Belleza Y Dolor
La mente busca enfocarse en los problemas que pueden llevarte a sobrepensar una situación de muchas maneras posibles. La idea de no hacerlo, ya es difícil. Sin embargo, en el boxeo es indispensable que la cabeza se mantenga limpia para que el juego también lo sea. Y en la fotografía, se necesita simplemente tener un gran espacio en blanco para que el deseo de cumplir un sueño, inspire a cumplirlo y no sea en vano.
Isabelle y Mason son dos personajes, que tienen todas las armas para ser su perdición como para ser su salvación. También con un sueño paralelo, pero que al final del camino no era más que la misma raíz. Hay un dicho que dice que lo imposible siempre atrae más. Pero la cuestión es, ¿qué tan imposible es? Los comentarios no deberían importar a menos que no sean lo que quieras escuchar, y eso por ejemplo, lo sabe un paparazzi.
Todas las luces intermitentes y el sonido de las cámaras son un sabor dulcemente atractivo, pero, siempre y cuando uno sepa bien usarlo a su favor y dé al público lo que busquen. Porque la belleza tiene un precio, y el dolor es parte de ella.
El contrato
La alarma comenzó a sonar disparatadamente a las seis de la mañana. El olor a cigarrillo era muy notable y el calor, que emanaba el intenso aire de la primavera de septiembre, también.
Isabelle se levantó de un parpadeo. Haciendo ruido para que su acompañante se dignara a abrir los ojos también. La cabeza le estallaba, y con mucha razón, siendo que el día anterior había bebido como si el alcohol fuera agua y la noción de tiempo no importaba demasiado.
—Elliot, ¿puedes vestirte?. Tengo que irme ya.—comentó ella, parada con un vestido de terciopelo blanco frente a él y con los brazos cruzados.
—¿Tan temprano me echas hoy? Eres malvada.—comentó él riéndose.
—No es decisión propia.—ríe también—Tengo que ir al estudio. Porque al parecer no les convenció mi trabajo y debo darle una defensa oral de eso. Estoy harta.
—¿Quieres que te lleve?
—No hace falta. ¿Crees que verían bien que el hijo del director se aparezca conmigo?
—Estaba bromeando. Tampoco nos iba a arriesgar así.—dijo él finalmente tomando el vaso de agua que estaba en la mesada de su costado.
Isabelle lo miró fijamente durante unos segundos seriamente y recogió su vestido negro del suelo para proceder a cambiarse lo más rápido posible.
Salió hacia el pasillo mientras miraba a su costado, pero antes, aseguró su cuarto cerrándolo con llave, para que esas "entrometidas", como llamaba ella a las empleadas que estaban obsesionadas en inspeccionar su cuarto constantemente, por creer que se robaba cosas del hotel. Ese hecho la ponía del peor humor posible. No sólo porque intentó explicar ese malentendido una y otra vez, sino también porque nadie le creía. Debía vivir bajo el peso de la "mantenida" por Elliot.
Tomó el primer taxi que llegó a frenar, y se rehusó a contestar la llamada de su celular de parte de Marion, su insolente y exigente co-editora.
Simplemente deslizó su dedo en 'ignorar' y suspiró mientras miraba por la ventana el paisaje radiante que para sus ojos se estaba volviendo gris.
Llegó aproximadamente en veinte minutos y trató de que su genio controlador e impulsivo no esté presente en su día. Se dirigió, entonces, con su mejor cara y la menor preocupación posible hacia su escritorio. Y allí se encontraban Marion, su compañero León y Carlo, su guía fotográfico en todo lo que conllevaba su largo curso en fotografía.
—¿Puedes recrearlo? Te pedimos eso para poder darte una correcta devolución.—comentó Marion, mientras Isa tragaba saliva intentando que sus nervios no le jugaran una mala pasada.
—Lo intentaré, pero el tiempo que me dan a comparación de mis compañeros no es nada equitativo. ¿No les parece?
—¿Y cuánto más necesitas?—replica León.
—No lo sé aún. Pero ésta semana estoy segura que podré terminar.—continuó Isabella acomodándose el pañuelo que llevaba puesto en el cuello.
Ambos co-editores se miraron repensando la dichosa idea, pero terminaron aceptando.
