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Belleza Y Dolor

Capitulo 1

La mente busca enfocarse en los problemas que pueden llevarte a sobrepensar una situación de muchas maneras posibles. La idea de no hacerlo, ya es difícil. Sin embargo, en el boxeo es indispensable que la cabeza se mantenga limpia para que el juego también lo sea. Y en la fotografía, se necesita simplemente tener un gran espacio en blanco para que el deseo de cumplir un sueño, inspire a cumplirlo y no sea en vano.

Isabelle y Mason son dos personajes, que tienen todas las armas para ser su perdición como para ser su salvación. También con un sueño paralelo, pero que al final del camino no era más que la misma raíz. Hay un dicho que dice que lo imposible siempre atrae más. Pero la cuestión es, ¿qué tan imposible es? Los comentarios no deberían importar a menos que no sean lo que quieras escuchar, y eso por ejemplo, lo sabe un paparazzi.

Todas las luces intermitentes y el sonido de las cámaras son un sabor dulcemente atractivo, pero, siempre y cuando uno sepa bien usarlo a su favor y dé al público lo que busquen. Porque la belleza tiene un precio, y el dolor es parte de ella.

El contrato

La alarma comenzó a sonar disparatadamente a las seis de la mañana. El olor a cigarrillo era muy notable y el calor, que emanaba el intenso aire de la primavera de septiembre, también.

Isabelle se levantó de un parpadeo. Haciendo ruido para que su acompañante se dignara a abrir los ojos también. La cabeza le estallaba, y con mucha razón, siendo que el día anterior había bebido como si el alcohol fuera agua y la noción de tiempo no importaba demasiado.

—Elliot, ¿puedes vestirte?. Tengo que irme ya.—comentó ella, parada con un vestido de terciopelo blanco frente a él y con los brazos cruzados.

—¿Tan temprano me echas hoy? Eres malvada.—comentó él riéndose.

—No es decisión propia.—ríe también—Tengo que ir al estudio. Porque al parecer no les convenció mi trabajo y debo darle una defensa oral de eso. Estoy harta.

—¿Quieres que te lleve?

—No hace falta. ¿Crees que verían bien que el hijo del director se aparezca conmigo?

—Estaba bromeando. Tampoco nos iba a arriesgar así.—dijo él finalmente tomando el vaso de agua que estaba en la mesada de su costado.

Isabelle lo miró fijamente durante unos segundos seriamente y recogió su vestido negro del suelo para proceder a cambiarse lo más rápido posible.

Salió hacia el pasillo mientras miraba a su costado, pero antes, aseguró su cuarto cerrándolo con llave, para que esas "entrometidas", como llamaba ella a las empleadas que estaban obsesionadas en inspeccionar su cuarto constantemente, por creer que se robaba cosas del hotel. Ese hecho la ponía del peor humor posible. No sólo porque intentó explicar ese malentendido una y otra vez, sino también porque nadie le creía. Debía vivir bajo el peso de la "mantenida" por Elliot.

Tomó el primer taxi que llegó a frenar, y se rehusó a contestar la llamada de su celular de parte de Marion, su insolente y exigente co-editora.

Simplemente deslizó su dedo en 'ignorar' y suspiró mientras miraba por la ventana el paisaje radiante que para sus ojos se estaba volviendo gris.

Llegó aproximadamente en veinte minutos y trató de que su genio controlador e impulsivo no esté presente en su día. Se dirigió, entonces, con su mejor cara y la menor preocupación posible hacia su escritorio. Y allí se encontraban Marion, su compañero León y Carlo, su guía fotográfico en todo lo que conllevaba su largo curso en fotografía.

—¿Puedes recrearlo? Te pedimos eso para poder darte una correcta devolución.—comentó Marion, mientras Isa tragaba saliva intentando que sus nervios no le jugaran una mala pasada.

—Lo intentaré, pero el tiempo que me dan a comparación de mis compañeros no es nada equitativo. ¿No les parece?

—¿Y cuánto más necesitas?—replica León.

—No lo sé aún. Pero ésta semana estoy segura que podré terminar.—continuó Isabella acomodándose el pañuelo que llevaba puesto en el cuello.

Ambos co-editores se miraron repensando la dichosa idea, pero terminaron aceptando.

La joven de veintidós años, con ojeras que hacían desaparecer la calidez de los ojos color miel que tenía y la seriedad en su rostro denotaban un cansancio extremo. Y las gotas de lluvia que arrasaban la Ciudad dejaba a su cabello lacio y pelinegro en desarraigado desorden y mojado.

—¿Podría prender el calefactor? No quiero resfriarme.—pregunta al conductor que tenía cara de pocos amigos.

—Claro.

La hora de la cena se la pasó revoleando hojas tras hojas, casi sin probar bocado de lo que se había comprado una hora antes en el bar de Simón, su hermanastro.

—¡No puede ser! Lo tenía por aquí...—se dijo a sí misma en voz alta.

A los segundos, tocaron la puerta desesperadamente. Y ella accede a abrir a pesar de su torbellino, tan sólo esperando que no se trate de Elliot, al menos no en ese horario.

—¿Qué sucede ahora Lilian?—pregunta con una cierta incomodidad Isabella.

—Acaban de rescindirte el contrato.—responde la mujer que vestía un saco blanco y botas rojas.

—¿Qué? ¿Por qué?—su nerviosismo aumentaba aún más.

—Se lo comuniqué esta tarde a Elliot. ¿No te comentó nada?

El silencio de Isabella hablaba por sí sola.

—Mira, no tengo el problema que crees que tengo contra tí, pero simplemente así son las cosas. Y en éstas circunstancias no puedo hacer más que pedir que hasta que podamos volver a renovártelo no permanezcas aquí.

—Siempre decían que era su cliente más fiel, y así me pagan.—responde ella suspirando profundamente—Y no tienes idea de lo que pueda pensar sobre tí. En diez minutos estoy fuera.—terminó diciendo antes de cerrarles la puerta.

