La Nueva Emperatriz.
Emperatriz Amalia Alala de Ajax Mehmet Reuss.
—Mama —veo mi reflejo en el espejo, un nuevo artefacto que esta comenzando a expandirse en el Imperio—. Mama, el Emperador llegará tarde —contengo la respiración unos segundos. Pienso en cualquier cosa, solo para mantener la calma.
—Es nuestra noche de bodas, ¿por qué él...? —trato de contener mi frustración. Estamos casados, es nuestra primera noche juntos, ¿por qué...? Mis ojos se llenan de lágrimas—. Lo esperaré, me quedaré a esperarlo —veo a la sirvienta, que asiente y sale de la habitación.
Me levanto del lugar donde estaba sentada y camino hasta la cama. Es una gran cama, cuatro personas serían capaces de dormir sin ningún problema. Me meto a la cama, en el centro me acuesto y mantengo mi vista en el techo.
Un techo que esta pintado, una imagen magistral de lo que significa ser Emperatriz, la Madre del Imperio Mehmet Ruess.
Pasan los minutos, no sé cuánto más hasta que se abren las puertas.
—El Emperador está aquí, Mama —me siento y sonrío sin ocultar mi felicidad de ver al Emperador, a mi único amor—. Deben consumir el acto, hasta que haya evidencia de la pérdida de virginidad y validar el matrimonio con el arzobispo, Majestad —la sirvienta da indicaciones, veo el rostro de mi amado que no tiene ninguna expresión en su rostro.
—Bien, puedes marcharte —la sirvienta sale de ka habitación inclinada. Cuando se cierran las puertas, el Emperador empieza a desnudarse, me sonrojo sin poder evitarlo. He estado soñando con este momento desde hace mucho tiempo, desde que me enamore de él. Queda completamente desnudo y se acerca, me avergüenzo un poco y me cubro con una sábana. Sonríe de lado y mi corazón se acelera.
—Majestad —lo llamo en un susurro, me arranca la sábana, estoy solo en camisón, un camisón que he preparado durante mucho tiempo, desde que se confirmó nuestro compromiso, sonrío y extiendo mis manos hacia él—. Majestad, lo deseo —deja de sonreír, se mete entre mis piernas, mis ojos se agrandan cuando veo su miembro que esta en mi entrada—. Majestad, espere... —quiero alejarme, no es el momento, todavía no.
—Creí que habías estado esperando este momento. Solo no te muevas, te voy a penetrar hasta que sangres y todo habrá terminado —me sostiene con fuerza de los brazos.
—Demián —lo llamo—. No podemos... es demasiado rápido, Demián.
—Nunca te permití que me llamarás por mi nombre —trato de empujarlo, asustada. Mi nana me explicó este momento, como debería ser, pero ni siquiera me ha besado.
—Lo siento, Majestad —mis ojos me arden por las lágrimas—. Pero no podemos...
—No importa —me empuja hasta que estoy completamente acostada en la cama, aunque intento detenerlo él me presiona contra la cama y entra. Grito del dolor, arde, se siente como si me quemarán.
—Por favor, Majestad. Salga... —chillo, me remuevo, y aunque intento alejarlo, él no se mueve y solo entra más profundo, sollozo, es como si me rompieran, duele demasiado—. Majestad... —sollozo, sale con brusquedad.
—No entre por completo, aún no sangras —niego con la cabeza.
—Por favor, no más... Majestad —le ruego—. Duele demasiado —uno de sus brazos pasa por mi espalda y me levanta, me deja apoyarme de mis rodillas, quedo enfrente de él, nuestros rostros tan cercas, es tan guapo. Pero... es cruel.
—Una vez que sangres no volverá a doler, porque no te voy a volver a tocar —antes de poder procesar sus palabras, me sostiene de las caderas y me empuja, hasta que su miembro entra por completo en mi entrada. Grito y encajo mis uñas en su espalda.
—Duele, duele demasiado —mis lágrimas llegan hasta mis labios, que me saben a metal y a sal, no me di cuenta que mordí mi labio con fuerza hasta hacerlo sangrar.
Algo escurre en el lugar donde estamos conectados, veo de reojo y vislumbro la sangre. Cuando Demián se da cuenta, saca su miembro y me empuja, caiga en la cama y reboto un poco. Se levanta y sale de la cama.
—¿Majestad? —controlo mis sollozos solo para que me escuche, se pone la bata que tenían preparado los sirvientes para él, abre las puertas y la sirvienta lo observa sorprendida.
—He terminado, que el arzobispo confirme el matrimonio.
—Majestad —me intento levantar de la cama, quiero pedirle que se quede más tiempo conmigo.
A penas llego a la orilla, me duele, mis piernas, mi vientre, me duele, así que caigo al suelo, arrastro la sábana conmigo y extiendo mi brazo hacia el Emperador.
—Majestad, por favor... —se marcha sin dirigirme la mirada, sollozo.
-
—Mama, es necesario que se encargue de...
—¡No haré nada! —grito interrumpiendo a la sirvienta—. Dijeron que si hacia mis tareas, el Emperador me miraría y en su lugar trajo a una concubina —tomo el primer objeto que encuentro y lo lanzo contra la pared. Respiro con dificultad, me dejo caer al suelo, los sirvientes se apresuran para levantarme y sentarme en el sillón más cercano. Sollozo y las lágrimas no tardan en llegar—. Hice todo para que me mirará, lo único que obtengo de su parte es indiferencia —limpio mis lágrimas con el primer pañuelo que me extienden.
—Mama, hoy es el día del mes en el que el Emperador y usted deben pasar la noche —mis ojos se agrandan, dejo de llorar y asiento.
