Emperatriz Amalia Alala de Ajax Mehmet Reuss.
—Mama —veo mi reflejo en el espejo, un nuevo artefacto que esta comenzando a expandirse en el Imperio—. Mama, el Emperador llegará tarde —contengo la respiración unos segundos. Pienso en cualquier cosa, solo para mantener la calma.
—Es nuestra noche de bodas, ¿por qué él...? —trato de contener mi frustración. Estamos casados, es nuestra primera noche juntos, ¿por qué...? Mis ojos se llenan de lágrimas—. Lo esperaré, me quedaré a esperarlo —veo a la sirvienta, que asiente y sale de la habitación.
Me levanto del lugar donde estaba sentada y camino hasta la cama. Es una gran cama, cuatro personas serían capaces de dormir sin ningún problema. Me meto a la cama, en el centro me acuesto y mantengo mi vista en el techo.
Un techo que esta pintado, una imagen magistral de lo que significa ser Emperatriz, la Madre del Imperio Mehmet Ruess.
Pasan los minutos, no sé cuánto más hasta que se abren las puertas.
—El Emperador está aquí, Mama —me siento y sonrío sin ocultar mi felicidad de ver al Emperador, a mi único amor—. Deben consumir el acto, hasta que haya evidencia de la pérdida de virginidad y validar el matrimonio con el arzobispo, Majestad —la sirvienta da indicaciones, veo el rostro de mi amado que no tiene ninguna expresión en su rostro.
—Bien, puedes marcharte —la sirvienta sale de ka habitación inclinada. Cuando se cierran las puertas, el Emperador empieza a desnudarse, me sonrojo sin poder evitarlo. He estado soñando con este momento desde hace mucho tiempo, desde que me enamore de él. Queda completamente desnudo y se acerca, me avergüenzo un poco y me cubro con una sábana. Sonríe de lado y mi corazón se acelera.
—Majestad —lo llamo en un susurro, me arranca la sábana, estoy solo en camisón, un camisón que he preparado durante mucho tiempo, desde que se confirmó nuestro compromiso, sonrío y extiendo mis manos hacia él—. Majestad, lo deseo —deja de sonreír, se mete entre mis piernas, mis ojos se agrandan cuando veo su miembro que esta en mi entrada—. Majestad, espere... —quiero alejarme, no es el momento, todavía no.
—Creí que habías estado esperando este momento. Solo no te muevas, te voy a penetrar hasta que sangres y todo habrá terminado —me sostiene con fuerza de los brazos.
—Demián —lo llamo—. No podemos... es demasiado rápido, Demián.
—Nunca te permití que me llamarás por mi nombre —trato de empujarlo, asustada. Mi nana me explicó este momento, como debería ser, pero ni siquiera me ha besado.
—Lo siento, Majestad —mis ojos me arden por las lágrimas—. Pero no podemos...
—No importa —me empuja hasta que estoy completamente acostada en la cama, aunque intento detenerlo él me presiona contra la cama y entra. Grito del dolor, arde, se siente como si me quemarán.
—Por favor, Majestad. Salga... —chillo, me remuevo, y aunque intento alejarlo, él no se mueve y solo entra más profundo, sollozo, es como si me rompieran, duele demasiado—. Majestad... —sollozo, sale con brusquedad.
—No entre por completo, aún no sangras —niego con la cabeza.
—Por favor, no más... Majestad —le ruego—. Duele demasiado —uno de sus brazos pasa por mi espalda y me levanta, me deja apoyarme de mis rodillas, quedo enfrente de él, nuestros rostros tan cercas, es tan guapo. Pero... es cruel.
—Una vez que sangres no volverá a doler, porque no te voy a volver a tocar —antes de poder procesar sus palabras, me sostiene de las caderas y me empuja, hasta que su miembro entra por completo en mi entrada. Grito y encajo mis uñas en su espalda.
—Duele, duele demasiado —mis lágrimas llegan hasta mis labios, que me saben a metal y a sal, no me di cuenta que mordí mi labio con fuerza hasta hacerlo sangrar.
Algo escurre en el lugar donde estamos conectados, veo de reojo y vislumbro la sangre. Cuando Demián se da cuenta, saca su miembro y me empuja, caiga en la cama y reboto un poco. Se levanta y sale de la cama.
—¿Majestad? —controlo mis sollozos solo para que me escuche, se pone la bata que tenían preparado los sirvientes para él, abre las puertas y la sirvienta lo observa sorprendida.
—He terminado, que el arzobispo confirme el matrimonio.
—Majestad —me intento levantar de la cama, quiero pedirle que se quede más tiempo conmigo.
A penas llego a la orilla, me duele, mis piernas, mi vientre, me duele, así que caigo al suelo, arrastro la sábana conmigo y extiendo mi brazo hacia el Emperador.
—Majestad, por favor... —se marcha sin dirigirme la mirada, sollozo.
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—Mama, es necesario que se encargue de...
—¡No haré nada! —grito interrumpiendo a la sirvienta—. Dijeron que si hacia mis tareas, el Emperador me miraría y en su lugar trajo a una concubina —tomo el primer objeto que encuentro y lo lanzo contra la pared. Respiro con dificultad, me dejo caer al suelo, los sirvientes se apresuran para levantarme y sentarme en el sillón más cercano. Sollozo y las lágrimas no tardan en llegar—. Hice todo para que me mirará, lo único que obtengo de su parte es indiferencia —limpio mis lágrimas con el primer pañuelo que me extienden.
—Mama, hoy es el día del mes en el que el Emperador y usted deben pasar la noche —mis ojos se agrandan, dejo de llorar y asiento.
—Tienes razón, hoy es mi noche. Si consigo que me toque, tal vez pueda quedar embarazada —llevo mis manos a mi vientre—. He estado tomando el tónico, para la fertilidad —si hay esperanza.
Consigo terminar mis tareas a tiempo. Me ducho y me visto con un camisón delgado, esperando la llegada del Emperador a mi habitación.
Sin embargo, no llega. No importa cuánto espere, él no llega. Me pongo una bata y salgo de la habitación.
—Mama, el Emperador...
—Estoy harta de esperar, iré hasta donde él esta, ¿sigue en su estudio? —no me responden, lo que significa que sigue trabajando. Es la única noche que pasamos junto al mes y él no llega. Fui demasiado paciente, es hoy o nunca, tengo que quedar embaraza del Emperador.
—Mama, en estos momentos... —el asistente del Emperador me intercepta antes de abrir la puerta, mi ceño se frunce.
—¿Qué estás haciendo impidiéndome el paso? —hace una reverencia.
—Mama, no es el mejor momento, el Emperador llegará... —lo aparto y empujo las puertas del estudio, contengo la respiración en cuanto lo veo. Su concubina, una tipa de descendencia desconocida que de repente llegó al palacio y el Emperador la volvió su primera concubina, no tiene tierras, no tiene título, solo es una mujer cualquiera, pero esa mujer cualquiera esta entre los brazos del Emperador.