Su mente estaba a punto de colapsar, no sólo por el hecho de que no encontraba el contrato que había decidido firmar para intentar entrar en el mundo de "los famosos" y que eso le permita abrirle puerta a un mundo que siempre soñó, sino también porque acababa de perder uno que le facilitaba sus idas y vueltas a su dichoso trabajo y curso, posteriormente. Tomó entonces un calmante y comenzó a recoger sus cosas más relevantes. Sin embargo, no quería volver a llamar a un taxi porque no quería deberles por más que era la conocieran, ni a sus padres porque estaban lidiando en ese momento con la enfermedad de su abuelo. Abrió su teléfono y buscó en sus últimos chats, y simplemente dió una mueca sonriente cuando leyó a su tía Stefani entre sus contactos. Es decir, sabía que podía confiar en ella y que, probablemente, podría ayudarla en este momento. Y sin duda, marcó su número.

—¿Hola, tía? ¿Me escuchas?

—Mira quién llama—responde riendo—¿Qué cuentas mi bella Isabella?

—Nada que pueda alegrarme demasiado realmente. ¿Podrías pasar por mí en el edificio en el que sabes que estoy?

—Claro Isabella. Espérame cinco minutos y saldré para allá, porque estoy teniendo justo una discusión con mi abogado con el divorcio de tu tío. Pero nada para alarmarte.

—Está bien. Te esperaré abajo tía Stef, tranquila.—dijo finalmente antes de colgar.

Decidió, entonces, limpiarse el rostro con su desmaquillante y el algodón que guardaba en su bolso, mientras esperaba su patética huida. O más bien, una salida del lugar del que más le costó entrar luego de comenzar una relación ambigua con "el niño riquillo", como solía llamar ella a Elliot.

Apenas escuchó la bocina del auto, se dirigió hacia el auto rojo matte que estaba esperando por su llegada.

Antes de subirse, se acomodó el pañuelo que llevaba nuevamente en el cuello, ya que precisamente Stefani era una crítica de moda que desde pequeña la había incentivando en su gusto por la ropa fina. Pero al ver que la persona que se bajaba del auto no era justamente su tía, sino el inesperado Mason Williams.

—¿Mason?—pregunta Isabella completamente colorada y extrañada.

—¿Cómo estás Isabella?—pregunta Mason acercándose a ella para ayudarla con sus cosas.

—Oh, ¿Puedes con ésto?—dice ella entregándola su maleta—¿Qué haces por aquí? Si puedo preguntar...

—Estaba de vacaciones ciertamente, pero tuve un encuentro y alternado ala vez con tu tía, ya sabes cómo es ella, podría explicártelo de camino.

—Claro. Me gustaría.—Apenas terminó esa frase, además del enrojecimiento de su rostro, Isa sintió una leve incomodidad por haber dicho eso de forma como si alguien la hubiera invitado a salir.

Se abrochó el cinturón, y al hacerlo, se dió cuenta que había confundido su anclaje inferior con el de él y provocando que sus manos se toquen.

—Lo siento.—dijo ella.

—No te preocupes. Puedo notar que estás algo nerviosa. ¿En serio Isabella está nerviosa?—dice él bromeando.

—No, no...Es que...—pensó mirando por su ventanilla.—Estoy teniendo problemas con el trabajo que estoy realizando.

—Stefani no me contó nada de lo que estás haciendo ahora, ni la razón por la que vine a buscarte.

—Por cierto, ¿por qué has venido tú y no ella?

—Está muy alterada con su arreglo de divorcio y bueno, como me encontraba allí y tengo confianza contigo, creo.—sonríe y la mira—Me dijo que viniera por tí. Aunque fuí una sorpresa, ¿cierto?

—Lo fuiste, sí.—ríe también.

En la radio estaba sonando "Paparazzi" de Lady Gaga. Y ella no dudó un segundo en tararear por lo bajo.

—Lo pondré más fuerte si te gusta, me hubieras dicho.—comentó él rompiendo ese silencio.

Isabella sólo volvió a sonreír levemente y sacó su celular para grabar un video en el que además de que se vea ese paisaje que parecía brindar un arcoíris visible después de la lluvia, también se reflejara el buen momento de escuchar aquel tema que le transmitía buenas vibras y algunas nuevas ideas para su trabajo. Y ¿por qué no la sonrisa de Mason mientras manejaba?

A Isabella le pareció poco tiempo el recorrido, a pesar de no tener una intensa conversación, pero la presencia de él, después de mucho tiempo la hacía sentir cómoda.

Masón había salido con Stefani hace cuatro años, y fue una relación intensa como poco duradera. Se habían conocido desde que eran bastante jóvenes, pero sólo había perdurado la relación de amigos hasta ese entonces. Luego, por iniciativa de él comenzaron otro tipo de relación, y ese lazo era notable entre sus demás amigos y familiares. Entre ellos, ante los ojos de Isabelle, quien había admitido haber sentido un cierto amor platónico de él cuando lo conoció, en el que tenía apenas dieciocho. Pero jamás, hasta este momento sintió que fuera alguien de su familia, es decir, nunca lo consideró un tío por salir con su tía, y eso lo razonaba con los fugaces siete meses que duró tal relación.

Llegaron hacia el departamento en el que se encontraba su tía, u al parecer, su abogado Carlo.

—¿Quieres que baje las cosas ahora o después?—pregunta él bajándose del auto después que ella.

—Tú...¿te quedarás aquí?

—Por éstas semanas Stefani no tuvo problema. No sé si te acuerdas que como este auto está a mi nombre, si ella quiere venderlo necesitará de mí a pesar de que yo se lo dí a ella.

—Entiendo.

—¿Por qué lo preguntabas?

—Es que..iba a pedirle alojamiento también. Por un problema que sé que se solucionará en pocos días.

—Wow. Eso no me habías dicho—ríe él.—Será agradable verte aquí entonces.

—Lo mismo digo.—responde ella subiendo lentamente por las escaleras esperando que él la alcance.

Llegaron al ascensor y Mason desliza su dedo en el botón de quinto piso, haciendo que ella corriera la suya por no haberse acordado.

