—Es una locura, ¿quién escribe esto?— Pregunté con enojo. En realidad había más pánico, tenía ganas de esconderme debajo de una piedra. Me encantaría cavar un agujero en el suelo y ocultarme en él por siempre.
Después de convencerme, una y otra vez, de que nadie se fijaba en mí, y que a nadie le importaba realmente mi vida, aparece este estúpido post.
—Se dice que es alguien anónimo, recibe por privado mensajes y redacta chismes.— Me explicó Sofía, mirándome con empatía.
—¿Qué hago?— Pregunté consternada.
—No hagas nada, todo está extremadamente exagerado. Tú no has hecho algo malo para tener que preocuparte, la persona que sacó y envío las fotos es la única que debería sentirse mal.— Dijo Astrid con mucho enfado, incluso su rostro se había sonrojado.
Todo el pánico se esfumó. Mire a las chicas frente a mí, y por primera vez en mucho tiempo quise tener amigas. Y al parecer ya las tenía.
—Gracias.— Dije sintiendo la gratitud quemar mi pecho.
Realmente no debería preocuparme mucho, había una situación más difícil y urgente que resolver. Justo cuando esa idea paso por mi mente, la persona a quien necesitaba hizo acto de presencia.
[Arián Sepúlveda: ¿Dónde estás?]
[Ludmila Díaz: En el patio trasero, detrás del salón de computación. Ven.]
[Arián Sepúlveda: Voy.]
—¿Es Arián?— Preguntó Carla con una sonrisa burlesca.
—Sí, necesito hablar algo con él.— Respondí sinceramente.
—Entonces te dejamos, nos vemos después.— Dijo Sofía. Inmediatamente, las tres se fueron dándome miradas cómplices. Si ellas supieran que la razón de nuestro encuentro es totalmente diferente a sus grandes imaginaciones.
Arián no me hizo esperar mucho y rápidamente apareció ante mí.
—¿Viste esa publicación? — Fueron sus primeras palabras. En su rostro había un poco de preocupación que me hizo sentir extrañamente bien.
—Sí, pero no me preocupa, solo me gustaría que no hubieran tomado esas fotos.
Arián soltó un suspiro aliviado y me dedico una sonrisa.
—Soborne al dueño de la página y prometió eliminar la publicación.
Sus palabras me sorprendieron demasiado, jamás se me hubiera ocurrido tal idea, por mi cabeza pasaron pensamientos como crear unos cuantos perfiles falsos para denunciar la publicación, o mandarle un mensaje privado suplicándole que la eliminé.
—¿Cómo lo sobornaste?— Le pregunté. Me sentía muy curiosa por su trato con el chismoso.
—Dinero.— Respondió como si fuese lo más normal del mundo, como cosa de todos los días.
—¿Cuánto?
—Es un secreto, pero podría decirte si me das algo a cambio.
Gire los ojos cuando esa expresión traviesa volvió a aparecer en él.
—Olvídalo.— Dije reprimiendo toda mi curiosidad.—Quería hablarte sobre Sofía, ¿qué haremos?
—No le des más vueltas, llámala. — Respondió él. Lo miré anonadada, él quería llamarla, pero ni siquiera habíamos pensado en cómo decirle.
—No me mires así, y estás pensando demasiado, al final no le dirás nunca y se enterará por otro lado, ¿qué harás cuando ella se entere de que tú sabías y no le dijiste nada?
Las palabras de Arián me hicieron dudar, pensar en eso me inquietaba. Lo que dijo parecía muy lógico y me ayudaron a tomar una decisión.
—Pero te quedas, le diremos juntos.— Demandé.
Así fue como después de clase le dije a Sofía que me viera en la biblioteca. Era un lugar tranquilo, sobre todo a esa ahora, ya que se encontraba desierto, por lo que junto a Arián pensamos que era un buen sitio para contarle algo de tal delicadeza.
Estaba sentada con Arián a mi lado, y frente a nosotros teníamos a Sofía. Miraba entre ambos sin siquiera saber lo que le esperaba descubrir, me sentía mal, no sabía cómo tratar de minimizar el daño que estábamos a punto de infligir indirectamente.
—Hay algo que debemos decirte.— Pronuncié seriamente.
Sofía, sin embargo, soltó una pequeña risa que inmediatamente cubrió con su mano.
—Ay, perdón, pero parece una escena donde una pareja va a pedir la bendición a su familia.— Después de decir eso continúo riéndose.
Mire a Arián para buscar ayuda. El ambiente se volvió extraño, no sabía como podía contarle sobre el engaño de su novio en esta situación. Arián pareció entender mi mirada y negó con la cabeza.
—Toma.— Fue lo único que él dijo antes de dejar el celular frente a ella.
Sofía paro de reír ante nuestra seriedad, se notaba la confusión en su semblante. Sostuvo el celular y a medida que el tiempo pasaba, su rostro comenzó a perder el color. No había ningún indicio de sonrisa, nunca aprecie esa expresión en ella.
—¿Qué es esto?— Preguntó muy seriamente, intercalando su mirada entre Arián y yo.
—El otro día, salí de clase y vi a Marcos con una chica, ellos se besaron. Luego Arián encontró el Instagram de ella.
Sofía agachó su cabeza, sostenía el celular con fuerza y tembló de impotencia. Su rostro había perdido el color, luego de un momento, lágrimas comenzaron a caer sobre la mesa.
Me quedé atónita por un momento. Luego, rápidamente me levanté y caminé para sentarme a su lado y abrazarla. Ella inmediatamente se escondió en mis brazos y comenzó a soltar sollozos.
La consolé hasta que los temblores de su cuerpo disminuyeron. Fueron largos minutos en los que solo pude estar allí, acariciando su espalda sin poder hacer nada más.
Ella se apartó de mí, y en ese momento Arián estiró su mano, la cual sostenía una bolsita de pañuelos descartables.
—Tengo un poco de experiencia.— Fue lo único que Arián dijo.
Sofía limpió sus lágrimas y dijo que iría al baño. Intenté acompañarla, pero se negó diciendo que quería estar sola un momento.
—Esto me hace sentir mal.— Dije mirando la puerta por dónde ella salió.
—Pero hicimos lo que pudimos, ahora todo depende de ella y ...
Las siguientes palabras que Arián estaba por decir fueron silenciadas por un alboroto que venía desde los pasillos.
En el silencioso colegio, dónde las clases ya habían terminado, los gritos se escuchaban demasiado fuerte, retumbaban en las paredes, hasta llegar a nosotros.
La bibliotecaria de alrededor de cincuenta años, quien estaba ordenando algunos archivos en la mesa de entrada, soltó un grito de sorpresa e inmediatamente salió al pasillo para ver qué sucedía.
Inmediatamente, me levanté con una mala premonición. Arián camino detrás de mí y lo que vimos al salir de la biblioteca nos dejó bastante sorprendidos.
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