A varios metros de la biblioteca, tres personas se enfrentaron. Al parecer, justo cuando Sofía descubrió el secreto de su novio, se encontró con él en los pasillos. Tal casualidad me hizo sentir curiosa, tal vez si no le hubiésemos pedido a ella que se quede después de clase, jamás se habría encontrado con ellos.
—¿Qué está pasando?— Preguntó la bibliotecaria.
Arián y yo caminábamos detrás de ella. Cuando nos acercamos lo suficiente, pude apreciar la cara llena de furia de Sofía, quien en ningún momento retiro sus ojos de Marcos. Me hubiera gustado saber qué pensaba mientras observaba a aquel chico que se suponía le debía fidelidad. Quizás sentía enojo, renuencia, lamento, o tal vez, simplemente ese filtro rosa con el que lo miraba se había esfumado.
—¿Me vas a decir que es lo que pasa? ¿Tienes alguna explicación?— Dijo Sofía ignorando a la señora.
—Vámonos de aquí.— Dijo Martina mientras trataba de mover a Marcos de su lugar.
—Sofía, hablemos solos, vamos.— Marcos dijo después de quitarse las manos de Martina de encima. La cara de ella se desfiguró ante tales palabras. En cambio, Sofía soltó una risa irónica y negó con la cabeza.
—Ni siquiera tienes una excusa, solo querías seguir burlándote de mí a mis espaldas todo el tiempo que pudieras.
—¿Ves? Vamos, ustedes ya no tienen que ver. Es lo que me prometiste desde hace mucho.— Dijo Martina sin rendirse en su intento de irse junto a Marcos.
—¡Vasta!— Gritó Marcos empujando lejos de él a Martina. El golpe fue bastante fuerte, lo que provoco que ella tropezara y perdiera el equilibrio, casi cae, de no ser por los rápidos reflejos de Arián que la sostuvo antes de que golpeara el piso.
Al darse cuenta de su acción, Marcos se mostró arrepentido. Inmediatamente, se movió al lado de ella y le agarro la mano alejándola de Arián.
—¿Estás bien? Lo lamento, no quise hacerlo.
Martina se soltó del agarre de Marcos y dio un par de pasos hacia atrás.
—Eres un cobarde.— Fue lo único que dijo antes de darse media vuelta y salir del lugar.
—Ella tiene razón.— Dijo Sofía. Luego miro a la bibliotecaria, quien había estado en silencio presenciando todo, se disculpó con ella y se marchó.
Marcos se quedó ahí, mirando el lugar por donde salieron ambas chicas y luego miro en nuestra dirección. Sus ojos llenos de incertidumbre se llenaron de ira y se abalanzó hacia nosotros, su objetivo era Arián.
Arián me empujo suavemente para que no saliera dañada. Después de dar un par de pasos y estabilizarme, note que Marcos había agarrado por el cuello de la sudadera a Arián y lo miraba de manera amenazante.
—Fuiste tú quien le dijo, ¿verdad?— Soltó las palabras lleno de furia con un enfado anormal. Su mandíbula se apretaba de manera que parecía dolorosa.
—¡Suéltalo!— Gritó la bibliotecaria entrando en pánico.
—¡Él no fue!— Grité.
A decir verdad, ella no era la única entrando en pánico, yo también sentía como mi sistema se ponía anormalmente alerta. No sabía exactamente qué hacer para calmar la situación, pero jamás pensé que Arián sería tan temerario, en vez de tratar de zafarse de la amenaza, él fue y la encaro. Miró a Marcos con ojos cargados de burla, en ningún momento mostró alguna expresión de miedo, sino que se mantuvo tranquilo.
—Sí, fui yo, ¿y qué harás?—Provocó Arián.
La bibliotecaria seguía gritando para que se separaran. Pero las palabras de Arián lo único que hicieron fue desencadenar la furia de Marcos, este, con un movimiento inesperado, levanto su puño y lo aterrizo en el rostro de Arián, quien retrocedió un paso hacia atrás, y antes de que Marcos pudiera volver a golpearlo por segunda vez, él lo hizo. Arián era más rápido, por lo que no permitió que Marcos se recuperara, y lo obligó a retroceder hasta acorralarlo contra la pared. Las posiciones se habían invertido.