Isabella trataba de no hacer tanto contacto visual con él por el hecho de que sentía que su rostro a cara lavada no era suficiente para que alguien la viera fijamente.

—Noté que no usas tanto maquillaje ahora. Recuerdo haberte regalado con Stef, una caja completa de cosas de Pandora.

—¿Cosas?—ríe ella.

—Cosas para la cara y el cuerpo—ríe él.—Realmente no sé los nombres. Hasta ahora incluso.

—Lo recuerdo, aún los conservo.

—Igual te queda muy bien estar al natural, sólo un comentario.—agregó él.

Ella sonrió a pesar que estaba dándole la espalda a él, ya que habían arribado a la puerta de Stefani.

—¡Aquí estás Isabelle!—comenta Stefani dándole un abrazo confortable a su sobrina.

—Estás cada vez mejor tía Stefani.—prosiguió ella.

—Creo que tú lo estás. Y la verdad me alegro de que pueda tenerte unos días conmigo.

—¿De verdad? Aún no te lo había preguntado.

—Después te explico en la cena. Pero sí, no hay ningún problema con eso, avisaré a mi hermano y a tu madre antes de que se alarmen.

Isabella recogió su bolso del suelo y sostuvo la maleta que Mason estaba ayudando a traer. Entraron minuciosamente al room.

Stefani indicó a su sobrina el camino hacia donde sería su cuarto por estos días y ofreció una cena que el servicio del edificio preparaba cada noche de viernes. Sin duda, ellos aceptaron, y se acomodaron como podían. Cada habitación tenía aproximadamente unos tres metros de distancia entre ellas, y la iluminación naranja del pasillo lo volvía algo rústico.

—¿Podría bañarme antes de comer?—pregunta Isabella directamente.

—Claro. Pero debo advertirte que no tardes tanto.—responde Stefani amablemente.

Isabella, entonces, entró a su enorme baño con decoraciones precisamente blancas, pero con otro tipo de iluminación entre dorado y azul.

Se saca lentamente la ropa, y abre el grifo de la ducha, y esperando por el agua caliente, busca en su maleta la ropa que iba a ponerse para dormir. No encontraba nada que le agradara ciertamente. Pero intentó poner su mejor cara nuevamente y usar su largo vestido de seda amarillo.

Cuando salió se sentó en la mesada. Mason estaba completamente pensativo.

—Tienes un gran corte en el antebrazo.—comenta Isa intentando no ser tan inoportuna.

—Sí. Me lo hicieron ayer—ríe.

Justo en ese momento aparece Stefani, e Isabella la mira recreando lo que él acababa de comentar.

—Fue...por una pelea, no pienses mal.—ríe nuevamente.

—¿Pelea?

—Ahora se dignó a ser boxeador, qué desperdicio de tiempo, ¿no?—añade la tía irónicamente.

—Me di cuenta que es mi pasión después de todo.

—¿Y hace cuánto?—cuestiona nuevamente Isa.

—Hace aproximadamente un año.

Isabelle asiente con la cabeza.

—¿Y tú por qué saliste de allí?—cuestiona ahora él.

Stefani mira a su sobrina y decide salvar un momento que podía ser vergonzoso para ella.

—Se peleó con su pareja.—añadió finalmente.

—Qué situación. Me hace acordar a alguien echándome así.—comenta él mirando automáticamente a Stefani.

Ambas ríen nerviosamente.

—Aunque creí que no saldrías con nadie hasta tus treinta, como te habíamos dicho.—bromea Mason.

—Si. Muy chistoso Mason.—prosigue Isabelle.—¿Y cómo se llama el lugar a donde vas?

—Beauty&Pain. Así está en la redes.—responde él.

—Lindo nombre, pero no es muy tenebroso.

—Lo sé.—ríe—Pero no puedo hacer nada más que ser uno de los buenos allí. Aunque tuve que hacer algunos sacrificios.

—¿Cómo qué?—pregunta Isa.

—Como el alcohol por ejemplo.

—Eso sí es un sacrificio.—añade Stef, y ríen.

Stefani los apuró para que comieran junto con ella los tacos calientes que apoyó sobre la mesa. Y dejaron que fuera ella ahora quien los deleite con una conversación acerca de todo lo que estaba ocurriendo con la tediosa separación del empresario Bruno Germani. Los sucesos fueron contados con detalles, y por momentos, había una que otra sorpresa por parte de ellos en ciertos temas de la historia.

Parte 1

Isabelle se recostó en la suave cama que le había preparado Stefani.

No había sentido esa calidez desde que se había ido de la casa de sus padres hace dos años. Cuando decidió integrarse de lleno en el curso de la fotografía y en el diseño de tapas de revistas. Aunque por ahora ese sueño estaba cada vez más lejos por las insignificantes trabas que se le aprecian por el camino.

Abrió su teléfono, y decidió buscar el nombre de 'Beauty&Pain' como le había mencionado Mason. La página no tenía tantos seguidores aunque tampoco muchas fotos subidas.

Sin embargo, sus ojos posaron exclusivamente en la que subieron del nuevo integrante de Mason Williams. Estaba con los guantes de boxeo puestos, con una camisa desarraigada color blanca, y un pantalón de lana color beige. Isabelle en ese momento sintió algo que no sabía explicar, pero de lo que sí estaba segura era de que él podía lograr eso que quería.

Volvió a mirar esa foto una y otra vez, como si quisiera encontrar algo en cada aspecto de su cuerpo trabajado en este tiempo, o tal vez, en sus ojos celestes que combinaba perfectamente en su piel morena y podían hacer poner nerviosa a cualquiera que lo mirara fijamente, por eso ella no lo hacía tanto.

Isa se desesperó cuando notó la llamada entrante de Elliot en es eminente en que su cabeza estaba viajando en las nubes.

—¿Qué quieres?

—¿Te fuiste así nada más?

—¿Y qué pretendías? ¿Que me quedara a esperar que tus amigas te soltaran? Estás muy equivocado.

