido! —dijo dirigiéndose a Thiago y caminando hacia el cerco que protegía el lugar.

— ¿Es que nadie aquí va a preguntar mi opinión? —murmuró un poco fastidiado.

— ¡Vamos, no tengo todo el día! —gritó Demir.

Término por suspirar y seguir al niño.

Demir era un niño muy delgado y algo diminuto. Era pequeño y su vocabulario no era compatible para un niño de diez años. Thiago tenía dificultades para definir su edad; podría estar entre los diez a catorce años. Los ojos grises del niño miraron fijamente el alambrado, arrugando la cara.

—No está electrificado —aseguró Thiago.

— ¿Cómo sabes eso? —preguntó un tanto a la defensiva.

—Cuando uno es joven y tiene posibilidades de meterse en lugares abandonados, es difícil no hacerlo.

— ¿Has estado dentro?

— ¿Hace unos siete años atrás, probablemente? —dudó, y contó por lo bajo con los dedos. Entonces afirmó: — Capaz un poco más.

— ¿Qué sabes de lugar? —Demir lo miró curioso y aún desconfiando.

—Fue un aserradero, creo que después solo un depósito. Hay muchas cosas viejas ahí adentro, aunque a veces viene un camión y deja o saca algunas cosas, está abandonada en resumidas cuentas. Es raro que alguien se quede vigilando el lugar.

— ¿No es algo imprudente dejar un lugar así sin cuidado?

—Creo que es porque nadie podría llevarse nada de aquí y si lo hicieran sería gente de Santa Atanasia y sería fácil encontrarlos. Todo lo que hay son maquinarias pesadas y como mucho algunas maderas, pero son difíciles para levantarlas sin la maquinaria necesaria.

— ¿Y cómo sabes que es tan difícil? —preguntó entrecerrando los ojos.

Thiago sonrió encogiéndose de hombros, pero no respondió.

—Muy bien, entonces... —Demir miró la construcción — entremos.

descargar

¿Te gustó esta historia? Descarga la APP para mantener tu historial de lectura
descargar

Beneficios

Nuevos usuarios que descargaron la APP, pueden leer hasta 10 capítulos gratis

Recibir
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play