Después de que el líquido caliente ingresará a mi cuerpo, comencé a sentir calor, y así como lo hicieron otras personas, yo también me deshice de mi abrigo.
Estaba muy a gusto, tanto que me hubiese gustado quedarme en el agradable ambiente de la cafetería escolar, pero cuando sonó la alarma supe que no podía hacerlo.
Cuando salimos de la cafetería y vi a todos los alumnos dirigirse a sus salones, me recordó a una prisión, los maestros regulaban y controlaban que todos los alumnos entrarán a sus celdas para recibir las lecciones que nos prepararían para insertarnos en la sociedad como adultos.
Cuando entre al salón de clases todos mis compañeros se me quedaron viendo, probablemente estaban entusiasmados por el chisme de hace un par de días. Por el contrario, Camila, Sofía y Astrid me saludaron con sonrisas.
La primera clase fue historia, apenas la profesora entro dijo que iba a entregar los proyectos corregidos. Me sorprendió un poco, ya que había pasado un tiempo desde su entrega. A medida que iba nombrando a un integrante del equipo, esa persona pasaba a recibirlo. Lo menos que me esperaba era que de entre los tres la profesora decidiera decir mi nombre. Sintiéndome un poco cohibida, me levanté y tomé las hojas impresas que contenían nuestro trabajo.
Solo cuando llegue a mi escritorio me tome el tiempo de ver nuestra calificación, la cual se encontraba en la última hoja. Me sorprendí gratamente cuando vi un diez en color verde. Gire mi rostro para ver a Arián y a Tobías, quienes se sentaban juntos, ellos también estaban mirando hacia mí. Les sonreí y levante mis dos manos mostrando diez dedos. Ellos sonrieron, pero solo la sonrisa de Arián entro en mis ojos, fue tan deslumbrante que me costó algunos segundos poder retirar mi mirada de él. Algo se sentía como si hubiera cambiado entre nosotros desde esa mañana, al parecer ese café que compartimos en la cafetería, no solo calentó nuestros cuerpos, sino también nuestra relación.
Apenas se escuchó el sonido que indicaba el inicio del receso, Arián y Tobías caminaron hacia mí. Arián tomo el asiento vacío a mi lado y Tobías ocupo la silla del compañero que se sentaba frente a mí, quien ya se había ido.
—Venimos a ver si no nos has engañado— Bromeo Arián. Sonreí ante sus palabras y saque las hojas del espacio bajo el escritorio.
—Miren.— Dije orgullosamente. — Hace mucho no sacaba un diez.
Ellos se rieron y Tobías saco el celular para tomarle una foto, después de ver dicha acción Arián lo imito.
—Si quieren pueden quedarse con las hojas. — Propuse.
—Puedes quedártela tú. — Dijo Arián entregándome las hojas nuevamente. Las acepté con dudas, sentía que esta calificación era debido a ellos más que a mí.
—Solo necesito una foto para mis padres, así me dejarán ir a la fiesta del fin de semana.— Dijo Tobías.
—Yo también solo necesito una foto. No tienes que preocuparte, puedes quedártelo.— Dijo Arián.
Asentí y mientras volvía a guardar las hojas, una pregunta empezó a rondar mi mente. ¿Acaso Arián también quería obtener permiso para ir a esa fiesta?
—Ayer Carla dijo que haría una fiesta el sábado, ¿quieres ir? — Pregunto Arián.
No sabía si debía ir. Cuando entre a esta escuela, hace aproximadamente cuatro meses, solía recibir invitaciones para ir a fiestas o cosas así, pero siempre me negué, no tenía interés en relacionarme con ellos o ponerme en situaciones difíciles, mi único propósito de venir a este lugar era terminar el instituto, era lo único que mamá pedía de mí. No para hacer amigos. Sin embargo, últimamente había convivido más con ellos, mis sentimientos hacia esos pocos compañeros no eran tan indiferentes, por eso, ahora ante esa invitación me sentía mal por negarme.
—No lo sé, tal vez vaya. — Dije dando una respuesta ambigua para evitar que volvieran a preguntar.
—Si tus padres no te dejan salir, puedes intentar convencerlos con esta nota. — Dijo Tobías con una mirada comprensiva en su rostro. Pude notar que Arián le lanzo una mirada de advertencia cuando termino de hablar, pero no logre entender el porqué de sus reacciones.