La joven de veintidós años, con ojeras que hacían desaparecer la calidez de los ojos color miel que tenía y la seriedad en su rostro denotaban un cansancio extremo. Y las gotas de lluvia que arrasaban la Ciudad dejaba a su cabello lacio y pelinegro en desarraigado desorden y mojado.
—¿Podría prender el calefactor? No quiero resfriarme.—pregunta al conductor que tenía cara de pocos amigos.
—Claro.
La hora de la cena se la pasó revoleando hojas tras hojas, casi sin probar bocado de lo que se había comprado una hora antes en el bar de Simón, su hermanastro.
—¡No puede ser! Lo tenía por aquí...—se dijo a sí misma en voz alta.
A los segundos, tocaron la puerta desesperadamente. Y ella accede a abrir a pesar de su torbellino, tan sólo esperando que no se trate de Elliot, al menos no en ese horario.
—¿Qué sucede ahora Lilian?—pregunta con una cierta incomodidad Isabella.
—Acaban de rescindirte el contrato.—responde la mujer que vestía un saco blanco y botas rojas.
—¿Qué? ¿Por qué?—su nerviosismo aumentaba aún más.
—Se lo comuniqué esta tarde a Elliot. ¿No te comentó nada?
El silencio de Isabella hablaba por sí sola.
—Mira, no tengo el problema que crees que tengo contra tí, pero simplemente así son las cosas. Y en éstas circunstancias no puedo hacer más que pedir que hasta que podamos volver a renovártelo no permanezcas aquí.
—Siempre decían que era su cliente más fiel, y así me pagan.—responde ella suspirando profundamente—Y no tienes idea de lo que pueda pensar sobre tí. En diez minutos estoy fuera.—terminó diciendo antes de cerrarles la puerta.
Su mente estaba a punto de colapsar, no sólo por el hecho de que no encontraba el contrato que había decidido firmar para intentar entrar en el mundo de "los famosos" y que eso le permita abrirle puerta a un mundo que siempre soñó, sino también porque acababa de perder uno que le facilitaba sus idas y vueltas a su dichoso trabajo y curso, posteriormente. Tomó entonces un calmante y comenzó a recoger sus cosas más relevantes. Sin embargo, no quería volver a llamar a un taxi porque no quería deberles por más que era la conocieran, ni a sus padres porque estaban lidiando en ese momento con la enfermedad de su abuelo. Abrió su teléfono y buscó en sus últimos chats, y simplemente dió una mueca sonriente cuando leyó a su tía Stefani entre sus contactos. Es decir, sabía que podía confiar en ella y que, probablemente, podría ayudarla en este momento. Y sin duda, marcó su número.
—¿Hola, tía? ¿Me escuchas?
—Mira quién llama—responde riendo—¿Qué cuentas mi bella Isabella?
—Nada que pueda alegrarme demasiado realmente. ¿Podrías pasar por mí en el edificio en el que sabes que estoy?
—Claro Isabella. Espérame cinco minutos y saldré para allá, porque estoy teniendo justo una discusión con mi abogado con el divorcio de tu tío. Pero nada para alarmarte.
—Está bien. Te esperaré abajo tía Stef, tranquila.—dijo finalmente antes de colgar.
Decidió, entonces, limpiarse el rostro con su desmaquillante y el algodón que guardaba en su bolso, mientras esperaba su patética huida. O más bien, una salida del lugar del que más le costó entrar luego de comenzar una relación ambigua con "el niño riquillo", como solía llamar ella a Elliot.
Apenas escuchó la bocina del auto, se dirigió hacia el auto rojo matte que estaba esperando por su llegada.
Antes de subirse, se acomodó el pañuelo que llevaba nuevamente en el cuello, ya que precisamente Stefani era una crítica de moda que desde pequeña la había incentivando en su gusto por la ropa fina. Pero al ver que la persona que se bajaba del auto no era justamente su tía, sino el inesperado Mason Williams.
—¿Mason?—pregunta Isabella completamente colorada y extrañada.
—¿Cómo estás Isabella?—pregunta Mason acercándose a ella para ayudarla con sus cosas.
—Oh, ¿Puedes con ésto?—dice ella entregándola su maleta—¿Qué haces por aquí? Si puedo preguntar...