Mis ojos se llenan de lágrimas.
—¿Es por eso que no veníamos? —el Emperador me voltea a ver y se ríe entre dientes, pero aunque este enfrente de mí, sigue moviéndose en el interior de esa perra, quien me observa sorprendida pero no deja de gemir.
—Si tienes algo que decir... —jadea—. Dilo ahora, estoy ocupado —el ruido lascivo de sus cuerpos inundan el estudio. Nunca había venido al estudio, está es la primera vez, porque no quería molestarlo con sus tareas.
Me giro, no puedo con esta vista, salgo corriendo de ahí, ni siquiera me detiene, solo se la sigue cogiendo.
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—A partir de este momento, se autorizan los concubinos para la Emperatriz —termina de anunciar un aristócrata, mantengo mi mirada en el Emperador, que no parece afectado por el cumplimiento de mi mandato.
Desde el momento, la Emperatriz también tiene autorización de traer concubinos al palacio. Se levanta la sesión y todos se marchan excepto el Emperador y yo.
—Así ya no estarás sola —me sonríe divertido.
—¿No le molesta, Majestad? —mi agarre en los antebrazos de mi asiento se arraiga con más fuerza.
—¿Por qué me molestaría lo que haces o dejas de hacer? Recuerda, solo me case contigo por el apoyo de tu familia —ya lo sabía, pero sigue doliendo.
—¿Qué pasa si quedo embaraza de alguien más?
—No me importa. Recuerde bien lo que le diré, Emperatriz, cualquier hijo que tenga no es nada, no me importa si por algún milagro llegamos a tener hijos, mis únicos herederos serán los hijos que engendre con mi concubina Amapola —mi labio tiembla.
—¿Nunca va a verme, Majestad?
—Solo quiero que seas tan miserable como yo desde que me obligaron a casarme contigo —se levanta y me deja sola.
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—Si quieres el amor del Emperador, debes beberte esto —mi concubino me extiende un frasco de jade sellado con un tapón, lo veo confundida mientras tomo el frasco.
—¿Esto hará que me ame?
—Siempre en los peores momentos sacan los verdaderos sentimientos. Él solo no sabe que te ama —¿me ama? ¿Puede amarme?
—¿Qué es?
—Veneno.
—¿Quieres que muera?
—Estás dispuesta a llegar a este extremo para que te mire, ¿no? —tiene razón—. Velo como un simple sacrificio.
—Sí, solo es un sacrificio.
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El Emperador entra a la habitación, es nuestra noche juntos del mes, en cuanto se cierran las puertas se pongo de pie.
—Majestad, ¿estaremos juntos esta noche? —quiero que me toque, se ríe entre dientes y se pone su bata.
—No —quería intentarlo por las buenas.
—¿No me vas a tocar? —me mira fastidiado, saco el pequeño frasco de jade, su mirada cambia, destapo el frasco—. ¿No vamos a estar juntos?
—Emperatriz —habla con cuidado—. ¿Qué traes ahí?
—Si esto es lo que tengo que hacer para que me ames, lo haré —bebo todo lo que hay del frasco y el sabor agridulce pasa por mi garganta.
—¿Qué demonios...? —se acerca molesto, no pasa mucho tiempo hasta que toso y vomito sangre, justo antes de que llegue a mí, sus ojos se agrandan y yo sonrío.
Ahora sí, me va a amar.
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Parpadeo con dificultad, de manera borrosa logro ver al Emperador.
—Demián... —murmuro con la voz enronquecida.
—Con que estás viva —se cruza de brazos.
—¿Me amas?
—No —su respuesta es fría y cortante, lloro—. Eres tan estúpida. Solo muere de una vez y deja de joder mi vida —se levanta de la silla y se aleja. Trato de extender mi mano hacia él, pero no llega, no lo alcanzo.
¿Qué hice mal? Solo quería que me amará.
¿Por qué no pude obtener un poco de su amor?
Todo se oscurece.
Hilary Winston.
Despierto por un cosquilleo en mi pierna, trato de fingir seguir dormida, pero su ataque persiste en mi muslo y luego pasa a mi estómago. Me río sin poder evitarlo, lo escucho reír, tira de la sábana para que pueda verlo.
Mi guapo y galán novio, me sonríe, abro mis piernas para que se pueda acomodar, lo aprovecha para descansar su cabeza en mi abdomen.
—Buenos días —susurro, deja un beso en mi cadera.
—Buenos días, preciosa —cierro mis ojos solo para sentir en su plenitud este momento. Adoro despertar con él, adoro estos pequeños momentos en los que nuestro día a día no nos molesta—. Mientras te miraba dormir...
—Como todo un pervertido —bromeo, se ríe levemente, pero sigue hablando.
—Vi tu vientre y solo pude pensar en una cosa, ¿cómo se vería tu vientre con nuestro hijo dentro? —arqueo mis cejas, acaricio su cabello rizado.
—¿Es una insinuación para que tengamos hijos? —levanta su cabeza, deja su barbilla en mi estómago aunque no presiona con fuerza, toma mi mano y juega con mis dedos.
—Solo si tú quieres. Iré al ritmo que me pidas, sé que tienes tu empresa súper famosa de construcción y arquitectos reconocidos, sé todo eso, así que estoy esperando. Si me he adelantado de página, dime para regresar. No me molesta volver a leer, no mientras que sea de ti —me sonrojo, no importa cuántos años llevemos juntos, él siempre logra sacar mi lado tímido.
—Vas una página adelantada —se da cuenta de la verdadera interpretación de mis palabras, se ríe y se levanta, quedando a horcajadas de mí.
—También me di cuenta que tu mano estaba muy fría y solitaria, así que la adorné —levanta la mano con la que estaba jugueteando, donde antes no había nada, ahora hay un anillo de compromiso en el dedo anular.
—Es perfecto —se agacha para poder besarme, paso mis brazos alrededor de su cuerpo y sin verlo venir, terminamos haciendo el amor.
Es la mejor mañana de todas.
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—Yo me haré cargo de la boda, junto con el planificador, podremos tener una boda en un mes, ¿qué piensas? —no me molesta acelerar las cosas, tomo una taza de la lasena y me acerco hasta la máquina de café.
—¿Quieres casarte en un mes?
—¿Es muy pronto?
—Si logras terminar todo a tiempo, no me molesta. James, quiero casarme contigo enseguida, para poder usar tu apellido y ser completamente y legalmente tu mujer —me acerco a él y tomo su mano por encima de la barra de desayuno.
—Sé que estás ocupada con la empresa, así que yo me encargaré de la boda, te daré la mejor boda del mundo —se levanta de la silla solo para inclinarse y besarme—. Te amo demasiado, Hilary...
Antes de llegar a profundizar el beso, el celular de James vibra en la barra y brilla. Bufa y se regresa a su asiento mientras contesta su celular. Yo vuelvo por mi taza de cabeza.
