Panterita

El tiempo transcurría lento, la rubia se sentía incomoda en su espacio, algo que nunca le sucedió, tanto así que decidió sentarse en el amplio sofá, que detrás de su escritorio.

Cruzo las piernas, y su alto tacón en un azul profundo se balanceo. Su atención iba y venía de aquella puerta que aún permanecía cerrada.

Podía sentir una pelotita creciendo en la boca de su estómago que hacía que se removiera buscando una mejor posición. -

-¿Dónde está?- rumeó molesta y de mala gana siguió hojeando una de la carpetas que descansaba sobre la mesita de café.

-Concéntrate- se ordenó y mordiendo la punta de la pluma, puso todas sus energías en el caso de unos jóvenes adolescentes acusados de asesinato.

Varios minutos transcurrieron hasta que la puerta se abrió dejando a la vista a cierto asistente que ingreso con la cabeza gacha y un café caliente.

- ¿Decidiste volver\, Hamilton? - hablo sin siquiera levantar la vista del expediente\, estaba muy molesta e inquieta desde que lo abandonó en aquel parqueadero.

-Te traje un café, imaginé que lo querrías- la voz salió abatida y esto generó un cosquilleo en el pecho de la abogada.

James nunca se mostraba así, siempre sonría, incluso cuando estaba enojado era enérgico, pero esta actitud lo mostraba vulnerable.

La abogada tomó todo su orgullo y lo guardo en algún rincón de su alma. Levantando la mirada la puso en el hombre que con cuidado dejo el café sobre la mesita, para retirarse.

Los ojos de Kelay se abrieron con asombro, y como si fuera un resorte se puso de pie para caminar hasta él.

-Hamilton, mírame- ordenó, pero este solo negó tratando de alejarse.

Ella comenzaba a perder la paciencia, quizás era porque ese lindo caramelo de café estaba visiblemente lastimado y le importaba.

Las largas uñas, pintadas en un brillante negro, se clavaron en la barbilla y lo obligaron a mirarla.

Kelay trato de regular la respiración cuando noto la mejilla lastimaba de su bonito asistente, se podía a ver como unas garras habían rasgado parte de la piel y recordó las palabras de Ángel burlándose por el golpe que el moreno recibió.

- ¿Duele? - rozo con cuidado la herida\, sin dejar de verlo - ¿Hamilton\, duele? Insistió.

James frunció el ceño, no por el ardor que provocó el contacto, sino por aquella calidez en el rostro de Kelay, era completamente diferente a la mujer distante a la que estaba acostumbrado.

Estaban tan cerca, que el moreno con tan solo inclinarse podía rozar esa bonita nariz.

-Esto se está volviendo costumbre- pensó con el corazón agitado y retiro su rostro.

-No duele, no más que las ganas que me provoco mandarla al diablo cuando vi como encerraba al pequeño en el coche. - afirmo en un tono irritante.

La rubia endureció el rostro y respiro profundo.

-Ahí está mi reina de hielo- se dijo para sí, al ver como la abogada elevaba el mentón y se mostraba imperturbable.

-Es por eso que no debes involucrarte emocionalmente en un caso- se alejó buscando marcar la distancia,  no comprendía porque ese hombre lograba perturbarla.

-Esa mujer está destrozando la vida de su hijo y a ti no te importa- soltó indignado viendo como ella volvía a su lugar.

-Me importa ganar, Hamilton, y te recuerdo que no pedí el maldito caso, no me especializo en divorcios, si estoy metida en esto es…- apretó los labios cuando se dio cuenta que hablaría de más.

El moreno no presto atención a lo último, solo a las frías palabras que hablaban de ganar.

-¿Porque no puedes involucrarte, solo un poco?, porque ganar no puede ir de la mano con…

-La empatía-  lo interrumpió, sonrió de lado y negó viendo la mirada contrariada de James que dejo pasar saliva al entender el tono de burla- que puedo decirte, no me importa- dejo salir sin más.

Kelay no conocía ese sentimiento, nadie había sentido empatía por ella cuando más lo necesitó.

Agitó la mano en el aire dando el claro mensaje de que la conversación debía terminar y eso provoco que el moreno murmurará mil maldiciones en su cabeza; es que cuando creía que podía encontrar humanidad en esa mujer, ella se encargaba de demostrarle lo contrario.