—No tengo problema con eso, mamá no es exigente.
—¿No? Escuche que tus padres eran muy estrictos, y que por eso siempre rechazabas las invitaciones que te hacían.
—¿Qué?— Pregunte totalmente estupefacta. Luego solté una risa divertida por esa hipótesis.—¿De dónde sacaron eso?
Al parecer ellos no esperaron mi reacción, ya qué sus rostros me miraron con extrañeza.
—De verdad, podría haber sacado un uno y mi madre me hubiese dejado ir a fiestas todo el fin de semana.
Después de que volví a insistir en mis palabras, ellos parecieron creerme. Estuve un poco curiosa por ese rumor totalmente infundado. Pensé que entonces así es como ellos me veían, como una lamentable chica que no quería hacer amigos porque sus padres eran muy estrictos. Quise volver a preguntar de donde habían escuchado eso, pero Arián hablo antes que yo pudiera hacerlo.
—¿Y qué hay de tu padre? — Pregunto Arián. Luego pareció darse cuenta de algo, por lo que rápidamente agrego: — Si es algo complicado, olvídalo.
—No, en realidad, mis padres están separados desde hace muchos años.
Justo en ese momento Carla, Astrid y Sofía entraron al salón, cuando nos vieron reunidos se acercaron. Las tres chicas parecían estar de muy buen humor.
—Ludmila, este sábado haré una fiesta, tienes que ir sí o sí. — Dijo Carla energéticamente.
—Si Ludmila, esta vez no te atrevas a negarte. — Vocifero Astrid.
Agradecí que justo en ese momento entrará la profesora y todos volvieran a sus asientos.
—No te atrevas a faltar— Amenazo juguetonamente Carla antes de irse.
Sofía se quedó un momento más después de que todos se fueran solo para decirme: —Si no quieres ir, no lo hagas, no nos enojaremos por eso.
Ella solo lo dijo para no presionarme; sin embargo, sus palabras solo causaron lo contrario. Cuando ellos se comportaban así conmigo, se me complicaba negarme.
Durante lo que resto del día fue en lo único que pude pensar, debería ir o quedarme en la seguridad de mi habitación, era difícil. Y mientras más lo pensaba más inquieta me sentía, al final deje que mi yo del futuro se encargara de decidir eso, pero hoy no me seguiría carcomiendo la mente.
A la hora de irse, como me era costumbre, guarde mis cosas lentamente para poder salir una vez que todos ya se hayan marchado. Me gustaba caminar tranquilamente por los pasillos vacíos.
Hoy, sin embargo, cuando salí del aula había una figura alta al lado de la puerta, no me lo esperaba para nada, razón por la que pegue un brinco sintiéndome sobresaltada.
—Tranquila, soy yo. — Dijo Arián sosteniendo mi brazo.
Suspire llevándome la mano al pecho y de paso le lance una mala mirada de reojo.
—Me asustaste. — Dije reprochadoramente.
—Perdón, mala mía. — Dijo Arián mientras se reía. A pesar de que su risa era muy atractiva a mis oídos, también me sentí un poco molesta por ella.
Camine pasando por él, él se quedó unos pasos por detrás de mí y después de medio minuto escuche sus pasos a mis espaldas.
—¡Hey! Espérame. De verdad no quería asustarte. — Dijo dando zancadas hasta alcanzarme.
Cuando llegó a mi lado me miró todavía sonriendo. Su expresión me contagio y también le devolví una sonrisa.
Esta fue una de las caminatas más cómodas que tuvimos. Esa incomodidad que siempre estaba hace algunas semanas se había ido, supongo que eso reflejaba el hecho de que ahora éramos más cercanos. Aunque no sé si ya podía considerarlo mi amigo.
Cuando llegue a casa, lo primero que vi al abrir la puerta de mi habitación fue un conejo con jardinera. Estaba sentado en el medio de mi cama, como si hubiera estado esperando por mí, al igual que lo había hecho Arián esta mañana.
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Cosas que Ludmila nunca dijo...
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Comments
Melisuga
Uyyyy...
¡Cuánta grosería en menos de un minuto de discurso!
😅😅😅
2023-11-01
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