Rusia
25 de noviembre
Era una noche sin estrellas, iluminada por las luces rojas y azules de las patrullas que aparcaban a un costado de la elegante casa.
Hombres uniformados descendían de los coches. Se podía percibir el frio atroz de la ciudad cuando de sus alientos se escapaba la bruma, al correr en dirección a la entrada.
Una mujer lloraba desesperaba en la puerta y les indicaba el cuarto de la planta alta, rogaba por aquella alma destrozada
El caos se había desatado horas antes y una llamada desgarradora fue el detonante para que la primera patrulla se hiciera presente minutos antes
Un hombre de más de cuarenta se acercó a la puerta del cuarto, donde un uniformado visiblemente alterado paso el informe
-Hay una niña, tal vez llegue a los quince- la voz temblorosa del joven policía denotaba la poca experiencia. Igor Ivanov fue el primero en acudir luego del llamado de auxilio.
-De carajos hablas, ¿hay una niña en la habitación? - el hombre lo empujo e ingreso inmediatamente.
Los ojos negros se abrieron con asombro y a pesar de los años en esa profesión la piel se erizo, una corriente eléctrica lo golpeo con fuerza dejándolo en blanco.
La imagen con la que se encontró fue desgarradora, sangre por doquier y una jovencita acurrucada en un rincón, había perdido la luz en su mirada, sus largos cabellos platinados se tiñeron de rojo y parte de su ropa estaba visiblemente manchada por el horrible color carmín
La voz del joven sacudió al teniente, que pestañeo varias veces tratando de salir del trance.
-Cuando acudimos, tuvimos que romper la puerta para ingresar, ella- observo con lastima a la pequeña- se aferraba al cuerpo como si su vida dependiera de ello, a penas conseguimos separarla del occiso; pero no existe cristo que logre sacarla de ese estado- explico, mientras la jovencita miraba fijamente sus manos manchadas de sangre.
-Deben sacarla, como sea. - ordeno el hombre abandonando el lugar.
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17 años después – Nueva York
-Había una vez… una reina blanca, pero todos la llamaban la reina de hielo, porque parecía no sentir nada por nadie.
-Contaban los aldeanos que esa mujer amo mucho, pero rompieron su corazón y dejo de creer. –Grandes ojos marrones se abrían prestando atención a aquella historia.
-Su gran amor le había robado lo que más amaba y con eso se llevó lo más puro de ella.
-¿La reina estaba triste?- la vocecita dulce de una tierna niña de cuatro años conmovió a todos los que la rodeaban en la oficina, ubicada en uno de las zonas más lujosas de Nueva York. Era lindo tener una visita cariñosa en un lugar tan frio.
-No cariño, esta reina ya no sentía nada, no te preocupes- la pequeña asintió y sostuvo con fuerza la pelota de goma que rodaba sobre sus manitos.
-Su corazón se había congelado, tanto así que sus cabellos se volvieron casi blancos, sus ojos grises parecían trasparentes como el hielo y…
La historia continuaba, sin que nadie advirtiera que a pocos metros, el ascensor estaba pronto a detenerse en ese piso.
El sonido de las puertas metálicas abriéndose no fueron tomadas en cuenta por el personal que se entretenía con la pequeña visita.
Dos bellas mujeres se abrieron paso por el pasillo. Eran claramente diferentes una de la otra, pero con una relación tan estrecha que podían llamarse hermanas.
-¿Kelay, cómo pudiste hacer eso?- la voz ruidosa de la trigueña de metro cincuenta y ocho, resonó en los pasillos, en donde se podía ver a la gente caminar rápido como si huyeran de ese par, al verlas avanzar.
- Shhh- la rubia movió la mano elegantemente- baja la voz- pidió en un típico tono neutro- No hice nada malo\, solo dije que No- los ojos grises escanearon el lugar\, como si atravesara las paredes. Disfrutaba ver lo que su presencia podía ocasionar. -
- ¡¡Delante de sus padres!!- expreso escandalizada\, sin comprender en que pensaba la abogada.