-Bien- dejo salir frustrado, y acomodó la corbata.

Decidió que lo mejor era marcharse cuanto antes - concertare una cita con los hermanos Ross.

Kelay siguió leyendo los documentos y esto lo enfureció. Caminó enojado a la salida, lo mejor era poner un poco de espacio entre ambos, antes de decir algo que lo perjudicara.

-Hamilton

-¡¡Qué!!- volteo enfurecido y la mirada gélida de la rubia lo hizo ceder- ¿Qué necesitas? - dijo controlando su estado de animo

-Ve a curar la herida o quedará marca- después retomo la lectura, dejándolo fuera de juego, una vez más.

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No muy lejos de la firma Davis, una linda maestra jardinera era seguida por unos veinte niños agarraditos de las manos.  Ese día los llevaría a recorrer el Central Park.

Beca estaba emocionada, el día estaba hermoso, no hacía mucho frio, ningún niño lloro y estaba segura que eso se debía a su nuevo amuleto de la suerte.

Pero todo eso se esfumo cuando adentrándose al enorme espacio verde, vio a cierto galán riendo mientras llevaba de la mano a una rubia despampanante.

La pobre trato acomodar sus rizos rebeldes y el gracioso delantal con animalitos que evitaba que los niños macharan su ropa.

-Carajo- susurro- esto es injusto- observo sus zapatitos blancos, esos cómodos pero que la hacían ver como un chichón de piso.

Es que la pobre no se imaginó un nuevo encuentro con el bombonaso de cabellos color ébano, cejas tupidas y mirada profunda.

No al menos en esas condiciones, pero no había manera de huir, el condenado se acercaba enfundado en traje oscuro que marcaba su perfecta estructura y ella no podía volver sobre sus pasos.

Brandon venia entretenido dando besitos a la boca con relleno de su nueva conquista, alta, estilo modelo de pasarela y con un toque glamuroso. Todo lo contrario, a la chaparrita de curvas pronunciadas, trasero prominente y pechos voluminosos que trataba de ocultarse entre los niños, sin éxito.

Lo que ambos no se imaginaban, es que el deseo por tenerse una vez más, era mutuo.

-Seño, seño, mire ese señor no debe hacer eso- un pelirrojo con lentes de marco azul y pecas por doquier, señalo al arquitecto que devoraba a la mujer con hambre.

-Shhh, no mires Juan, vamos a los juegos- dijo fingiendo tranquilidad, esa escena fue bastante incómoda para ella también y empujo despacito a su pollito, como solía llamar a los niños a su cargo.

-Pero mi mamá dice que eso no se debe hacer frente a los niños, que es de pervertidos. - el niño elevo tanto la voz que fue imposible para Brandon no oír lo que dijo.

Beca cerró los ojos angustiada, rogando que la tierra se la tragará y cuando los abrió  un precioso y elegante hombre, de traje de diseñador estaba de pie frente a ella.

-Lo lamento- alcanzó a balbucear, cuando la sonrisa seductora se dibujó en el rostro de Brandon. - pero los niños son muy sinceros y no debería ser tan afectuoso en público-

El arquitecto la miro con intensidad, esa ropa inocente y aquel cabello peinado por el viento dejaba ver una inocente maestra, pero él conocía el sexi demonio detrás del disfraz.

-Pero mira nada más- dijo coqueto, sobando su barbilla sin apartar la mirada de esos ojitos color miel que lo veían asustados- nos volvemos a ver- dio un guiño de ojo, ignorando el regaño.

Fue tanta la emoción de aquel encuentro que olvido a la mujer espigada que estaba unos pasos atrás.

-Seño Beca, ¿ya regaño al señor? podemos irnos – insistió el niño y Brandon relamió sus labios imaginándose el castigo que le daría esa mujer, si realmente se lo propusiera.

-Vamos Juan, el señor entendió que no debe hacer eso en público- la morena alcanzo la manito y lo jalo en dirección a los juegos, llevándose a los demás niños.

Brando llevó las manos a los bolsillos del pantalón y observó ese cuerpito sabroso alejándose

-Beca, con que así   te llamas, panterita- susurró y sus ojos leyeron detenidamente el nombre de la guardería - creo que pronto nos volveremos a ver.

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Holis

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