—Tienes razón, hoy es mi noche. Si consigo que me toque, tal vez pueda quedar embarazada —llevo mis manos a mi vientre—. He estado tomando el tónico, para la fertilidad —si hay esperanza.
Consigo terminar mis tareas a tiempo. Me ducho y me visto con un camisón delgado, esperando la llegada del Emperador a mi habitación.
Sin embargo, no llega. No importa cuánto espere, él no llega. Me pongo una bata y salgo de la habitación.
—Mama, el Emperador...
—Estoy harta de esperar, iré hasta donde él esta, ¿sigue en su estudio? —no me responden, lo que significa que sigue trabajando. Es la única noche que pasamos junto al mes y él no llega. Fui demasiado paciente, es hoy o nunca, tengo que quedar embaraza del Emperador.
—Mama, en estos momentos... —el asistente del Emperador me intercepta antes de abrir la puerta, mi ceño se frunce.
—¿Qué estás haciendo impidiéndome el paso? —hace una reverencia.
—Mama, no es el mejor momento, el Emperador llegará... —lo aparto y empujo las puertas del estudio, contengo la respiración en cuanto lo veo. Su concubina, una tipa de descendencia desconocida que de repente llegó al palacio y el Emperador la volvió su primera concubina, no tiene tierras, no tiene título, solo es una mujer cualquiera, pero esa mujer cualquiera esta entre los brazos del Emperador.
Mis ojos se llenan de lágrimas.
—¿Es por eso que no veníamos? —el Emperador me voltea a ver y se ríe entre dientes, pero aunque este enfrente de mí, sigue moviéndose en el interior de esa perra, quien me observa sorprendida pero no deja de gemir.
—Si tienes algo que decir... —jadea—. Dilo ahora, estoy ocupado —el ruido lascivo de sus cuerpos inundan el estudio. Nunca había venido al estudio, está es la primera vez, porque no quería molestarlo con sus tareas.
Me giro, no puedo con esta vista, salgo corriendo de ahí, ni siquiera me detiene, solo se la sigue cogiendo.
-
—A partir de este momento, se autorizan los concubinos para la Emperatriz —termina de anunciar un aristócrata, mantengo mi mirada en el Emperador, que no parece afectado por el cumplimiento de mi mandato.
Desde el momento, la Emperatriz también tiene autorización de traer concubinos al palacio. Se levanta la sesión y todos se marchan excepto el Emperador y yo.
—Así ya no estarás sola —me sonríe divertido.
—¿No le molesta, Majestad? —mi agarre en los antebrazos de mi asiento se arraiga con más fuerza.
—¿Por qué me molestaría lo que haces o dejas de hacer? Recuerda, solo me case contigo por el apoyo de tu familia —ya lo sabía, pero sigue doliendo.
—¿Qué pasa si quedo embaraza de alguien más?
—No me importa. Recuerde bien lo que le diré, Emperatriz, cualquier hijo que tenga no es nada, no me importa si por algún milagro llegamos a tener hijos, mis únicos herederos serán los hijos que engendre con mi concubina Amapola —mi labio tiembla.
—¿Nunca va a verme, Majestad?
—Solo quiero que seas tan miserable como yo desde que me obligaron a casarme contigo —se levanta y me deja sola.
-
—Si quieres el amor del Emperador, debes beberte esto —mi concubino me extiende un frasco de jade sellado con un tapón, lo veo confundida mientras tomo el frasco.
—¿Esto hará que me ame?
—Siempre en los peores momentos sacan los verdaderos sentimientos. Él solo no sabe que te ama —¿me ama? ¿Puede amarme?
—¿Qué es?
—Veneno.
—¿Quieres que muera?
—Estás dispuesta a llegar a este extremo para que te mire, ¿no? —tiene razón—. Velo como un simple sacrificio.
—Sí, solo es un sacrificio.
-
El Emperador entra a la habitación, es nuestra noche juntos del mes, en cuanto se cierran las puertas se pongo de pie.
—Majestad, ¿estaremos juntos esta noche? —quiero que me toque, se ríe entre dientes y se pone su bata.
—No —quería intentarlo por las buenas.
—¿No me vas a tocar? —me mira fastidiado, saco el pequeño frasco de jade, su mirada cambia, destapo el frasco—. ¿No vamos a estar juntos?
—Emperatriz —habla con cuidado—. ¿Qué traes ahí?
—Si esto es lo que tengo que hacer para que me ames, lo haré —bebo todo lo que hay del frasco y el sabor agridulce pasa por mi garganta.
—¿Qué demonios...? —se acerca molesto, no pasa mucho tiempo hasta que toso y vomito sangre, justo antes de que llegue a mí, sus ojos se agrandan y yo sonrío.
Ahora sí, me va a amar.
-
Parpadeo con dificultad, de manera borrosa logro ver al Emperador.
—Demián... —murmuro con la voz enronquecida.
—Con que estás viva —se cruza de brazos.
—¿Me amas?
—No —su respuesta es fría y cortante, lloro—. Eres tan estúpida. Solo muere de una vez y deja de joder mi vida —se levanta de la silla y se aleja. Trato de extender mi mano hacia él, pero no llega, no lo alcanzo.
¿Qué hice mal? Solo quería que me amará.
¿Por qué no pude obtener un poco de su amor?
Todo se oscurece.
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Updated 139 Episodes
Comments
Ophelia Palafox
definitivamente es super estúpida, /Angry/
2024-08-25
1
Marlucha
Que mujer tan estupida
2024-05-02
2
Marlucha
no habia mas nombre?/Facepalm//Facepalm/
2024-05-02
2