—¿Dónde estás Isabelle?

—Estoy bien Elliot. Si llamas por eso no te preocupes. Te dejaré tranquilo por unos días.

—¿Estás con alguien?

—¿Alguien como quién?

—Un hombre imagino.

—Sabes perfectamente que nuestra relación es lo menos parecida a una "normal". Cada uno hace lo quiere, y yo jamás te pido explicaciones.

—Lo sé Isabelle, pero...

—Así habíamos hablado, así que por favor tengo que concentrarme en lo que ya sabes. Que descanses.—dice ella finalmente cortándole.

No quería seguir con la misma historia de siempre, al menos, con él. Y necesitaba ocupar ese tiempo en recrear una escena fotográfica en la que pueda poner también algo de su esencia. Sería un trabajo difícil con el tiempo en contra, pero algo debía tener que idearse.

Stefani, la joven tía de él, con una cabellera rubia que olía usualmente a almendras por los variados productos que tenía en su baño, en su cuarto y en la despensa, y ojos verdes que podían convertirla en la protagonista de cualquier cuento perfecto. Aunque solía ser altanera y manipuladora en ocasiones. Y por eso, los padres de Isabelle, en especial Alexander, el hermano, no tenían una relación tan cercana, aunque siempre dejaron que Isa pasara varios días, semanas, tardes junto con ella. Porque sabían de su intención en mimarla, a ella y a Simón, su hermanastro.

Isabelle se levantó de la cama porque necesitaba su pastilla para dormir. Que últimamente no había tenido la oportunidad de seguir su consumo por las bebidas alcohólicas que tomaba.

Caminó por ese trecho del pasillo y se dirigió a la cocina. Tardó como cinco minutos en encontrar el vaso para ello.

—Oh dios. Acabas de asustarme.—dice Mason saliendo del baño.

—Vine por un vaso de agua.—comenta ella señalando su pastilla en la mano izquierda.

—¿Te sientes mal?

—Es que me cuesta dormir. Y más con lo que conté de hacer las fotografías sin nada en mente.

—No sé si te parezca una buena idea. Pero mañana tengo que ir como te conté a entrenar, y si quieres puedes acompañarme, porque tengo una compañera que es fotógrafa y quizás pueda hablar contigo.

—¿En serio?

—Sí, no le veo nada de malo.

—Me gustaría realmente. De algo me servirá. Gracias.—sonríe dándole un beso en la mejilla, aprovechando que él se encontraba sentado en una de las butacas altas de la cocina. Aunque debió hacer puntillas por la diferencia de veinticinco centímetros de diferencia que se llevan entre ellos.

Mason sonríe levemente y la observa entrar en la habitación.

Isabelle sentía su corazón agitado.

—¿Hola?

—Soy Isabelle imbécil.—responde hablando por su teléfono en voz baja.

—Ya lo sé ingeniosa. ¿Qué sucede?

—responde Simón del otro lado.—¿Tienes idea la hora que es?—ríe.

—Estás exagerando. Ni siquiera duermes a esta hora.

—Dime qué sucede antes de que me muera de intriga.

—Mañana necesito hablar contigo. ¿Estás en el bar por la tarde?

—Sí, mañana estaré. Te espero entonces lunática.—ríe nuevamente y cuelga.

Isabelle suspira y mira a su alrededor. Sólo tenía que encontrar el bendito contrato antes de pensar en hacer fotos.

Buscó nuevamente en su maleta, en su bolso y hasta en la ropa que había llevado puesta, pero no volvió a resultar. Se resignó. Pero recordó que lo tenía digitalizado en su celular entre sus archivos, así que nuevamente se dispuso a chequear eso.

—¡Aquí estás!—grita eufóricamente y se calma al darse cuenta que no quería despertar a su tía, y probablemente a Mason.

Y se distrajo viendo el video que había grabado con Mason en el auto. Pensaba en subirlo, pero no quería que él se disgustara, así que decidió tenerlo guardado en su galería.

La mañana siguiente la despertó el golpe en la puerta. Se levantó dormida y en camisón a abrirle a su tía. Hasta que se dió cuenta que no era Stefani, sino Mason nuevamente. Su rostro no podía ocultar su vergüenza porque la viera así, y le cerró la puerta en la car, dejando que lo que iba a decir se lo volviera a guardar.

—Lo siento. Me había olvidado. Me cambio y te acompaño.—se disculpa.

—¿Por qué demonios no le pregunté el horario?—se pregunta a sí misma.

Rebusca y rebusca entre sus atuendos, el más adecuado para la ocasión. Y optó por un pantalón negro y una remera del mismo color que tenía una pequeña abertura con cierre en la parte del escote. No tan informal, pero llamativo a la vez. Nada que la misma Stefani no aceptara.

—Estoy lista.—dice mientras veía a Masón y Stef reír como nunca.

—La llevaremos a su trabajo y luego vamos a mi entrenamiento.—comenta él buscando sus llaves.

—¿No quieres desayunar nada Isabelle?

—No, gracias. No estoy acostumbrada ciertamente.

Los tres salieron en el auto a sus correspondientes destinos.

Isabelle no podía ocultar su cierto desagrado, cuando la dejaron fuera de su conversación y tuvo que sentarse en el asiento trasero como si se tratara de la hija pequeña de ambos, cuando se acostumbró a ser quien tome el lugar de acompañante, y que en este momento estaba siendo ocupado por su tía.

—Estás algo dormida.—comenta Mason viéndola por el espejo retrovisor.

—No estoy dormida. Simplemente tengo prisa por llegar.

Stefani la mira e intenta hacerle un gesto abriendo sus ojos, dando a entender de que está actuando groseramente.

—¿Qué?—pregunta ella, sin obtener respuesta.

Y en el momento en el que pensó que escucharía nuevamente a Lady Gaga, Stef cambia de estación por una en la que suena Kanye West. Algo que la disgustó aún más, pero prefirió no decir nada y pensar en qué forma podría contentar a los invasores de Marion y León principalmente. Su vara, en cuanto a qué tipo de trabajos aceptaban para una portada, era muy alta. Debía esforzarse si quería el reconocimiento que la haría famosa.