Kelay curvo sus labios y negó delicadamente- Beca, él sabía que no quería casarme, no es mi culpa que decida armar una cenita familiar en el restaurant y proponérmelo, repito, solo dije no, no exageres. - Los ojos grises se clavaron en el centro del salón donde varios empleados rodeaban algo muy entretenidos.
-¿Dime cuantas veces te han propuesto matrimonio, he?- los ojos color avellana se fijaron en el delicado perfil de su amiga-¿Unas cuatro o cinco veces?- exclamo- a mí ni me miran.- expreso dejando caer sus hombros de manera graciosa.
-Porque estas desesperada- arremetió sin piedad, empujo el centro de la espalda de su amiga para que se enderezara, una mujer nunca debía mostrarse débil- Y no fueron tantas, solo dos. - respondió sin ánimos.
Beca elevo el mentón como si hizo la hiciera crecer un par de centímetros mas y siguió orgullosa a la rubia.
Un hombre de piel brillante, color chocolate las diviso. El elegante traje gris topo marcaba en detalle la espalda ancha y los pantalones no hacían más que resaltar las piernas tonificadas.
James Hamilton, presto atención a la figura altanera que se acercaba, con ese típico caminar glorioso y su corazón galopó asustado al ver a sus compañeros demasiado relajados con la tierna visita.
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-Cada vez que la reina de hielo llegaba al pueblo, todos corrían. - narro la mujer exagerando los gestos
El semblante de la niña cambio cargado de terror- ¿Por qué?
-Porque ella con solo una palabra podía congelar a sus enemigos-
-Ohh- respondió armando pucherito, ese cuento ya no le gustaba nada y las cosas parecían empeorar cuando una voz masculina interrumpió.
-¡¡Llegó la reina de hielo!!- los empleados corrieron a sus puestos.
-Ven hija- un hombre trato de tomar a la niña para ocultarla, pero la pelotita a rayas, que descansaba en las pequeñas manitos cayo suelo.
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-No sé cómo le haces para trabajar con ese sexi chocolate, James es hermoso- habló emocionada Beca, viendo al asistente de su amiga acercarse al grupo que estaba reunido.
Kelay, lo siguió con la mirada y elevo una de sus cejas con picardía y sensualidad- Es el mejor en su trabajo, no quiero perder a alguien tan eficiente-
-Tan propio de él- pensó, cuando entendió que aquel picaron había advertido a todos de su llegada
-Definitivamente, no podría contenerme- la trigueña recorrió el bonito manjar de ojos color aceituna.
Pero la cosa se puso tensa, cuando la mayoría siguió al objeto ovalado que atravesó el salón, para detenerse contra los finos tacones rojos.
-Contrólate Beca- ordeno Kelay y sintió algo golpeando sus pies.
En ese instante todos dejaron de respirar, era como si el frio hubiera cubierto el lugar, en especial cuando la abogada tomo el objeto entre sus delicados dedos.
-La reina de hielo- la vocecita temblorosa llamo la atención de Kelay que llevó su fría mirada a la pequeña con ojitos llorosos.
La niña no podía salir de su asombro, a unos pocos pasos estaba la mujer del cuento. Una larga cabellera platinada caí sobre los hombros, labios rojos como el fuego y los ojos más hermosos, pero tenebrosos. Unos grises con destellos celestes, parecían paralizar a quien se atreviera a contemplarlos.
Kelay inclino la cabeza y observo a la niña, reconociendo el miedo al instante- ¿Tu qué haces aquí? -interrogó viendo como la pequeña busco a su alrededor asustada ¿esto es tuyo? - extendió la pelota, pero el diminuto cuerpito no se movió, solo miraba a ese demonio de traje blanco como la nieve, viéndola sin un ápice de emoción.
-Va a congelarme- dijo bajito, y sintió unas manos apoyarse en sus hombritos.
-Lo lamento señorita Johansson, no tenía con quien dejar a mi Anna- dijo el hombre con pánico
-¿Anna?- repitió acercándose, la niña rápidamente se ubicó detrás de su papá y apretó la pierna del hombre que no apartaba la vista de la mujer impotente.