—¡Voy a llamar al director!— Al notar que ninguno dé sus anteriores gritos había funcionado, la bibliotecaria amenazó y salió corriendo, supuse que a buscar su celular para cumplir sus palabras.
Todo sucedió demasiado rápido. Solo cuando Arián logro someterlo, el tiempo pareció volver a reproducirse a una velocidad normal. En ese momento, caminé hacia ellos, sabía que antes no tenía la fuerza para entrometerme y separarlos, pero la situación había cambiado. Agarre del brazo a Arián para qué soltará a Marcos, quien lo seguía observando de manera amenazante.
—El único culpable eres tú, deja de desquitarte con él.— Dije agarrando la muñeca de Marcos, quien, cuando Arián lo soltó, aprovecho para volver a agarrar su ropa a la altura del cuello.
—Aléjate si no quieres que te golpeé.— Dijo Marcos.
—¡Tú aléjate de él!— Grité de vuelta enojada. Desde que vi la herida de Arián mi temperamento exploto.
—¿A quién crees que estás amenazando?— Rugió Arián. Todo él se observaba amenazante cuando volvió a sujetar el cuello de Marcos. Su agarre no parecía ser superficial como antes, solo lo supe después de que Marcos comenzó a ponerse rojo y a luchar desesperadamente por liberarse.
—¡Arián!— Grité sintiéndome preocupada. Agarre su brazo y lo aleje con todas mis fuerzas, solo entonces él reaccionó y soltó a Marcos.
Marcos quedó contra la pared recuperándose. Mientras sus ojos inyectados en sangre no dejaban el rostro de Arián.
—Te vas a arrepentir.— Fue lo único que dijo antes de empezar a caminar y perderse a la vuelta del pasillo.
—Vámonos.— Dije empujando a Arián. No tenía planes de ser los únicos regañados si es que realmente llamaban al director.
Así fue como nos encontrábamos sentados afuera de una tienda mientras Arián se curaba la herida del labio. Era el único lugar donde había sido golpeado, probablemente le saldría un pequeño moretón alrededor de esta, pero no era algo demasiado grave.
—¿Era necesario provocarlo?— pregunté molesta. Arián no me respondió, solo siguió poniéndose pomada en la herida.
Suspiré ante su comportamiento y seguí bebiendo el jugo de durazno que había comprado. Estaba helado e hizo que me estremeciera; el frío de la tarde noche junto con una bebida fría no era una buena combinación.
—Deja de beber eso.— Dijo Arián quitándome la botella de jugo.
—Vamos a la cafetería de la esquina, hacen buen café.
Negué con la cabeza y dije: —Quiero ir a casa.
—Te acompañó, ya es tarde.
El camino hasta casa demoró alrededor de veinte minutos a pie, durante ese tiempo no hablamos mucho. Estaba mentalmente agotada, no sabía, no tenía idea que podíamos meternos en tal lío.
—¿Estás molesta?— Cuando estábamos por llegar a casa, él habló con un poco de duda en su voz.
—No, estoy cansada. Si no te hubiera pedido que me ayudarás no estarías así.
—No es tu culpa, aunque no me lo hubieras pedido, habría estado ahí.
Suspiré y asentí, no tenía ganas de hablar. En mi corazón se plantó una espina incómoda, el pensamiento de haberme arrepentido de decirle a Sofía lo que sucedía, estaba muy presente.
Ese día me quedé detrás de las puertas del edificio viendo la espalda de Arián desaparecer en la fría y oscura noche, y me sentí muy culpable.
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Comments
Melisuga
Es una situación difícil, realmente. Pero creo que sí Sofía no sabía ni sospechaba nada es porque no tenía acceso a las redes sociales de Martina o de Marcos, porque ellos realmente no se ocultaban mucho que digamos. Era cuestión de tiempo para que se diera cuenta.
2023-11-02
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Melisuga
*basta
(vasta, amplia, extensa)
2023-11-02
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