Capítulo 11

No había dormido bien, los sonidos y olores lo estaban atormentando. Se sentía descompuesto por la fuerte sensación que parecían provenir del exterior. Tampoco ayudaba que se sintiera demasiado despierto.

Estaba cambiado con un juego de pantalones deportivos y un abrigo gris. Cómodo, pero ya ansioso por irse. El día anterior, luego de la llegada de los policías, le habían confirmado que al día siguiente le darían el alta si todo iba bien. Ya era tarde y el cielo estaba oscureciendo.

Suspiró, acostado en la cama mirando al techo. Un olor agradable le venía del cuarto de al lado, el vecino había vuelto de una operación de la que se estuvo quejando durante toda la noche de ayer y, por lo que le decía su olfato, era recompensado con algo delicioso. 

Los sonidos parecían ser amplificados y podía escuchar los pasos cortos y rápidos de su madre dirigirse hasta su cuarto.

—Thiago —la voz de su madre era apenas un susurró. 

— ¿Mmn? —murmuró, con la mirada perdida en algún punto del techo.

—Tengo el vehículo listo afuera ¿Vamos? —el tono dulce y suave de su madre lo hizo sentir frágil. 

Después de su pequeña crisis, había empezado a hablar muy por debajo de su timbre alto y efusivo de siempre. Casi tímida murmuraba lo que tenía que decir, atenta a toda reacción que su hijo tuviera. Thiago se levantó silencioso de la cama, buscó sus zapatos y se calzó.

—Tapa tus oídos —le dijo mientras le entregaba unos tapones para los oídos que traía en su bolsillo.

No sería mala idea. Había probando, durante el tiempo que estuvo ahí retenido, que los ruidos se ahogaban bien entre las paredes. Por lo que sería un tormento una vez pasara por la puerta. Ya abierta en ese momento era insoportable, el viaje corto desde el cuarto al auto sería un infierno y no estaba seguro que tan cómodo estaría en el vehículo.

Thiago le sonrió mientras le agradecía. Los acomodó en sus oídos y procedió agarrar otro bolso que estaba a los pies de la cama y salió del horrible cuarto del hospital.

Si bien, los tapones apaciguaron los sonidos, no los ahogaban por completo. Al menos no es tan molesto.

—Vamos para casa. Llevaré todo lo que necesitas ahí —pudo escuchar a su madre hablar aún con los tapones mientras conducía. Thiago se había acomodado en el asiento del acompañante.

Se le hacía confuso todo esto. Sus oídos estaban terriblemente sensibles a cualquier ruido fuerte. Incluso, podía escuchar el ronroneo bajo del motor y algún sonido que venía del exterior del auto.

— ¿A casa? —murmuró confundido.

—No te voy a dejar solo en el departamento —contestó apenas mirándolo de reojo —. ¿Y si te pasa algo mientras no estoy? Además, no es seguro que te quedes ahí.

—Mamá, voy a estar bien. Mañana tengo clases y no tengo ganas de andar acarreando todo de una casa a la otra.

—No ¡Nos vamos para casa y se acabó! —exclamó demasiado fuerte para el sensible oído de Thiago —. Ahora pasaremos y buscaremos tus cosas para mañana. Después, voy a acomodar mi horario en el trabajo, para que traigas tus cosas.

—Mamá, no me voy a mudar —susurró evitando alzar la voz, pero por lo visto su madre ni había registrado su negativa—. ¡Mamá, que no me mudo! —alzó un poco más alto la voz.

— ¡Thiago, no te vas a quedar en ese departamento! —denegó —. La gente va a pensar que tuviste algo que ver y te culparan, y los vecinos te señalaran con el dedo y dirán cosas, y no puedes vivir ahí —sentenció negando con la cabeza.

Thiago quedó frío con la boca abierta. Sorprendido del estallido de su madre.

— ¿Inculparme? —repitió —. ¡Pero si me quisieron degollar como a un pollo! El esconderme como si fuera el culpable ¡Eso sí que sería muy sospechoso! Y no soy culpable de nada ¿Por qué tengo que esconderme?

—Cariño, la gente es mala. Seguro ya han hecho comentarios horribles y te deben estar atacando, e irán a tu casa y querrán hacerte daño.

Teniendo la horrible sensación de que algo malo le pasaba a su madre, le puso una mano sobre su antebrazo tratando de transmitirle calma. Estaba hablando muy alto, aunque soportable, le estaba molestando los oídos.

— ¿Qué es lo que no me has dicho? —preguntó con voz calma y tranquila. El resoplido de su madre quebrado por un sollozo, lo angustio.

— ¡Discuti con Nicolás! —estalló casi escupiendo el nombre.

—Para en la banquina.

Viéndose afectada e incapaz de seguir, se trasladó al costado de la carretera. Una vez ahí, apagó el motor y se soltó a llorar. 

Thiago seguía asombrado y preocupado. Lydia era una persona exageradamente emocional, de esas que si ven una película triste lloran por largo rato o si era de comedia no sabía cómo parar de reír. Estaba acostumbrado a muchas cosas de ella, pero no ha que estuviera metida en algún mal de amores ¿Cómo sobrellevas a una mujer de cuarenta y tantos que está en una relación sin ser una relación, angustiada por alguna fractura emocional? ¡Diablos, él debería ser quién tendría que llorar y angustiarse, y su madre la que estuviera pensando cómo consolar a un joven-no-adolescente con su vida amorosa!

