La Reina De Las Sombras
El joven rey estaba a punto de casarse. Ni siquiera había visto a la princesa, pero eso era lo de menos, debería tener una mujer. Y las anteriores no habían servido. No habían llegado siquiera a superar las pruebas previas a la boda. Por eso, esta vez no se quedó esperando como era costumbre en la puerta de su palacio hasta que ella llegara.
Aunque aun no tenía el velo, quería saber si por fin tendría esposa. Esto empezaba a cansarle.
- Señor, llegará mañana a mediodía. ¿Por qué justo hoy quiere salir a montar a caballo? ¿y si no llega a tiempo? Ella podría ofenderse.
Miró a su guerrero con cara seria.
- Estaré aquí. Necesito comprobar algo. Diles a los sirvientes que los invitados ocuparan las dos salas del este.
- Si señor- el guerrero avisó a los sirvientes mientras veía como el joven rey salía a por su caballo.
Tres mujeres habían llegado ya a ese castillo antes, tres pretendientes que sabían las costumbres y la cultura del lugar, y ninguna de las tres había llegado a cenar con el rey. Esperó que esta fuera la adecuada.
No muy lejos de ahí, una joven mujer llegaba a palacio.
- Hola hija, es un honor recuperarte al fin.
- Padre- dijo haciendo una reverencia. La joven iba bellamente vestida, como una princesa, pero, aunque no lo apreciaban los que la miraban, se sentía incómoda con tanta elegancia. Hacía años que no se ponía trajes tan pesados. – por fin puedo ponerle cara.
- No hace falta que me trates de forma tan formal. No pensé que te recuperaría en estas circunstancias, pero el destino tiene una forma curiosa de hacer las cosas. Ahora que te veo eres muy hermosa.
La joven asintió con una sonrisa. Pero por dentro se preguntaba a qué venía todo esto. Hasta ahora había vivido bajo otros nombres, y en entornos mucho más austeros, y había pensado que jamás volvería a ese pequeño recuerdo que tenía cuando tuvo que huir para salvarse. Pero la voz era la misma, no había duda, ese hombre era su padre, y por tanto, ella era princesa.
- Como sabrás el rey vecino busca esposa. Aunque ya ha tenido otras pretendientas, aun no está casado. Como hija legítima mía, hoy partirás a su reino, Tarek, conmigo, y te presentarás como su prometida. – La joven abrió mucho los ojos. Sólo llevaba una semana siendo princesa de nuevo. ¿Y ya la casaban?
- ¿Padre? ¿Por qué tan repentino?
- En realidad no lo es, llevamos buscándote mucho tiempo. Como bien sabes su reino y el nuestro han tenido conflictos durante años. Tres reinos han intentado unirse al de Tarek antes que el nuestro para expandirse y por alguna razón desconocida, no consiguieron llegar a la boda. Es costumbre que sólo una princesa pueda ser considerada la prometida, y aunque en el caso tuyo, acabamos de reencontrarnos de nuevo, no puedo evitar la ley. Eres mi primogénita.
- No conozco Tarek padre, lo único que sé es que se toman muy en serio sus costumbres y normas, y yo no las he estudiado antes. ¿Cómo podría lograr algo que las más instruidas en el tema no han conseguido? – dijo serena. Con ese argumento la dejaría ir.
- Puede que esa sea tu fortaleza, y en caso contrario, volverás aquí. Me encantaría haber tenido más tiempo para estar juntos, pero por desgracia, no puedo evitar este compromiso.
La joven asintió. Evitar ¿eh? Sus otras cinco hijas, ahí presentes, parecían felices. La primogénita. Si, podía ser cierto que fuera la primera, pero era muy conveniente que justo la encontraran a tiempo, y no antes. ¿Cómo le podía doler dar a una hija que casi ni recordaba y con la que había pasado tan solo unas horas en algo más de diez años?
Estaba convencida de que el rey no se podía creer la suerte que tenía. Pero, si algo había aprendido en su vida era a sacar provecho de cada situación, y ser princesa de nuevo le daba una vida más sencilla. Si se tenía que casar con un desconocido, tampoco le parecía tan horrible. Además, aún quedaba mucho para eso. Tenía que pasar esas pruebas y, si en algún punto ese joven rey veía que no las superaba, tan sólo volvería allí y tendría el placer de descubrir qué había ocurrido con su padre todo este tiempo.
Esa tarde le confeccionaron diferentes vestidos y prepararon su carruaje para el camino. Pidió vestirse sola el día de la salida, bajo la escusa de que no se había acostumbrado aun a tanto cuidado, y así guardó su pequeño cuchillo entre las telas. Siempre había que mantenerse alerta.
Cuando vio el carruaje le pareció excesivo. Ahí dentro sólo podrían ir ella, el padre, y su nueva sirvienta, pero su capacidad era mucho mayor. Entró ayudada en todo momento por la gente y se sentó al lado de su recién descubierto padre, que sonrió en silencio.