—Estaba de vacaciones ciertamente, pero tuve un encuentro y alternado ala vez con tu tía, ya sabes cómo es ella, podría explicártelo de camino.
—Claro. Me gustaría.—Apenas terminó esa frase, además del enrojecimiento de su rostro, Isa sintió una leve incomodidad por haber dicho eso de forma como si alguien la hubiera invitado a salir.
Se abrochó el cinturón, y al hacerlo, se dió cuenta que había confundido su anclaje inferior con el de él y provocando que sus manos se toquen.
—Lo siento.—dijo ella.
—No te preocupes. Puedo notar que estás algo nerviosa. ¿En serio Isabella está nerviosa?—dice él bromeando.
—No, no...Es que...—pensó mirando por su ventanilla.—Estoy teniendo problemas con el trabajo que estoy realizando.
—Stefani no me contó nada de lo que estás haciendo ahora, ni la razón por la que vine a buscarte.
—Por cierto, ¿por qué has venido tú y no ella?
—Está muy alterada con su arreglo de divorcio y bueno, como me encontraba allí y tengo confianza contigo, creo.—sonríe y la mira—Me dijo que viniera por tí. Aunque fuí una sorpresa, ¿cierto?
—Lo fuiste, sí.—ríe también.
En la radio estaba sonando "Paparazzi" de Lady Gaga. Y ella no dudó un segundo en tararear por lo bajo.
—Lo pondré más fuerte si te gusta, me hubieras dicho.—comentó él rompiendo ese silencio.
Isabella sólo volvió a sonreír levemente y sacó su celular para grabar un video en el que además de que se vea ese paisaje que parecía brindar un arcoíris visible después de la lluvia, también se reflejara el buen momento de escuchar aquel tema que le transmitía buenas vibras y algunas nuevas ideas para su trabajo. Y ¿por qué no la sonrisa de Mason mientras manejaba?
A Isabella le pareció poco tiempo el recorrido, a pesar de no tener una intensa conversación, pero la presencia de él, después de mucho tiempo la hacía sentir cómoda.
Masón había salido con Stefani hace cuatro años, y fue una relación intensa como poco duradera. Se habían conocido desde que eran bastante jóvenes, pero sólo había perdurado la relación de amigos hasta ese entonces. Luego, por iniciativa de él comenzaron otro tipo de relación, y ese lazo era notable entre sus demás amigos y familiares. Entre ellos, ante los ojos de Isabelle, quien había admitido haber sentido un cierto amor platónico de él cuando lo conoció, en el que tenía apenas dieciocho. Pero jamás, hasta este momento sintió que fuera alguien de su familia, es decir, nunca lo consideró un tío por salir con su tía, y eso lo razonaba con los fugaces siete meses que duró tal relación.
Llegaron hacia el departamento en el que se encontraba su tía, u al parecer, su abogado Carlo.
—¿Quieres que baje las cosas ahora o después?—pregunta él bajándose del auto después que ella.
—Tú...¿te quedarás aquí?
—Por éstas semanas Stefani no tuvo problema. No sé si te acuerdas que como este auto está a mi nombre, si ella quiere venderlo necesitará de mí a pesar de que yo se lo dí a ella.
—Entiendo.
—¿Por qué lo preguntabas?
—Es que..iba a pedirle alojamiento también. Por un problema que sé que se solucionará en pocos días.
—Wow. Eso no me habías dicho—ríe él.—Será agradable verte aquí entonces.
—Lo mismo digo.—responde ella subiendo lentamente por las escaleras esperando que él la alcance.
Llegaron al ascensor y Mason desliza su dedo en el botón de quinto piso, haciendo que ella corriera la suya por no haberse acordado.
Isabella trataba de no hacer tanto contacto visual con él por el hecho de que sentía que su rostro a cara lavada no era suficiente para que alguien la viera fijamente.
—Noté que no usas tanto maquillaje ahora. Recuerdo haberte regalado con Stef, una caja completa de cosas de Pandora.
—¿Cosas?—ríe ella.
—Cosas para la cara y el cuerpo—ríe él.—Realmente no sé los nombres. Hasta ahora incluso.
—Lo recuerdo, aún los conservo.