Beca que estaba unos pasos atrás sintió pena por ese lamentable caballero.
-Sí, sí, se llama Anna, su mamá está enferma, solo por hoy, juro que solo estará aquí hoy, ya veré con quien la dejo mañana- explico nervioso.
-Kelay, el señor Rodríguez no quiso…- la voz profunda interrumpió haciendo que ella volteará para encontrase con el rostro preocupado de su asistente.
-Hamilton, tu ocúpate de llevar los archivos que te pedí esta mañana a mi escritorio, del señor Rodríguez me ocupo yo- expresó cortante y dirigió su vista al nombrado
El hombre trago duro y bajo la mirada sobre su pequeña visiblemente asustada.
-Ves Anna, pusiste a papá en problemas, todo por esa tonta pelota- el regaño fue bajito, pero las palabras fueron claramente escuchadas por la abogada.
Kelay sonrió con desgano y rodo los ojos con visible molestia- ¿Te atreves a culpar a la niña? - el tono de su voz era tan cortante que los demás prefirieron llevar su vista a las computadoras.
-Señorita yo…- trato de excusarse.
-Anna es una niña, dudo que haya querido venir aquí- señalo el lugar y miro con soberbia a todos- Nada me molesta más que la gente que no responde por sus actos.
-Yo, yo…- Rodríguez balbuceo.
La pequeña se asomó con cuidado cuando la temeraria Reina de Hielo se inclinó quedando a su altura para darle la pelota.
-Toma Anna, cuídala, nadie lo hará por ti- sus palabras fueron una clara orden, pero la pequeña, no se asustó solo asintió.
-En cuanto a ti- dijo incorporándose para ver a los ojos al padre de la menor- en media hora te espero en mi oficina - giro sobre sus tacones y camino seguida por Beca que saludo a la niña moviendo su mano.
El hombre espero que Kelay cerrara la puerta y corrió hasta el asistente que tomaba sus cosas para seguir a su jefa.
-James, por favor habla con ella, seguro va a hacer que me despidan por favor – imploró consternado.
El moreno asintió con pena- Veré que puedo hacer-
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Kelay ingreso a la enorme oficina, seguida de Beca, que observo todo, buscando algo que sabía nunca iba a encontrar, colores. El estilo minimalista, reflejaba el carácter de su amiga.
El minimalismo se basa en una premisa clave: prescindir de los elementos innecesarios aportando únicamente aquellos necesarios.
La abogada era simple en cuanto a lo que quería, odiaba los detalles, esos que llaman adornos, creía que solo servían para acumular polvo
Un enorme ventanal permitía el ingreso de luz natural y una planta de hojas grandes se encontraba al costado de este. Era el único toque de color entre el blanco y negro; y eso se debía a un regalo de la mujer que en ese momento se dejaba caer en el cómodo sofá.
Al final del espacio, junto al ventanal, el escritorio blanco se veía pulcro junto al sillón mullido que brindaba la comodidad justa para trabajar.
El blanco era apropiado tanto en las paredes como en el mobiliario de mayor tamaño, combinando con el negro, para pequeños detalles que se podían apreciar en las cajoneras de archivo y en la pequeña mesa de café.
Las lámparas también eran blancas para que la luz proyectada no se vea distorsionada.
Kelay había creado su pequeño imperio en esas cuatro paredes donde se sentía a gusto a pesar de la opinión de los demás.
- ¿No te gustaría darle un toque de color? - los preciosos ojos de Beca recorrieron el lugar- su mano indico la esquina mas llamativa de la oficina- mira la plantita que te regale hace que todo luzca más vivo.
Era propio de ella, jamás se daba por vencida, fue así que consiguió una amistad con quien poco y nada busca relacionarse.
La rubia hizo una mueca en sus labios, y se sentó en el sillón individual negro frente a su invitada- Eso no es una plantita, por poco me regalas un árbol.
