La boda

Desde que había sido elegida la sirvienta, Manzanilla, le hablaba, preguntaba y le traía las noticias que pedía, y a la vez, conversaba con ella. Pero los hombres no la miraban se inclinaban mientras pasaba y se disculpaban si se encontraban en medio, aunque fuera su culpa. Incluso el segundo al mando, evitaba tener contacto visual con ella en la medida de lo posible. Comía con todos los nobles y los guerreros más importantes del reino, pero ninguno le daba conversación, ni siquiera su marido. Si quería cualquier cosa, dirigía una mirada a Manzanilla y le daba más bebida o comida. Incluso ella captaba que no era sólo por costumbre, así que evitaba mirar a otros hombres más que lo justo y necesario.

Los días ya cercanos a la boda, la hermana se fue a su palacio a las afueras del castillo. Se decoraba el reino y dejó de ver a su prometido, aunque la diferencia no era muy grande. La costurera y el sastre pasaron a medirla, sin tocar su cuerpo en ningún momento. Los días previos le cambiaron incluso la dieta y recibió regalos de otros reinos colindantes. También tuvo que aceptar muchos regalos de nobles de Tarek, comerciantes, miembros importantes de los reinos y leales súbditos… Agradecía a los mensajeros con un tono suave y las mujeres a su cargo recogían los regalos.

El día de la boda, la bañaron durante horas, como símbolo del renacimiento en la nueva vida en el castillo. El mismo día de la boda no tenía permitido salir de la habitación, y sólo el padre, por la mañana, fue a desearle buena suerte. Aunque más parecía una advertencia. Le aconsejó que hiciera feliz a Nemir, y salió tan rápido como pudo. Llevaba más tiempo siendo princesa en ese reino que en el suyo propio, y cada vez se sentía menos conectada a su padre.

Cuando se hubo ido la maquillaron, peinaron y repasó todos los actos que se harían en la boda, para no cometiera ni un leve desliz. Si todo salía bien, pronto sería parte del reino. Le pusieron el velo y las horquillas que representaban el reino, enganchando así del todo el precioso recogido que llevaba. Luego la ayudaron a ponerse el vestido, que había sido entregado esa mañana y tras dos horas, le enseñaron en un espejo cómo había quedado.

Saundarya, al contrario de lo que dijera su padre no se consideraba bella. No había sido colmada de delicadeza en su vida, y ni se había parado a pensar en que su aspecto pudiera ser atractivo. Pero se sorprendió al verse reflejada. Con el maquillaje y el vestido era una prometida muy bella. Se asombró del trabajo de las doncellas, estaba espectacular. El vestido no dejaba ver su espalda, pero si tenía un escote que jamás se habría puesto de tener ella la oportunidad de elegir. Pero no es como si hubiese sido idea suya casarse.

Le apretaron algo más el corsé, suspiró y dejó de mirarse. No era momento para pensar en el pasado. Ahora iba a casarse, y todo debía salir bien, aunque le costara respirar. Dejó que la guiaran a la sala de ceremonias. Al entrar vio la bella decoración que tenía la sala. Alrededor de esta se encontraban todos los representantes y miembros de la nobleza que, mientras pasaba lentamente (el vestido era pesado) la miraban.

Muchos era la primera vez que le dirigían una mirada, y a la mayoría ni siquiera los reconoció. De refilón vio a su padre, que seguía tenso, pero no le hizo caso. Toda la sala estaba en completo silencio, y solo se oían sus pasos y las respiraciones. Al levantar un poco la vista, vio a su marido en el centro. Lo miró, esta vez con más tiempo y se dio cuenta de que era guapo. Sus ojos azules eran preciosos, su cara no tenía heridas y era bien proporcionada, y su pelo, recogido en una coleta, le quedaba perfecto.

Se alegraba de que fuera así. Luego recordó la mirada la primera vez que comieron juntos, su tono de voz calculador, su conocido modo vengativo, y temió que alguien se fijara demasiado en su vestido. No era la única que parecía notar eso. Entre los caballeros, pocos se atrevieron a mantener largo tiempo las miradas sobre la novia. Pronto sería la mujer de uno de los más despiadados reyes. Cuando estaba a ya llegando se dio cuenta de lo que implicaba esa mirada.

Era muy posesivo. Recordó eso y decidió tenerlo en cuenta en el futuro. Nemir miraba a Saundarya desde que había entrado en la sala, y menos por una breve excepción, cuando había mirado a su padre, ella le miró todo el rato a él. A diferencia de ella no se quedó embobado cuando la vio entrar, sino que siguió serio, asegurándose que todo fuera bien.

Cuando la novia llegó al lado de su futuro marido, uno de los más cercanos al centro empezó a cantar. Reconoció la lengua al cabo de un rato sorprendida. Cuando era niña la había oído hablar, pero era una lengua muerta, y jamás pensó que la oiría cantada. Era precioso. Mientras el hombre cantaba, otros dos empezaron a hacer distintos sonidos con sus manos, haciendo de los pájaros de la zona. Mientras todo esto ocurría una joven se acercó a la pareja con unas enredaderas recién cortadas. Aun tenían flores. Al acabar, el mismo hombre las cogió. Con el brazo derecho de Nemir y el derecho de ahora Iris, entrelazó la enredadera.

Mientras le enredaban los brazos, Nemir no perdía detalle de sus reacciones y realmente creyó en un momento que era capaz de leerle la mente. Tras esto, se giraron y cada uno de los presentes de la zona expresó en pocas palabras y en esa misma lengua muerta, lo que, le habían dicho, eran poemas de felicidad eterna. Pero algo le daba a entender que más eran señales de respeto ante la nueva unión. Cuando cada uno acababa, hacía una reverencia, Nemir daba las gracias en Tarsiano, y pasaba el siguiente. Después una joven que no había visto antes le colocó con cuidado hojas encima del velo sin tocarlo, ante la atenta mirada de Nemir, que parecía que saltaría si algo no salía perfecto.

Cuando acabaron uno de los consejeros se levantó. Hizo una seña en el aire frente a la cara de Nemir, y todos dijeron a la vez una palabra en alto, a excepción del padre de la joven. La expresión Tarsiana de alegría, daba a entender el fin de la ceremonia, de forma que Nemir levantó el velo y miró a su mujer.

Ahora ya era reina de Tarek. Le acarició la cara con su mano áspera y dura, de forma suave y le sonrió con malicia. En ese momento todos aplaudieron y se dio por finalizada la boda. A la vez, ambos alejaron las manos rompiendo la enredadera y todos gritaron. Luego salieron a la sala en su honor y ellos se quedaron recibiendo los regalos. Saundarya descubrió con asombro que todos recibían algo a cambio, y que, cuando los del pueblo regalaban algo, éste les daba de vuelta cosas aún más valiosas y les agradecía su presencia. Todos dieron la felicitación a la nueva pareja, pero curiosamente nadie se dirigía a ella. Se mantuvo a su lado, de pie, sonriendo e inclinando la cabeza hasta que todos acabaron. Luego, ambos se dirigieron a la sala de banquetes.

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Comments

Jenifer Iguini

Jenifer Iguini

me encanta 👏 👏

2024-03-15

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