Llegaron hacia el estudio Babybell de Stefani y la despidieron. Aunque notó cómo había una cierta tensión entre Mason y ella, después de todo.

—¿Quieres pasarte adelante?

Isabelle lo hizo sin decir nada.

—¿Vas a volver con mi tía?—pregunta sin más.

—¿Volver con tu tía? ¿Por qué lo preguntas?—prosigue él.

—Volver con mi tía. ¿Si o no? No hay tanto que decir.—cuestiona con un tono más furiosa.

—No lo he pensado. Yo la aprecio, pero ahora está pasando por un mal momento y la acompaño, nada más. No te gustaría que vuelva con ella y tengas que ser nuevamente mi sobrina, ¿cierto?—bromea haciéndole suaves cosquillas en el cuello.

—No...no es éso...—ríe ella también y saca su mano lentamente mientras lo mira.

—Siempre te caí tan mal, ¿no?—ríe.

—Si supieras...

—¿Si supiera qué?

—Nada. No importa. Pero no vuelvas a llamarme sobrina, porque sabes que no te considero así. Mi tío es Bruno, lo siento.¿Aquí es?—intenta cambiar de tema, viendo que estacionaba al frente de un un alto establecimiento color negro, con letras rojas con el nombre de "Beauty&Pain".

—Llegamos. Espero que te sientas cómoda.—sonríe.

Isabelle baja con su cámara colgada en el cuello y una libreta por si debiera anotar algo de importancia para ella.

Entraron y escribieron sus nombres en la recepción, en la que un corpulento hombre de barba blanca los atendió. Y abrazó amablemente a Mason. Al parecer, lo conocía de todo éste tiempo que estuvo allí.

Isabelle, no quería demostrar su nerviosismo. Se lo había propuesto hace varios meses atarás cuando su jefa la comparó con la segura de Anastasia. No quería volver a quedar como la "debilucha" ante nadie.

—¡Mason! Creía que hoy no vendrías.—comenta Brandon, su entrenador y profesor.

—Pues aquí me ves. Listo para que me hagas desear estar muerto.—bromea.

—Eso intentaré. ¿Has traído a tu hija, hermana o novia?—pregunta consecuentemente.

Ambos se ponen nerviosos.

—Es...es una amiga.—comenta él finalmente, dándole una pequeña sonrisa a ella.

—No soy tan joven para ser su hija. Nos llevamos sólo dieciséis años.—aplica ella levantando los hombros.

El entrenador simplemente asiente diciendo su nombre y le da la bolsa de boxeo a Mason para que pueda proseguir con su rutina. Y mientras tanto, Isabelle se sentó en uno de los comodines que estaban frente al espejo del lugar. Notó la presencia de varios hombres y muy poca cantidad de mujeres. Eso la descolocó un poco.

—Ella es Alice. Le comenté ayer que eres fotógrafa.—dice Masón agitadamente.

—Hola Alice, un placer conocerte.

—le estrecha la mano.

—Hola Isabelle, lo mismo digo.—responde Alice devolviéndole el saludo.

—No quiero robarte mucho tiempo. Sólo ver de qué forma podrías ayudarme.

—La idea es que me comentes qué fue lo que te pidieron, para que yo pueda darte mis ideas y si te parecen lo tomas. Simple.

—Bien. Simple.

Isabelle comienza contándole qué es lo quiere mostrar en sus fotos, para que pueda transmitir a el público de la editorial el énfasis y esfuerzo que da en cada uno de sus pasos. Principalmente, acerca de su idea de 'el miedo', esa sensación de terror a que algo malo ocurra y sólo se te pase por la cabeza el final de todo. Y puede ocurrir de muchas maneras, no sólo abarcando la muerte. Sino, además, el miedo a la pérdida de alguien o algo, al cambio o incluso a la rutina. Cualquiera de sus variedades es lo que Isabelle quería mostrar en sus fotografías, al menos, es lo que tenía en mente.

—Yo creo que vas por buen punto. No digo que se te hará fácil. Pero...¿por qué el miedo, precisamente?—pregunta Alice secándose el rostro con una toalla de mano.

—Creo que será una de las pocas ideas que sea distintas a todas las demás ediciones. Y además es lo único que se me ocurrió.—responde algo desilusionada.

—Entiendo. Hay una idea que pensé usar hace años cuando ingresé al curso de fotografía. Pero lo descarté porque me empezó a llamar la atención ésto—dice abriendo sus brazos y señalando el lugar de entrenamiento que la había atrapado.

—¿Y cuál es?—pregunta Isabelle interesada.

—Allí está la respuesta.—dice Alice señalando a su entrenador, Brandon.

—¿Brandon?

—Sí. Le pedí que sea mi inspiración por así decirlo.—dice sonrojada mirando a sus pies.

—¿Tu idea entonces fue fotografiar a tu entrenador que te gustaba?

—¿Ves? Justo ahí radica el problema. Si piensas subir fotos que transmita a las personas, no tienes que dejar que opinen antes de ver la imagen por sus propios medios.

—No logro entenderte Alice.

—Quise que vean a través de esas fotos lo que yo veo cuando las tomo. Básicamente, que vean a través de mis ojos. Eso es transmitir. ¿Entiende mi punto?

—¿En serio se te ocurrió todo eso en tan sólo tus primeras clases?—pregunta Isabelle riendo.

—Creo que es cuestión que busques algo que te inspire a tí primero más que a los demás y transmitas eso. Supongo que aceptarán sin duda.

—Intentaré buscar mi inspiración entonces. Aunque espero que no sea Brandon.—bromea Isa.

Alice ríe, se despide de ella y vuelve a su entrenamiento.