-Hey, fue un súper regalo, si me dejaras decorar…- trato de mostrar su entusiasmo, pero le duro poco
-Nunca- interrumpió Kelay- jamás vas a redecorar mi oficina, me gusta así, simple, sin tanto caos.
Beca suspirò resignada, más tarde volvería a insistir-¿Qué vas hacer con ese pobre hombre?- indico a la puerta recordando a Rodríguez.
Kelay la miro fijamente y sonrió, gesto que preocupo a la trigueña
-¡¡Ah no!!- agito su cabeza en negativa muy efusivamente- tu sabes que no doy abasto, no- se negó viendo como su amiga asentía.
- Ok\, dejaras a esa inocente niña rondar estas instalaciones frías y aburridas- dijo tocando el punto sensible de su amiga. - Tan cerca de mí- y esa fue la estocada final. Sus ojos detallaron una falsa inocencia con aura peligrosa
Beca respiro profundo, no podía con la capacidad manipuladora de la abogada y tampoco podia negar que su profesión solo acrecentaba ese corazón de algodón de azúcar que se cargaba.
Beca Martínez era maestra jardinera, adoraba los niños y estaba a cargo de una pequeña guardería unos pisos abajo, en el mismo edificio. Demás esta decir que estaba a nada de superar su capacidad, no solo por la calidad de los profesionales, sino porque permitía que los empleados de la zona pudieran dejar a sus hijos en buenas manos
Así fue como se conoció con Kelay. La maestra quedo asombrada, aquella tarde cuando una belleza abrumadora que parecía no tener sentimientos paso por su lado. Su corazoncito le dijo que hiciera amistad, porque si algo aprendió en esa profesión es que los adultos que no recibieron suficiente amor de niños, suelen ser más cautelosos.
Kelay fue un gran desafió, quería demostrarle que no era una amenaza y luego de varios rechazos gano por cansancio una amistad de mas de cuatro años.
-Bien, le hare un lugarcito, un niño mas no hará nada- dijo viendo la mueca casi como una sonrisa de su amiga.
-Perfecto- la rubia se encogió de hombros y se puso se pie para dirigirse al escritorio
-¿Qué vas hacer?- preguntó Beca siguiéndola con la mirada
Kelay giro el sillón blanco y se ubicó detrás del escritorio.
-Me preparo para los reclamos- los labios rojos se inclinaron sutilmente a un costado y la mirada tenaz fue a la puerta- tres, dos, uno
La puerta se abrió con fuerza y un moreno muy molesto ingreso.
James busco calmar las ganas de expresar todo lo que sentía, así había sido desde que comenzó a trabajar con esa mujer que ahora lo veía desafiante.
-Hamilton traes lo que pedí- el tono era como a quien le importara un bledo todo.
James entrecerró los ojos y apretó con fuerza las carpetas mientras se acercaba.
- Respira \, es tu jefa
Beca se puso de pie al notar lo tensa de esa situación, pero sus lindos ojitos no perdieron la oportunidad de escanear el trasero perfecto del asistente, ese que se podía admirar en el elegante pantalón pinzado
-¿Qué piensa hacer con Rodríguez?- extendió los documento y ella los tomo sin mirarlo.
-Faltan los de Flennin- dijo hojeando los legajos y fruncía el ceño.
-Me retiro-la vocecita de Beca cerca de la puerta hizo que la rubia por fin elevara la mirada y con un movimiento de mentón se despidió
-Mejor huyo antes de que estos dos se mantén- susurro saliendo de allí despavorida. Conocía esa dinámica jefa – asistente mejor que nadie y no era bueno entrometerse
-Kelay, ¿Qué importa ese documento?, estamos hablando de una persona- respondió James buscando la atención de su jefa.
Ella golpeó los legajos en el escritorio y dejo escapar el aire en señal de molestia.
-Tu trabajo es ser mi asistente, si quieres ser el abogado de Rodríguez, al menos espera que te contrate- elevo una de sus cejas y observo aquel gesto típico de frustración de su lindo asistente.
James mordió la mejilla interna y movió de manera graciosa su nariz.