— ¡ES UN IDIOTA! —exclamó dolorida, llorando y moqueando.

Thiago estaba asustado, así que sólo asintió.

—Seguro ¿Qué te dijo? —preguntó más por compromiso que por interés. Realmente, no quería saber los problemas de pareja-no-pareja que llevaban esos dos.

— ¡Te culpó! ¡Dijo que era tu culpa! ¡Dijo que seguro fue porque estabas ahí y que Mara fue secuestrada por eso!

Respiró profundamente. Analizó las posibles razones para ser inculpado y el cómo se pudo dar semejante conclusión. Ignoró el pequeño dolor en el pecho al pensar que Nicolás lo veía culpable de lo sucedido.

—Mamá, sé clara. No entiendo ¿Por qué Nicolás piensa que soy culpable?

Lydia sollozó y se abrazó al hombro de su hijo.

—Estábamos en mi casa —comenzó a narrar, tragando saliva—. Te habían dormido y tuve que volver porque no me dejaban quedarme durante la noche. Nicolás vino a hacerme compañía porque estábamos muy estresados; nadie nos decía nada de Mara y habías estado muy crítico. Habíamos pedido comida y estábamos tomando unos tragos.

Thiago alzó ambas cejas en señal de incredulidad, tuvo el impulso de decir algo como: "¿Me tuvieron que abrir la garganta y hacer secuestrar a Mara para que ustedes dos, desgraciados, se dignaran a salir?" Pero guardó respetuoso silencio dejando a su madre desahogarse.

—Creo... Creo que nos pasamos —susurró bajo, casi parecía que no quisiera que su hijo escuchara eso. Thiago agradeció tener el oído tan sensible —. Y él empezó a decir cosas. Estaba borracho, claramente, porque me pidió matrimonio con un aro de cebolla.

Oh, dios ¡En serio, tuvieron que casi matar y Mara desaparecer para que ESTO pasará!... Los odiaba. Thiago se dijo que tan pronto encontrarán a Mara, le contaría lo sucedido y le propondría encerrarlos en algún cuarto para acabar con esta tortura.

—Entonces... No sé por qué. Pero empezó decir que era tu culpa —sollozó angustiada —. Que seguro fueron algunos de esos chicos que te molestaban en clases ¡Y cómo Mara te defendía tanto, la secuestraron para hacerle cosas horribles! ¡Una venganza!

Thiago tuvo que admitir que no sería mala hipótesis si no fuera que se cargaron a cinco personas en el proceso. Y dudaba que alguno de esos chicos tuvieran tal necesidad de hacer semejante asesinato, sólo para matarlo y secuestrar a Mara.

Entendía la desesperación de Nicolás por no encontrar a su ahijada. Ella había sido la única sobreviviente de un terrible accidente que había sufrido su familia, terminado bajo la custodia de Nicolás, quien jamás tuvo hijos o familia más allá de su propia ahijada. Se imaginó que si le hubiera pasado lo mismo, su madre estaría haciendo un escándalo en cada comisaría.

—Mamá, no te preocupes. Sabes que debe de estar asustado y enojado porque no están encontrando nada —la consoló frotando su brazo —. Solo quiso desquitarse con alguien, y como soy el único que estaba ahí... Es normal.

— ¡No se lo perdono! —exclamó casi gritando —. ¡Que se meta con quién quiera, no con mi hijo! —y apoyó su cabeza contra su hombro pretendiendo abrazarlo más fuerte —. ¡Casi me muero cuando te vi! Mi pequeño bebé todo pálido ¡Y encima te fuiste por unos segundos! —sorbió la nariz.

Se separó unos centímetros para encarar el rostro rojizo y lastimero de su madre.

—Espera… ¿Qué? ¿Me fui? 

—En realidad, fueron unos minutos —admitió por lo bajo —. Habías perdido mucha sangre, entre que te encontraron y el traslado al hospital tu corazón tuvo que ser reanimado. También te hicieron una transfusión de sangre.

Su madre se veía alterada y asustada. Aferrándose a su abrigo gris con los puños, casi desesperada, como una niña que la abandonaron en mitad de una tormenta. Thiago tuvo una lenta aceptación. 

Ella estaba furiosa porque, por unos minutos, él estuvo muerto y Nicolás capaz había dicho algo que no le tienes que decir jamás a una madre. Sobre todo a una como Lydia, altamente emocional.

Tratando de darle un poco de tranquilidad a su pobre madre. Le peinó los desordenados cabellos rubios, salpicado con algunas canas que se camuflaban entre su pelo. Sus ojos negros estaban enrojecidos, tenía ojeras que hacían que se viera cansada y triste.

—Estoy acá, mamá —le aseguró, besando su frente —. No te vas a poder librar de mi ni en tus próximas vidas.

Soltando una risita, Lydia se abrazó con más fuerza.

—Eso espero.

descargar

¿Te gustó esta historia? Descarga la APP para mantener tu historial de lectura
descargar

Beneficios

Nuevos usuarios que descargaron la APP, pueden leer hasta 10 capítulos gratis

Recibir
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play