La nieve empezó a caer desde muy temprano, caía a un ritmo lento pero constante, acumulándose en el alféizar de la ventana. El invierno pronto llegaría a su fin, por lo que se estimaba que esta era una de las últimas nevadas que helarían mis huesos, según los reportes meteorológicos.
Estaba feliz de no tener que ir a clases, pero no por la razón y mucho menos con la persona causante de ello. El día de ayer, después de que mi profesora revisara mi herida, ella decidió que era mejor asistir al hospital para que pudiera recibir asistencia médica, allí me colocaron dos puntos y ahora una fea gasa cubría mi frente. No era algo que se viera particularmente bien, no como lo haría una pequeña y linda bendita.
En vez de preocuparme por la situación del día anterior, prefería disfrutar mi día libre, y lo hice viendo una serie en Netflix, no era como si quisiera salir afuera y disfrutar del estremecedor frío. Al principio elegí la serie por puro aburrimiento y porque el protagonista se veía muy atractivo, pero ahora estaba muy concentrada en la trama.
—Toma.— Dijo mamá, quien había salido de la cocina con una taza de café con leche para mí.
—Gracias mamá.— Dije sonriendo melosamente. A veces solía disfrutar mucho ser la hija menor, mamá solía ser muy atenta conmigo sobre todo cuando estaba enferma, como en este momento que incluso había pedido el día libre en el hospital para quedarse en casa conmigo.
—Me alegro de que no pelearas esta vez, si no tendríamos que mandarte a una escuela rural.— Mencionó mamá sentándose a mi lado, agarre la manta que cubría mis piernas y la acomode para que ella pudiera cubrirse también.
—Solo peleé una vez, y no me arrepiento.— Refuté decididamente.
A finales del año pasado me expulsaron, no fue realmente mi culpa, todo sucedió porque una compañera hablo mal de mamá y su reputación, en ese momento no pude controlar mi furia y la golpeé, obviamente ella no se dejó golpear así sin más y comenzamos a pelear. Al final decidieron que como fui quien inició la pelea, solo yo sería expulsada, pero en realidad se debía más a qué su padre era muy buen amigo del director del colegio.
— Estuve pensando, — comenzó a decir mamá; era muy probable que después dijera algo sobre lo que quizás no me gustaría hablar.— falta poco para que termines el instituto y me gustaría saber que planes tienes pensado para cuando eso suceda.
No tenía ningún plan para el futuro, no había algo que quisiera hacer además de terminar la escuela. No había algo que me interesara o apasionara, no tenía ni la más mínima idea de si seguir una carrera universitaria o empezar a ganarme la vida haciendo cualquier trabajo bien remunerado, como hacer uñas, por ejemplo.
—No he pensado nada.
Mamá no me miro de ninguna manera en particular, su rostro era tan normal como siempre, lo que me hizo pensar que tal vez ella ya se esperaba ese tipo de respuesta de mi parte. Mamá nunca fue una madre que obligara o amenazara a sus hijos con estudiar o trabajar, ella era la persona más despreocupada que conocía. Cuando mis hermanos no querían seguir sus estudios superiores les dijo que estaba bien, si querían cambiar de trabajo ella los apoyaba mientras no tenían empleo, si tenía que mantener toda la casa sola ella lo haría. Las discusiones eran tan escasas que cuando ella se enojaba solíamos asustarnos, pero también sabíamos que ella nunca estaría enojada por más de un momento o que esas situaciones jamás llegarían demasiado lejos.
—No te voy a exigir nada, pero por lo menos aprende un oficio. Sé inteligente, gana bien y vive sin preocupaciones, como tu madre.— dijo mamá, muy elocuentemente su filosofía de vida. No pude evitar sonreír ante sus palabras, porque ella definitivamente vivía así, no voy a mentir, yo también pensaba que era algo muy racional.
—Todavía quedan unos meses, si no sé qué hacer puedo ir a una escuela de oficios y talvez al siguiente decida ir a la universidad, no tengo apuro.
—Está bien, mientras no pases tus días encerrada, además, también deberías buscarte un novio.
Decidí ignorar sus palabras y fingir ver concentradamente la serie en la TV.
...
La nieve del día anterior había dejado de caer, pero desgraciadamente había sido reemplazada por una brisa extremadamente fría.