-Su esposa está enferma, no tenía con quien dejar a la niña, Dios podrías tener un poco de empatía. -
Y ese era él, no podía controlar su boca cuando se trataba de proteger y defender a otros, por eso había elegido ser abogado.
Ella sonrió con desgano, se puso de pie, ambas manos se apoyaron sobre el escritorio e inclino un poco el cuerpo en dirección de Hamilton que no perdió de vista las delicadas facciones.
-No vengo aquí a sentir empatía por nadie, aquí trabajo, cumplo las reglas y espero que el resto haga lo mismo, sino pueden con eso que se larguen.
El moreno estaba a punto de responder, pero unos golpes en la puerta los interrumpió, seguido del rostro pálido de Rodríguez que pedía permiso para entrar.
-Si terminaste, retírate debo hablar con el señor- señalo la puerta y se sentó.
Hamilton camino a la salida no sin antes ver a su compañero con pena, no había hecho nada significativo para ayudarlo.
El hombre se acercó con cautela hasta la abogada y Kelay indico la silla que se encontraba al frente.
-Siéntese- ordeno
Rápidamente el hombre tomo su lugar, sintiendo el sudor deslizarse por la espalda al ver como lo escrutaban con la mirada.
-¿Anna?- interrogó, mientras Rodríguez seca el sudor de su frente con un pañuelo.
-Esta- esta, con Freda- respondió y ella asintió, escribiendo en su agenda unos datos y luego arrancó la hoja para extenderla en su dirección.
-Ve al primer piso, lleva a Anna allí, la estarán esperando, es un buen lugar. - explico rápidamente
Rodríguez abrió los ojos sorprendido sin poder creer, en sus manos estaba a posibilidad de tener a su niña en una guardería a pocos pasos.
-Señorita, esto- esto--. Balbuceo feliz
Kelay movió su mano con desinterés- Ve, la niña debe estar en un lugar cómodo, luego vuelve a tu puesto, vienes a trabajar no lo olvides- dijo casi sin mirarlo.
Él se levantó como un resorte y camino apresurado hacia la `puerta.
-Rodríguez-la voz firme hizo que volteara antes de girar el picaporte.
-No vuelvas a culpar a tu niña por tus decisiones, sé que puedes ser mejor padre, ella te necesita no la decepciones- Una vez dicho eso volvió su vista a los papeles ignorando el rostro desorientado del empleado.
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James Hamilton estaba caminando alrededor de su módulo sumamente preocupado, cada tanto veía a la puerta de madera y leía las inscripciones en ella como si fuera la primera vez.
Kelay Johansson ABOGADA
La puerta se abrió y Rodríguez salió emocionado viendo el pequeño papel, pero rápidamente su mirada se encontró con la de James que camino hasta él.
-Gracias, gracias... no sé qué fue lo que hiciste o dijiste, pero ella…- reía como un desquiciado.
El moreno no entendía nada, si fuera por algo que dijo de seguro el también estaría despedido, porque una vez que salió de la oficina se dio cuenta que se había pasado.
-¿Qué paso?- preguntó curioso.
-Mi Anna tiene lugar en la guardería, aquí, aquí- dijo feliz y lo abrazo - debo llevarla, la señorita Johansson dijo que debo volver rápido a mi puesto.
Antes que James pudiera decir algo el hombre palmeo su hombro y se alejó en busca de la pequeña.
-Hamilton- la voz femenina atravesó el intercomunicador que descansaba sobre el escritorio color caoba.
- ¿Si?- pregunto con cuidado\, presionado el botón rojo del aquel aparatito que lo tenía al tanto de todos los deseo de su jefa.
-Ven aquí, ahora- la orden fue directa
Rápidamente acomodó el saco y estiro el nudo de la corbata que parecía asfixiarlo.
- Bien, al mal paso darle prisa- movió su cuello de un lado a otro y este trono demostrando una vez más lo que esa mujer provocaba en él.