—¿Hola? ¿Qué? ¿Una nueva tumba? ¿Es una cámara? ¿Un sarcófago? —me giro para verlo divertida de sus expresiones, es como un niño emocionado—. ¿Dónde? ¿Egipto? ¿Cuánto tiempo? —su ceño se frunce y su sonrisa desaparece—. Espera, luego te marco —termina la llamada y bufa—. Encontraron algo extraño en una parte de Egipto, quieren que vaya —James es un arqueólogo reconocido, con más de quinientos reconocimientos nuevos.
—Está bien. Ambos sabemos que amas tu trabajo.
—Pero te amo más a ti —hace un puchero—. Duraría seis meses en el extranjero, ¿qué va a pasar con nuestra boda? —me acerco a él rodeando la barra, lo abrazo desde atrás, recargo mi cabeza en su hombro.
—Puede esperar, ambos somos adultos ocupados, es normal que de repente tengas que irte. No me voy a ir a ningún lado, puedo esperarte —beso su barbilla con rastros de barba.
—¿Quieres venir conmigo? —me río, me alejo un poco y aprovecha para girar el asiento y abrazarme de frente, sus piernas me atrapan, sin dejarme escapatoria, gracias a que esta sentado soy un poco más alta.
—¿Quieres que la empresa se vaya a la bancarrota? Hace un año me convenciste de seguirte y a pesar de que seguía al pendiente, cuando llegue todo era un desastre —apoyo mis manos en sus hombros.
—Pero es que, te voy a extrañar demasiado.
—Puedo ir de visita, pero no me quedaré más de una semana.
—Te amo —me besa con ternura. Suspira—. Nos conocimos en la universidad, llevamos más de diez años juntos, no puedo esperar a nuestra boda. Cuando llegue me haré cargo de todo, en menos de un mes después de mi llegada nos casáremos, y por fin, lo mío será tuyo y lo tuyo todo tuyo —me río, siempre soy feliz a su lado, incluso en los peores momentos—. Volveré pronto, Hilary.
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—¡Hola! ¡Te ves tan hermosa! —grita James, estamos en una videollamada, logra cerrar una puerta y el ruido desaparece casi por completo—. Vaya, esta de locos el clima en este lugar —me río por su rostro bronceado en partes.
—Lindos lentes —me burlo, hace un puchero.
—¿De todo lo que podías decirme es lo único que se te ocurre? Ah, a penas van dos meses y ya siento que me muero sin ti —hace una pataleta, como si fuera un niño.
—¿Te ha ido bien? ¿Qué has encontrado?
Emocionado me cuenta sobre los avances de su investigación, también me explica algunos significados de jeroglíficos. No me molesta ni me siento perdida.
Cuando estaba en la universidad, yo fui la primera en flecharme por él, en cuanto supe que era un nerd que amaba los jeroglíficos, estudiar lenguas muertas y ser arqueólogo, estudie e investigue.
Quería ser atractiva para él conociendo los mismos temas, también me contagio un poco de su ciego y loco amor por su trabajo.
—Espera... —se interrumpe—. No estoy concentrado desde que note que no llevas sostén —mis ojos se agrandan y me sonrojo por su atrevimiento.
—James.
—Ah, ahora te extraño todavía más. Desde que nos separamos no puedo evitar tener sueños eróticos contigo, mojo la cama todos los días —miro a todos lados nerviosa, pero estoy sola en nuestro departamento.
—James —siseo, se ríe.
—Hablo en serio, me prendes. Ah, como quisiera tocarte...
—Cállate.
—¿Por qué actúas como una santa? A la semana de ser novios, tú te lanzaste contra mí, diciendo que habías esperado mucho por mi tesorito —me carcajeo avergonzada—. ¿Cómo te ha ido en el trabajo?
Le platico sobre los avances y algunas inversiones, mientras le sigo contando, él aplaude maravillado. Me vitorea.
—Wow, siempre me sorprendes. ¡Eres increíble! ¡Eres una diosa del negocio! —cubro mis ojos avergonzada, me gusta que siempre me apoye y me halague, incluso cuando cometo errores, él me apoya y me riñe—. Dios, ¿qué hizo este simple humano para merecer a una diosa como mi Hilary? —bufo—. Lo he pensado mucho y creo que en mi otra vida, fui demasiado bueno, como para que ahora tenga de prometida a tan hermosa y emprendedora mujer —se palmea su cabeza, como si se halagara.
Seguimos hablando un poco más, hasta que bostezo, esa es la señal para irse a dormir.
—Mañana tengamos sexo por teléfono —termina la videollamada y vuelvo a la cama para dormir.
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—¿Qué diablos es esto? —pregunto molesta luego de una presentación mierda que los trabajadores me acaban de mostrar, el responsable de todo esta enfrente, de pie y con mirada de miedo.
—Jefa...
—¡Esto es una porquería! —grito sin poder contenerme, respiro hondo y veo a otro lado—. Quiero una nueva presentación para mañana a primera hora, y Leonhart —todos están guardando sus cosas, el mencionado me observa y parpadea—. Quédate, vamos a hablar.
El resto se marcha, el último cierra la puerta detrás de él. Leonhart se queda quieto, esperando a que diga algo.
—Estás despedido —su cara palidece.
—Pero... deme otra oportunidad, haré una presentación...
—No es por la presentación, ¿cuántas más oportunidades tengo que darte? Estoy cansada. Toma tus cosas y vete, hablaré con recursos humanos —me levanto y salgo de la sala de conferencias.
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—¿Estás bien, querida? —pregunta James, haciéndome volver al presente.
—¿Qué?
—Te ves pálida, ¿está todo bien? —su mirada de preocupación me recuerda que no estoy sola, mis ojos se llenan de lágrimas—. Hilary, Hilary cariño, ¿qué paso? ¿Qué está mal? —sollozo y tiemblo, me abrazo asustada.
—Tengo miedo —digo entre sollozos, cubro mi rostro con mis manos.
—¿Qué ha pasado? —pregunta luego de que me calmo, respiro hondo varias veces. Con mi mano tembloroso tomo mi celular y lo desbloqueo.
—Me han... han estado llegando mensajes de un número privado —su ceño se frunce, voy a su chat y le reenvío las capturas de los mensajes, no tardan en llegarle, se toma su momento para leer los mensajes, sus ojos se agrandan.
—¿Qué mierda...? —son mensajes lascivos, sobre alguien que me ha estado observando y al parecer me ha estado acosando—. ¿Fuiste a la comisaría? —asiento con mi cabeza, me limpio las lágrimas con unas toallas.
—Dijeron que no era acoso, porque no me habían hecho daño o intentado algún ataque —esa mierda de seguridad hace que tenga miedo incluso encerrada en el departamento—. James... —lo llamo, esperando que entienda que quiero que vuelva.
—Tomaré unas vacaciones, iré enseguida —asiento, solo quiero que me abrace.
