La primera noche

Fue… difícil de entender. Pero puse todo mi empeño. Decidí que había que matarte, que ése era el mensaje. Y convencí a mi jefe de ese entonces de que podía llegar a ser rey- bufó. Miró como sus ojos estaban muy lejos de ahí. - Cuando descubrí que te había perdido te seguí, pero me topé con la realidad. Había perdido mi primera oportunidad. La segunda ya la conocemos- dijo mirándola- Así que decidí que lograría por mí mismo el reino. Que no dependería de esa niñata- sonrió recordando- y ahora, la tercera vez que te veo, me caso contigo. Y así oficialmente soy rey. - sonrió incrédulo.

- Bueno- se acercó Saundarya, aun desnuda. - Aún no lo hemos hecho oficial.

- Tienes razón- dijo cambiando la cara de repente- tienes toda la razón- dejó la botella en el suelo.

- ¿Podrás? - dijo viendo la botella. Había crecido oyendo las burlas de las mujeres cuando a los hombres, por culpa del alcohol, no cumplían.

Se rió. La subió a la cama y empezó a besarla. Le gustó ver que no ocurría en su caso. Había bebido mucho esa noche.

Lejos de ahí, los hombres más cercanos al rey conversaban. La joven sirvienta les había hablado de su curioso tatuaje, el circulo extraño, y que había oído decir que era Gunidani.

- ¿Has dicho que era una Gunidani? Ahora tiene más sentido que le regale un lobo.

- ¿Qué es una Gunidani? – preguntó la criada

- ¿No lo sabes? ¿Nunca has salido de aquí o qué? – preguntó incrédulo

- Si, nunca.

- ¿Has oído de las legendarias guerreras? Las amazonas de tierra de nadie y en tierra de todos, las mayores guerreras de la historia… Algo habrás oído hablar.

- Si, de pequeña, las leyendas.

- No son leyendas. Son las Gunidani. Ver una y enfrentarte a ella es como sentenciar tu vida. Nadie sobrevive a una Gunidani si ella no quiere. Y lo normal es que no quieran.

- ¿Entonces?

- Pero, lo más extraño es que nunca son nobles. Siempre son mujeres seleccionadas por ser huérfanas… Y además… - empezó a pensar el caballero en voz alta. Luego se calló. Si su señora era una Gunidani y reina, hablar de esto podía traerle problemas. Hablar de ellas sin respeto era una osadía que no estaba dispuesto a cometer.

- ¿Y entonces?

- No quieras saberlo- soltó el otro caballero- Tener que convertirse en una guerrera de ese nivel implica muchos sacrificios inimaginables. Y se dice que las Gunidani lo son de por vida. Que ella esté aquí quiere decir que es aún más fuerte. – tragó preocupado. – No vuelvas a sacar el tema.

Nemir la miró dormir. Ni siquiera mientras descansaba parecía calmada, y estaba seguro de que, si se acercaba a ella recibiría. Había tenido un entrenamiento fuera de lo normal si había conseguido ese tatuaje. Se vistió y salió a las cocinas. Ahí estaba el galeno.

- Mi señor – dijo haciendo una reverencia.

Se acercó a él.

- Necesitaré Dobera en té.

¿Dobera? ¿No era un té para provocar el parto en embarazadas? ¿Por qué querría eso? Le miró sin comprender, pero asintió. Nemir le dejó irse mientras comía. Si era una Gunidani completa, el té no le afectaría. Si en cambio, no era más que una farsante, no superaría su noche de bodas. Cualquier mujer sin estar preparada para ese veneno, sufría dolores, tantos, que si tenían un bebé, éste moría. El galeno no tardó en llegar con las hierbas y hacer el té. Cuando Nemir le pidió una dosis triple empezó a preocuparse. ¿Por qué se había casado con ella, si pretendía matarla? ¿Es que acaso no había cumplido? Salió, preocupado. Nemir llevó el té a la habitación. Frío tenía mayor efecto.

