Capítulo 4

Estaba cansando, pero el sueño se había cortado de pronto. Se quedó acostado esperando poder abrir los ojos. Intentó unas cuántas veces hasta que lo logró.

Era una habitación grande y elegante. Estaba acostado en una cama espaciosa, de sábanas claras y un cobertor. Se enderezó quedando sentado, miró que en una esquina de la cama había un conjunto de ropa doblado. Notó entonces que estaba cubierto con una bata oscura de tela suave y fría que no le resultaba incómoda. Ni siquiera había notado que lo traía puesto. Retiró las sábanas, y se deslizó fuera de la cama.

A unos pasos había una mesa lista, con platos y cubiertos. Se vio reflejado en en el espejo que cubría casi toda la pared. Se veía despeinado y las marcas rosadas en su cuello y pecho que iban desapareciendo por debajo de la bata, que resaltaba en su pálida piel. Frunció el entrecejo cuando encontró marcas de dientes en su clavícula y cuello. Se aflojó parte de la bata revelando los hombros. Tenía mordiscos en los hombros.

—Dios, qué tipo salvaje.

Se acomodó nuevamente la única prenda que tenía encima y empezó a ver el lugar. Si no se equivocaba, estaba en un cuarto de hotel. Una suite para ser precisos. Había una zona con sofás y un televisor smart, a unos pasos estaba un jacuzzi y al lado la ducha en un cubículo de vidrios, un cuarto muy pequeño era el inodoro con su lavamanos.

Thiago estaba algo desorientado, trataba de hacer memoria pero no podía recordar el cómo llegó hasta ese lugar. No había bebido nada como para tener pequeñas pérdidas de memoria por el alcohol ¡Ni siquiera tuvo oportunidad!

Cuando estaba apunto de tener una crisis de ansiedad el teléfono de la habitación sonó. Pegó un salto y se apuró a contestar la llamada.

— ¿Buenas? —saludó tratando de esconder la inquietud que le inundaba.

—Buenos días —la voz agradable de un hombre sonó del otro lado—, llamamos desde servicio a la habitación. Se nos informó que levantemos al cliente a las ocho, también que le avisemos que está todo pagado, por lo que puede permanecer en la habitación hasta las dos de la tarde. Tenemos también incluido el pago por el desayuno o almuerzo ¿Quiere recibirlo ahora o más tarde?

—Umm... claro —dijo Thiago, sorprendido —. ¿Ahora, estaría bien? —quiso sonar firme y pareció más una pregunta, igualmente del otro lado de la línea no le dio importancia.

—Perfecto, verá que al lado de el teléfono tiene una carta, puede pedir cualquier cosa del menú.

Efectivamente, la carta estaba a un lado con el logo del hotel. Aún estupefacto, tomó la cartilla y la abrió. Leyó los platillos e hizo una mueca de conformidad y asombro.

—Espere, ¿dijo que puedo pedir cualquier cosa? —preguntó, mientras volvía a leer las opciones.

—Exactamente —afirmó.

Realizó un pedido de una pieza de carne acompañado con algo para beber, quería sacarse la sensación de vacío en su estómago y no podía negar algo que ya estaba pagado y a su disposición.

Una vez colgó, se acercó hasta su ropa y la revisó. Estaba toda y cada una de las piezas que había usado anoche, incluso el dinero que Toña le había dado y su teléfono. Cuando prendió el aparato sintió un tirón de pena en su corazón, tenía varias llamadas perdidas de Mara y algunos mensajes preguntando dónde estaba. Se rió bajo cuando leyó una promesa de amenaza de buscarlo con un arpón.

Decidió grabar un audio en vez de enviar un mensaje, así le daba la seguridad a Mara de que era él y no alguien más usando su teléfono.

—Estoy bien —aseguró —, llego a casa y te cuento.

Agregó como extra una foto que sacó enfrente del espejo. Salía con el teléfono tapando la mitad de su cara, la bata desprolija mostrando las marcas que iban del cuello hasta su pecho. Abajo le agregó el texto de: "Fui cruelmente atacado por una sanguijuela". Se vio sorprendido cuando al instante Mara aparecía como conectada, minutos después le llegó la respuesta: "Te pateare por estúpido. Me fui a dormir" y se desconectó.

Thiago sonrió con cariño y un poco de vergüenza. Sintiéndose culpable por haber preocupado a Mara por nada, se prometió hacerle algún regalo como disculpa.

A los minutos, mientras se entretenía viendo por el cable, llegó su pedido y acabó con él en cuestión de segundos. Se sintió un poco sorprendido por el hambre que lo atacó cuando vio la pieza de comida. Luego buscó su ropa y se fue a bañar.

Había algo que lo estaba perturbando. Algo que, al no mencionarlo en voz alta, quería darse un poco de seguridad y sacarle importancia. Pero... por más que hiciera un esfuerzo, no podía recordar la cara del tipo. Hasta el nombre, que sabía que lo había escuchado, era imposible de recordar. Solo podía recordar un par de ojos brillantes y azules. Si se ponía a analizar todo, había cosas que o no recordaba o no sabía cómo había pasado. La falta de recuerdos le molestaba, le dejaba una sensación de desasosiego.