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—¡James! —lo abrazo en cuanto lo tengo enfrente, me abraza con fuerza y suspiro aliviada, él esta aquí, estoy a salvo. Desde esa noche en que le mostré los mensajes, no he salido de la casa, tengo todo cerrado y las alarmas activadas, las cortinas cerradas. Me carga en sus brazos y cierra la puerta de una patada.
—Estoy aquí, todo va a estar bien.
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—Quise insistir, pero el oficial encargado de mi caso, dijo que solo podían encontrar al dueño del número, he bloqueado tantos números, que ya perdí la cuenta —murmuro, me abraza más fuerte, sentir su calidez es bastante bueno, me siento recuperada.
—Conozco a un oficial, le pediré ayuda con tu caso.
—Es una gran idea —me mira con una preocupación desbordando su rostro—. Estoy bien, ahora que estás aquí —niega con la cabeza.
—No estás bien, ni estarás bien. Esto que te esta pasando te dejara una marca que jamás podrás borrar, solo superar, pero eso no significa que no vuelvas a tener miedo cada vez que te llegue un mensaje a tu celular, sospecharás de quienes caminando detrás de ti o en la otra banqueta. Lo que te pasó, es una experiencia asquerosa que le suele pasar a muchas mujeres, pero no estarás sola, Hilary. Me tienes a mí —mis ojos se llenan de lágrimas.
Él me entiende bastante, fingir ser fuerte en estos casos es un error, porque no soy fuerte para soportar acoso, no soy valiente para ir por la calle sabiendo que hay alguien que me toma fotografías, que se masturba con mis fotos.
—Tengo mucho miedo.
Besa mi frente y luego sus labios van a los míos. Estoy segura en sus brazos.
-
—Lo pensé bien —camino de regreso al departamento, salí a una farmacia para poder comprar algunas cosas que necesito—. Falta poco para que regreses al país, así que estaba pensando en que deberíamos casarnos cuando vuelvas —sonrío emocionada, me detengo en un semáforo peatonal.
—¿Hablas en serio?
—Quiero casarme contigo enseguida, aquí que me tome la molestia de preparar la boda —lo escucho reír emocionado.
—¿Qué paso con tu trabajo? ¿Cómo pudiste...?
—No quiero perder ni un día más sin ser tu esposa. Además... —llevo mi mano a mi vientre y sonrío emocionada.
—¿Además? —me insiste para hablar.
—Además, te amo demasiado —todavía no le voy a decir.
—Ahora solo cuento los días para volver y casarnos, dentro de poco serás la señora Hilary Wood —respiro hondo y suspiro embelesada.
—Suena increíble —cruzo la calle. Seguimos hablando y bromeando hasta que alguien me sujeta del brazo y me empuja hacia un callejón. Caigo al suelo y las bolsas se rompen, tirando todo lo que clmñre en la farmacia.
—¿Hilary? —mis ojos se agrandan cuando veo el rostro del sujeto.
—¿Tú? —veo detrás de él, pero ya no hay nadie en la calle, ¿por qué?
—Te envíe mensajes y te envíe mensajes pero no contestabas, así que tuve que venir para comprobar que todo este bien —no me levanto, ni siquiera lo intento.
—¿Por qué haces esto? ¿De qué mensajes hablas?
—¿Ahora eres estúpida? No lo creí, jefa —Leonhart se acerca hasta mí, tomo el celular que se había caído a un lado de mí, cuando intento llamar a emergencias, patea el móvil y pisa mi mano contra el asfalto, chillo del dolor.
—No sé de qué mensajes hablas —le digo, golpeo mi pierna tanto como puedo para aleje su zapato de mi mano—. Hablemos, Leonhart, podemos hablar como personas civilizadas —tengo un mal presentimiento, lo escucho reír de manera escabrosa, tengo miedo.
—¡¿Por qué no contestas los mensajes que te envió?!
—¡¿Cuáles mensajes?! —grito histérica, sin saber de lo que habla.
—Los mensajes que te envió todos los días, sobre lo bella que te vez, te halago y a ti te vale pura mierda... —mis ojos se agrandan.
—¿Esos mensajes? ¿Tú eres el enfermo que me ha estado acosando? —no puedo evitar criticarlo.
—¿Enfermo? ¿Desde cuando amar a alguien es enfermo? —se cierne sobre mí.
—Desde el momento en que cruzas la linea de lo decente, acosar a alguien no es amor, esos mensajes que enviaste no son por amor, eso es enfermo —su mirada es inexpresiva, no sé lo que piensa hacer, se pone de rodillas a horcajadas de mí, respiro con dificultad.
—¿Es mi culpa? Cada vez que me veías sonreías, usabas escote para que te viera, tus faldas eran tan cortas para invitarme a tocarte —esto es asqueroso.
—Por favor detente, estoy comprometida —resopla.
—¿Esa es otra de tus mentiras? Sé que me corriste de la empresa para que nuestro romance sea posible y no afecte nuestro trabajo, ¿sobre el compromiso? ¿Acaso quieres ponerme celoso?
—Yo no hice nada de eso, llevó más de diez años con mi prometido —me da una bofetada, mi mejilla arde.
—Hablemos con la verdad, jefa —sus manos van a mis caderas, se sienta sobre mis piernas para que no pueda moverlas, me acuesto en el asfalto y me remuevo.
—Detente —sollozo. James. James.
—¿Tanto me deseas que no dejas de llorar? —besa mi barbilla y luego va a mi cuello.
—¡Ayuda! ¡Por favor alguien! ¡Ayuda! —antes de que siga gritando, su mano va a mi boca y detiene mis sollozos.
No puedo hacer esto, pero tengo que soportarlo, así puedo salvar a mi bebé, solo cerraré los ojos e imaginaré que esto no me esta pasando. Eso creo hasta que se detiene, por un momento creo que alguien lo descubrió o que cobró los sentidos, pero estira su mano hasta tomar algo y se separa de mí, veo lo que tiene en la mano.
—¿Ultrasonido? —quiero hacerme chiquita, quiero desaparecer cuando su rostro expresa odio—. ¡Eres una perra! —me vuelve a abofetear—. ¡¿Cómo pudiste hacerme eso?! —sus manos van a mi cuello y me asfixia, me remuevo y golpeo sus brazos para que me suelte, pero es más fuerte que yo—. No —aleja sus manos y yo toso, respiro con desesperación—. Este es solo un error tuyo, pero podemos dar lo mejor de nosotros para que no vuelva a ocurrir —ya no tengo voz para gritar—. Te voy a ayudar para que pierdas a ese bebé, olvidaré este momento y seguiremos como siempre —estoy horrorizada por sus palabras.
—¡No! —le doy un puñetazo, pero a penas se mueve, lo golpeo tanto como puedo con mis manos, lo araño, lo muerdo, rompo su nariz, lo escucho gritarme, pero solo puedo pensar en una cosa: debo salvar al bebé.