- He podido observar que eres una mujer cauta, y te recomiendo que lo sigas siendo. Estoy convencido de que me entiendes cuando te digo que esto es de vida o muerte. Llegaremos a mediodía al reino, y el joven rey te esperará en las escaleras. Lo reconocerás en cuanto lo veas. Pórtate correctamente, como estos días en palacio y todo saldrá bien. Y sobre todo, no ataques ni con palabras ni con acciones al joven. Es uno de los más aguerridos hombres conocidos, su fama es merecida.
Ella asintió. Pero no se creyó la parte de su fama de guerrero. En sus anteriores vidas había descubierto que la fama de un luchador suele ser mayor que la fuerza que tiene, y que cuanto más poder, más hinchada y sobreestimada está. Ella misma, había comprobado que hasta el momento, ninguno estaba a la altura de su fama, y no pensó que pudiera ser la excepción. Aunque había que reconocerle, que tenía mucho mérito haber llegado a ser el rey más joven desde hacía cinco generaciones. Esperaba, más bien deseaba, que fuera cierta su fama. Odiaría ser más fuerte que su prometido.
El camino era largo y los consejos del rey aburridos. Por suerte estaba acostumbrada a los bamboleos, pero por desgracia, el carruaje era demasiado delicado para el camino y dificultaba a marcha. Además, su nueva sirvienta parecía necesitar que estuviera atendida todo el rato, y acabó haciéndola callar, algo que, para sorpresa suya, agradó al padre.
Ya habían entrado en Tarek. Aun así, hasta llegar al reino aun quedaban unas horas de camino por el bosque. De repente, se volvió a estropear la rueda trasera. El carro volvió a pararse y esta vez, se empeñó en bajar.
- Necesito estirar las piernas. – dijo. Al rey no le hizo mucha gracia. Estaban demasiado cerca. Si ahora le pasaba algo, le tocaría ocupar el puesto a su segunda hija, y no le apetecía dársela a ese temible hombre.
- No te alejes demasiado.
Ya, no se iba a alejar. Caminó un poco, siguiendo el camino, cuando de repente notó un leve crujido. Demasiado fuerte para ser un animal chico, demasiado flojo para un caballo. Allí había alguien espiándola. Hizo como si no hubiese notado nada y giró camino al carruaje dando un giro, para despistar a su oponente.
Cuando pasó por el árbol donde se escondía sacó veloz el cuchillo con intención de clavárselo al agresor. El movimiento fue rápido y silencioso, pero para su sorpresa, le cogió de la muñeca sin problema. Ella en respuesta, le pisó el pie, a lo que este contestó riéndose. Aún no le había visto la cara, pero se alegró al comprobar que el rey aparecía.
- ¡Mis disculpas! - dijo haciendo una inclinación ¿QUÉ? pensó ella– mi hija no le debe haber reconocido.
- No se disculpe. Me alegra saber que tengo una prometida interesante. - ¿Prometida? ¿Acababa de intentar atacar a su futuro esposo? Se apartó y se disculpó lo mejor que supo.
- Mis disculpas, señor, no pretendía hacerle daño. – dijo inclinando la cabeza. Ni siquiera le miró a la cara, pero se alegró de no poder con él y de que su voz fuera de un joven. Sabía de mujeres que se habían casado con hombres mucho mayores.
- No es cierto, pero da igual. Les acompañaré el resto del camino.
El poco trayecto que quedaba se le hizo aun más largo que todo lo que había pasado hasta ese momento. Ya no le impresionaba el carruaje, ni pensaba en su padre, ni en el hecho de ser de la realeza de nuevo. Ahora estaba muy preocupada. ¿Qué clase de primera impresión le habría dado a el que podía ser su marido? Aunque, ¿por qué se escondió tras un árbol si en teoría le iba a esperar en el castillo?
El rey no le volvió a dirigir la palabra. Se encontraba fatal. Por un segundo, pensó que vería morir a una hija suya ante sus narices. Aunque no fuera la favorita, seguía siendo su hija, y ya la había perdido una vez. ¿En qué clase de circunstancias había vivido que se le había ocurrido meter ese puñal entre la ropa?
Empezaba a preocuparse cada vez más que todo acabara siendo un desastre. La hija que conoció había tenido que crecer en un ambiente hostil y se dio cuenta de que no sabía cómo era la chica que tenía a su lado
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Comments
Liliana García
Que fregon, con razón encontró a su querida hija (sarcasmo)
2024-07-08
0
moon 1
jajajaja casi lo matan , eso es amor/Applaud//Applaud//Applaud//Applaud//Facepalm//Facepalm//Facepalm//Facepalm//Facepalm//Facepalm/
2024-05-28
3
Anonymous
Ajá si como no
Justo a tiempo la encontró
Odiaría darle su segunda hija que tanto amo despreciable hombre te odio apenas leí sobre este rey pendejo
2024-05-16
1