Negándose a pensar demasiado, ya bañado y cambiado, abandonó el hotel.

En su completa ignorancia, era seguido por las cámaras de seguridad. Siguiendo su camino por el pasillo hasta llegar a la recepción donde dejó la llave y se fue hacia la salida. Los responsables de vigilancia dieron un aviso cuando se retiró a su coordinador. Esté salió un rato después y se dirigió hasta una sala aparte, un despacho.

Sentado en el escritorio, leyendo un libro grueso, casi una enciclopedia, había un hombre de piel morena y brillantes ojos azules. Estaba vestido a medias; una camisa abierta; los pantalones apenas abrochados y descalzos, sus zapatos estaban tirados por detrás del escritorio. Como quién no había tenido el tiempo para vestirse adecuadamente o no tenía interés de hacerlo.

—Señor, el muchacho ya se retiró del hotel.

El hombre asintió, sin dejar de leer.

—Bien —dijo soltando un suspiro —. Gracias, Aleksis.

El hombre que respondía al nombre de Aleksis era un tipo grande. Sería fácilmente confundido con un luchador o algún tipo de practicante de artes marciales. Tenía el cabello oscuro corto en un estilo similar al de un militar. De ojos pequeños y negros, y una expresión de mal humor que parecía estar enojado todo el tiempo. Entre sus manos traía una carpeta café clara.

Ramsés no le prestó atención, siguió con su libro hasta que notó que Aleksis seguía parado frente a su escritorio.

— ¿Sucede algo? —preguntó mirándolo por encima de su libro.

—Hace unas semanas un grupo de rastreo encontró movimientos extraños en las fronteras de nuestro territorio con el de las brujas de la ciudad —comentó Aleksis abriendo la carpeta y sacando una serie de informes escritos e imágenes de una cámara de seguridad—. No había mucho que aportar sólo como "individuos de apariencia sospechosa", pensaron que eran adolescentes o simples delincuentes. Sin embargo, las brujas marcaron un alerta hace unos días; afirman que hubo neófitos dando vueltas por sus territorios.

Ramsés abandonó por completo la lectura, bajo el libro dejándolo a un lado. Tomando algunos archivos y leyendo los datos. Pasó a las fotografías, en ellas sólo se podía apreciar a la figura de un hombre de espalda a la cámara, vestido de negro y encapuchado rondando los limites de su territorio, que correspondía aun calle principal de la ciudad. La imagen había sido tomada muy tarde en la noche, no había nadie más que el encapuchado quien iba saliendo del territorio de las brujas. Otra imagen mostraba a otras dos persona, uno de ellos que usaba gorra miraba por encima de su hombro hacia donde estaba la cámara, el otro estaba de espalda. Estos, a diferencia de la imagen anterior, iban saliendo de su zona al de las brujas. La calidad de la cámara era buena pero sus rostros se veían difuminados.

Ramsés entrecerró los ojos. En el expediente afirmaba que hubo un error en el programa que deformó la imagen de los sospechosos. Eso no era lo que había pasado, y él lo sabía. Sólo un tipo de especie no podía ser reflejado: los humanos convertidos, los strigoi.

— ¿Te dijeron si estos neófitos causaron algún conflicto?

—No. Hasta ahora su actitud es tranquila y hemos confirmado de que no ha habido ningún conflicto. En su principio creían que eran nuestros, pero dimos la negativa el mismo día que nos llegó el aviso por lo que nos apoyaron con algo de información. Hay dos testigos que los vieron en la zona comercial de la ciudad; una de ellas mencionó que tenían un fuerte olor, bastante desagradable —hizo una mueca —. Otra dijo llanamente que olían a cadáveres. Dicen que eran dos hombres, pero las descripciones sólo concuerdan en uno, el otro varía.

La inquietud se reflejó en los ojos azules pero desapareció rápidamente. Chasqueando la lengua, miró hacia un punto perdido del cuarto y dijo:

—Muy bien, fíjate si puedes conseguir algo más de ellas. No las molestes mucho, son un poco espinosas cuando quieren —comentó retomando su lectura.

Aleksis asintió, se dio la vuelta y salió del despacho. Estando solo, Ramsés renunció por segunda vez a su libro. Dejándolo abierto sobre la mesa, se desperezó y se quedó en una posición relajada en la silla, apoyando su barbilla contra el dorso de su mano izquierda.

La presencia de neófitos sin maestro en un territorio ajeno era un problema. Cualquier otro vampiro se hubiera sentido amenazado y ya estaría exigiendo sus cabezas. Ramsés se sentía amenazado, pero no iba a cazarlos. Sí eran neófitos sin maestro naturalmente no sabría quién era el señor del territorio de ese lado de la ciudad o no sabrían las reglas de etiquetas entre ellos, pero sí tenían un maestro y esto solo era una forma de abofetear, simplemente esperaría a ver qué o quién buscaba ofenderle o fastidiarle.

Miró de reojo una caja de cigarrillos que había dejado sobre el escritorio. No eran de la marca que fumaba, habían pertenecido al niño de cabello rubio. Lo tomo justo antes de salir en un acto poco lógico y sin pensar. Agarró el paquete y lo guardó en uno de los primeros cajones.

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Jenus Apolo

Jenus Apolo

esta interesante

2021-05-01

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