Llevaba tres años trabajando para Kelay Johansson, y era como escalar una alta montaña, nunca llegaba a la meta porque siempre exigía mas. Pero no iba a negar que lo hizo un mejor profesional, aunque odiara esa forma distante de tratar a los clientes.
Hamilton otra vez estaba en las fauces del lobo o loba, no importaba, esa mujer era una fiera, mucho más si estaba moleta
-¿Dígame en que puedo ayudarla?- camino hasta el escritorio y la rubia arrojo un legajo en su dirección.
-Porque me traes esto, no lo pedí- estaba bastante irritada con la carpeta verde sobre el escritorio,
-El señor Davis me pidió que se la entregara y dejo claro que si estaba en desacuerdo fueras a su oficina que se lo explicaría- respondió viendo la mirada fría destrozándolo.
-Veo que ahora no me tuteas- dejo salir con ironía, haciendo que la garganta de James se estrangule por la incomodidad.
Se puso de pie, y camino apresurada como alma que lleva el demonio, con una cosa en mente hacer que su jefecito escuche unos cuantos rezos.
-Gracias- la voz masculina freno sus tacones y su larga cabellera se balanceó como la seda cuando giro para verlo. - Gracias por ayudar a Rodríguez- James sonrió y sus ojos verdes se iluminaron generando una extraña sensación en la rubia que frunció el ceño como si quisiera alejar ese sentimiento molesto.
-No te confundas Hamilton, Beca fue quien me pidió por la niña, o acaso lo olvidaste, "No soy empática"- elevo el mentón y lo vio con soberbia remarcando las palabras.
-No quise- intento disculparse, pero ella lo ignoro- ¿Quieres que te acompañe? - la siguió apresurado, no quería estar mal, nunca quería estar mal con su jefa y no era por temor, sino por algo muchos más profundo que no lograba descifrar.
-No, quédate en tu puesto y adelanta el trabajo del caso Hernández- camino en dirección al ascensor como si se llevara el mundo por delante.
Kelay Johansson, era sublime, fuerte, empoderada, pero sobre todo temible y esa era la parte que más amaba de ella.
Hamilton suspiro viendo alejarse a su jefa y no puedo controlar ese lado masculino que lo llevo a recorrer esa sensual figura moviéndose como una de las serpientes más peligrosas, pero hipnóticas, sin dudas.
-Dios, necesito vacaciones, esa mujer no puede, no, no debe llamar mi atención- se dijo para sí, volviendo a su escritorio.
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Hola corazones, volví y estoy feliz de encontrarme otra vez con ustedes.
Esta historia se va a desarrollar de la siguiente manera, dos cap. día de por medio y antes de que me reten esto se debe a que:
1 Es una historia que tendrá una cuantas vueltas por lo que reviso una y otra vez los cap. ya saben soy medio obsesiva con que todo encaje. y... 2- tengo otro trabajo y quiero cumplir con todos.
Pero el finde habrá mini maratón, (sábado o domingo).
Las extrañe
Un super abrazo
Gaby
P/D: ¿Les gusto nuestros nuevos protagonistas?.
La firma de abogado Davis &Davis fue incluida en la lista de Mejores firmas de abogados EE. UU. Era costumbre, para mantener su prestigio, asociarse con los mejores. Una larga lista compuesta por firmas reconocidas por su excelencia profesional, calificaciones consistentes e impresionantes clientes.
Más de tres generaciones enaltecieron la firma, y Frederick Davis no sería la excepción, él y su difunto hermano habían decidido dedicar su vida a la tarea de defender y proteger los derechos humanos.
El hombre de unos sesenta años, pero de un fisco envidiable, llegaba temprano a la oficina y se ponía al tanto de todos los por menores del lugar. Su sonrisa cálida, la manera correcta y educada de tratar a sus empleados y socios fue lo que lo empujo al éxito.
Su talento, la mediación. Creía firmemente en la necesidad de mantener un ambiente tranquilo y de buen trato entre todos, para que cada tarea por mínima que sea, fuera hecha con esmero. Y definitivamente esa mañana estaba usando de todo su conocimiento para calmar al hijo malcriado de un socio y viejo amigo.