—¡Eres una perra infiel! —me da un puñetazo tan fuerte que mi cabeza rebota contra el asfalto y todo me da vueltas, sus manos vuelven a mi cuello.
—Ayu... da... —susurro con lo último que me queda de fuerza, mi garganta se cierra, el aire ya no entra, todo me da vueltas, toma algo pesado y me golpea en la cabeza.
James. Perdón. No pude esperarte como prometí.
Todo se oscurece.
¿Dónde estoy? Todo esta oscuro. No logro vislumbrar nada. ¿Cómo llegue aquí?
Ah, es cierto. Yo fui asesinada. Lo último que recuerdo es a Leonhart sobre mí, golpeándome con algo pesado en la cabeza. Yo... no pude proteger a mi bebé. Lloro y cubro mi rostro.
—Perdón. Perdóname bebé —si hubiera sido más fuerte.
—¿Tú eres Hilary? —alguien habla, retiro mis manos de mi cara y enfrente de mí hay una mujer, es un poco más alta que yo, su rostro es diferente al mío, pero tenemos rasgos iguales, limpio mis lágrimas.
—¿Quién eres? —pregunto, ella se acerca, sus pasos se resuenan en un eco largo. Extiende sus manos hacia mi rostro.
—Tú y yo compartimos fragmentos de nuestras almas —mi ceño se frunce, nunca fui espiritista ni mucho menos creyente a alguna religión.
—¿Perdón? —sus manos cálidas toman mis mejillas y limpia los rastros de lágrimas que quedaron.
—¿Estás triste?
—Sí.
—¿Por qué moriste? —niego con la cabeza—. ¿Entonces?
—Alguien murió por mi debilidad.
—Eres fuerte, Hilary. No como yo. Tú moriste intentando salvar a alguien, yo morí por egoísmo —me quedo en silencio—. ¿Quieres verlo? —mi ceño se frunce.
—¿A quién?
—Al hombre que amas y a tu hijo —la tomo de los brazos desesperada.
—¿Puedo verlos? ¿Puedo ver a James y a nuestro bebé?
—Fragmentos de sus almas están en este lugar, ¿quieres verlos? —asiento lentamente.
—Quiero verlos. ¡Quiero volver a verlos! —tengo que pedirle perdón, si es nuestro último encuentro, quiero verlo y despedirme correctamente.
—Puedes tomar mi lugar, yo ya no quiero volver —mi ceño se frunce, me sonríe, pero sus ojos están llenos de lágrimas, lo último que veo es caer una lágrima por su mejilla.
Respiro hondo y abro mis ojos de golpe, me duele todo el cuerpo y no proceso bien donde estoy, solo sé que quiero ver a James.
—¡James! —grito, me levanto de la cama, no estoy registrando dónde estoy o hacia dónde voy, pero quiero salir y buscar a James.
—Mama —alguien exclama, veo una puerta que da al exterior y corro, mis piernas se sienten débiles, lloro por la desesperación.
Quiero despedirme, si es nuestro último encuentro, quiero despedirme.
—James —chillo, mis piernas se enredan entre sí y caigo al suelo.
—Mama —siento una mano en mi hombro, sollozo.
—James, solo quiero verte una última vez —todo se oscurece.
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¿Estoy muerta? Pero esa mujer dijo que podía ver a James y a nuestro hijo, entonces, es algo así como en las películas, donde el cuerpo esta en coma y el alma sale del cuerpo y vigila a los seres queridos.
Mi única familia solo fue James, soy huérfana. Si estoy muerta o esto es espiritual, ¿por qué me duele todo? Hay un olor dulzón, como de canela, es un rico olor.
—Despertó, Mama no esta muerta, ella despertó —por la formalidad con la que hablan, creo que es una película de una época antigua, como me gustan esa clase de películas.
—Al parecer esta resistiendo bien, es como si su cuerpo se mejorará de repente, como si nunca hubiera bebido el veneno —sonrío divertida, ¿qué clase de idiota bebe veneno?
Me quejo cuando intento moverme, respiro hondo antes de abrir mis ojos. Todo se ve borroso en un principio, parpadeo varias veces hasta que mi vista se aclara, en el techo hay una pintura.
¿Es un hospital rústico?
Que mi cuerpo me duele y que pueda captar olores, solo me afirma que sigo viva, estoy viva, mi sonrisa se ensancha, aunque me duele.
—Mama.
—Esposa.
—Esposa.
—Esposa —intento levantar mi mano, volteo hacia donde viene el ruido y no es una película, las voces provienen de personas en la habitación. Hay una mujer que parece de una edad muy avanzada y tres hombres jóvenes, los cuatro me miran con expectativas, mi ceño se frunce, quiero retroceder y alejarme de ellos, pero es difícil moverse, cuando intento moverme chillo del dolor.
—Mama, no se esfuerce. El doctor real dijo que su cuerpo se sentiría débil y adolorido, son efectos secundarios del veneno que bebió —mis ojos se agrandan, ¿por qué me miran emocionados?
Están hablando en un idioma diferente, pero les entiendo.
—¿Perdón? —es lo único que puedo decir, lo dije porque me siento confundida y quería comprobar si yo también hablo ese idioma, estoy sorprendida, yo también puedo hablar un idioma diferente.
Aunque sé hablar, inglés, español, portugués, alemán, francés, chino mandarín, japonés e italiano. Incluso lenguas muertas, soy una nerd, después de todo. Pero ese no es el chiste.
—Mama, ¿cómo se siente?
—Esposa, estaba tan preocupado de que no pudiera despertar —siento una mano sobre la mía, veo sorprendida al tipo de cabello rubio que esta arrodillado, tomando mi mano y llorando.
—¿Perdón? —retiro mi mano lentamente, no lo conozco y no quiero que me toquen desconocidos.
—¿Mama?
—¿Quién es Mama? —me están sacando de quicio, respiro hondo, tratando de mantener la calma, veo a todos lados, me levanto un poco con mucho esfuerzo, cuando intentan ayudarme los alejo de un manotazo, siento como si hubiera hecho dos horas de cardio cuando estoy sentada y recargada sobre almohadas.
El lugar no es rústico, es anticuado, no porque parezca se esta cayendo en pedazos, si no que la decoración es como si estuviera dentro de una película de la Era imperial. Me quiero reír de lo estúpido que esto, me volví loca o tal vez estoy en coma, estoy segura que morí, pero tal vez mi cuerpo esta en estado vegetativo y mi mente se esta imaginando un mundo diferente.
Pensar demasiado en eso hace que me duela la cabeza.
—Mama...
—Hilary, mi nombre es Hilary, no Mama, no esposa, ni siquiera sé quiénes son ustedes —me quejo, veo a los tres hombres, son bastante atractivos y parecen sacados de diferentes países, uno de apariencia alemana, otro de Rusia y otro de China o por ahí, la señora mira a los hombres y luego me mira.
