CAPÍTULO SIETE

En algún momento un sonido distante se escuchó, no sabía de dónde provenía o que era, mi mente parecía no poder procesar lo que sucedía en mi entorno. En realidad, ni siquiera sabía en dónde estaba.

En un estado de confusión abrí los ojos y rápidamente los cerré, la luz del sol, que entraba por la ventana, era demasiado deslumbrante para la anormal sensibilidad de mi sistema nervioso.

A lo lejos escuché un llanto y luego el quejido de mi hermana. Cuando abrí los ojos nuevamente, la vi levantarse del piso y caminar tambaleante hacia el pasillo. Con mi mente totalmente confundida miré a mi alrededor y pude observar un desastre, había latas de cerveza vacías, la caja de pizza estaba oculta debajo de una manta, y había bolsas de fritura sin terminar esparcidas por el piso y sobre la mesa de café.

Recordé que durante la noche, al parecer, no solo habíamos visto películas, sino que habíamos bebido un poco de cerveza. Pero todo se salió de control cuando Javier llegó con más alcohol. Los tres comenzamos a beber sin control, cuando se acabó el alcohol, Javier fue a la tienda de abajo a comprar más. Jamás pensé que el alcohol barato pegará tan fuerte.

Javier estaba acurrucado debajo de la mesa del comedor cubierto con una manta. Quise reírme de él, pero comencé a escuchar gritos desde el pasillo. Al parecer mamá estaba muy enojada con María por emborracharse y no cuidar a los bebés.

—¿Realmente te parece bien? Por dios María, que iba a pasar si ellos lloraban y tú intoxicada en la sala.

—¡Salí de trabajar a las cinco de la madrugada! Todavía no duermo por cuidar a los niños.

Me dolía la cabeza y los gritos de mamá me hacían sentir mal, sobre todo por qué tenía razón. Tres borrachos y dos niños pequeños, no parecía estar bien.

Me sentí tan mal que me dieron ganas de vomitar. Corrí al baño y devolví todo lo que había en mi estómago, pero fue doloroso, ya que solo había alcohol. Mamá pasó por el pasillo, me vio vomitar en el lavamanos y se fue mientras decía: "Ustedes son increíbles."

Después de darme una ducha me sentí levemente mejor. Salí del baño con una bata porque no había llevado ropa, y caminé a la cocina donde procedí a beber toda el agua que encontré a mi alrededor.

—Ludmila, tu celular está sonando.— dijo mamá desde la sala.

Caminé a la sala y la vi limpiando todo el desastre que había allí. Caminé hasta el sofá y agarre el celular mientras la ayudaba a recoger la basura.

—Entiendo perfectamente por qué sus padres los abandonan, yo también quisiera abandonarlos.— dijo mamá mientras se llevaba las bolsas de basura.

Mamá era enfermera y siempre pasaba mucho tiempo en el hospital, a ella realmente no le gustaban las relaciones demasiado serias y le encantaban los hombres rudos y de dudoso origen. Al final tuvo cinco hijos con tres hombres diferentes: Darío fue su primer hijo que tuvo con un tipo que conoció en la guardia y con quien solo se vio un par de veces y luego desapareció cuando se enteró de qué mamá estaba embarazada, después conoció a otro tipo con el que vivió durante un par de años y tuvo a Matías y María. Cuando mi hermana era bebé, una noche se fue y no regreso. En realidad, yo creo que fue porque descubrió que ella tenía una aventura con un doctor, es decir, el padre de Javier y mío.

Aunque mamá y mi padre terminaron al poco tiempo que nací, nunca perdió contacto con nosotros. Al igual que después de tres años, el padre de Matías y María volvió y de vez en cuando se ve con ellos. Él es un buen hombre, incluso considera a Darío como su hijo. El único que nunca regreso fue el padre de Darío.

Más allá del pasado de mamá, ella nunca fue una mala madre, nos quiso y cuido y siempre procuro darnos todo lo que necesitamos. Ella nunca permitió que su vida nos afectará directamente y solo nos contó las cosas en detalle cuando creyó necesario. Puede parecer desastroso, pero en realidad crecimos bien.

Por ejemplo, ahora, a pesar de que había tenido una guardia de dieciséis horas, cuido de los mellizos y no nos despertó para regañarnos.

Después de limpiar la sala fui a mi cuarto y revisé mi celular. Quedé estupefacta cuando vi la hora y las diez llamadas perdidas de Arián. Eran las tres de la tarde y quedamos en reunirnos a las dos para terminar el proyecto. Quise morirme en ese instante.

Rápidamente, devolví la llama y al primer tono contestó.

—¿Hola? ¿Todo está bien?— Fue lo primero que dijo, su voz sonaba un poco preocupada.

—Sí, solo que no me di cuenta de la hora. Perdón, se me hizo muy tarde.

—No te preocupes, todavía es temprano. Estamos en la sección de juegos del centro comercial, puedes venir a buscarnos aquí.

Su tono parecía bastante normal, no había indicios de enojo. Eso me hizo sentir entre aliviada y culpable.

Después de colgar recogí mi cabello en una cola de caballo, me puse una sudadera y tomé mi mochila con todo lo necesario.

—¡Voy a salir!— Grité.

Cuando pase por la sala, Javier se había levantado del piso para ir a dormir al sofá. Matías y Darío estaban sentados en la mesa comiendo comida para llevar. No tenía idea de cuando volvieron.

—Cuando volví esta mañana parecía que ustedes se divirtieron mucho.— Dijo Darío soltando una carcajada. —Estaban los tres tirados en el piso, y el olor a alcohol era increíble.

—Fue culpa de Javier.— Dije acusándolo.

—¡Yo no las obligué!— Gritó Javier desde el sofá.

—Agradezcan que llegue a las tres de la mañana y pude vigilar a los niños.— Dijo Matías con enfado.

Agaché la cabeza y asentí.

—¿A dónde vas?— Preguntó Matías.

—Tengo que ir a hacer un proyecto en equipo.— Respondí.

Después de terminar de hablar y dar explicaciones, salí de la casa y tome un taxi al centro comercial.

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Melisuga

Melisuga

Una familia medio extraña, pero acoplada y funcionante.

2023-11-01

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