—Igual te queda muy bien estar al natural, sólo un comentario.—agregó él.
Ella sonrió a pesar que estaba dándole la espalda a él, ya que habían arribado a la puerta de Stefani.
—¡Aquí estás Isabelle!—comenta Stefani dándole un abrazo confortable a su sobrina.
—Estás cada vez mejor tía Stefani.—prosiguió ella.
—Creo que tú lo estás. Y la verdad me alegro de que pueda tenerte unos días conmigo.
—¿De verdad? Aún no te lo había preguntado.
—Después te explico en la cena. Pero sí, no hay ningún problema con eso, avisaré a mi hermano y a tu madre antes de que se alarmen.
Isabella recogió su bolso del suelo y sostuvo la maleta que Mason estaba ayudando a traer. Entraron minuciosamente al room.
Stefani indicó a su sobrina el camino hacia donde sería su cuarto por estos días y ofreció una cena que el servicio del edificio preparaba cada noche de viernes. Sin duda, ellos aceptaron, y se acomodaron como podían. Cada habitación tenía aproximadamente unos tres metros de distancia entre ellas, y la iluminación naranja del pasillo lo volvía algo rústico.
—¿Podría bañarme antes de comer?—pregunta Isabella directamente.
—Claro. Pero debo advertirte que no tardes tanto.—responde Stefani amablemente.
Isabella, entonces, entró a su enorme baño con decoraciones precisamente blancas, pero con otro tipo de iluminación entre dorado y azul.
Se saca lentamente la ropa, y abre el grifo de la ducha, y esperando por el agua caliente, busca en su maleta la ropa que iba a ponerse para dormir. No encontraba nada que le agradara ciertamente. Pero intentó poner su mejor cara nuevamente y usar su largo vestido de seda amarillo.
Cuando salió se sentó en la mesada. Mason estaba completamente pensativo.
—Tienes un gran corte en el antebrazo.—comenta Isa intentando no ser tan inoportuna.
—Sí. Me lo hicieron ayer—ríe.
Justo en ese momento aparece Stefani, e Isabella la mira recreando lo que él acababa de comentar.
—Fue...por una pelea, no pienses mal.—ríe nuevamente.
—¿Pelea?
—Ahora se dignó a ser boxeador, qué desperdicio de tiempo, ¿no?—añade la tía irónicamente.
—Me di cuenta que es mi pasión después de todo.
—¿Y hace cuánto?—cuestiona nuevamente Isa.
—Hace aproximadamente un año.
Isabelle asiente con la cabeza.
—¿Y tú por qué saliste de allí?—cuestiona ahora él.
Stefani mira a su sobrina y decide salvar un momento que podía ser vergonzoso para ella.
—Se peleó con su pareja.—añadió finalmente.
—Qué situación. Me hace acordar a alguien echándome así.—comenta él mirando automáticamente a Stefani.
Ambas ríen nerviosamente.
—Aunque creí que no saldrías con nadie hasta tus treinta, como te habíamos dicho.—bromea Mason.
—Si. Muy chistoso Mason.—prosigue Isabelle.—¿Y cómo se llama el lugar a donde vas?
—Beauty&Pain. Así está en la redes.—responde él.
—Lindo nombre, pero no es muy tenebroso.
—Lo sé.—ríe—Pero no puedo hacer nada más que ser uno de los buenos allí. Aunque tuve que hacer algunos sacrificios.
—¿Cómo qué?—pregunta Isa.
—Como el alcohol por ejemplo.
—Eso sí es un sacrificio.—añade Stef, y ríen.
Stefani los apuró para que comieran junto con ella los tacos calientes que apoyó sobre la mesa. Y dejaron que fuera ella ahora quien los deleite con una conversación acerca de todo lo que estaba ocurriendo con la tediosa separación del empresario Bruno Germani. Los sucesos fueron contados con detalles, y por momentos, había una que otra sorpresa por parte de ellos en ciertos temas de la historia.
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Comments
yorly's
disculpe autora pero de verdad no sé de q se trata esta historia hablan y hablan pero no se explica con exactitud la trama leeré el siguiente capitulo haber si logro entender si no lo logro entender bueno me retiraré de esta lectura y le deseo muchas bendiciones 🤗
2023-07-21
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