—¿Cuál es su nombre, ma...? —se interrumpe antes de completar la palabra, le agradezco que lo intente.
—Hilary Winston —respondo, no reconozco el idioma que estoy hablando.
—¿Sabe cómo me llamo?
—¿Por qué debería saberlo? Es la primera vez que la veo —respondo secamente.
—¿Los reconoce a alguno de ellos? —señala a los tres hombres, sus rostro brillan emocionados, mi ceño se frunce todavía más.
—Jamás había visto esas caras.
—¿Sabe dónde estamos?
—No tengo la menor idea —me cruzo de brazos, la señora palidece.
—Llamen al médico real, y que alguien le avise al Emperador del estado actual de la Emperatriz —aunque el significado de sus palabras son obvias, no sé a quién van dirigidas. Los tres hombres parece que se van a desmayar.
No pasa mucho tiempo hasta que un señor también mayor llegue a la habitación, tiene jn gorrito blanco que me causa ternura y siento que lo he visto antes, sus ropas blancas, cierro los ojos haciendo un esfuerzo por recordar dónde he visto esa ropa.
—Mama —le dedico una mirada asesina al señor, la señora se acerca interviniendo.
—No recuerda nada, al parecer no sabe quién es —murmura, pero logro escucharla.
—¿Me permite revisarla? —aunque evita los honorífico, es bastante educado, veo a la señora que tiene una intensa mirada sobre mí, lo harán a la fuerza si no me dejo, así que extiendo mi mano hacia el médico, sé que es la mano porque no dejaba de mover los dedos hacia mi mano, me sonríe agradecido y relajo mi semblante. Siente mi pulso, suspiro y veo a otro lado.
—¿Esta algo mal? —pregunta la señora, el médico ladea su cabeza inseguro.
—Su pulso esta bien, no creo que se trate de alguna enfermedad, tal vez es un efecto secundario del veneno.
—No suena muy seguro —murmuro, el médico me mira avergonzado y la señora me fulmina con la mirada, es esa clase de miradas que me daba la monja del orfanato cuando me quería regañar.
—Nadie había sobrevivido antes al veneno, así que no puedo comprobarlo del todo, tendría que hacer una investigación.
—¿De qué veneno hablan? —pregunto queriendo saber a lo que se refieren—. Fui golpeando con algo pesado y grande en la cabeza, incontables veces hasta que morí —aunque trato de sonar calmada, todo mi cuerpo tiembla—. Fui asesinada o fue un intento de asesinato, porque sigo viva —me miran como si no comprendieran mis palabras. Antes de que respondan, las puertas se abren con brusquedad, revelando a dos señores grandes vestidos de manera ostentosa, ambos están llorando.
—Amalia —el señor se apresura hasta llegar a la cama, se tira a un lado de mí y me abraza, aunque debería apartarlo creo que debo esperar—. Mi querida hija, estás despierta, estás bien —solloza, pega mi cabeza a su pecho y siento sus lágrimas caer en mi cabeza.
Aunque soy huérfana, cuando los padres de James estaban vivos, ellos me abrazaban y me colmaban de mimos, más que a su propio hijo, así que sé reconocer los abrazos paternales.
A pesar de que estoy incómoda, porque no lo conozco, dejó que me abrace. La señora que venía con él, también se acerca del otro lado y me abraza, ahora estoy en un abrazo sándwich.
No me muevo.
—Mi pequeña bebé —solloza la mujer. Les doy palmaditas como puedo hasta que se calman, aún con leves sollozos se alejan de mí y me escanean con la mirada—. Estás bien, mi vida. Todo estará bien de ahora en adelante, puedes volver con nosotros, nos haremos cargo de todo, hablaremos con el Emperador —la mujer sostiene mi rostro entre sus manos, busco a la señora que conocí primero con la mirada.
—Duquesa, no puede decir eso, por favor. Ella es la Emperatriz, su deber es estar...
—¡Prefiero a mi hija viva! —interrumpe el señor a la señora servicial. Esto me confunde.
—¿Quién es la Emperatriz? —pregunto interesada en el chisme, los presentes en la habitación me miran sorprendidos.
—Amalia, ¿qué estás diciendo ahora?
—¿Por qué me llama Amalia? —ninguno parece procesar mis preguntas y como parecen reacios a contestarme, los quiero fuera—. Quiero estar sola —digo con firmeza.
—Mama...
—¡Quiero estar sola! ¡Yo no soy Mama, no soy esposa y no soy Amalia! ¡Ni siquiera los conozco! ¡Fuera! —grito frustrada, cuantas veces debo repetirlo para que entiendan. La mayoría están confundidos, pero me hacen caso y me dejan sola. Aprovecho para relajarme.
Pasan unos minutos en los que dejo en blanco mi mente, no me quiero mortificar demasiado por lo que esta pasando, no llevará a ningún lado. Me levanto de la cama con mucho esfuerzo, estoy recuperando fuerzas aunque sea difícil.
Camino hasta un espejo, quiero ver mi rostro, qué tan mal quede luego de la paliza que me dieron. Cuando veo mi reflejo contengo la respiración, me acerco más al espejo hasta recargar mi mano en él.
Esta no soy yo.
El reflejo en el espejo es idéntico a la mujer que vi antes de despertar. Esa que me estafó. Hago un aproximado de mi tamaño original, soy más alta, pero este no es mi cuerpo, hay rasgos similares con mi rostro original, mi cabello castaño, ahora es rubio dorado, parece falso, mis ojos café oscuros, ahora son verde esmeralda, toco mi rostro, tengo rasgos finos y antes no, me gusta cómo me veo, pero no es mi cuerpo.
Veo mi pecho y me sorprendo, miro a todos lados para asegurarme que no hay nadie mirando, aprovecho mi soledad para tocar mis senos.
—Wow —exclamo sorprendida—. Son más grandes y se sienten increíble —los presiono y me río, me pongo de perfil, tiene un lindo cuerpo.
Me doy una nalgada como bonus, rebotan suavemente pero se sienten firmes.
—Wow —vuelvo a exclamar impresionada. Este cuerpo seria posible con cirugías, pero no creo que eso hagan aquí.
—Mama —resoplo, mi momento de felicidad se acaba de agotar—. El primer ministro ha venido a verla —no sé quién sea, pero por el título, debe ser alguien importante. Estoy en un camisón delgado y lindo, pero jamás voy a recibir a alguien así al menos que sea mi amante, busco algo con que cubrirme, no encuentro nada y me vuelvo a la cama, me cubro con la manta.
—Adelante —espero sentada, las puertas de abren y toda la bola de gente que corrí hace unos minutos vuelve a entrar, al igual que un hombre moreno, lleva lentes y su mirada seria, me deja entender que podré hablar bien con alguien por fin.
—Saludos a su Majestad la Emperatriz Amalia Alala de Ajax Mehmet Ruess —mi ceño se frunce por ese largo nombre o título o lo que sea.