-Cálmate Jacob, de seguro existe una buena explicación. - la voz calma y la mirada serena sobre el abogado que iba y venía en la oficina buscaba tranquilizarlo.
- Señor Davis, entiendo que sea su preferida, - sonrió con altanería, esa declaración tenia doble sentido-pero no voy a permitir que arrincone al personal que me responde- gruño molesto.
- No tengo favoritos- explico el mayor poniéndose de pie- aquí tengo profesionales, no niños compitiendo entre sí, ¿o me equivoco? - la sonrisa suave se dibujó en su rostro al ver al mocoso sin palabras.
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La rubia apoyó la espalda en el frio metal del ascensor, mientras tecleaba en el celular y pensaba como haría para convencer a su jefe que deriven el caso a otro abogado.
Dibujo una mueca parecida a una sonrisa, cuando Beca respondió su mensaje
📱-La niña está jugando, quédate tranquila-
Rápidamente retomo su postura estoica, cuando las puertas del ascensor se abrieron y se encontró con la cara de pocos amigos de su tan adorable colega, Jacob Marshal.
-Contigo quería hablar- escupió de mala manera, los ojos negros parecían pozos sin fondo viéndola enfurecidos.
Kelay lo observo de arriba abajo con cierto desgano y paso junto a él ignorándolo por completo.
-¡¡Te estoy hablando!!- grito enfadado, nadie podía ignorarlo, era parte de una de las familias de renombre en Manhattan y eso desde su perspectiva le daba derecho a todo-¡¡Kelay!!- insistió y eso provocó que ella, de mala gana volteara.
-Ah Jacob, no te vi, ¿Qué quieres? - dijo divertida y la secretaria de la presidencia apretó los labios para no reír, la pobre minutos antes se tuvo que aguantar al prepotente que ahora estaba gritando.
-Mira- camino señalándola con el dedo índice, ese que la rubia moría por romper- puedes hacerte de la perra con quien quieras, pero conmigo no.
-Oh- los labios rojos se movieron con sensualidad y acorto la distancia, para desafiarlo- No sé qué te pasa, pero de algo estoy segura, mueres porque sea una perra contigo- la voz seductora provoco que Jacob tragara duro- pero así fuera el último hombre en el mundo, jamás tendrías ese placer.
-Eres una zorr…
-Shhh… ya… relájate- movió su mano para silenciarlo- no te montes en el pony que tú eres más chiquito- mostro su dedo índice y pulgar marcando la corta distancia.
-Te vuelves altanera porque de seguro el viejo te las trae- señalo con el mentón en dirección a la oficina de Davis- pero no voy a permitir que vuelvas a presionar a uno de mis empleados-
La rubia entrecerró los ojos sin comprender, hasta que una lucecita se encendió- Ah, Rodríguez- dijo sonriendo con altanería.
-Me entere que lo presionaste y…
Kelay bostezo y eso lo irrito aún más.
-Te parece divertido, déjate de juegos Johansson, aquí puedes hacerte la reina con todos, pero a mí no me engañas tú solo eres la de turno
-¿Que sucede?- la voz firme hizo que Jacob cerrara la boca asustado y su mirada llena pánico se fijó en la figura masculina que observaba desde la puerta.
Kelay sin darse vuelta reconoció la voz y relamió sus labios entretenida.
-Nada, que puede pasar Señor Davis, - giro para encontrarse con la mirada seria- Con Jacob jamás puede pasar nada interesante- ladeo su larga cabellera y se dirigió a la oficina.
-Doroty, que no nos molesten- ordeno Frederick cerrando la puerta, sin darle demasiada importancia a Jacob.
-Esa zorra se revuelca con el vejo- mascullo enfurecido y se retiró más ofendido.
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- ¿Es mucho pedir\, que te lleves bien con tus colegas? - Frederick vio la delicada figura en medio del salón.
Ella rodo los ojos con molestia- No vengo hacer amigos, Fred, no me interesa. - respondió seria, viendo la sonrisa complaciente de su jefe.