Isabelle volvió a sentarse. Se quedó pensando en las palabras que escuchó recién. No le veía nada de malo en tomar una idea que tampoco había sido usada anteriormente. Sólo se le pasó por la cabeza pedirle el favor a Elliot. Es decir, intentar ver si podía reflejar en él esa empatía que sintió cuando lo conoció por primera vez. Y, aunque últimamente se habían alejado, nada de lo que pasó últimamente podía cambiar el cariño que ella demostraba hacía él después de haberla ayudado en muchos aspectos de su vida.

Luego, de alrededor de media hora, aparece un joven un poco aún más alto que Mason, es decir, con un poquito más de un metro ochenta y cinco, castaño, con unos abdominales marcados que se le podían notar, incluso, por encima de la musculosa que llevaba puesta. E hizo contacto con ella sólo unos segundos para luego saludar al amigable Brandon.

—Nos iremos en unos minutos.—se acerca Mason hacia Isabelle y buscando su botella de agua.

—Claro, no te preocupes.—respondió ella algo agitada.

Era difícil que pueda pensar con el joven, que, por lo que escuchó, se llamaba Aron, casi a pocos metros de ella. Y en frente, tenía a Mason, que por más que intentara disimular tenía una cierta debilidad por él.

Agarró su libreta, e intentó reescribir sus ideas, y las maneras en la que podía capturar esa "esencia" de Elliot.

Pero fue interrumpida por un—Hola, noté que tienes una cámara. ¿Podrías tomarme una foto?—pregunta Aron acercándose a ella con su compañero más bajito, Eloy.

—Hola...¿Ahora? Digo, sí ahora—ríe nerviosa.—¿Cómo...? ¿Cómo quieres que te tome?

—Sosteniendo esta barra. Hoy intentaré superar mi récord, y si lo logro mejor es ser capturada, ¿no?—sonríe.

Parte 2

Isabelle miraba una y otra vez la foto tomada mientras tomaba un descanso bebiendo una botella de agua. Había algo en Aron que reflejaba seguridad y mucho, pero mucho fanatismo. Eso era realmente cautivador.

—Es hora de irnos Bella.—comenta Mason secándose el rostro con una toalla.

Isabelle se sentía completamente sonrojada. Ese apodo no lo había escuchado hace tiempo. Y menos que saliera de su boca. Suspiró, y con su cámara en mano, siguió a Mason. Sin embargo, unos segundos de duda invadieron su cabeza, ¿lo saludaría también a él?—pensó Isa con respecto al joven Aron luego de hacerlo amablemente con Alice. Ésta chica tenía que ser una gran ayuda. Así que sin pensarlo más realizo tres pasos más y lo más directa posible le dió una tarjeta con su número por si quería las fotos. Esa fue la mejor excusa que ideó.

—¿Puedo ver las fotos que has tomado?—pregunta Mason mientras había frenado el auto en un semáforo en rojo.

—¿Las que tomé ahora?—cuestiona Isa mirándolo de reojo.

—Sí. Ví que estabas tomando fotos. Es un lugar agradable. ¿Te sentiste cómoda?—pregunta él nuevamente.

—Claro. Bien cómoda.—respondió ella mirando por la ventanilla como si la pregunta anterior se hubiera esfumado.

—¿Y entonces?—ríe Mason a la vez que sus intrigantes manos se ubican en el volante.

—¿Qué?—voltea.

—No quieres mostrarme.—finge poner cara triste.—Igual ya estamos llegando.

—Lo siento. Creí que no hablabas en serio.—responde ella tragando saliva e inevitablemente prendió su cámara.

Luego, comienza a ponerse más nerviosa cuando la cinta de su aparato se atasca en el cierre de su escote. Un atuendo cómodo pero peligroso.

—¿Puedes?—reprende Mason mientras intenta estacionarse.

—Eso intento—responde ella riendo de los nervios nuevamente.

Mason intenta no dar vuelta su cabeza para no incomodarla.

—Creo que se me enganchó la cámara con mi...—lo mira—remera. Qué vergüenza.

—Lo siento.—comenta él.

—¿Por qué? Tú no me hiciste ésto, ¿o sí?—bromea Isabella desesperándose de a poco.

—No, pero por querer ver tus fotos te sucedió eso. Déjame te ayudo.—responde Mason acercándose a ella y colocando sus manos en la cinta gruesa y negra de su cámara, intentando, que no se rompiera la hebilla que, a su vez, produjo ese acercamiento.

—No hace falta...—replica Isa sin dejar de sostener su mirada en el rostro de él, quien mantenía sus ojos cerrados para no llegar a disgustarla. Fue un momento raro para ella porque tenía la respiración de él tan cerca que imaginaba que si pensara en tan sólo su nombre, Mason podría darse cuenta. Pero, además, había soñado reiteradas veces con que el aspirador a boxeador de grandes ligas por un título a su edad actualmente, cuarenta años, algún día la mirara y se acercara a ella sin sentir que fuera algo imposible o incómodo. Pero ella sabía que, si bien Elliot estaba ocupando su cama ahora, desde aquel otoño hace, cuatro años atrás, él jamás dejó de ocupar su mente.

Sólo le tardó cinco segundos desatarlo y volvió a ubicarse en su asiento.

—Gracias Mason.—dice Isabelle regalándole una mueca.

Él sólo asiente y ambos bajan del auto, finalmente.

El edificio no estaba muy concurrido, a pesar de que era un horario en el que constantemente varias personas salían y entraban por la tarde.

Mason e Isabelle entraron, y se dirigieron al ascensor. Querían llegar lo antes posible a ducharse.

Al llegar, notaron la ausencia de Stefani. Aún no era su horario de salida.

—¿Quieres ducharte primero?—pregunta ella mientras tomaba un vaso de agua.

—Lo necesito. Más que nada porque tengo que ir por tu tía.—responde él apurado.

—Ah. Claro.—prosigue sencillamente Isa suspirando y dirigiéndose a su cuarto en busca de su ropa. Se sentó en la cómoda cama blanca y recreó en su cabeza una y otra vez la sensación de tener tan cerca a Mason. Se sentía muy confundida. ¿Por qué estaba sintiendo ésto ahora? Y, ¿por qué con él? ¿La destruiría saber que su tía había vuelto con él? Esos pensamientos que sobrepasaban sus límites la dejaban tristemente desconcertada.