De repente, apareció el lobo. Movía la cola, feliz de haber encontrado a su nuevo amo. Un sirviente apareció a su lado, minutos después. Nemir acariciaba al lobo.

- ¡Lo siento mi señor! Es muy fuerte, de repente ha salido corriendo y yo…- se arrodilló en el suelo y pidió clemencia.

- Levanta. – ordenó en cambio. – Ve a mis aposentos y asegúrate de que mi mujer se bebe esto, hasta la ultima gota. Si no cumples, te degollaré.

- Si… si señor, gracias por su generosidad señor. – dijo haciendo reverencias y largándose.

Nemir salió acompañado del lobo. La mejor hora para cazar, era por la noche. Y un lobo de Hastha bien entrenado, podría llegar a ser un buen compañero. Saundarya se levantó de repente. Había oído pasos hacia su habitación, y sabía que no era Nemir. Se vistió correctamente antes de que tocaran.

- ¿Mi señora?

- Qué quiere.

- Me envía mi señor, debo entregarle algo sin falta.

Saundarya abrió la puerta. El sirviente entró y le entregó el té.

- Mi señor me ha dicho que debe tomárselo todo, delante de mí. – dijo preocupado. Esa mujer era fuerte, y no tenía claro que iba a hacer si se negaba. – Se lo ruego mi señora- dijo al ver que ella no lo cogía- mi vida depende de usted.

Saundarya cogió el té. En seguida supo lo que era. Dobera… Interesante. Estaba muy concentrado, sin problema ese té habría matado a tres mujeres estando caliente, pero ahora que estaba frío, mataba a cinco.

- ¿Nemir le dio esto? – preguntó interesada. Si mentía, ni siquiera usaría su daga, intento de asesinato de una reina era el castigo más grande.

- El mismísimo Nemir en persona me lo acaba de dar señora, y si no se lo toma entero, me… me decapitará.

- Entiendo- Miró al té curiosa.

Estaba claro que el sirviente no mentía, Nemir quería asegurarse de que realmente era una Gunidani. Tan solo ellas sobrevivirían a ese té. ¿Más pruebas? Suspiró. La Dobera era de las primeras plantas a las que las hacían inmunes. Un recuerdo fugaz de los vómitos y las alucinaciones de todos los venenos a los que tuvo que acostumbrarse, pasaron por su cabeza. Había tomado Dobera tres años, junto con otros venenos, y había visto a jóvenes morir intoxicadas a su alrededor. Suspiró y se bebió el té. No sabía que Nemir hubiera oído de sus entrenamientos. Cualquier intento de dejar las Gunidani, acababa con la muerte, probablemente por eso, lo estaba haciendo. Pero era demasiado pronto para decirle la verdad.

El sirviente suspiró aliviado. Ella le miró seria.

- ¿Aún sigues aquí?

- Debo estar unos minutos con usted, no se por qué.

Ocultó su risa. Si no fuera una Gunidani, habría tenido que correr a vomitar, estaba claro que Nemir quería asegurarse. El sirviente esperó un buen rato.

- ¿Suficiente?

- Si mi señora, disculpe mi señora.

En cuanto se fue, Saundarya se sentó. Necesitaba controlar el veneno con la meditación. Se puso en la postura correcta y mandó el veneno a sus manos con lentitud. Una pequeña sombra apareció alrededor de ella, cubriéndola por completo. Si alguien hubiera entrado en la habitación en ese instante, habría pensado que estaba hechizada, o peor, que era hechicera. La sombra limpió el veneno de su organismo al cabo de una hora de intensa meditación. Luego se levantó y volvió a la cama. Si hubiera estado Nemir en la habitación en ese instante, se habría descubierto todo antes de tiempo, debía tener cuidado. Se fue a la cama, pero ya no durmió. Estaba empezando a amanecer y pronto llegaría la criada. ¿Y si la siguiente vez estaba delante? Debía practicar más de nuevo, o jamás podría llegar a conseguir su cometido.

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Comments

Jenifer Iguini

Jenifer Iguini

me encanta 👏👏👏

2024-03-15

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