No podía olvidar sus ojos en mí. Ese momento fue tan extraño que confundida fruncí el entrecejo, fue ahí que pareció darse cuenta de la situación y retiro rápidamente la mirada. Él ni siquiera sabía que lo había nombrado, hasta que su amigo le susurro algo y respondió a la pregunta de la profesora.
Fue la primera vez que lo vi en una situación así, fuera de lugar, como si estuviera nervioso.
—Ludmila, ayúdame a cuidar a los niños esta tarde.— dijo mi hermana mayor, María.
Mire a los dos niños que peleaban por un juguete y asentí con desgana. Los quería mucho, pero era demasiado agotador cuidar dos pequeños de tres años.
—¿A dónde vas?— Pregunté.
—Tengo que ir con Matías a chequear la renovación del café.
Matías era uno de mis hermanos. Solo tenía hermanos mayores y todos ellos decidieron abrir un café. La tienda que habían alquilado estaba siendo remodelada para su apertura, y quedaban los últimos toques para su inauguración en dos semanas.
Debido a eso los últimos meses han sido difíciles, el dinero apenas alcanzaba para pagar los gastos de la casa. Ellos decían que era un mal momentáneo que nos traería mucho bien.
—Bueno, cuídate.— Le dije mientras veía como se marchaba dejando atrás dos demonios.
—Vuelvo enseguida.
En algún momento mis sobrinos habían agarrado un marcador y comenzaron a rallarse el uno al otro. Solo me distraje un instante e hicieron un desastre de ellos mismos.
En vez de limpiarlos decidí tomarles una foto. Los dos sentados en el piso miraban a la cámara con sonrisas traviesas. Pensé que era una bonita imagen y la subí a mis historias de WhatsApp.
Al instante note que alguien había visto mi historia, era Natalia, un momento después apareció otro nombre, Arián. Dos personas completamente diferentes, como polos opuestos, realizaron la misma acción. Un hecho curioso para mí.
Al día siguiente, lo primero que vi al salir de mi cuarto fue a dos niños todavía con la cara con rayas y a María mirándome mal. Los marcadores eran permanentes. Lo peor de la situación fue que ni siquiera desayune debido a sus ojos llenos de furia.
En clase todo fue normal, nadie se fijó en mí y yo tampoco presté atención a ninguno de ellos. Solo de vez en cuando a Arián, él era quien yo deseaba ser, brillante y despreocupado.
Las clases fueron lentas y aburridas, solo hasta la clase de educación física. Era la asignatura que más disfrutaba, debido a que Javier, uno de mis hermanos, solía llevarme a jugar voleibol al club donde asistía.
Las chicas habían comenzado a armar los grupos de acuerdo con sus amistades, yo, en cambio, siempre jugaba para el equipo que primero me preguntara, pero esta vez pensaba jugar para aquel en donde no esté Natalia.
—Ludmila, ¿quieres jugar con nosotras?—Preguntó Carla, ella era muy bonita, todos en la escuela la conocían. Además de eso, iba al mismo club que mi hermano y habíamos jugado juntas un par de veces.
Sonreí y respondí:—Sí.
El juego fue divertido, y se prolongó por treinta minutos. Al terminar todas estábamos agotadas hasta el cansancio, y nos sentamos sobre el césped a recuperar el aliento. Sin darme cuenta, el grupo se había convertido en uno bastante animado; los chicos que habían estado jugando en la otra mitad de la cancha se acercaron y conversaban entre todos. Por otro lado, vi a Natalia mirándome mal junto a dos chicas más, eran algunas compañeras de quienes no recordaba su nombre, no me moleste en prestarle atención o preocuparme por ello.
Estaba sentada allí sin saber qué hacer; si me iba podría parecer raro, pero si me quedaba sin poder integrarme a ellos me sentía incómoda. Al final decidí quedarme los quince minutos que faltaban para terminar la clase.
—Vamos a comprar agua, ¿quién quiere?— Preguntó Tobías, el amigo y compañero de escritorio de Arián.
Ambos empezaron a recolectar el dinero de todos los que querían comprar, Arián se acercó a mí y me preguntó. —¿Vas a querer agua?
La primera vez que Arián, el genial, me habló fue demasiado normal. Sin embargo, también sentí que estaba hablando con una especie de ser humano superior.
—Tengo el dinero en el salón de clase.—Respondí un poco avergonzada, la verdad si tenía sed, pero no quería beber el agua directamente del grifo, hacer eso me ponía nerviosa y terminaba mojando mi cara y ropa.
—Te prestó, puedes devolverlo después.
—Bueno, gracias.— Le dije sonriendo. Él solo asintió y se fue.
Después de unos minutos, Natalia y las otras dos chicas pasaron junto al grupo y hablaron en voz lo suficientemente alta como para que todos pudieran escucharlas.
—Ella es mala, pensé que era tu amiga, pero no te quiso ayudar.
—Desde que la vi me di cuenta de que era así, por algo siempre está sola.
Las tres se alejaron rápidamente mientras supuestamente consolaban a Natalia, quien en todo momento mantuvo su cabeza gacha de manera lamentablemente. Me sentí mal de inmediato, en parte debido a qué Tobías y Arián estaban regresando. Por algún motivo no quería que él escuchará ese tipo de cosas sobre mí.
—¿Podemos preguntarte algo?— Habló uno de mis compañeros. Todos giraron sus cabezas hacia mí y asentí con un poco de pánico por su pregunta.
—¿Por qué se enojó Natalia?
Suspiré y desvié la mirada hacia el pasto debajo de mí. No quería hablar de eso, me incomodaba esa pelea tonta y sin sentido, sobre todo porque ella terminó llorando cuando no hice nada para qué reaccionará así.
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Melisuga
Es un clásico. Alguien no cumple con los caprichos de una persona y es tachado de mal amigo. Lo más triste es que nuestra chica sí trató de ayudar, haciendo algo indebido porque los deberes docentes son individuales, y al final le pagan de esa forma. Pero tal vez es mejor así, lo haremos inservible hay que descartarlo rápido.
2023-10-31
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