Ahora sólo debía tener cabeza para concluir con su proyecto que había dejado pendiente. Debe ser igual de fantástico como esperaba ser reconocida. Tomó nuevamente la cámara y editó la fotografía de Aron. Tal vez podría servirle de algo. Él parecía haber sido modelo en otra vida. Se le notaba su dedicación en los entrenamientos y su deseo por la cámara. La forma en que posaba y atraía a quien pudiera verlo, eso debía admitirlo.

Buscó su anotador y escribió su primer título. "El joven prometedor y cautivador". Quería buscar e indagar un poco más acerca de su vida, pero necesariamente debía consultarle a Aron si estaba de acuerdo en que le cediera la opción de usar su imagen.

No tardo más de un minuto en escribirle el texto:

—Hola Varón. Disculpa el horario en el que te escribo. ¿Podría usar éstas imágenes tuyas para un proyecto de la revista para la que estoy en curso?—escribió y mandó al instante en el que terminó el último signo de interrogación. No tuvo tiempo ni de releerlo, como para por ejemplo darse cuenta que su nombre fue corregido incorrectamente y por ser la tarde, no habría problema en que se disculpara por el horario. Y junto con eso, adjuntó las cinco fotos que habría conseguido sacarle.

Suspiró, como estaba haciendo últimamente, y esperó a que respondiera. Si es que lo hacía. Pero, suponiendo que él le pidió su número, imaginaba que debía hacerlo así.

No quería pensar en nada de lo que su coeditora le había dicho. Sólo necesitaba tener la mente en blanco. Pero porque necesitaba enfocarse, no porque no tuviera ni media idea en mente. Por más difícil que parezca esa realización.

El sonido de un teléfono comenzó a sonar minutos después. Isabelle se levantó, y trató de seguir ese sonido imparable e irritante. Aunque cualquier sonido le parecía irritante de todas formas. Cuando se acercaba al cuarto que pretendía ser de Mason, o por lo menos, en el que lo había visto entrar, encontró su celular cargando en la pequeña mesa de luz de madera, que, a su vez, combinaba con los muebles rústicos que tenía allí dentro.

No llegó a contestar. Moría de ganas por saber de quién se trataba. O mejor dicho, de quién se trataba ella, Sarah. El nombre que había podido ver como la autora del irritante sonido.

Isabelle dejo que sonara y sonara. No se atrevía a ser de las personas que atienden un celular ajeno, a menos que se lo pidieran. Pero eso no iba a suceder. Salió nuevamente de la habitación. Para su suerte, Mason aún no había salido. Aunque no tendría por qué enojarse. No había invadido su privacidad, simplemente tenía curiosidad.

—Ya está el baño.—comenta Mason desde el pasillo, bajándola de la nube en la que estaba sentada en su escritorio.

—Gracias Mason. Iré enseguida.—contestó ella.

Apenas entró al baño, recibió el mensaje de Aron.

—Hola. Claro que estoy de acuerdo Isabelle. Tenía pensado llevarlo al curso de modelaje también. Pero tu ayuda me servirá mucho.—concluía el mensaje en cuestión.

—Disculpa, quise llamarte Aron. Podría hablar contigo en el entrenamiento. ¿Tienes un tiempo?—cuestionó ella.

—El predictivo suele hacer eso con mi nombre, descuida. Sólo puedo los miércoles. Si estás de acuerdo, me alegraría.

Isabelle aceptó sin dudar. Estaba segura que debía servir de algo.

Se centró, luego, en ducharse lo más rápido posible para hablar con Simón, que debía haberse encontrado con ella hace veinte minutos según su acuerdo.

Cuando salió, así era. Él estaba esperándola abajo mientras de su boca podía verse emanar el humo del cigarrillo.

—¡Al fin te dignas a bajar!—bromea Simón dándole un abrazo que la apretuja un poco.

—Mira hemos coincido en nuestro atuendo. Bastante raro que tú tengas buen gusto.—ríe Isabelle.

—¿Te parece ir al bar? Debí haber abierto hace una hora.

—Eres tan manipulador, ¿lo sabías?

—Mmm, pero, ¿me servirá? Sino debería considerarlo un insulto—responde guiñándole un ojo. E Isa sólo le da un leve empujón en su brazo izquierdo mientras caminaban por la calle pedrada.

Llegaron en aproximadamente una hora. El bar, conocido como La agonía de Tántalo, haciendo referencia a la antigua mitología griega, en el que la ignorancia y la traición para beneficio propio del hijo de Zeus provocó un enorme suplicio sin fin. Pero en este caso, la sed de probar lo que uno cree necesitar. Esa fue la razón que explicó Simón al menos por quien lo pregunte.

Isabelle se sentó en uno de los cómodos sillones color rojo fuego que se encontraba en el centro del lugar, pero pegado junto a la pared del mismo.

La decoración parecía ser antigua. Mesadas y sillas rústicas. Iluminación clara, del tipo anaranjada. Pero de noche solía usarse uno de rojo intenso. Aún así mantenía una comodidad que podría ser formal si se quisiera. Todo dependía de la cantidad de personas que estaban en el lugar, y de los shows que cada día se presentaban.

—Habla ya.—comenzó diciendo el astuto hermanastro sentándose justo enfrente de ella, en otro de los cómodos asientos, y relajándose con un trago con bastante hielo en su mano.

—¿Y yo qué? Qué egoísta eres.—reprende Isa mirándolo con los ojos entrecerrados.

—Tú tienes algunos problemitas con eso. Mejor ten, toma agua.—responde él guiñándole un ojo y acercándole el vaso que ya estaba apoyado sobre la mesada ratona entre ellos.

Isabelle revolea los ojos.

—¿Hay algo interesante o sólo querías perder mi tiempo?—ríe Simón.

—Eso ya lo haces de todas formas—bromea Isabelle mirando alrededor del bar.

Ambos ríen.

—Apareció Mason.

—¿Williams?