Solo pude faltar a clases un día, por esa razón ahora caminaba hacia la escuela sintiendo los pies entumecidos por el frío, aún a pesar de que llevaba dos pares de medias, y mi nariz estaba tan fría que ardía, estaba segura de que parecía un botón rojo.
Caminaba rápidamente con la esperanza de que eso lograría elevar la temperatura de mi cuerpo, pero eso solo parecía hacer que la brisa pasará por mi rostro como si de cuchillas afiladas se tratara.
Detuve mis pasos a un lado de la calle, el semáforo se encontraba en rojo en la intersección y mientras esperaba que cambiará su color vislumbre cierta figura al otro lado de la calle. Arián, quien me miraba desde el otro lado de la calle, pareció darse cuenta de que mi vista estaba sobre él y levantó la mano en un saludo, no le devolví el gesto, no porque no quisiera hacerlo, sino porque prefería mantener mis manos en la calidez de los bolsillos de mi abrigo.
Él se quedó afirmado en un árbol esperando a que yo cruzara la calle, cuando llegue frente a él lo salude con un "hola" y comenzamos nuestro camino hacia el instituto.
—¿Tu herida se encuentra bien?— preguntó fijando sus ojos en la banda que cubría mi frente.
Esta mañana, cuando limpie la herida, había decidido sacar la fea gasa que tenía y cambiarla por una venda más delicada, la cual resaltaba menos.
—Solo duele un poco, pero estoy bien.— Respondí quitándole importancia al asunto.
—Ayer no tuve tiempo para preguntarte que fue lo que pasó.— Indago Arián.
—No quiero hablar de eso, además yo tampoco entiendo qué le sucede a Natalia.— Evite la curiosidad de Arián, no tenía ganas de decirle que probablemente Natalia me ataco por celos, todo debido a nuestras recientes interacciones. Pensarle en contar eso me ponía inexplicablemente nerviosa.
—Entiendo.— Dijo él, sin intención de seguir indagando en el tema.— No sé si ya sabes, pero ella fue suspendida por una semana.
—Sí, algo así vi en el grupo de la clase.— Respondí. Siendo sincera, lo que pasara con Natalia no me interesaba en lo más mínimo, lo único que esperaba era que no se volviera a cruzar por mi camino.
Cuando llegamos al instituto sentí como el frío abandonaba lentamente mi cuerpo provocando un leve estremecimiento. Arián seguía siendo una persona muy atenta, él me abrió la puerta del salón de clase, aún no lograba acostumbrarme del todo a ello.
Habíamos llegado quince minutos antes del inicio de clases, razón por la cual solo había uno pocos compañeros. Tenía tanto frío que poco me importaron las miradas de ellos cuando camine directamente al calefactor que se encontraba al final del salón. Puse las manos sobre el calefactor y sentí como las articulaciones tensas de mis manos se calentaban dolorosamente.
—Me he dado cuenta de que no parece gustarte el frío.— Señaló Arián cuando llegó a mi lado. Mientras estaba frente al calefactor, estirando mis brazos hacia el calor, él se apoyó contra la pared fijando su atención en mí.
—Soy bastante sensible al frío.— Concorde.
—¿Quieres beber algo caliente?— Pregunto después de unos momentos de silencio.
—Sí, sería genial.— Respondí con la imagen de un café humeante en mi mente.
—Iré a comprar, ¿qué quieres?— Ofreció Arián listo para salir del salón.
—Vamos juntos.— Propuse.
La cafetería parecía ser un punto de reunión para todos, era un lugar cálido y ruidoso, debido al ambiente concurrido y la buena calefacción, el calor se acumulaba satisfaciendo nuestra necesidad de calidez y logrando que varios estudiantes empezarán a quitarse sus abrigos.
Arián estaba sentado frente a mí bebiendo café negro, en cambio, mi elección había sido la misma de siempre, café con leche. El café negro era demasiado amargo para mi gusto, prefería algo levemente más empalagoso, pero no demasiado.
Aunque durante ese momento no hablamos mucho y la mayor parte del tiempo reino el silencio, fue un momento muy agradable. Lo disfruté mucho y sentí que era de esos momentos que quedarían grabados en mi mente como un recuerdo difícil de olvidar.
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