Un Bebé Para Mi Jefa
Rusia
25 de noviembre
Era una noche sin estrellas, iluminada por las luces rojas y azules de las patrullas que aparcaban a un costado de la elegante casa.
Hombres uniformados descendían de los coches. Se podía percibir el frio atroz de la ciudad cuando de sus alientos se escapaba la bruma, al correr en dirección a la entrada.
Una mujer lloraba desesperaba en la puerta y les indicaba el cuarto de la planta alta, rogaba por aquella alma destrozada
El caos se había desatado horas antes y una llamada desgarradora fue el detonante para que la primera patrulla se hiciera presente minutos antes
Un hombre de más de cuarenta se acercó a la puerta del cuarto, donde un uniformado visiblemente alterado paso el informe
-Hay una niña, tal vez llegue a los quince- la voz temblorosa del joven policía denotaba la poca experiencia. Igor Ivanov fue el primero en acudir luego del llamado de auxilio.
-De carajos hablas, ¿hay una niña en la habitación? - el hombre lo empujo e ingreso inmediatamente.
Los ojos negros se abrieron con asombro y a pesar de los años en esa profesión la piel se erizo, una corriente eléctrica lo golpeo con fuerza dejándolo en blanco.
La imagen con la que se encontró fue desgarradora, sangre por doquier y una jovencita acurrucada en un rincón, había perdido la luz en su mirada, sus largos cabellos platinados se tiñeron de rojo y parte de su ropa estaba visiblemente manchada por el horrible color carmín
La voz del joven sacudió al teniente, que pestañeo varias veces tratando de salir del trance.
-Cuando acudimos, tuvimos que romper la puerta para ingresar, ella- observo con lastima a la pequeña- se aferraba al cuerpo como si su vida dependiera de ello, a penas conseguimos separarla del occiso; pero no existe cristo que logre sacarla de ese estado- explico, mientras la jovencita miraba fijamente sus manos manchadas de sangre.
-Deben sacarla, como sea. - ordeno el hombre abandonando el lugar.
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17 años después – Nueva York
-Había una vez… una reina blanca, pero todos la llamaban la reina de hielo, porque parecía no sentir nada por nadie.
-Contaban los aldeanos que esa mujer amo mucho, pero rompieron su corazón y dejo de creer. –Grandes ojos marrones se abrían prestando atención a aquella historia.
-Su gran amor le había robado lo que más amaba y con eso se llevó lo más puro de ella.
-¿La reina estaba triste?- la vocecita dulce de una tierna niña de cuatro años conmovió a todos los que la rodeaban en la oficina, ubicada en uno de las zonas más lujosas de Nueva York. Era lindo tener una visita cariñosa en un lugar tan frio.
-No cariño, esta reina ya no sentía nada, no te preocupes- la pequeña asintió y sostuvo con fuerza la pelota de goma que rodaba sobre sus manitos.
-Su corazón se había congelado, tanto así que sus cabellos se volvieron casi blancos, sus ojos grises parecían trasparentes como el hielo y…
La historia continuaba, sin que nadie advirtiera que a pocos metros, el ascensor estaba pronto a detenerse en ese piso.
El sonido de las puertas metálicas abriéndose no fueron tomadas en cuenta por el personal que se entretenía con la pequeña visita.
Dos bellas mujeres se abrieron paso por el pasillo. Eran claramente diferentes una de la otra, pero con una relación tan estrecha que podían llamarse hermanas.
-¿Kelay, cómo pudiste hacer eso?- la voz ruidosa de la trigueña de metro cincuenta y ocho, resonó en los pasillos, en donde se podía ver a la gente caminar rápido como si huyeran de ese par, al verlas avanzar.
- Shhh- la rubia movió la mano elegantemente- baja la voz- pidió en un típico tono neutro- No hice nada malo\, solo dije que No- los ojos grises escanearon el lugar\, como si atravesara las paredes. Disfrutaba ver lo que su presencia podía ocasionar. -
- ¡¡Delante de sus padres!!- expreso escandalizada\, sin comprender en que pensaba la abogada.
Kelay curvo sus labios y negó delicadamente- Beca, él sabía que no quería casarme, no es mi culpa que decida armar una cenita familiar en el restaurant y proponérmelo, repito, solo dije no, no exageres. - Los ojos grises se clavaron en el centro del salón donde varios empleados rodeaban algo muy entretenidos.
-¿Dime cuantas veces te han propuesto matrimonio, he?- los ojos color avellana se fijaron en el delicado perfil de su amiga-¿Unas cuatro o cinco veces?- exclamo- a mí ni me miran.- expreso dejando caer sus hombros de manera graciosa.
-Porque estas desesperada- arremetió sin piedad, empujo el centro de la espalda de su amiga para que se enderezara, una mujer nunca debía mostrarse débil- Y no fueron tantas, solo dos. - respondió sin ánimos.
Beca elevo el mentón como si hizo la hiciera crecer un par de centímetros mas y siguió orgullosa a la rubia.
Un hombre de piel brillante, color chocolate las diviso. El elegante traje gris topo marcaba en detalle la espalda ancha y los pantalones no hacían más que resaltar las piernas tonificadas.
