CAPÍTULO CINCO

Mi mirada estaba en Javier desde que llegue a casa. ¿Él de verdad estaba ligando con Carla? Una estudiante de instituto de 17 años.

—¿Con quién estás saliendo?— Pregunté, no quería ser directa por miedo a revelar los sentimientos de Carla, no sabía si ella ya se había confesado o era solo un amor platónico.

—¿Quién? ¿Yo?—Preguntó Javier con cara de tonto mientras comía una manzana.

—No veo que haya alguien más.

Javier me miró feo y comenzó a revisar su celular sin querer seguir hablando conmigo. Después de insistir un par de veces y ser ignorada, decidí que era más fácil averiguarlo por mí misma.

Me levanté del sofá, y mientras me iba le arrebate el celular de las manos para correr hasta el baño. Javier me siguió y se quedó al otro lado de la puerta gritándome.

—¡Sal de ahí! Si no sales voy a tirar la puerta y no te daré dinero nunca más, mocosa hedionda.

—Hediondo tú.

Rápidamente, revisé su celular y vi el chat de Carla, cuando lo abrí no leí nada fuera de lugar. Parecía ser la conversación de dos conocidos, pero no de una pareja o de dos personas ligando.

Cerré la aplicación y salí del baño. Javier me quito el celular y se fue por el pasillo, antes de cerrar la puerta de su habitación me mostró el dedo del medio.

Al parecer Carla y él no tenían una relación tan profunda como imaginé. No sabía si debía advertirle a ella o no sobre el comportamiento mujeriego de mi hermano, o solo ignorarlo. Creo que no es algo que me involucre, si ella decide preguntarme respecto a Javier, entonces le diré lo que sé.

Los días pasaron rápidamente y el fin de semana llegó. Era raro como siempre esperaba este momento para no salir de casa, pero ahora sentía mucho aburrimiento y no quería estar encerrada, me provocaba repelús la idea de permanecer en las cuatro paredes de mi cuarto.

Me cambié, arreglé un poco mi cabello y salí de casa. No sabía dónde ir, y andar sola tampoco me gustaba mucho, entonces solo pensé en ir al café. Podía ir a comer algunos postres gratis y pasar el rato con mis hermanos, si es que se encontraban allí.

Cuando llegue no había mucha gente, supuse porque eran la dos de la tarde. Me dirigí a la barra, y allí vi a Matías conversando con un empleado, recordaba que era un universitario que trabajaba a medio tiempo, su nombre era Lucas.

—Hola.— Dije cuando estuve frente a ellos.

Ellos me miraron y sonrieron saludándome.

—¿Por qué estás acá?— preguntó Matías.

—Estaba aburrida.

—¿Entonces viniste a trabajar? Perfecto porque justo necesitamos a alguien en la caja.

Así pase la siguiente hora, trabajando, lo bueno es que podía comer gratis. La tarde estaba siendo muy agradable, y el ambiente en el café también lo era, la música fluía en el volumen correcto y las personas conversaban animadamente. Me sentía de buen humor y subí una historia a WhatsApp, la foto mostraba mi mano sosteniendo el frappé de caramelo y de fondo se apreciaba el lugar difuminado. Me sentí contenta porque la imagen parecía muy estética.

Debido a que no había muchas personas, Lucas se acercó para conversar conmigo. Era un chico muy simpático y humilde, vino de un pueblo cercano a estudiar a la ciudad. Fue lo que me contó en los últimos minutos.

—¿Hace cuánto no vuelves a tu casa?— Pregunté.

—Desde hace dos meses porque se juntaron muchas actividades en la carrera. Fue muy pesado, además me despidieron de mi último trabajo y estuve buscando empleo por más de un mes, hasta que tu hermano me contrato.— Dijo Lucas.

Algo que me había dado cuanta en estos minutos era que hablaba mucho, tenía una personalidad muy extrovertida. Razón por la que hablar con él era muy fácil.

—¿Tus padres no te ayudan?— Pregunte, temerosa de tocar un tema delicado.

—No es que no lo hagan, pero mi abuela enfermó, sé que se les hace difícil cubrir todos los gastos y esta es mi forma de ayudarles.

Estaba por responder, pero Lucas, con un comportamiento totalmente animado, señaló a alguien detrás de mí, cuando gire mi cara unas personas conocidas aparecieron en mi línea de visión. Sin embargo, solo pude ver a uno de ellos, el que iba vestido con un jogging negro y una remera blanca debajo de una campera de algodón grueso que llevaba desprendida, aunque sonaba a algo muy simple, en realidad se veía muy bien, muy casual y relajado. No obstante, lo que completaba su imagen inalcanzable era su rostro.

—Es justo mi tipo.— Dijo Lucas sin apartar la mirada de Arián.

—¿Qué?— Pregunte sorprendida por sus palabras.

—¿Qué? ¿De verdad no te diste cuenta?

Así fue como descubrí que Lucas era gay. Fue lindo, porque por primera vez pude hablar con alguien de Arián y esa aura de él, la que siempre me molestaba, sin sentirme juzgada.

—Él siempre es así, cuando llega a un lugar parece que todo se ilumina y hasta el olor del aire se siente diferente.

No habían pasado muchos minutos desde que Arián y Tobías llegaron al café. Ellos ya se encontraban en una mesa, incluso una mesera los atendió.

—¿Cómo alguien puede ser así? Dios mío, si tan solo un tipo como él se fijará en mí, podría ser feliz por el resto de mi vida.

No pude evitar reírme de su actitud, hasta que me golpeó con el pie. La patada fue fuerte y solté un quejido sin entender por qué lo había hecho.

—¿Acaso Dios me escuchó? Está mirando hacia acá.

Después de escuchar lo que dijo volteé a ver y efectivamente Arián miraba en nuestra dirección, cuando nuestras miradas se encontraron sonrió y agitó su mano. Me estaba saludando. Devolví el gesto y me congelé tan pronto como se levantó para comenzar a caminar hacia la caja.

—¡Viene hacia aquí!— Susurro Lucas con entusiasmo y pánico. —¿Por qué viene hacia aquí?

—¡No sé!— Susurré de igual manera.

Dejamos de hablar cuando Arián estuvo a pocos metros. Él se acercó y saludo ligeramente a Lucas para después dirigir su atención a mí.

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Melisuga

Melisuga

La charla de Ludmila y Lucas se mueve entre lo gracioso y lo tierno. Parece que nuestra chica encontró un amigo de verdad.

2023-11-01

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