—¿Quién más?

—Bueno. Mason Es el nombre más común de todos.—alza sus manos apenas termina su frase.

—Vino a buscarme para quedarme con la tía Stefani. Y lo curioso es que él se quedará estos días también.—accede ella a tomar de su vaso.

—Vaya. Interesante.

—Me siento muy rara.

—¿Y Elliot?

—¿Qué tiene que ver Elliot? No lo he visto desde la mañana del día que salí de allí.

—¿Sabe donde estás?

—No se lo he dicho.

—Creo que estás obsesionándote nuevamente con él.—responde directamente Simón volcando sus codos en sus rodillas, y haciendo ese charla aún más íntima.

—¿Con Elliot?

—Con Mason. Sabíamos que era tu "amor imposible" desde hace tiempo, pero se te fue eso cuando desapareció de nuestras vidas.

—¿Estoy completamente jodida?

—Creería que debes olvidarte, en primer lugar, del imbécil.

—¿Olvidarme de Mason?

—De Elliot.—revolea los ojos.

—Oh. Ya no lo veo de la misma forma, pero si hay alguien que estuvo últimamente fue él.

—Tampoco puedo decidir todo por tí, reina. Debes aprender a equivocarte.—respondió finalmente él levantándose hacia la barra.

Isabelle lo miraba pasar, pero su mente estaba completamente perdida. Sus pensamientos se entremezclaban.

Los clientes comenzaban a llegar de a poco, y de eso se dió cuenta cuando la curiosa Alice decide acercarse a ella y saludarla.

—¿Qué haces aquí?—le pregunta

—Alice. Vine a saludar a mi hermanastro, Simón.—responde levantándose.

—Creí que venías a tomar desde temprano. No te veía de ese tipo.—continuó.

—No, no. O no ahora.—ríe.

—¿Quieres tomar algo con nosotros?—pregunta ella señalando la mesa en la que habían entrado con sus compañeros, pero que Isabelle no había reconocido.

—No. Ahora sólo quiero descansar. Otro día yo te invito, Alice. Pondré en marcha tu ayuda.

—Descuida. No tengas dudas en ningún momento cuando lo presentas. Eso te asegurará la aprobación.

Isabelle sonrió y salió de allí con su saco en la mano.

El viento recorría todo su rostro. Pero su apuró por llegar a su casa, o mejor, a la de su tía, era aún más rápido.

Tomó el bus y decidió, en el transcurso del viaje, mensajear con Aron y continuar la charla en la que le había solicitado alguna información no errónea que le gustaría que sea publicado.

Tenía todavía alguna esperanza en cerrar la boca de Marion y León, principalmente.

Llegó, y pudo saludar de un gran abrazo a Stefani. Aunque en su rostro se le podía notar una profunda preocupación.

—¿Pasó algo?—cuestionó Isabelle.

—Más problemas que me trae Carlo. Todo se va complicando.—responde ella suspirando.

—¿Puedo ayudarte en algo?—pregunta ella nuevamente.

—Nada que puedas hacer Isabelle. Agradezco tu apoyo.—responde dándole un beso en la mejilla derecha.

—Si me necesitas estaré en el cuarto. Intentaré armar algo.

—Claro. Igual te dejé una caja de pizza. Iré a cenar con Carlo. Intentaré reunir más pruebas. No me esperes.

—Está bien. Y...¿Mason?—preguntó ella colocando su cabello detrás de sus orejas.

—Él me dijo que saldría también. No entendí si con un amigo o una amiga. Pero que vendrá mañana para su entrenamiento.

—Bien.—respondió finalmente Isa. A la mente sólo se le venía el nombre de Sarah. Debía ser ella.

Se recalentó la pizza, que tenía casi todo el queso derretido en el plato. Le agregó bastante rúcula y se sirvió en una de las pocas copas vino.

Se adentró en sus ideas, retomando su cámara. Pudo elegir después de media hora, la tercera foto de Aron como la principal. Ahora sólo debía escribir algo interesante que pueda relacionarlo, además, con el concepto de lo que ella tiene de 'arte' y 'fama'.

—¡Te tengo Aron!—se dijo a sí misma.

Dejó que el ritmo de "Daría" de Daddy Yankee la hipnotice y, con los tragos que ya estaba ingiriendo, no había forma que pudiera sentirse sola y triste después de haber hecho para atrás la invitación de Alice, e incluso no haberse quedado con Simón, por intentar relacionarse más con Stefani en su dura situación y con Mason, a quien lo sentía tan cerca y a la vez tan lejos, como la canción que escuchaba.

Se obligó a no volver a derramar una lagrima más por algo que todavía podía tener solución. O al menos debía intentarlo.

Pero toda esa efusividad se apagó, como si de un corte de electricidad se tratara, cuando Elliot tocó a su puerta.

—Ay, ¿Elliot?—se pregunta tratando de no sonar ebria.

—¿Donde te habías metido Isabelle? Eres una ingrata. Te vas así nada más.—acusa Elliot entrando lentamente dentro y dejando su bolso con algunos de sus objetos.

—¿Y por qué te tengo que decir donde estaría? No creo que necesites saber lo que hago de mi vida Elliot.

—No me trates como si no nos conociéramos, por favor. Te conozco demasiado. ¿Me usaste?—cuestiona él replanteándoselo intentando acercarse a la lentamente.

—¿Qué diablos estás diciendo? Eres el típico que se da cuenta lo que pierde hasta que lo tiene. O como sea.—prosigue ella dándose la vuelta y dirigiéndose a la cocina por un vaso de agua.

—Estás muy ebria para hablar en este momento. ¿Por qué no vamos a casa? Te extraño Isabelle.

—Este es el horario en el que ninguna de tus "amigas" puede, ¿cierto?—responde ella determinante y se diga a empujarlo hacia afuera, y por inercia, cerrándole la puerta en la cara. Quería intentar olvidar aquel rato, pero viendo que su reloj quedó tirado en el suelo luego de haberse caído en algún que otro empujón le devolvió la misma insatisfacción.

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