Veo de reojo a la señora servicial.
—Él es el primer ministro Hamel Blandesh —hago una mueca, que nombres tan raros que tienen aquí—. Vino a comprobar su salud en nombre del Emperador.
—¿Emperador? ¿Y por qué no viene él? —parpadeo, miro de la señora al primer ministro, ambos se ven incómodos por mi pregunta—. Bueno, como sea. Estoy bien.
—Majestad, me notificaron de su ausencia de recuerdos.
—No, no tengo pérdida de recuerdos, es solo que es la primera vez que veo este lugar y a todas estás personas, pero puedo hablarte de mi infancia sin ningún problema —el hombre mira al médico y luego a mí.
—Majestad, ¿cuál es el nombre del Emperador?
—No lo sé, ¿en qué año estamos? —soy buena en historia, gracias a James.
—Año 494 —paso mal mi saliva y toso.
—¿Año qué?
—Año...
—Te escuche —lo interrumpo, masajeo mi frente—. Me volví loca, solo estando loca es que puedo explicar esto. Sinceramente, creo que hay algo que esta mal, no sé si soy yo o son ustedes o somos todos —me cruzo de brazos molesta.
—Majestad, haremos lo necesario para que...
—Detén tu rollo —lo interrumpo, pienso en una solución rápida—. A parte de venir a ver mi estado para informar al Emperador, ¿hay otro motivo? —el primer ministro asiente.
—El Emperador quiere proceder con el juicio por su intentó de suicidio... —mi ceño se frunce. No sé a que se refiere, pero parece cosa seria porque los presentes exclaman, los duques quieren replicar, levanto mi mano como señal para que se callen, todos guardan silencio.
—¿En qué consiste el juicio?
—Es para decidir su castigo por su intentó fallido de suicidio.
—Entonces no es un juicio, es una condena —me mira sorprendido, es fácil darse cuenta de la diferencia—. En primer lugar, ¿cómo me pueden culpar de algo que no hice?
—El Emperador fue testigo de cuando se tomó el veneno.
—Pero yo no recuerdo nada —palidece—. ¿Hubo algún otro testigo que viera específicamente que me tome el veneno?
—No, Majestad.
—Entonces, es la palabra del Emperador contra la mía.
—¿Esta diciendo que el Emperador esta mintiendo?
—¿Estás diciendo que yo soy quien miente? —bufo cansada, me acabo de despertar y ya me llueven golpes por todos lados—. Si el Emperador es misericordioso, entenderá que no recuerdo nada de lo que dice, tengo pérdida de memoria y delirios —modifico lo que dije en un principio para tomar la ventaja—. Si hay una prueba más contundente de que quise matarme, que me castiguen por eso, si solo son las palabras de una persona no sirve de nada. Hasta ese momento, continúen con su juicio, por ahora, quiero estar en paz e intentar recuperarme de los daños. Por favor, marchese primer ministro.
Se despide con una reverencia y se marcha, siento que perdí años de vida en eso, ni siquiera sé qué esta pasando, pero no me gusta como suena eso de posible castigo.
Recuerdo que no estoy sola y veo al resto de los presentes.
—Quiero descansar —parpadean casi al mismo tiempo, paciencia, debes tener paciencia Hilary—. Quiero estar sola para poder descansar.
La señora servicial, asiente y se encarga de correr a todos. Cuando vuelvo a estar sola, me duermo, es lo único que puedo hacer ahora.
Todo esta oscuro, eso creo hasta que alguien que parece brillar se acerca, la reconozco en seguida.
—¿Qué esta pasando? Dijiste que podría ver a James y a nuestro hijo, pero desperté en un cuerpo diferente —camino apresurada para alcanzar, pero no importa cuánto avance, ella sigue distante de mí.
—Tu prometido e hijo están en ese mismo lugar, solo que todavía no es momento de que los conozcas, ambos tienen caminos diferentes, pero llegaran a ti —niego con la cabeza.
—Quiero verlos, ahora —mi voz se rompe y sollozo.
—Es la única forma, aún no es tiempo de que se encuentren.
—¿Y mientras qué? Yo no soy Amalia, soy Hilary.
—Hilary esta muerta —me detengo de esa caminata absurda que no me acerca para nada a ella, tallo mi rostro—. Esta es la manera más sencilla para que puedas verlos de nuevo.
—¿Qué pasa contigo?
—Yo ya estoy muerta —esto es demasiado confuso para mí—. Debes mantenerte en el palacio para que te encuentres con tu hijo y tu prometido.
—¿Debo vivir como alguien más?
—Debes hacerlo para sobrevivir, ¿o prefieres morir? —llevo mi uña del pulgar a mi boca y la mordisqueo, nerviosa. Solo quiero despedirme, una despedida no debería ser tan complicada, pero me gustaría ver el rostro de mi hijo que no pudo nacer.
—Bien, pero ¿qué fue lo que hiciste? —se acerca a mí una vez que me calmo.
—Me suicide, bebí veneno enfrente de la persona que amo —mi ceño se frunce porque no puedo escuchar lo último, solo que bebió veneno enfrente de alguien, me imagino que dijo enfrente del Emperador.
—Me quedaré con tu cuerpo, ¿no hay ningún problema? —niega con la cabeza, asiento—. Gracias, por esta oportunidad.
—Gracias a ti por aceptarla, ahora despierta, tienes que ponerte al día con todo —le sonrío, por algún motivo, creo que será la última vez que nos veamos.
—Descansa en paz, Amalia.
—Vive bien, Hilary.
—¿Mama? —abro mis ojos y veo borroso—. ¿Mama se encuentra bien? —sollozo, fue triste, por algún motivo mi pecho se siente oprimido, lo lamento tanto por ella que murió.
—Estoy bien, estoy bien —repito varias veces lo mismo.
-
—Entonces tú eres mi sirvienta, te llamas Diana —repito lo que me explicó, la señora asiente—. No puedo decirte Diana, es bastante grosero de mi parte, ¿cuál es tu apellido? —parpadea sorprendida.
—Es Bell —asiento, estamos en la que se supone es mi habitación y donde estaré encerrada toda la semana hasta que haya alguna mejora de mis fuerza física, estoy comiendo en la habitación, hay varias sirvientas que acompañan a la principal.
—Bien, señora Bell. ¿Quiénes son ustedes? —veo a las tres jovencitas que llevan cabizbajas desde que entraron a la habitación—. ¿También son mis sirvientas personales?
—Así es, Mama. Yo soy Lourdes Clarence —asiento hacia la primera que saluda.
—Yo soy Martha Meeten.
—Y yo soy Esmeralda Thread —creo que los nombres son sencillos.
—¿Cuántos años tienen?
—Diecinueve.
—Dieciocho.
—Dieciséis —lo dice en orden.
—¿Cuántos años tengo yo?
—Veintidós, Mama —veo sorprendida a la señora Bell, luego giro mi cabeza hacia el espejo y ahora entiendo todo.
