La Luz Que Emanas

La Luz Que Emanas

CAPÍTULO UNO

El día parecía haber sido pintado por un filtro gris que entristecía cada célula de mi cuerpo. Solo podía bostezar mientras trataba de concentrarme en la tarea que tenía enfrente, pero el frío adormecía mis manos impidiéndome sostener el lápiz con fuerza.

La única parte de la casa con calefacción era la sala de estar que estaba unida al comedor, lo que significaba que toda la familia se reunía allí. La cual no es precisamente pequeña, con cuatro hermanos y dos sobrinos, el hogar parecía muy pequeño y el caos demasiado grande. Con ese conjunto no podía concentrarme adecuadamente.

Me rendí, solté el lápiz sobre la mesa y fui a darme una ducha caliente para quitar el dolor de mi cuerpo, culpa del frío. La calidez de mi cama era perfecta para mantener el calor que había recuperado, y mientras revisaba las historias de mis compañeros lo vi a él. A quien no pude dejar de observar desde que me cambié de escuela.

Ese chico tan innatamente genial que provocaba una envidia enfermiza en mi ser. Lo odiaba por ser tan elocuente, tan feliz, tan simpático, agradable y guapo. Parecía que todo lo que él hacía o dijera fuera correcto y aceptado por todos a su alrededor. Analice cada detalle de la foto, desde el fondo donde se veía una parte de su cuarto, hasta su cabello imperfectamente perfecto y su ropa tan casual pero linda.

"¿Por qué es tan genial?" Pensé.

Seguí pensando lo mismo cuando lo vi entrar al salón de clase con esa imagen tan limpia y genial. Pero solo por un momento, estaba más preocupada por terminar la tarea que deje el día anterior.

—¿Puedo copiar tu tarea?— Una voz baja y aguda como el zumbido de un mosquito hablo a mi lado. Natalia Pérez, mi compañera de clase, es delgada y pequeña, que junto con su timidez era difícil de apreciar.

De todos mis compañeros, ella era la única persona con quien hablaba a diario en el salón, lo más parecido a una amiga, pero en realidad no lo éramos. Siempre pensé que juntas podíamos considerarnos las raritas de la clase.

Aunque no me consideraba muy rara o fea, el problema era mi trauma. Cuando estaba en primaria todos mis compañeros se rieron de mí, sentí tanta vergüenza que desde entonces tenía miedo de realizar algo vergonzoso o fuera de lugar, sin darme cuenta comencé a recordar cada detalle que la gente criticaba de mí para evitar hacerlo o para poder cambiar. Fue tan agotador que decidí que era mejor aislarme y volverme invisible, probablemente no sea la solución ideal, pero era lo que me permitía vivir de manera más relajada.

—Yo necesito copiar la tarea de alguien.— Dije distraídamente.

Ella hizo una mueca y siguió tratando de resolver los ejercicios de matemáticas. Finalmente, tuve la suerte de concluirla a tiempo, lamentablemente Natalia no pudo terminar de copiar mi tarea. Pero ese no era mi problema.

Hasta qué...

—¿Por qué eres tan mala? ¡Por tu culpa no pude terminar mi tarea!— Grito con enojo Natalia, parecía haber olvidado que ella es muy tímida.

En el silencio del aula todos observaban en nuestra dirección, algunos sorprendidos, otros con morbo. Ante la situación, los nervios tensaron todo mi cuerpo, y me sentí irritada y enojada por su actitud.

—¿Acaso no te preste mi tarea? Si pudiste terminar o no, ¿qué tiene que ver conmigo?

El silencio se prolongó por tres segundos, luego todos empezaron a hablar, algunos dándome la razón, otros incitándonos a pelear. Cuando vi qué lágrimas comenzaron a caer por su rostro, dos emociones cruzaron mi mente, una fue sorpresa y otra fue fastidió.

—¿Esto es suficiente para llorar?— Supongo que mi expresión no fue muy buena cuando lo dije porque ella salió corriendo.

Todos en el salón estaban mirándome, no quería quedarme para que ellos siguieran viéndome y salí de allí también.

"Está loca, ¿qué culpa tengo yo?".

Solo me calmé cuando el frío ambiente de los sanitarios me recibió y el agua fría tocó mis manos. Me lamenté por todo, no podía dejar de pensar que pasaría al regresar, no quería que estuvieran observándome o susurrando frente a mí. Trate de suprimir tanto como pude la preocupación de que pensarían ellos.

Sonó la alarma de final de receso, solo podía volver a clase. Caminé lentamente, me sentía mal a cada paso que daba, cuando abrí la puerta y fui a mi asiento sentí que era consciente de todo el lugar, pero también mi visión tembló ante el nerviosismo.

"Nadie de ellos importa". Me alenté interiormente.

Para mi sorpresa y gusto, Natalia había sacado todas sus cosas y se fue a otra mesa. Su comportamiento me pareció estúpido, pero realmente ya no quería seguir teniéndola a mi lado.

La clase fue aburrida y el tiempo paso mortalmente lento, aun así, para mi alivio nadie parecía dirigir sus ojos en mi dirección. Pero increíblemente sucedió un evento raro.

—Arián ¿Cuándo acabo la segunda guerra mundial?— Preguntó la profesora de historia.

Cuando gire hacia mi compañero, mis ojos chocaron con dos orbes grises.

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Comments

Melisuga

Melisuga

Creo que esto es suficiente para dejar de considerar a Natalia como un prospecto de amiga.

2024-06-23

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