-Ven aquí- pidió con dulzura
-No, no, no insistas- respondió entrando en pánico al ver ese gesto que odiaba.
-Anda, sé que lo quieres, ven aquí, vamos- Fred abrió más sus brazos y sus ojos cafés se iluminaron- se buena niña, ven, un abrazo no hace mal a nadie y tú lo necesitas.
-No soy una niña, y eso no es lo que necesito- dijo molesta, pero aun así camino hasta el mayor que la estrecho entre sus brazos como un padre cariñoso.
-Bueno tu no lo necesitas, pero yo sí… gracias- susurro con cariño
Ella quedo inmóvil, no intento en ningún momento corresponder el gesto como si esperara que se cansara.
Frederick apoyo su mentón en el huesudo hombro que se podía sentir a través de la tela y sonrió con calidez.
-Olga te extraña, deberías ir a verla- dijo alejándose un poco para verse reflejado en esa fría mirada.
-No he tenido tiempo, iré el fin de semana - se alejó como si el contacto la quemara y él solo negó, estaba tan acostumbrado a eso. Pero en su corazón sabía que ella había mejorado, al menos ahora permitía un acercamiento cariñoso. Ya no era la niña esquiva que se incomodaba con palabras dulces y se encerraba por horas.
Kelay había mejorado, no como él quisiera, pero lo había hecho.
-Vine por la maldita carpeta verde que le diste a mi asistente, no quiero tomar el caso- dijo tajante cruzando largas piernas, después de haberse sentado en el elegante sillón bordo que destacaba en la oficina un poco más decorada que la de ella.
-Necesita al mejor y tú lo eres- se sentó junto, para verla a los ojos- es un amigo, por favor- suplicó fijando esa mirada que podía convencer a cualquiera.
Ella no se conmovió, o al menos no dejo que Frederick lo notara- No me interesa, sabes que detesto los casos que involucran niños, esos divorcios son un asco, mueren por lastimar a otro en nombre del amor no correspondido. - la sensación acida, en la garganta, subiendo y bajando era intensa, cada que pensaba en esa situación.
-Kelay- el tomo de su mano, reconociendo el gesto incomodo- Teodoro, ama con locura a su hijo, no quiere perderlo.
Ella rio y alejo la mano para acomodar su cabello- por favor Fred, está dolido porque su mujercita lo cambio por un jovencito o varios- sonrió con burla- a ninguno le interesa el niño. Ella quiere el dinero y èl arruinarla, el mocoso es solo la excusa para ver quién tiene razón o al menos joderle la existencia al otro.
-принцесса (princesa)- la llamo en ruso y eso la descoloco- tu sabes que no es así, por favor, te lo pido, no dejes que tus emociones...
-¡¡Basta!!- dijo molesta, hace mucho tiempo no oía esa palabra, y definitivamente era un golpe bajo. - No sé de qué emociones hablas, pero si es tan importante para ti, lo hare a cambio de mi solicitud. – los ojos grises se mostraron desafiantes.
Frederick sonrió, la conocía, jamás aceptaría que esos casos la afectaban, pero se lo dejaría pasar- Kelay, te dije que…
Ella se puso de pie- si quieres que tome el caso, harás lo que pedí.
-Sabes que eso lleva tiempo, mínimo un año, debo reunirme con los socios - explico tranquilo, porque, Sí, lo iba a cumplir, tomara el caso o no.
-Bien, te quedan once meses- respondió con altura- si mal no recuerdo esta charla la tuvimos hace más de un mes, en el cumpleaños de Olga.
-No va aceptar, lo sabes... no así- expreso viendo como ella se dirigía a la puerta.
-No te preocupes, algo se me va a ocurrir- dijo tomando el picaporte para salir
-Bien, lo dejaremos por escrito, porque el caso no puede esperar tanto- Frederick se puso de pie y acomodo el saco de diseñador.
-Tú solo cumple y haré lo mismo. - Sin más abrió la puerta y se marchó.
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Hola corazones
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