James Hamilton, presto atención a la figura altanera que se acercaba, con ese típico caminar glorioso y su corazón galopó asustado al ver a sus compañeros demasiado relajados con la tierna visita.
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-Cada vez que la reina de hielo llegaba al pueblo, todos corrían. - narro la mujer exagerando los gestos
El semblante de la niña cambio cargado de terror- ¿Por qué?
-Porque ella con solo una palabra podía congelar a sus enemigos-
-Ohh- respondió armando pucherito, ese cuento ya no le gustaba nada y las cosas parecían empeorar cuando una voz masculina interrumpió.
-¡¡Llegó la reina de hielo!!- los empleados corrieron a sus puestos.
-Ven hija- un hombre trato de tomar a la niña para ocultarla, pero la pelotita a rayas, que descansaba en las pequeñas manitos cayo suelo.
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-No sé cómo le haces para trabajar con ese sexi chocolate, James es hermoso- habló emocionada Beca, viendo al asistente de su amiga acercarse al grupo que estaba reunido.
Kelay, lo siguió con la mirada y elevo una de sus cejas con picardía y sensualidad- Es el mejor en su trabajo, no quiero perder a alguien tan eficiente-
-Tan propio de él- pensó, cuando entendió que aquel picaron había advertido a todos de su llegada
-Definitivamente, no podría contenerme- la trigueña recorrió el bonito manjar de ojos color aceituna.
Pero la cosa se puso tensa, cuando la mayoría siguió al objeto ovalado que atravesó el salón, para detenerse contra los finos tacones rojos.
-Contrólate Beca- ordeno Kelay y sintió algo golpeando sus pies.
En ese instante todos dejaron de respirar, era como si el frio hubiera cubierto el lugar, en especial cuando la abogada tomo el objeto entre sus delicados dedos.
-La reina de hielo- la vocecita temblorosa llamo la atención de Kelay que llevó su fría mirada a la pequeña con ojitos llorosos.
La niña no podía salir de su asombro, a unos pocos pasos estaba la mujer del cuento. Una larga cabellera platinada caí sobre los hombros, labios rojos como el fuego y los ojos más hermosos, pero tenebrosos. Unos grises con destellos celestes, parecían paralizar a quien se atreviera a contemplarlos.
Kelay inclino la cabeza y observo a la niña, reconociendo el miedo al instante- ¿Tu qué haces aquí? -interrogó viendo como la pequeña busco a su alrededor asustada ¿esto es tuyo? - extendió la pelota, pero el diminuto cuerpito no se movió, solo miraba a ese demonio de traje blanco como la nieve, viéndola sin un ápice de emoción.
-Va a congelarme- dijo bajito, y sintió unas manos apoyarse en sus hombritos.
-Lo lamento señorita Johansson, no tenía con quien dejar a mi Anna- dijo el hombre con pánico
-¿Anna?- repitió acercándose, la niña rápidamente se ubicó detrás de su papá y apretó la pierna del hombre que no apartaba la vista de la mujer impotente.
Beca que estaba unos pasos atrás sintió pena por ese lamentable caballero.
-Sí, sí, se llama Anna, su mamá está enferma, solo por hoy, juro que solo estará aquí hoy, ya veré con quien la dejo mañana- explico nervioso.
-Kelay, el señor Rodríguez no quiso…- la voz profunda interrumpió haciendo que ella volteará para encontrase con el rostro preocupado de su asistente.
-Hamilton, tu ocúpate de llevar los archivos que te pedí esta mañana a mi escritorio, del señor Rodríguez me ocupo yo- expresó cortante y dirigió su vista al nombrado
El hombre trago duro y bajo la mirada sobre su pequeña visiblemente asustada.
-Ves Anna, pusiste a papá en problemas, todo por esa tonta pelota- el regaño fue bajito, pero las palabras fueron claramente escuchadas por la abogada.
Kelay sonrió con desgano y rodo los ojos con visible molestia- ¿Te atreves a culpar a la niña? - el tono de su voz era tan cortante que los demás prefirieron llevar su vista a las computadoras.
-Señorita yo…- trato de excusarse.
-Anna es una niña, dudo que haya querido venir aquí- señalo el lugar y miro con soberbia a todos- Nada me molesta más que la gente que no responde por sus actos.
-Yo, yo…- Rodríguez balbuceo.
La pequeña se asomó con cuidado cuando la temeraria Reina de Hielo se inclinó quedando a su altura para darle la pelota.
-Toma Anna, cuídala, nadie lo hará por ti- sus palabras fueron una clara orden, pero la pequeña, no se asustó solo asintió.
-En cuanto a ti- dijo incorporándose para ver a los ojos al padre de la menor- en media hora te espero en mi oficina - giro sobre sus tacones y camino seguida por Beca que saludo a la niña moviendo su mano.
El hombre espero que Kelay cerrara la puerta y corrió hasta el asistente que tomaba sus cosas para seguir a su jefa.
-James, por favor habla con ella, seguro va a hacer que me despidan por favor – imploró consternado.
El moreno asintió con pena- Veré que puedo hacer-
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Comments
Nairobis Cardozo Portillo
Muy buen comienzo 👌😊
2024-08-05
1
Ursula
Me gusta
2024-06-13
3
Rosa Pandui
Es el gran inicio de una excelente historia
2024-04-24
2