—¡Vaya! ¡Con razón mi piel es perfecta! —dejo los cubiertos y toco mis mejillas sintiendo la suavidad de mi piel—. Cuando tenía veinticinco me salieron arrugas en los ojos y a las veintiséis en la frente, por mis corajes —les digo con mucha confianza, por su mirada de preocupación entiendo que volví a arruinarlo, suspiro—. ¿O fue un sueño? —me río falsamente queriendo aligerar el ambiente. Vuelvo a tomar los cubiertos—. ¿A qué edad me case? —las tres muchachas se miran entre ellas, pero al final terminan mirando a la señora Bell.
—A los diecinueve años, Mama.
—Llevo tres años casada —murmuro, más para mí. Termino de comer y me pongo de pie—. Quisiera dar un paseo, eso de estar encerrada todo el tiempo no es mi estilo —me estiro, miro a la señora Bell que asiente.
Las muchachas de encargan de vestirme apropiadamente para salir, es raro que alguien me vista, yo siempre me vestí sola, pero aunque ahora quisiera intentar hacerlo, no sé cómo se ponen los vestidos. Así que dejo que lo hagan solas. Me siento como una verdadera princesa.
Una vez que salimos de la habitación, me emociono como niña pequeña. Aunque quisiera correr, la señora Bell me vigila de cercas, así que contengo mi emoción y veo a todos lados, en cuanto veo un cuadro me apresuro para verlo de cercas, extiendo mi mano para tocarlo, pero al final recuerdo que puede ser una pieza invaluable, retiro mi mano.
—¿No lo va a tocar, Mama? —pregunta Lourdes.
—No quisiera arruinarlo, mejor viendo sin tocar —veo los detalles y los colores, es una increíble pintura de un monte—. ¿Quién es el artista? —pregunto emocionada, si James estuviera aquí le daría un ataque de felicidad y querría encerrar el cuadro en un lugar especial, pensar en él duele, pero me alegra de cierta manera.
—Ah, no lo sé, Mama. Si quieres podemos investigar el nombre.
—Después, ahora quiero ir al jardín —vuelvo a mi rumbo emocionada, en las películas, siempre hay jardines impresionantes en esta clase de lugares, quiero ver la construcción más de cerca. Veo los castillos, los arcos, las puertas, no me pierdo ningún detalle, este es mi sueño de arquitecta—. Me gustaría conseguir una copia de los planos del palacio y hablar con el arquitecto —por el silencio que le sigue a mis palabras, creo que no me han entendido, pero también puede ser porque esta muerto—. ¿El arquitecto esta muerto?
—Así es, Mama —hago una mueca.
—Bien, solo quiero los planos.
Llegamos al jardín y me emociono por ver tantas flores y rosas, los arbustos y árboles están podados de manera adorable.
—Me encanta el jardinero —digo emocionada, llegando hasta un rosal, me inclino para olfatearlas, todos dicen que las rosas despiden un olor dulzón, yo nunca he olido nada y sigo sin hacerlo, pero me divierte pensar que estoy oliendo algo magnífico—. ¿Cómo es mi relación con el Emperador? —pregunto de repente, las miradas asustadas de las sirvientes es suficiente para darme entender lo que ya me imaginaba—. ¿Fue un matrimonio por conveniencia? —la señora Bell mira al pasto.
—¿Recuerda algo, Majestad?
—No, pero es fácil darse cuenta del desinterés del Emperador hacia su Emperatriz. Desde que desperté no ha venido a visitarme, ni siquiera por cortesía, a pesar de ser una Emperatriz que casi muere envenenada, no hay guardias, tampoco hay muchos sirvientes, eso significa que no tengo el favor del Emperador y que me detesta —jadean sorprendidas por mi conclusión.
—¿Le molesta?
—En absoluto —me río—. No soy de las que ruegan por amor —me encojo de hombros.
Andamos un rato más por el jardín, bromeo con ellas, hasta que se encuentran más relajadas.
—¡Esto es un insulto! —justo cuando estamos a punto de regresar a la habitación escucho gritos, soy chismosa por naturaleza, así que me acerco a dónde provienen los gritos.
—Duquesa, por favor. Deje de humillarse a usted misma —a lo lejos veo a una mujer por un lado y a tres del otro lado, es como una confrontación bastante mal equilibrada, me detengo para ver el comportamiento de las mujeres.
—La Emperatriz no ha muerto, ¿cómo una simple mujer como tú piensa que este palacio será suyo?
—Si la Emperatriz muere o no, no importa, el Emperador la odia, es cuestión de tiempo que le pida el divorcio y la sustituyan como Emperatriz —veo un movimiento por parte de la señora Bell, extiendo mi brazo para que no se mueva.
—Incluso si la Emperatriz es destituida, es claro que usted no será nombrada Emperatriz, ya que la concubina preferida del Emperador es la señorita Izett —no sé, esta de mi lado o en contra.
—Regresemos —murmuro, me doy la vuelta y quisiera correr, pero la educación de una dama es mantener la calma o eso vi en las películas.
Una vez que llegamos a la habitación y cierran la puerta, hay un silencio incómodo, hasta que grito de la emoción, me giro emocionada hacia las sirvientas y llevo mis manos a mi rostro impresionada.
—¿Vieron eso? ¡Fue una pelea! —exclamo—. Jamás había visto una pelea tan intensa y a la vez tan elegante. Ninguna jalo del cabello de la otra o se dijeron maldiciones, fue como... wow —usualmente las peleas de mujeres es con sarcasmo, algunas llegan a insultar con palabras vulgares, incluso otras cobardemente insultan a las espaldas del resto, pero esto fue una pelea, frente a frente, directa.
Las sirvientas no parecen emocionadas como yo, solo preocupadas.
—Mama, ignore las crueles palabras de las concubinas. Usted no será destituida, ni degradada.
—Ah, es cierto, dijeron algo sobre eso —suspiro y tiro de las agujetas que asfixian mi pecho—. Descuiden, no me interesa perder mi título —si salgo del palacio tal vez pueda buscar a James, empezar de nuevo aquí, suena bien.
Me ayudan a quitarme el vestido y los arreglos del cabello.
—¿Majestad, no esta preocupada?
—Nunca pensé en tener un matrimonio político, aunque no lo parezca soy muy romántica —si alguien no me quiere, no me esfuerzo por quererlo o pedirle amor, no soy una moneda de oro—. Si no hay amor, al menos debe haber satisfacción, y si tampoco lo hay, no puedo hacer nada más que dimitir —una vez que me liberan del corsé suspiro aliviada.
Lo pensé bien, puedo salir del palacio y buscar a James, para comenzar de nuevo, si hay fragmentos de su alma en el James de aquí, tal vez nos podamos enamorar de nuevo. No ruego amor, lo conquisto.
Así que mi plan, será encontrar a James y conquistarlo. Que gran plan.
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